jueves, 29 de octubre de 2015

SOBRE LA DECLARACIÓN DE MONS. FELLAY REFERENTE A LA RELACIÓN FINAL DEL SÍNODO

jueves, 29 de octubre de 2015



El rosa lo aporta esta vez el distrito Sudamérica.


Tras la anterior súplica con rosas, Mons. Fellay acaba de emitir esta vez una declaración sin rosas 
pero también sin espinas (léase acá:http://www.dici.org/en/documents/declaracion-sobre-la-relacion-final-del-sinodo-de-la-familia-2/) sobre la Relación final del Sínodo de la familia.

Fiel a su estilo modoso y conciliador, es en general inobjetable en las verdades doctrinales que recuerda (con una excepción que veremos debajo). Pero como siempre en su blandura deja inmune de toda crítica al responsable número uno de la actual destrucción de la religión católica, que es Francisco. Una cosa es que podamos rezar con la fórmula non tradat eum in manus inimicorum ejus, pero otra muy distinta es que no reconozcamos públicamente que el anticristo Francisco es el gran enemigo de la Iglesia, y el que hace mejor que nadie la obra del diablo. Vean esta interesante nota en un sitio web precisamente neofraternitario: http://panoramacatolico.info/articulo/ipsa-conteret que demuestra palmariamente la clase de enemigo que tenemos enfrente. Pero incluso los tradi-conservadores de The Remnant lo dicen con todas las letras:http://www.adelantelafe.com/el-papa-francisco-esta-a-todos-los-efectos-en-guerra-con-la-iglesia/. Incluso el mismo Michael Matt dice que “el tiempo de la diplomacia ya se acabó”…aunque después diga que Mons. Fellay es “un hombre manifiestamente santo” cuando en realidad lo que vemos es que Mons. Fellay es “un hombre manifiestamente diplomático”. Y esto cumple decirlo.


Mons. Fellay empieza su declaración diciendo algo que podría aplicársele perfectamente a él:

“La Relación final de la segunda sesión del Sínodo de la familia, publicada el 24 de octubre de 2015, lejos de manifestar un consenso de los padres sinodales,constituye la expresión de un compromiso entre posturas profundamente divergentes. En ella se puede ver que se recuerdan ciertos puntos doctrinales sobre el matrimonio y la familia católica, pero también se notan lamentables ambigüedades y omisiones…”. 


Desde el 2012 a la fecha, a través de la Declaración doctrinal ambigua entregada a Roma, y de diversas acciones y declaraciones, se ha venido viendo ese “compromiso entre posturas profundamente divergentes” entre Roma y la Neo-FSSPX, lo cual refrendó Roma con el reconocimiento a la Neo-FSSPX en Argentina, el reconocimiento de la validez de sus sacramentos durante el “Año de la Misericordia”, la adhesión de la Neo-FSSPX a ese “Año de la Misericordia”, etc.

Distrito de México y una imagen sugestiva.




Otro párrafo que merece destacarse de esta declaración es el siguiente (marcamos algo con negritas):

“Cuando la Iglesia docente declara el sentido de estas verdades contenidas en la Escritura y la Tradición, lo impone con autoridad a los fieles para que lo crean como revelado por Dios. Es erróneo decir que al Papa y a los obispos corresponde ratificar lo que les sugiere el sensus fidei o la experiencia común del Pueblo de Dios”.

“Pueblo de Dios” es la nueva forma de denominar o definir a la Iglesia, que incluye a quienes están fuera de la misma, surgida del Vaticano II. El CIC nuevo en su canon 204 dice que la Iglesia de Dios “subsiste” en la Iglesia católica, pero no “es”. La denominación amplia que incluye a todos como parte de la Iglesia es dada en la expresión “Pueblo de Dios” introducida por los progresistas del concilio, y que ahora Mons. Fellay retoma en su Declaración. Lo cual demuestra el grado de esa contaminación conciliar en el obispo suizo.

Dice más abajo Mons. Fellay:

“Nadie puede conceder a los obispos la facultad de suspender la ley de la indisolubilidad del matrimonio ad casum sin exponerse a que se vuelva sosa la doctrina del Evangelio y quede troceada la autoridad de la Iglesia. Pues, en esta perspectiva errónea, lo que se afirma doctrinalmente podría negarse pastoralmente, y lo que está prohibido de jure podría estar autorizado de facto.

Bueno, nadie puede hacer eso, pero de hecho Francisco sí lo hizo. ¿Y ahora qué va a hacer Mons. Fellay al respecto? ¿Se lo va a decir de frente acusándolo claramente, o seguirá con su estrategia de “decir la verdad pero sin condenar a los agentes del error”, para no herir a nadie? Está claro que Mons. Fellay mide cada palabra suya, no vaya a ser cosa que peligre la deseada estampilla. Por eso debe hacer el equilibrio de afirmar la doctrina tradicional pero sin resultar chocante con los enemigos de la misma. En esa voluntad de no chocar con Francisco, se ve favorecida la postura conciliadora del mismo Francisco con la Neo-FSSPX. Con esta declaración todos quedarán contentos y felices. Francisco porque esto no le hace ni cosquillas. Los neo-fraternitarios desatentos porque creen que su líder no claudica en absoluto. Pero, ¿quién es el que sigue avanzando e imponiendo su estrategia en esta guerra? Y si como vemos que hasta tradi-conservadores admiten que estamos en guerra, ¿a qué continuar con ese lenguaje timorato y medroso, en vez de adoptar un lenguaje belicoso y viril? Decía Monseñor Ezequiel Moreno Díaz, aquel gran campeón del antiliberalismo: "Es un error, y error funesto a la Iglesia y a las almas, transigir con los enemigos de Jesucristo y andar blandos y complacientes con ellos. (...) ¿Qué bienes se han conseguido con las blanduras y coqueteos con los enemigos de Jesucristo? ¿Qué males se han evitado, pequeños ni grandes, por esos caminos? No se consigue otra cosa con esa conducta que afianzar el poder de los malos".


