Artículo tomado de la revista ROMA Nº 65, Octubre de 1980. Buenos Aires
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Papa Juan Pablo II |
El Papa
pastor supremo
El Papa es
el jefe supremo de la Iglesia Universal. Tiene potestad directa sobre los
obispos, sacerdotes y fieles. Ejerce la triple potestad, legislativa, ejecutiva
y judicial en la Iglesia, que por voluntad de su Divino Fundador, es una
institución MONÁRQUICA.
Asimismo
tiene una cualidad, del que carece cualquier hombre en la tierra. Es INFALIBLE,
cuando se dan ciertas y determinadas condiciones 1. Para que un pronunciamiento
pontificio sea infalible el Papa debe:
1) hablar como supremo Doctor y Pastor de la Iglesia;
2) definir una doctrina;
3) que hace a la fe y a las costumbres;
4) obligar a todos a que la acepten.
El Papa, al
ser Vicario de Nuestro Señor Jesucristo tiene como misión ser enteramente fiel
a la doctrina de nuestro Divino Redentor, trasmitir el depósito de la Fe, lo
que está encerrado en la Tradición y las Escrituras. Pues es dogma de fe que la
Revelación pública se cerró con la muerte del último Apóstol. Nada se puede
agregar a este sagrado depósito, sino tan solo explicitarlo en el decurso de
los siglos. Por esto, cuando la Iglesia define un nuevo dogma, no inventa nada,
sino tan solo precisa que esta verdad está contenida en la Tradición o las
Escrituras.
El Romano
Pontífice es el padre común de todos los fieles, los que deben rezar por El. La
liturgia católica nos señala una oración admirable por el Vicario de
Jesucristo: "roguemos por nuestro Pontífice Juan Pablo, para que Dios lo
conserve, lo vivifique, lo haga feliz en la tierra y no lo deje caer en manos
de sus enemigos".
Cuando la resistencia es fidelidad
Pues el Papa puede caer en manos de
sus enemigos, que son enemigos suyos en cuanto enemigos de la Iglesia. Es
decir, los comunistas, socialistas, masones y liberales de toda laya y
pelambre, de los cuales está infestado lo ancho del mundo y, mucho tememos,
también el Vaticano. El Papa también puede caer en las redes de su enemigo
máximo, Satanás, equivocándose o incurriendo en pecado. Nunca enseñó la Iglesia
que el Sumo Pontífice fuera omnisapiente o impecable, y solo es infalible
cuando se dan las circunstancias que se han señalado, o si reafirma una
doctrina universalmente enseñada por la Iglesia en todo tiempo y lugar. Un
error del Papa —más si recayera sobre una materia de fe o de moral— puede tener
consecuencias terribles, pues los medios de comunicación, en manos de los
enemigos de Dios, lo difunden como si fuera voz de la» Iglesia. Es decir, se
propaga una confusión sobre lo que hay que creer o hacer, lo que es lo correcto
o lo errado. Se llega a llamar bien al mal, y mal al bien.
Pero aunque cayere en error, los
fieles le deben guardar el respeto y la veneración debidos, PERO SIN SEGUIRLO
EN EL ERROR. Algunos dicen: "prefiero equivocarme con el Papa, que
estar en la verdad contra El". Esta frase de falsa piedad circula
mucho hoy en día. Pero si se medita un poco que Nuestro Señor Jesucristo dijo:
"YO SOY [. . . ] LA VERDAD"2, la sentencia de aparente
piedad empieza a parecerse sospechosamente a ésta: "prefiero estar con
el Papa que con Jesucristo", lo que evidentemente hiere los oídos de cualquiera
que tenga algo de amor de Dios.
Papas que cometieron errores en
materia de fe y de moral hubo en la historia, si bien en número muy reducido y
en casos excepcionales, y, realmente, desde el Concilio de Trento (1545-1563)
hasta el inicio del Vaticano II, los Romanos Pontífices fueron un monumento de tal
solidez doctrinaria, aún en cuestiones donde no usaron su prerrogativa de
infalibilidad, que se hizo SENTIMIENTO entre los fieles que, en el fondo, en
estos asuntos el Papa era siempre infalible.
Pero la opinión de doctores de la
Iglesia, de santos, de teólogos universal-mente acreditados durante siglos, se
opone frontalmente a ese sentimiento que hemos comentado en el párrafo
anterior, y autoriza y RECOMIENDA la resistencia al Papa en algunos
casos. Creemos que el "espíritu de obediencia" obliga a
recurrir a éstos cuando se tratan estos temas tan espinosos y difíciles. No
olvidemos que, al conferir el título de "Doctor de la Iglesia", el
Romano Pontífice da categoría de maestro de la doctrina católica al santo que
lo ostenta. Con la canonización, la Iglesia propone al santo como modelo de
virtudes, cuya conducta aconseja seguir para alcanzar la salvación eterna.
