del libro LA IGLESIA NUEVA de Mons. Lefebvre
que cubre el año 1976
Louis Salleron. Usted es pues, a pesar de todo, optimista.
Mons. Lefebvre. No se trata de optimismo. No sé lo que pasará, y cada día trae su afán. Pero tengo confianza sin embargo porque, apoyado en la tradición milenaria de la Iglesia que no ha podido equivocarse, no veo cómo haciendo esto pueda ser objeto de condenación.
Monseñor Marcel Lefebvre |
1976
CAPÍTULO
I
ENTREVISTA
A MONSEÑOR LEFEBVRE *
Louis SALLERON.
Monseñor, hay, no solamente en Francia sino en el mundo entero, una muchedumbre
inmensa de católicos que han puesto en usted su confianza, porque el seminario
de Ecône se les ha aparecido como la muralla de su fe en lo que el padre Bouyer
llama "la descomposición del catolicismo". Sin embargo, muchos hoy
están turbados porque las informaciones que leen en los diarios lo presentan a
usted como desobediente al Papa.
Mons.
LEFEBVRE. Me parece que, muy por el contrario, mi seminario es la más clara
expresión de una actitud de obediencia al Papa, sucesor de Pedro y vicario de
Jesucristo.
Louis
SALLERON. Sin embargo usted habló del "deber de desobedecer".
Mons. Lefebvre.
Sin duda. Es un deber desobedecer
a las prescripciones que en sí mismas constituyen una desobediencia a la
doctrina de la Iglesia. Usted tiene una familia. Si sus hijos reciben en el
catecismo una enseñanza oficialmente autorizada o impuesta, pero que deforma o
silencia las verdades que se deben creer, su deber es desobedecer a quienes
pretenden inculcar este nuevo catecismo a sus hijos. Así obedece usted a la Iglesia.
Louis Salleron. El cardenal Villot ha escrito que
usted rechazaba el control de las autoridades eclesiásticas competentes, ¿es
esto exacto?
Mons. Lefebvre. Es absolutamente falso. Por otra
parte, he recibido varias veces la visita de monseñor Adam y he invitado explícitamente
a monseñor Mamie, quien siempre se negó a venir, porque consideraba ilegal a
mi seminario, mientras que declaró en su carta de supresión que el seminario perdía
su legalidad.
Louis Salleron. El cardenal Villot dice también que
usted está en oposición sistemática al concilio, ¿es esto verdad?
Mons. Lefebvre. Es igualmente falso que yo esté en
oposición sistemática al Concilio Vaticano II. Pero estoy convencido de que un espíritu liberal sopló
en el concilio y se transparenta frecuentemente en los textos del concilio, en
particular en ciertas declaraciones como la de la libertad religiosa, la concerniente
a las religiones no cristianas y a la Iglesia en el mundo. Por eso me parece
muy legítimo hacer grandes reservas respecto de estos textos.
Mientras la investigación teológica autorizada
cuestiona a dogmas de nuestra fe, no puedo
comprender cómo a mí me condenan por discutir ciertos textos de un concilio no dogmático,
como una vez más lo ha afirmado recientemente el Papa mismo. Se me acusa por
esto de infidelidad a la Iglesia, mientras que no se condena a ninguno de esos
teólogos "en recherche". Verdaderamente existen
dos pesos y dos medidas.
Louis Salleron.
Sin embargo, es el Papa mismo quien parece estimar que usted no obedece
a la Iglesia.
Mons. Lefebvre. Existe pues una equivocación. Mi
pensamiento y mi voluntad siempre han estado sobre este punto exentos de toda
ambigüedad. Un día tuve la oportunidad de escribírselo al Abbé de Nantes:
"Sepa que si un
obispo rompe con Roma, ése no seré yo".
Louis Salleron. ¿Ha tenido alguna conversación con
el Papa sobre este tema?
Mons. Lefebvre. No, precisamente, y eso es lo que
deploro.
Louis Salleron. ¿No lo ha convocado para hacerle
conocer sus sentimientos?
Mons. Lefebvre. No solamente no me ha convocado,
sino que nunca pude conseguir una audiencia suya y he llegado a preguntarme si
mi pedido de audiencia le fue presentado. Recientemente, un obispo que estimo
mucho vio al Santo Padre para decirle el desconcierto que causaría en su
diócesis toda medida a mi respecto que pareciera una condena de mi obra y le
pidió que me recibiera. El Santo Padre le pidió que hablara de ello con el
cardenal Villot. Ese obispo fue enseguida a ver al cardenal, quien le respondió:
"De ningún modo; el Papa podría modificar su opinión y eso sería la
confusión". Usted ve pues que hay una pantalla colocada entre el Soberano
Pontífice y yo.
Louis Salleron. En su segunda carta, el Papa le
escribe que está perfectamente informado a su respecto.
Mons. Lefebvre. Tengo derecho a pensar que no lo está,
puesto que no puedo tener ninguna entrevista con él.
Louis Salleron. Él se basa probablemente en el
informe de los dos visitadores apostólicos que estuvieron en Ecône y en el de la Comisión de los tres cardenales que
conversaron con usted por mandato expreso del Santo Padre.
Mons. Lefebvre. Ignoro lo que contienen esos
documentos. En lo que concierne al informe de los dos visitadores apostólicos,
no me ha sido comunicado...
Louis Salleron. Se dice que era favorable al
seminario de Ecône.