Publicado por Syllabus Errorum



Un sínodo fracasado: todos han quedado derrotados, empezando por la moral católica.

jueves, 29 de octubre de 2015





Al día siguiente del XIV Sínodo sobre la Familia, parecería que todos han ganado. Ha ganado el papa Francisco, porque ha conseguido elaborar un texto que pone de acuerdo a dos posturas opuestas. Han ganado los progresistas, porque el texto aprobado admite la Eucaristía para los divorciados vueltos a casar. Han ganado los conservadores, porque el documento no alude en concreto a la administración de la comunión a los divorciados y rechaza el matrimonio homosexual y la teoría de género.

Para entender mejor lo sucedido, hay que partir de la tarde del 23 de octubre, cuando se encargó a los padres sinodales la redacción final, elaborada por una comisión ad hoc basándose en las enmiendas (modi) al Instrumentum laboris, propuestas por los grupos de trabajo organizados por idiomas (circuli minores).

Con gran sorpresa de los padres sinodales, el texto que se les encargó el pasado jueves por la tarde sólo estaba en lengua italiana, estando totalmente prohibido comunicarlo no sólo a la prensa, sino también a los 51 oyentes y demás participantes en la asamblea. El texto no tenía en cuenta ninguna de las 1355 enmiendas propuestas durante las tres semanas previas, y en sustancia volvía a proponer la estructura del Instrumentum laboris, que incluía los párrafos que habían suscitado tan duras críticas en el aula: los referidos a la homosexualidad y a los divorciados vueltos a casar. El debate se fijó para la mañana siguiente, con lo que sólo se podían preparar durante la noche nuevas enmiendas a un texto redactado en una lengua que sólo dominaban algunos de los padres.

Pero en la mañana del 23 de octubre, Francisco, que siempre ha seguido con atención los trabajos, se ha topado con un inesperado rechazo del documento que había redactado la comisión. Nada menos que 51 padres sinodales intervinieron en el debate, la mayor parte de los cuales se oponía al texto avalado por el Santo Padre. Entre ellos estaban el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos; Joseph Edward Kurtz, presidente de la Conferencia Episcopal estadounidense; Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal italiana; Jorge Liberato Urosa Savino, arzobispo de Caracas; Carlo Caffarra, arzobispo de Bolonia; monseñor Zbigņevs Gadecki, presidente de la Conferencia Episcopal polaca; Henryk Hoser, arzobispo y obispo de Varsovia y Praga respectivamente; Ignace Stankevics, arzobispo de Riga; Tadeusz Kondrusiewicz, arzobispo de Minsk-Mohilev; Stanisław Bessi Dogbo, obispo de Katiola (Costa de Marfil); Hlib Borys Sviatoslav Lonchyna, obispo de la Sagrada Familia de Londres de rito ucraniano bizantino, y muchos otros, todos los cuales expresaron con diversos matices su desacuerdo con el texto.

El documento no podía ciertamente volver a presentarse al día siguiente en el aula, por el riesgo de quedar en minoría y producir una grave división. La fórmula de conciliación se encontraba siguiendo la vía trazada por los teólogos del Germanicus, el círculo al que pertenecían los cardenales Kasper, icono del progresismo, y Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Entre la tarde del viernes y la mañana del sábado, la comisión redactó un nuevo texto, que se leyó en el aula en la mañana del sábado 24 y se sometió a votación por la tarde, obteniendo para cada uno de los 94 párrafos la mayoría exigida de dos tercios, que entre los 265 padres sinodales presentes era de 177 votos.

En la sección informativa del sábado, el cardenal Schönborn había anticipado la conclusión en lo relativo al punto más discutido, el de los divorciados vueltos a casar: «Se habla de ello, se habla con mucho interés, pero la palabra clave es discernimento, y os invito a todos a pensar que no es una cuestión de blanco o negro, de un simple sí o un no, sino de discernir. Y de eso habló exactamente San Juan Pablo II en Familiaris consortio: de la obligación de actuar con discernimiento, porque las situaciones varían mucho. Y la gran necesidad de ese discernimiento la ha aprendido desde joven el papa Francisco, buen jesuita: discernir es tratar de entender la situación de tal pareja o de tal persona».

Discernimiento e integración es el título que corresponde a los apartados 84, 85 y 86. El párrafo más polémico es el nº 85, que sienta las bases para una apertura con relación a los divorciados vueltos a casar y presenta la posibilidad de que se acerquen a los sacramentos. Eso sí, sin mencionar explícitamente la comunión. Fue aprobado con 178 votos a favor, 80 en contra y 7 abstenciones. Un solo voto de más sobre el quórum de dos tercios.

