jueves, 13 de marzo de 2014

LA IGLESIA NUEVA (10)

Entregamos aquí el primer capítulo, de la segunda parte, 
del libro LA IGLESIA NUEVA de Mons. Lefebvre 
que cubre el año 1976


Monseñor Marcel Lefebvre


1976

CAPÍTULO  I




ENTREVISTA A MONSEÑOR LEFEBVRE *

Louis SALLERON. Monseñor, hay, no solamente en Francia sino en el mundo entero, una muchedumbre inmensa de católicos que han puesto en usted su confianza, porque el seminario de Ecône se les ha aparecido como la muralla de su fe en lo que el padre Bouyer llama "la descomposición del catolicismo". Sin embargo, muchos hoy están turbados porque las informaciones que leen en los diarios lo presentan a usted como desobediente al Papa.

Mons. LEFEBVRE. Me parece que, muy por el contrario, mi seminario es la más clara expresión de una actitud de obediencia al Papa, sucesor de Pedro y vicario de Jesucristo.

Louis SALLERON. Sin embargo usted habló del "deber de desobedecer".

Mons. Lefebvre.   Sin duda.  Es un deber desobedecer a las prescripciones que en sí mismas constituyen una desobediencia a la doctrina de la Iglesia. Usted tiene una fami­lia. Si sus hijos reciben en el catecismo una enseñanza oficialmente autorizada o impues­ta, pero que deforma o silencia las verdades que se deben creer, su deber es desobedecer a quienes pretenden inculcar este nuevo ca­tecismo a sus hijos.  Así obedece usted a la Iglesia.

Louis Salleron. El cardenal Villot ha es­crito que usted rechazaba el control de las autoridades eclesiásticas competentes, ¿es esto exacto?

Mons. Lefebvre. Es absolutamente falso. Por otra parte, he recibido varias veces la visita de monseñor Adam y he invitado ex­plícitamente a monseñor Mamie, quien siem­pre se negó a venir, porque consideraba ile­gal a mi seminario, mientras que declaró en su carta de supresión que el seminario perdía su legalidad.

Louis Salleron. El cardenal Villot dice también que usted está en oposición siste­mática al concilio, ¿es esto verdad?

Mons. Lefebvre. Es igualmente falso que yo esté en oposición sistemática al Concilio Vaticano II. Pero estoy convencido de que un espíritu liberal sopló en el concilio y se transparenta frecuentemente en los textos del con­cilio, en particular en ciertas declaraciones como la de la libertad religiosa, la concer­niente a las religiones no cristianas y a la Iglesia en el mundo. Por eso me parece muy legítimo hacer grandes reservas respecto de estos textos.      
Mientras la investigación teológica autori­zada cuestiona a dogmas de nuestra fe, no puedo comprender cómo a mí me condenan por discutir ciertos textos de un concilio no dogmático, como una vez más lo ha afirmado recientemente el Papa mismo. Se me acusa por esto de infidelidad a la Iglesia, mientras que no se condena a ninguno de esos teó­logos "en recherche". Verdaderamente existen dos pesos y dos medidas.

Louis Salleron.  Sin embargo, es el Papa mismo quien parece estimar que usted no obedece a la Iglesia.

Mons. Lefebvre. Existe pues una equivo­cación. Mi pensamiento y mi voluntad siem­pre han estado sobre este punto exentos de toda ambigüedad. Un día tuve la oportuni­dad de escribírselo al Abbé de Nantes: "Sepa que si un obispo rompe con Roma, ése no seré yo".

Louis Salleron. ¿Ha tenido alguna con­versación con el Papa sobre este tema?

Mons. Lefebvre. No, precisamente, y eso es lo que deploro.

Louis Salleron. ¿No lo ha convocado pa­ra hacerle conocer sus sentimientos?
Mons. Lefebvre. No solamente no me ha convocado, sino que nunca pude conseguir una audiencia suya y he llegado a preguntar­me si mi pedido de audiencia le fue pre­sentado. Recientemente, un obispo que esti­mo mucho vio al Santo Padre para decirle el desconcierto que causaría en su diócesis toda medida a mi respecto que pareciera una condena de mi obra y le pidió que me reci­biera. El Santo Padre le pidió que hablara de ello con el cardenal Villot. Ese obispo fue enseguida a ver al cardenal, quien le respon­dió: "De ningún modo; el Papa podría mo­dificar su opinión y eso sería la confusión". Usted ve pues que hay una pantalla colocada entre el Soberano Pontífice y yo.
Louis Salleron. En su segunda carta, el Papa le escribe que está perfectamente in­formado a su respecto.
Mons. Lefebvre. Tengo derecho a pensar que no lo está, puesto que no puedo tener ninguna entrevista con él.
Louis Salleron. Él se basa probablemen­te en el informe de los dos visitadores apos­tólicos que estuvieron en Ecône y en el de la Comisión de los tres cardenales que conver­saron con usted por mandato expreso del Santo Padre.

Mons. Lefebvre. Ignoro lo que contienen esos documentos. En lo que concierne al informe de los dos visitadores apostólicos, no me ha sido comunicado...

Louis Salleron. Se dice que era favora­ble al seminario de Ecône.