San Bruno, obispo de Segni, se opuso
al Papa Pascual II que
había cedido al emperador Enrique V en la cuestión de las investiduras, y le escribió: "Yo
os estimo como a mi Padre y señor [...] Debo amaros; pero
debo amar más aún a Aquél que os creó a Vos y a mí [...] Yo no alabo el
pacto (firmado por el Papa) tan horrendo, tan violento, hecho con
tanta traición, y tan contrario a toda piedad y religión 3.
En el sínodo provincial de 1112, con
la asistencia y aprobación de San Hugo de Grenoble y San Godofredo de Amiens,
se envió a Pascual II una
carta, donde se lee: "si como absolutamente no lo creemos, escogierais
otra vía, y os negarais a confirmar las decisiones de nuestra paternidad,
válganos Dios, pues así nos estaréis apartando de vuestra obediencia 4.
San Norberto de Magdeburgo, fundador
de los monjes canónigos premostratenses, ante el peligro que el Papa Inocencio II cediera al emperador Lotario III, en las investiduras, dijo: "Padre ¿qué vais
a hacer? ¿A quién entregáis las ovejas que Dios os ha confiado, con riesgo de
verlas devorar? Vos habéis recibido una Iglesia libre, ¿vais a reducirla a la
esclavitud? La Silla de Pedro exige la conducta de Pedro. He prometido por
Cristo, la obediencia a Pedro y a Vos. Pero si dais derecho a esta petición, yo
os hago oposición a la faz de toda la Iglesia"
5.
Vitoria, el gran teólogo dominico
del siglo XVI, escribe:
"Si el Papa, con sus órdenes y sus actos, destruye la Iglesia, se le
puede resistir e impedir la ejecución de sus mandatos 6.
Suárez afirma: "Si [el
Papa] dictara una orden contraria a las buenas costumbres, no se le ha
de obedecer; si tentara hacer algo manifiestamente opuesto a la justicia y al
bien común, será lícito resistirle; si atacara por la fuerza, por la fuerza
podrá ser repelido" 7.
Santo Tomás de Aquino, Doctor de la
Iglesia, expresó: "habiendo peligro próximo para la fe, los prelados
deben ser argüidos, inclusive públicamente, por los súbditos. Así, San Pablo,
que era súbdito de San Pedro, le arguyó públicamente" 8.
San Roberto Belarmino, Doctor de la
Iglesia, sostuvo: "así como es lícito resistir al Pontífice que agrede
el cuerpo, así también es lícito resistir al que agrede las almas, o que
perturba el orden civil, o sobre todo, a aquél que tratase de destruir a la
Iglesia. Es lícito resistirlo no haciendo lo que manda e impidiendo la
ejecución de su voluntad" 9.
En vida del mismo Santo, quien fue
consultor del Papa y gran defensor de la supremacía pontificia, la República de
Venecia tuvo dificultades con la Santa Sede. Se reunieron entonces los teólogos
de dicha República y emitieron varias proposiciones. De éstas:
Proposición 10: La obediencia al
Papa no es absoluta. Esta no se extiende a los actos donde sería pecado
obedecerle.
Proposición 15: Cuando el
Soberano Pontífice fulmina una sentencia de excomunión que es injusta o nula no
se debe recibirla, sin apartarse, sin embargo, del respeto debido a la Santa
Sede.
Estas proposiciones fueron sometidas
al examen del gran teólogo cardenal Belarmino, el que luego fue declarado
Doctor de la Iglesia por Pío XI. He aquí la respuesta del Santo:
"No hay nada que decir contra
la proposición diez, pues ésta está expresamente en la Sagrada Escritura.
"Los teólogos de Venecia no
tenían necesidad de fatigarse en probar la proposición quince, pues nadie la
niega" 10.
De lo visto más arriba se concluye
que, en el caso hipotético que algún Papa manifestara doctrinas contrarias al
Magisterio de la Iglesia, el cristiano que las resistiera no sería en forma
alguna un rebelde o desobediente sino un hijo fiel del Papa y de la Iglesia.
Porque el Papa, en cierta forma, siempre es el mismo, desde San Pedro hasta la
consumación de los siglos; y su doctrina es la del Príncipe de los
Apóstoles, "pues no fue prometido a los Sucesores de Pedro el
Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino
para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la
revelación transmitida por los Apóstoles o depósito de fe" 11.
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Juan Pablo II en la ONU |
La ONU: ideal de la Revolución anticristiana
Frente al Magisterio Pontificio que
es el faro de luz para la regeneración de la sociedad, la Revolución
anticristiana 12 concretó el ideal masónico de una liga internacional
atea, la que se llama Organización de las Naciones Unidas, donde —al igual que
en el estado soviético— hasta el mismo Santo Nombre de Dios está proscripto
expresamente. Los principios de las Naciones Unidas son la quintaescencia del
liberalismo, lo que no obsta en modo alguno que los regímenes socialistas
participen y firmen sus declaraciones. Es sabido que el marxismo es hijo del
liberalismo y ambos proclaman la supremacía absoluta de la voluntad humana
liberada de las leyes de Dios Nuestro Señor. Esta Organización tiene una
dependencia, titulada UNESCO, que trata de ejercer patronazgo sobre los
sistemas educativos de todas las naciones no dominadas por el bolchevismo ateo,
y lleva a cabo una labor eficaz de corrupción y descristianización de la niñez
y de la juventud, con sus conocidas "reformas de enseñanza" 13
que pretenden imponer mediante convenios internacionales.