La imagen de Francisco no sale reforzada de la asamblea de obispos, sino empañada y debilitada. El documento que había avalado fue rechazado abiertamente por la mayoría de los padres sinodales el 23 por la mañana, que fue su jornada negra. El discurso de clausura pronunciado por Bergoglio no expresaba el menor entusiasmo por la Relatio final, sino una reiterada crítica de los padres que habían defendido las posturas tradicionales. Por dicho motivo, dijo entre otras cosas el Papa en la tarde del sábado:

«Concluir este sínodo significa también haber abierto los corazones sellados que con frecuencia se ocultan incluso tras las enseñanzas de la Iglesia, o tras buenas intenciones, para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialmente, los casos difíciles y las familias heridas. (…) Significa haber intentado abrir horizontes para superar toda hermenéutica conspirativa o cerrazón de perspectivas, para defender y difundir la libertad de los hijos de Dios, para transmitir la belleza de la novedad cristiana, que a veces está cubierta por el óxido de un lenguaje arcaico o simplemente incomprensible».

Palabras duras, que expresan amargura e insatisfacción. No son las palabras de un vencedor.
También han sido derrotados los progresistas, porque no sólo se ha eliminado toda referencia positiva a la homosexualidad, sino que también la apertura a los divorciados vueltos a casar es mucho menos explícita de lo que les habría gustado. Pero los conservadores no pueden cantar victoria. Si 80 padres sinodales, un tercio de los congregados, han votado contra el párrafo 86, eso quiere decir que no les satisfacía. Que este párrafo haya sido aprobado por un voto no le quita el veneno que contiene.

De acuerdo con la Relatio final, la participación de los divorciados recasados en la vida eclesial puede darse en forma de «diversos servicios»: es preciso, por tanto,

«discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional se pueden superar. Aparte de que no deben sentirse excomulgados, pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia» (nº 84);

«El itinerario de acompañamiento y discernimiento orienta a estos fieles para que tomen conciencia de su situación a los ojos de Dios. El diálogo con el sacerdote, en su fuero interno, les ayuda a formarse un juicio correcto de lo que impide una participación más plena en la vida de la Iglesia y de las medidas que pueden favorecerla y hacerla crecer» (nº 86).

Ahora bien, ¿qué significa ser «miembros vivos» de la Iglesia sino estar en gracia y recibir la Sagrada Comunión? Y para un seglar, la «más plena participación en la vida de la Iglesia», ¿no incluye participar del sacramento de la Eucaristía? Se dice que las formas de exclusión actualmente practicadas en los ámbitos litúrgico, pastoral, educativo e institucional se pueden superar «caso per caso», siguiendo una via discretionis. ¿Es posible superar la exclusión de la comunión sacramental? El texto no afirma tal cosa, pero tampoco la excluye. La puerta no está abierta de par en par, sino entreabierta, y por tanto no se puede negar que está abierta.
La Relatio no proclama que los divorciados vueltos a casar tengan derecho a recibir la comunión (y por consiguiente derecho al adulterio), pero niega de hecho a la Iglesia el derecho a definir públicamente como adulterio la situación de los divorciados vueltos a casar, dejando la responsabilidad de la valoración a la conciencia de los pastores y de los propios divorciados vueltos a casar. Retomando el lenguaje de Dignitatis Humanae, no se trata de un derecho afirmativo al adulterio, sino de un derecho negativo a que no se impida practicarlo, o sea de un derecho a la «inmunidad contra toda coerción en materia de moral». Al igual que en Dignitatis Humanae, se borra la distinción fundamental entre el fuero interno, que tiene que ver con la salvación eterna de los fieles individuales, y el foro externo, relativo al bien público de la comunidad de fieles. En realidad, la comunión no es un acto individual, sino un acto público que se realiza ante la comunidad de fieles. Sin entrar en el foro interno, la Iglesia siempre ha prohibido la comunión a los divorciados vueltos a casar porque es un pecado público; se comete en el fuero externo. La ley moral es absorbida por la conciencia, que se convierte en un nuevo lugar, no sólo teológico y moral, sino canónico. En este sentido, la Relatio finalis armoniza con los dos motu proprio del papa Francisco, cuyo significado subrayó el historiador de la escuela de Bolonia en el Corriere della Sera del pasado 23 de octubre: «Al delegar en los obispos la autoridad para juzgar sobre las nulidades, Bergoglio no ha cambiado la situación de los divorciados; lo que ha hecho es un silencioso y gigantesco acto de reforma del papado».

Atribuir a los obispos diocesanos, como jueces únicos, la facultad de instruir a su discreción procesos breves y dictar sentencia equivale a atribuirles discernimiento sobre la situación moral de los divorciados vueltos a casar. Si el obispo de la diócesis considera que ha concluido el itinerario de crecimiento espiritual y profundización de una persona que vive una nueva unión, esa persona podrá comulgar. El discurso dirigido por Francisco el 17 de octubre al Sínodo recomienda en la «descentralización» la proyección eclesiológica de la moral «caso per caso». El Papa ha afirmado:

«Más allá de las cuestiones dogmáticas bien definidas por el Magisterio de la Iglesia, hemos visto también que lo que le parece normal a un obispo de tal continente puede resultarle extraño, prácticamente un escándalo, al de otro; lo que una sociedad considera violación de un derecho, puede ser un precepto evidente e intangible en otra; y lo que para unos es libertad de conciencia, para otros no ser sino confusión. En realidad, las culturas presentan mucha diversidad entre sí, y es necesario aculturar todo principio general si se quiere que sea observado y aplicado».

La moral de la aculturación, es decir la del «caso per caso», relativiza y disuelve la ley moral que, por definición, es absoluta y universal. No hay ni buenas intenciones ni circunstancias atenuantes que puedan transformar en malo un acto bueno, y viceversa. La moral católica no admite excepciones; o bien es absoluta y universal, o no es ley moral. No se equivocan, pues, los periódicos que han presentado la Relatio final con este titular: «Desaparece la prohibición absoluta de comulgar para los divorciados vueltos a casar».