Mons. Lefebvre. Así se dice, en efecto, y estoy
contento; pero, en realidad, no sé nada puesto que ese informe no me fue comunicado.
En cuanto a mis conversaciones con los cardenales Garrone, Wright y Tabera, le
puedo contar el siguiente hecho: muy cortésmente, el cardenal Garrone me
preguntó si yo veía algún inconveniente en que la conversación fuera grabada.
Acepté con gusto y pedí después de la entrevista que me fuera entregada una
copia de la grabación. Aceptó, afirmando que estaba en mi derecho. Cuando fui
a pedir la copia prometida, me dijeron que no se trataba sino de una copia
dactilografiada. Ya no era lo mismo, porque podía haber, en el texto escrito a
máquina, supresiones y modificaciones.
Yo estaba pasando unos días en Roma. Tenían que
traerme el ejemplar que me correspondía. Al no verlo llegar, telefoneé para
apresurar las cosas. Me contestaron entonces que no era posible darme ese
ejemplar, pero que podía pasar a leerlo tal día a tal hora. Me negué a
prestarme a esta comedia. De modo que, así como ignoro lo que contiene el
informe de los visitadores apostólicos, ignoro igualmente lo que contiene el
informe de la Comisión cardenalicia. Si la cinta grabada del grabador no ha
sido destruida ni cortada, le aseguro que sería interesante escucharla. Pero es
evidente que el Santo Padre no ha tenido otro conocimiento que los informes que
se le han dado y de los que estoy en la más crasa ignorancia.
Louis Salleron. Resumiendo, usted está condenado en
un proceso cuyas piezas no le han sido comunicadas.
Mons. Lefebvre. No es un proceso, porque la Comisión
cardenalicia no era un tribunal y nunca me fue presentada como un tribunal.
Estoy "condenado", como usted dice, de una manera tan irregular que
no veo a qué puede corresponder la palabra "condenación". Y esto, fíjese,
en un momento en que nos dicen que la Iglesia ya no condena y sin haber podido
ser escuchado por el Santo Padre, que ha hecho del diálogo la característica
de su gobierno. Por ello, pienso que todo esto ha sido maquinado sin su conocimiento.
Louis Salleron. Pero ¿qué dificultad encuentra
usted en hacer el acto público que se le pide de sumisión "al concilio, a
las reformas posconciliares y a las orientaciones que comprometen al Papa
mismo"?
Mons. Lefebvre. Encuentro en ello la dificultad de
un equívoco que desemboca en la mentira. Del "concilio" se pasa a las
"reformas posconciliares" y de éstas a las "orientaciones que
comprometen al Papa mismo". Ya no se sabe de qué se trata. ¿Qué hay que
entender por las "orientaciones que comprometen al Papa mismo"?
¿Debemos comprender "esas orientaciones que comprometen al Papa
mismo" (¿y cuáles son ellas?) o "las orientaciones actuales de la
Iglesia que, todas, comprometen al Papa"? Cuando uno ve lo que pasa
en Francia, para no hablar sino de nuestro país, ¿debo pensar que en su
colegiali-dad, el episcopado está sometido "al concilio, a las reformas
posconciliares y a las orientaciones que comprometen al Papa mismo"?
Lógicamente, tengo que pensarlo puesto que ningún acto público de sumisión le
es pedido por el cardenal Villot o el Soberano Pontífice. ¿Es pues por la
destrucción del sacerdocio, por la alteración o la negación del santo
sacrificio de la Misa, por el abandono de los valores morales, por la
politización del Evangelio y la constitución de una Iglesia nacional alrededor
de la conferencia episcopal y del secretariado del episcopado que tendría que
declararme para dar testimonio de mi comunión con la Iglesia católica y con el
vicario de Cristo? Esto es absurdo. Mi fe católica y mi deber de obispo me lo prohíben.
Louis Salleron. Creo que lo que se le pide,
simplemente, es cerrar el seminario de Ecône.
Mons. Lefebvre. Pero ¿por qué? Es quizás el único
que corresponda no solamente a la tradición de la Iglesia, sino al decreto del
Vaticano II sobre
la formación de los sacerdotes. Tuve por otra parte la ocasión de decírselo un
día al cardenal Garrone, quien no me desmintió.
Louis Salleron. Si el Papa, en lugar de pedirle un
acto mal definido de sumisión, le diera la orden expresa, por una nueva carta,
de cerrar el seminario de Ecône, ¿lo cerraría?
Mons. Lefebvre. Después de un proceso realizado en
buena y debida forma, según las normas elementales del derecho natural y del
derecho eclesiástico, sí, aceptaría cerrar mi seminario.
Que se me diga de una manera explícita y concreta lo
que se me reprocha en mi obra y en mis escritos y que se me acuerde el derecho
elemental de defensa, asistido por un abogado.
Louis Salleron. Usted es pues, a pesar de todo, optimista.
Mons. Lefebvre. No se trata de optimismo. No sé lo que pasará, y cada día trae su afán. Pero tengo confianza sin embargo porque, apoyado en la tradición milenaria de la Iglesia que no ha podido equivocarse, no veo cómo haciendo esto pueda ser objeto de condenación.
La prueba que sufre la Iglesia no puede encontrar
solución sino en el retorno a los principios que constituyen su perennidad y su
continuidad.
* Esta
entrevista de Louis Salleron a Monseñor Lefebvre tuvo lugar el 15 de enero de
1976.