Mons. Lefebvre. Así se dice, en efecto, y es­toy contento; pero, en realidad, no sé nada puesto que ese informe no me fue comuni­cado. En cuanto a mis conversaciones con los cardenales Garrone, Wright y Tabera, le puedo contar el siguiente hecho: muy cortésmente, el cardenal Garrone me preguntó si yo veía algún inconveniente en que la con­versación fuera grabada. Acepté con gusto y pedí después de la entrevista que me fuera entregada una copia de la grabación. Aceptó, afirmando que estaba en mi derecho. Cuan­do fui a pedir la copia prometida, me dije­ron que no se trataba sino de una copia dactilografiada. Ya no era lo mismo, porque podía haber, en el texto escrito a máquina, supresiones y modificaciones.
Yo estaba pasando unos días en Roma. Tenían que traerme el ejemplar que me co­rrespondía. Al no verlo llegar, telefoneé para apresurar las cosas. Me contestaron enton­ces que no era posible darme ese ejemplar, pero que podía pasar a leerlo tal día a tal hora. Me negué a prestarme a esta comedia. De modo que, así como ignoro lo que con­tiene el informe de los visitadores apostóli­cos, ignoro igualmente lo que contiene el in­forme de la Comisión cardenalicia. Si la cin­ta grabada del grabador no ha sido destruida ni cortada, le aseguro que sería interesante escucharla. Pero es evidente que el Santo Padre no ha tenido otro conocimiento que los informes que se le han dado y de los que estoy en la más crasa ignorancia.

Louis Salleron. Resumiendo, usted está condenado en un proceso cuyas piezas no le han sido comunicadas.

Mons. Lefebvre. No es un proceso, porque la Comisión cardenalicia no era un tri­bunal y nunca me fue presentada como un tribunal. Estoy "condenado", como usted di­ce, de una manera tan irregular que no veo a qué puede corresponder la palabra "con­denación". Y esto, fíjese, en un momento en que nos dicen que la Iglesia ya no condena y sin haber podido ser escuchado por el Santo Padre, que ha hecho del diálogo la característica de su gobierno. Por ello, pienso que todo esto ha sido maquinado sin su conocimiento.

Louis Salleron. Pero ¿qué dificultad encuentra usted en hacer el acto público que se le pide de sumisión "al concilio, a las reformas posconciliares y a las orientaciones que comprometen al Papa mismo"?

Mons. Lefebvre. Encuentro en ello la dificultad de un equívoco que desemboca en la mentira. Del "concilio" se pasa a las "refor­mas posconciliares" y de éstas a las "orien­taciones que comprometen al Papa mismo". Ya no se sabe de qué se trata. ¿Qué hay que entender por las "orientaciones que comprometen al Papa mismo"? ¿Debemos compren­der "esas orientaciones que comprometen al Papa mismo" (¿y cuáles son ellas?) o "las orientaciones actuales de la Iglesia que, todas, comprometen al Papa"? Cuando uno ve lo que pasa en Francia, para no hablar sino de nuestro país, ¿debo pensar que en su colegiali-dad, el episcopado está sometido "al concilio, a las reformas posconciliares y a las orien­taciones que comprometen al Papa mismo"? Lógicamente, tengo que pensarlo puesto que ningún acto público de sumisión le es pedido por el cardenal Villot o el Soberano Pontí­fice. ¿Es pues por la destrucción del sacer­docio, por la alteración o la negación del san­to sacrificio de la Misa, por el abandono de los valores morales, por la politización del Evangelio y la constitución de una Iglesia nacional alrededor de la conferencia episcopal y del secretariado del episcopado que tendría que declararme para dar testimonio de mi comunión con la Iglesia católica y con el vicario de Cristo? Esto es absurdo. Mi fe católica y mi deber de obispo me lo prohíben.

Louis Salleron. Creo que lo que se le pide, simplemente, es cerrar el seminario de Ecône.

Mons. Lefebvre. Pero ¿por qué? Es qui­zás el único que corresponda no solamente a la tradición de la Iglesia, sino al decreto del Vaticano II sobre la formación de los sacerdotes. Tuve por otra parte la ocasión de decírselo un día al cardenal Garrone, quien no me desmintió.

Louis Salleron. Si el Papa, en lugar de pedirle un acto mal definido de sumisión, le diera la orden expresa, por una nueva carta, de cerrar el seminario de Ecône, ¿lo cerraría?

Mons. Lefebvre. Después de un proceso realizado en buena y debida forma, según las normas elementales del derecho natural y del derecho eclesiástico, sí, aceptaría cerrar mi seminario.
Que se me diga de una manera explícita y concreta lo que se me reprocha en mi obra y en mis escritos y que se me acuerde el de­recho elemental de defensa, asistido por un abogado.

Louis Salleron. Usted es pues, a pesar de todo, optimista.

Mons. Lefebvre. No se trata de optimismo. No sé lo que pasará, y cada día trae su afán. Pero tengo confianza sin embargo porque, apoyado en la tradición milenaria de la Iglesia que no ha podido equivocarse, no veo cómo haciendo esto pueda ser objeto de condenación.
La prueba que sufre la Iglesia no puede encontrar solución sino en el retorno a los principios que constituyen su perennidad y su continuidad.


* Esta entrevista de Louis Salleron a Monseñor Lefebvre tuvo lugar el 15 de enero de 1976.