La conclusión es que nos encontramos ante un documento ambiguo y contradictorio que permite a todos cantar victoria; pero no ha ganado ninguno. Todos han quedado derrotados, empezando por la moral católica, que sale profundamente humillada del Sínodo de la Familia clausurado el 24 de octubre.


Roberto de Mattei


Traducido por J.E.F para Adelante la Fe, 29-Oct-2015.
Publicado por Stat Veritas



Declaración sobre la Relación final del Sínodo de la familia

28-10-2015  

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Monseñor Bernard Fellay



La Relación final de la segunda sesión del Sínodo de la familia, publicada el 24 de octubre de 2015, lejos de manifestar un consenso de los padres sinodales, constituye la expresión de un compromiso entre posturas profundamente divergentes. En ella se puede ver que se recuerdan ciertos puntos doctrinales sobre el matrimonio y la familia católica, pero también se notan lamentables ambigüedades y omisiones, y sobre todo brechas abiertas en la disciplina en nombre de una misericordia pastoral relativista. La impresión general que se desprende de este texto es la de una confusión que no dejará de ser explotada en un sentido contrario a la enseñanza constante de la Iglesia.

Por esta razón, nos parece necesario reafirmar la verdad recibida de Cristo sobre la función del Papa y de los obispos (1) y sobre la familia y el matrimonio (2), cosa que hacemos en el mismo espíritu que nos llevó a dirigir al Papa Francisco una súplica antes de la segunda sesión de este Sínodo.

1 – La función del Papa y de los obispos [1]

Como hijos de la Iglesia Católica, creemos que el obispo de Roma, sucesor de San Pedro, es el Vicario de Cristo, al mismo tiempo que es la cabeza visible de toda la Iglesia. Su poder es en sentido propio una jurisdicción a la que, tanto los pastores como los fieles de las Iglesias particulares, cada uno de ellos por separado o todos ellos reunidos, incluso en concilio, en sínodo o en conferencias episcopales, quedan obligados por un deber de subordinación jerárquica y de verdadera obediencia.

Dios ha dispuesto así las cosas para que, manteniendo con el obispo de Roma la comunión y la profesión de una misma fe, la Iglesia de Cristo no sea sino un solo rebaño bajo un solo pastor. La Santa Iglesia de Dios ha sido divinamente constituida como una sociedad jerárquica en la que la autoridad que gobierna a los fieles viene de Dios, a través del Papa y de los obispos que le están sometidos. [2]

Cuando el Magisterio pontificio supremo ha dado la expresión auténtica de la verdad revelada, tanto en materia dogmática como en materia disciplinar, no les corresponde a los organismos eclesiásticos con autoridad de rango inferior –como las conferencias episcopales– introducir modificaciones en él.

El sentido de los sagrados dogmas que ha de conservarse a perpetuidad es el que el magisterio del Papa y los obispos han enseñado de una vez por todas y del que nadie puede jamás separarse. Por consiguiente, la pastoral de la Iglesia cuando ejerce la misericordia ha de comenzar remediando la miseria de la ignorancia al dar a las almas la verdad que las salva.

En la jerarquía instituida así por Dios, en materia de fe y de magisterio, las verdades reveladas han sido confiadas como un depósito divino a los Apóstoles y a sus sucesores, el Papa y los obispos, para que lo guarden fielmente y lo enseñen con autoridad. Este depósito está contenido, como en sus fuentes, en los libros de la Sagrada Escritura y en las tradiciones no escritas que, recibidas por los Apóstoles de boca del propio Cristo o transmitidas como de mano en mano por los Apóstoles por dictado del Espíritu Santo, han llegado hasta nosotros.

Cuando la Iglesia docente declara el sentido de estas verdades contenidas en la Escritura y la Tradición, lo impone con autoridad a los fieles para que lo crean como revelado por Dios. Es erróneo decir que al Papa y a los obispos corresponde ratificar lo que les sugiere el sensus fidei o la experiencia común del Pueblo de Dios.    

Como ya habíamos escrito en nuestra Súplica al Santo Padre: «Nuestra inquietud brota de la condenación que San Pío X hizo, en su encíclica Pascendi, de la acomodación del dogma a pretendidas exigencias contemporáneas. Pío X y vos, habéis recibido la plenitud del poder de enseñar, de santificar y de gobernar en la obediencia a Cristo, que es el Jefe y el Pastor del rebaño en todo tiempo y en todo lugar, y de quien el Papa debe ser el fiel vicario sobre esta tierra. Lo que ha sido objeto de una condenación dogmática no puede convertirse, con el tiempo, en una práctica pastoral autorizada».

Esto es lo que llevó a Mons. Marcel Lefebvre a escribir en su Declaración del 21 de noviembre de 1974: «Ninguna autoridad, ni siquiera la más alta en la jerarquía, puede obligarnos a abandonar o a disminuir nuestra fe católica, claramente expresada y profesada por el magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve siglos. «Si ocurriese —dice san Pablo— que yo mismo o un Ángel bajado del cielo os enseñase otra cosa distinta a lo que yo os he enseñado, sea anatema». [3]

2 – El matrimonio y la familia católica

Acerca del matrimonio, Dios ha provisto al crecimiento del género humano instituyendo el matrimonio, que es la unión estable y perpetua de un hombre y de una mujer [4]. El matrimonio de los bautizados es un sacramento, ya que Cristo lo elevó a esta dignidad; por lo tanto, el matrimonio y la familia son de institución divina y natural.

El fin primario del matrimonio es la procreación y la educación de los hijos, que ninguna voluntad humana podría excluir realizando actos que le son opuestos. El fin secundario del matrimonio es la ayuda mutua que se dan los cónyuges, así como el remedio de la concupiscencia.
Cristo estableció que la unidad del matrimonio sería definitiva, tanto para los cristianos como para todos los hombres. Esta unidad goza de tal indisolubilidad que no puede romperse nunca, ni por la voluntad de ambas partes ni por ninguna autoridad humana: «lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre».[5] En el caso del matrimonio sacramental entre bautizados, la unidad e indisolubilidad se explican, además, por el hecho de ser el signo de la unión de Cristo con su esposa.

Todo lo que los hombres puedan decretar o hacer contra la unidad e indisolubilidad del matrimonio no corresponde ni a lo que exige la naturaleza ni al bien de la sociedad humana. Además, los fieles católicos tienen el deber grave de no unirse únicamente por el vínculo del matrimonio civil, sin tener en cuenta el matrimonio religioso prescrito por la Iglesia.

La recepción de la eucaristía (o comunión sacramental) requiere el estado de gracia santificante y la unión con Cristo mediante la caridad; la comunión aumenta esta caridad y significa al propio tiempo el amor de Cristo por la Iglesia, que le está unida como Esposa única. Por consiguiente, las personas que deliberadamente viven juntas en una unión de concubinato o incluso adúltera van contra las leyes de Dios y de la Iglesia, porque dan el mal ejemplo de una falta de justicia y de caridad, no pueden ser admitidas a la comunión eucarística y son consideradas como pecadores públicos: «El que se casa con la repudiada por el marido, comete adulterio». [6]

Para recibir la absolución de los pecados en el ámbito del sacramento de la penitencia, se requiere tener el firme propósito de no pecar más y, consiguientemente, los que se niegan a poner término a su situación irregular no pueden recibir una absolución válida.[7]

En conformidad con la ley natural, el hombre no tiene derecho a usar su sexualidad sino en el matrimonio legítimo y respetando las leyes fijadas por la moral. Por lo tanto, la homosexualidad contradice el derecho divino natural. Las uniones realizadas fuera del matrimonio, de concubinato, de adulterio e incluso homosexuales, son un desorden contrario a las exigencias de la ley divina natural y por lo tanto constituyen un pecado. No puede reconocerse en ellas parte alguna de bondad moral, ni siquiera disminuida.

Ante los errores actuales y las legislaciones civiles contra la santidad del matrimonio y la pureza de las costumbres, la ley natural no admite excepciones, pues Dios, en su sabiduría infinita, al darnos su ley ha previsto todos los casos y circunstancias, a diferencia de los legisladores humanos. Por ello no puede admitirse una moral denominada de situación, que se propone adaptar las reglas de conducta dictadas por la ley natural a las diferentes culturas. La solución de los problemas de orden moral no ha de someterse tan sólo a la conciencia de los esposos o de los pastores, y la ley natural se impone a la conciencia como regla del obrar.

La solicitud del Buen Samaritano con el pecador se manifiesta por medio de la misericordia que no transige con su pecado, lo mismo que el médico que quiere ayudar eficazmente a un enfermo a recuperar la salud no transige con su enfermedad, sino que le ayuda a deshacerse de ella. Es imposible liberarse de la ley evangélica en nombre de una pastoral subjetiva que, aunque recordara universalmente tal ley, la aboliría caso por caso. Nadie puede conceder a los obispos la facultad de suspender la ley de la indisolubilidad del matrimonio ad casum sin exponerse a que se vuelva sosa la doctrina del Evangelio y quede troceada la autoridad de la Iglesia. Pues, en esta perspectiva errónea, lo que se afirma doctrinalmente podría negarse pastoralmente, y lo que está prohibido de jure podría estar autorizado de facto.

En esta confusión extrema, le corresponde en adelante al Papa –conforme a su cargo y en los límites que le ha fijado Cristo– volver a expresar con claridad y firmeza la verdad católica quod semper, quod ubique, quod ab omnibus [8], e impedir que esta verdad universal sea práctica y localmente contradicha.

Siguiendo el consejo de Cristo: orate et vigilate, rezamos por el Papa: oremus pro pontifice nostro Francisco,y permanecemos vigilantes: non tradat eum in manus inimicorum ejus[9], para que Dios no lo entregue en manos de sus enemigos. Suplicamos a María, Madre de Iglesia, que le conceda las gracias que le permitan ser el fiel intendente de los tesoros de su divino Hijo.

Menzingen, 27 de octubre de 2015

+ Bernard FELLAY
Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X



[1] Concilio de Trento, sesión 4ª; concilio Vaticano I, constitución Dei Filius; decreto Lamentabili, n° 6.

[2] Mt 16, 18-19; Jn 21, 15-17; constitución Pastor aeternus del concilio Vatican I.

[3] Gál 1, 8.

[4] Gén 2, 18-25

[5] Mt 19, 6.

[6] Lc 16, 18.

[7] León XIII, Arcanum divinae sapientiae; Pío XI, Casti connubii.

[8] San Vicente de Lerins, Commonitorium.

[9] Oración pro summo Pontifice.



sábado, 24 de octubre de 2015

Sínodo de Obispos

Comentarios Eleison
Por Su Excelencia
Monseñor Richard Williamson
Número CDXXXII (432)
24 de octubre de 2015


Monseñor Richard Williamson



La Ley de Dios pertenece a Dios y no al hombre.
Esté con Cristo, obedezca lo mejor que logre.

Cuando la reunión de tres semanas de los obispos católicos de todo el mundo se abrió en Roma el 4 de Octubre para discutir cuestiones sobre la familia, muchos Católicos temieron que socavaría la doctrina moral inmutable de la Iglesia, especialmente dado que el Papa Francisco está tan decidido a comunicarse con el inmoral hombre moderno. Sin embargo, los Católicos con mentalidad tradicional han sido animados por la emergencia, antes y durante el Sínodo, de sustancial resistencia por parte de unos prelados de la Neo-Iglesia a cualquier socavamiento. Solamente mañana se conocerán los resultados del Sínodo, pero algunas cosas son claras al margen de lo que esos resultados puedan ser.

En primer lugar, que nadie diga que no hay nada católico que quede en la Iglesia Católica oficial. El Conciliarismo puede bien haber infectado la fe y la moralidad de muchos, aún de la mayoría de sus prelados, pero reclamar que todos son totalmente corruptos es injusto y una sobresimplificación. Está claro que un número de ellos están haciendo lo mejor que pueden para defender la ley moral de Dios.

En segundo lugar, sin embargo, estos (en este respecto) buenos prelados están luchando desde una posición débil porque el dogma es el fundamento de la moralidad, y con el Vaticano II la Neo-Iglesia abandonó el dogma. El dogma fundamenta la moralidad porque, por ejemplo, si Dios, Cielo e Infierno (dogma) no existen, entonces, ¿por qué debería yo obedecer a los Diez Mandamientos (moralidad)? Y, el Vaticano II con su Declaración sobre la Libertad Religiosa destrozó al dogma porque si, tal como es allí enseñado, un Estado debe reconocer el derecho de todos sus ciudadanos a practicar en público la religión de su elección de ellos, entonces Jesucristo no puede ser Dios. Esto porque si Él lo es, entonces el Estado, proviniendo tanto de Dios como todos los hombres que lo componen provienen de Dios, no puede otorgar tal derecho a religiones que niegan que Él sea Dios, y si el Estado otorga tal derecho, eso es implícitamente negar que Jesús sea Dios. Así, 50 años antes del Sínodo, el Vaticano II socavó por adelantado a todos los subsecuentes defensores de la moralidad cristiana, al margen de cuán decentes estos hombres puedan ser, a menos que ellos repudien al Vaticano II.

Es por eso que, en tercer lugar, como John Vennari argumenta (uno no necesita estar de acuerdo con todo lo que él dice), el truco esencial de aquellos que buscan en el Sínodo cambiar la moralidad católica ha sido la “vuelta hacia el hombre” subyaciendo todo lo del Vaticano II. Aquí está el truco: “La Iglesia de Dios es para el hombre. Verdad es, Dios no puede cambiar, pero Su Ley debe ser para el hombre, y la Ley de ayer no es más para el hombre de hoy. Por consiguiente, esa Ley debe ser adaptada a los tiempos modernos”. Sin embargo, la Iglesia católica fue comprada con la Sangre de Cristo no para derribar a Dios al nivel del hombre, sino para elevar al hombre a Dios, y para proveerle a través de Cristo con los medios para ser así elevado.

Y, en cuarto lugar, como dice Michael Voris (uno no necesita estar de acuerdo con todo lo que él dice), el Sínodo ha estado lleno de “balbuceos de obispos”. Esto es así porque muchos Neo-Obispos nunca habrán sido apropiadamente enseñados en la doctrina católica. Además han podido bien  aprender que no hay tal cosa como verdad inmutable. Gracias al Vaticano II sus mentes de ellos están a la deriva entre la moralidad y la anti-moralidad de todas las religiones del mundo. No es de sorprender si sus mentes están sin rumbo, y si de sus bocas salen balbuceos.

Y, en quinto lugar, como un honorable colega de la Fraternidad San Pío X dice (él ha sido criticado anteriormente en estos “Comentarios”), aún si el Sínodo fuera a cerrar mañana con conclusiones enteramente católicas, todavía la ley moral de Dios habrá sido socavada por el mero hecho de haber sido cuestionada en puntos principales por mucho tiempo, oficialmente y en público. Más aún, este Sínodo parece seguro que reposa aún verdaderas conclusiones no en la verdad objetiva de ellas sino en el voto de los obispos, de manera que los liberales podrán retornar el año próximo o el siguiente año para un voto luego del otro, hasta que finalmente obtengan lo que desean. A ellos hoy pertenece el juego del voto.


Kyrie eleison.


jueves, 22 de octubre de 2015

Francisco a Sor Lucía Caram: “Vos, continúa haciendo lío, no te canses, los pobres son lo más importante, eso es el Evangelio”.

viernes, 16 de octubre de 2015

Francisco le dice a Sor Lucía Caram que siga haciendo lío.

[Religión Digital, 15-Oct-2015]



  
El Papa bendice a la monja dominica tras la audiencia general de los miércoles


 “Prefiero los conventos que se abren para acoger a los pobres, que los que se convierten en Hoteles”

Jesús Bastante, 15 de octubre de 2015 a las 10:29

(Sor Lucía Caram).- Roma se despertaba con miles de peregrinos que iban a la Plaza de San Pedro a esperar durante horas para poder disfrutar de la audiencia del Papa Francisco, como ocurre cada semana. La gente quiere escucharle, tocarle, hablarle, pedirle una bendición.
Desde las 6:30 de la mañana con Sor Juana Mari, mi priora, esperábamos en la Puerta de Santa Ana, donde están la Guardia Suiza, nuestra acreditación. Allí los argentinos invitados a través de la Nunciatura, seríamos conducidos por el Padre Guillermo Karcher hacia lo que llaman -irónicamente- “el corralito” de los argentinos, a la derecha del Papa en la misma explanada desde donde da su catequesis semanal. En ese recinto éramos unos 200 argentinos.
El Padre Guillermo, persona cercana a Francisco, nos dijo: “Cuando el papa se acerque, podéis darle regalos, hablarle, pedirle la bendición, lo que queráis. A él le gusta estar con la gente y disfruta. Aprovechen, porque están en un lugar inmejorable.”
Una hora antes de lo previsto, ya que amenazaba lluvia, comenzamos a oír al Papa. Desde la Sala Pablo VI, saludaba a algunas personas enfermas y sus familiares. Luego, apareció en un Papa móvil que iba muy despacio, porque el Papa quiere estar cerca de la gente. No faltaron los niños que se le acercaban, ni sus gestos más que elocuentes de simpatía, complicidad, alegría. Todo un torrente de vitalidad, que supera los límites de su edad y que deja a todos con mucha paz.
Comenzó la audiencia con un profundo sentido de humildad, pidiendo perdón por los escándalos del Vaticano en estos días. Sin duda se refería al padre Charamsa, a quien dijo perdona de corazón, y también a la carta difundida presuntamente por al menos seis cardenales que manifiestan su temor o desconfianza ante lo que pueda deparar el Sínodo. Estoy segura que el Padre Charamsa, si hubiera hablado con Francisco, hubiera conseguido mucho más que con toda la puesta en escena de la salida del armario -que no juzgo, todo lo contrario-, y estoy segura que hubiera sido mucho más positivo para el Sínodo, porque su situación “YA” está sobre la mesa en el mismo. Tanto la homosexualidad, como la situación de los divorciados, está en su realidad más profunda, porque Francisco ha querido preguntar a todos, y todos hemos podido hacer llegar nuestras preocupaciones y esperanzas. Y lo ha hecho, porque quiere una Iglesia que afronte la realidad y acoja a todos y a todas las realidades que viven las personas, las familias y los nuevos retos.
La audiencia continuó, y llegó el momento de los saludos. Francisco iba muy poco a poco. Escuchando a cada uno, haciendo bromas, bendiciendo, aconsejando. Cada uno, era lo más importante para él, y eso se notaba.






Al llegar donde estábamos nosotras, Francisco nos abrazó a ambas. Parece que el tiempo se detuvo y que estaba para nosotras. Le explicamos lo que nos traía a Roma y nuestro deseo de vivir siempre en comunión con la Iglesia viviendo el Evangelio al lado de los más pobres, siendo una Comunidad Contemplativa al Servicio del Reino. Él escuchaba y me dijo: “Ah, vos sos la monja que hace lío”.
Le expliqué los proyectos que tenemos entre manos desde la Comunidad, la Fundación, el trabajo contra la pobreza infantil, las 1300 familias de la Plataforma de alimentos, el Albergue, los pisos. Él escuchaba atentamente. Le hablé del compromiso de los voluntarios. Y cuando le dije: “-Hemos acogido refugiados y vamos a acoger más”. Él con un gesto de preocupación nos cogió del brazo y nos dijo: “Este es el gran drama que tenemos hoy. Acójanlos, abran las puertas, no dejen de acoger a los más pobres, prefiero los conventos que se abren para acoger a los pobres, que los que se cierran en sí mismos o los que se convierten en Hoteles.”
Le dije: “Sí, Santidad, pero la Iglesia no nos lo pone fácil, hoy es muy difícil ser cristiano en la Iglesia católica”. El no lo dudó, largó una carcajada cómplice y me dijo: “-Te voy a responder como aquel que dijo: ‘¿Señora, a mí me lo dice?’.
Reímos los tres y me dijo: “- Vos, continúa haciendo lío, no te canses, los pobres son lo más importante, eso es el Evangelio. Hacé lío”.
Luego bendijo a mi priora y en ella a las monjas de la comunidad. Sor Juana Mari, flotaba. Finalmente me bendijo a mi y conmigo a la Fundación Rosa Oriol, a todo el equipo que me ayuda y a los más pobres, tal como se lo había pedido.
Nos regaló una sonrisa y un nuevo abrazo y continuó con una bendición.
Nos quedamos con mucha paz. Pedro de alguna manera nos confirmaba en la fe, una fe que nos pone al servicio de los más pobres y que nos hace dar lo contemplado, animando el servicio a los preferidos del Reino.
Con su gesto y su acogida, con su bendición animaba nuestra caridad que es la que nos hace entender que le corazón de Dios tiene unas dimensiones infinitas en la que entramos todos y que lo único importante es amar y servir, amar como somos amados por el Dios de la vida, que lo único que desea es que todos sus hijos vivan con dignidad.
Francisco, con su bondad y con su gran humanidad, es un signo de la bondad y la ternura de Dios, que en Jesús ha puesto su tienda entre nosotros y que camina con su pueblo animando nuestro paso hacia la libertad plena para todos.
Gracias Francisco, tu bondad nos anima, tu fe nos confirma, tu caridad nos ayuda a avanzar en la línea del Evangelio, que es la del amor que se hace servicio.





¿Qué piensa esta monja sobre temas como la homosexualidad y el aborto? Dejemos que ella misma los responda en una etrenvista aparecida en La Opinión de Málaga, 23-Ene-2014.

El nuevo cardenal español, Fernando Sebastián, que reside en Málaga, ha creado una gran polémica tras comparar la homosexualidad con una deficiencia tratable. ¿Qué opina?
No lo comparto. Yo creo que el Papa ha sido clarísimo y está siendo clarísimo con todas sus actitudes. Afirma que no es nadie para juzgar y si no es nadie para juzgar, no puede considerarse una enfermedad. Todos tenemos errores, pero la orientación sexual no es un pecado ni una desorientación de la naturaleza.Tenemos que acoger. Me sorprenden las palabras de Sebastián. Dentro de la Conferencia Episcopal abrió camino en un momento muy complicado y tuvo un papel determinante. Su labor fue muy buena. Eso no quiere decir que esté de acuerdo al cien por cien con todo lo que diga. Creo que la emoción por el nombramiento le ha podido hacer abrir demasiado la boca. Es una persona mayor, que recibirá el capelo en reconociendo a su trayectoria, pero que no tendrá una voz decisiva en la Iglesia. Seguramente no habrá recibido apoyos de la oficialidad de la Iglesia.

¿Qué opina entonces del matrimonio entre dos personas del mismo sexo?
Yo siempre me pregunto qué haría Jesús, y Él siempre bendecía. Nunca maldecía. El matrimonio y el amor siempre es bendecido. Que institucionalmente se nieguen a elevarlo a la categoría de sacramento es otra cosa. Pasarán muchos años para eso. Yo no me siento capaz para condenar a nadie. Estamos llamados a bendecir cualquier tipo de amor. El que no bendice, maldice. Y eso es pecado.

Sus opiniones contrastan con las oficiales de la Iglesia. ¿Cree oportuna una reforma de la ley del aborto?
Yo estoy a favor de la vida siempre. El aborto siempre es un fracaso y la mujer que llega a esta situación siempre lo experimenta así. Pero yo nunca condenaré a una mujer o a una pareja que lo decida.

Introduce un matiz importante: Habla de la pareja, no sólo de la mujer.
Estar embarazada es una cuestión de dos. Habrá casos que lo decida la mujer sola y otros muchos en que sea la pareja. Tenemos que ser respetuosos y que la mujer no sea la única que cargue con toda la responsabilidad. Habrá que buscar facilidades para las personas que quieran tener un hijo. Pero quienes tomen libremente la decisión tienen que ser las personas. La Iglesia no puede meterse ahí. Ni siquiera Dios, que por algo nos hizo libres.

Pero la libertad exige también unos límites. ¿Cree necesaria una regulación?
Yo creo que la Iglesia no tiene nunca que imponer su ética de máximos a la sociedad. Tiene que haber una ética de mínimos común a todos los ciudadanos. En este sentido, la Iglesia podrá marcar pautas a quienes libremente han asumido abrazar la fe dentro de esta comunidad, pero no tiene derecho a presionar ni a obligar a nadie a que se tome medidas en función de unos valores religiosos. Hay que separar la religión de la política, acompañar a la gente, formar las conciencias y volver al Evangelio, donde hay muy pocas cosas mandadas y prohibidas.

Se nota que habla de Francisco con admiración. ¿No tendrá nada que ver con que es argentino como usted?
El Papa es un fenómeno que ha traído normalidad a la Iglesia. Es lo que hace muchísimo tiempo, la inmensa mayoría de los cristianos de base estábamos diciendo, pero por el autismo perverso de la institución no se nos escuchaba. El Papa pone sobre la mesa una realidad que ha terminado estigmatizando a la Iglesia. Vuelve al Evangelio, abre puertas y ventanas para que entre aire fresco y para que salga toda la podredumbre y que hizo de la Iglesia la institución menos creíble en los últimos años, a pesar del papel determinante que realizan Cáritas, los misioneros, quienes trabajan con los pobres... Son gente de Iglesia, lo que pasa es que no mandan.

Cristo sería tuitero, ¿pero volvería a expulsar a los mercaderes del templo?
Yo creo que es lo que está haciendo el Papa. Ha sacado el látigo. Ha sido claro al decir fuera los pastores que no huelen a oveja, que viven en palacios. Fuera aquellos que se hacen llamar monseñores... Lo han sacado contra los laicos y sacerdotes que usan sus cargos para oprimir a los otros. Usa el mismo mensaje de Jesús. Y lo ha hecho, por ejemplo, en el Banco Vaticano.

¿Tiene miedo de que pueda pasarle algo al Papa antes de que acabe su obra? Antecedentes existen...
El que lo ha dado todo no tiene todo que perder. Nuestra vida está entregada. Puede haber riesgos. Ya existe un liderazgo reconocido, tanto que hasta Obama le ha pedido audiencia. Dentro de la curia puede haber gente que se sienta incómoda. Al Gobierno de Italia tampoco le interesa que el Papa vaya a Lampedusa y denuncie la situación que viven miles de inmigrantes... Hipócritamente en España se han asumido las palabras de Francisco, cuando se mantienen las concertinas en la valla de Melilla. El Papa les está metiendo el dedo en el ojo. Es incómodo para la curia y los poderes establecidos, pero también se está ganando el respeto de todos. Como estamos en un sistema teóricamente democrático y Francisco tiene buena prensa, por su vida y testimonio, los gobernantes ya se cuidarán mucho de contradecirle.

¿Es sólo un Papa de gestos, como dicen, o efectivamente va a propiciar una revolución?

Está logrando una Iglesia más creíble y servidora. Está removiendo los cimientos para volver a la sencillez de los Evangelios. Créame que es más fácil abrazar a un leproso que sacar el látigo para ahuyentar a los estafadores y a los lobos con piel de cordero que poblaban la administración vaticana.


Publicado por Stat Veritas