Teniendo en cuenta estos hechos, no
es de extrañar que haya causado zozobra la visita de Pablo VI a dicha Organización atea, y también lo causen los
elogios que la Santa Sede prodiga a las Naciones Unidas, cuyo ideal es
frontalmente opuesto al ideal de la Cristiandad, al de la sociedad católica,
la que hay que tratar de restaurar sin cesar. Bien decía San Pío X: "no se edificará la ciudad de modo distinto de
como Dios lo edificó; [...].
No; la civilización no está por inventar, ni la ciudad nueva por edificar;
en las nubes ha existido y existe; es la civilización cristiana" 14.
Juan Pablo II y la ONU
Meditando el Magisterio de San Pío X que acabamos de reproducir, no puede menos que
causar también zozobra las siguientes expresiones de Juan Pablo II: "En todo caso no se puede menos de recordar
aquí, con estima y profunda esperanza para el futuro, el magnífico esfuerzo
llevado a cabo para dar vida a la Organización de las Naciones Unidas" 15.
Es difícil calificar de "magnífico esfuerzo" el de los
vencedores de la última guerra mundial, los que —incluyendo Stalin—
dieron vida a esta Organización, a la par que cimentaron o consintieron una
situación en la que cientos de millones de personas carecen de los más
elementales derechos que en justicia les corresponden.
Entre las naciones esclavizadas
cuando el "magnífico esfuerzo" se encuentra el país natal del actual
Romano Pontífice, quien en su visita a un antiguo campo de concentración, ante
una piedra conmemorativa, declaró: "Quiero detenerme, además, delante
de otra lápida: la que está en lengua rusa. No añado ningún comentario. Sabemos
de qué nación habla. Sabemos qué parte ha tenido esta nación, durante la última
guerra para la libertad de los pueblos. Ante esta lápida no se puede pasar con
indiferencia." 16. Al ver este homenaje a la Unión Soviética,
estado que aliado con Hitler agredió a Polonia en 1939 y luego, al ser atacado
por su antiguo cómplice de rapiña, no luchó "para la libertad de los
pueblos", sino para esclavizarlos, pensamos en los millares de mártires
que causó el marxismo. Estos desde el Cielo contemplan este extraño pronunciamiento
del Vicario de Aquél cuyo Santo Nombre el comunismo quiere borrar de la tierra.
Los "derechos humanos" de la ONU
Dice asimismo Juan Pablo II: "Se impone entonces necesariamente el deber de
someter los mismos programas a una continua revisión desde el punto de vista de
los derechos objetivos e inviolables del hombre.
"La Declaración de estos
derechos, junto con la institución de la Organización de las Naciones Unidas,
no tenía ciertamente solo el fin de separarse de las horribles experiencias de
la última guerra mundial, sino el de crear una base para una continua revisión
de los programas, de los sistemas, de los regímenes, y precisamente desde este
único punto de vista fundamental que es el bien del hombre" 17.
"La Declaración universal de
los Derechos del Hombre y los instrumentos jurídicos, tanto a nivel
internacional como nacional, en un movimiento que es de desear progresivo y
continuo, tratan de crear una conciencia general de la dignidad del hombre y
definir al menos algunos de los derechos inalienables del hombre. Séame
permitido enumerar algunos entre los más importantes [...], el derecho a la
libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, individualmente o en
común, tanto en privado como en público, el derecho a la participación política
y el derecho a participar en la libre elección del sistema político del pueblo
a que se pertenece. El conjunto de los derechos del hombre corresponde a la
sustancia de la dignidad del ser humano, entendido integralmente, y no reducido
a una sola dimensión; se refieren a la satisfacción de las necesidades
esenciales del hombre, al ejercicio de sus libertades, a sus relaciones con
otras personas; pero se refieren también, siempre y dondequiera que sea, al
hombre, a su plena dimensión humana" 18.
Qué distinto suenan estos párrafos
de "lo que no responde a la verdad y la norma moral no tiene objetivamente
derecho alguno ni a la existencia ni. a la propaganda ni a la acción" 19.
Podemos agregar, estudiando la
historia, que si todos los "derechos" que enumera Juan Pablo II correspondieran "a la sustancia de la dignidad
del ser humano", sus Antecesores, los Papas que reinaron durante siglos, aún
los canonizados, serían auténticos tiranos, pues no solo no los tuvieron en
cuenta sino que los combatieron y negaron su ejercicio a sus súbditos. Siempre
se afirmó en la Iglesia que el impedir la difusión de las ideas perversas no
constituye violación alguna de "derechos humanos" sino medida de buen
gobierno y un servicio insigne al bien común.
Estos elogios de Juan Pablo II a la declaración de Derechos Humanos de la UN obliga
a compararla con el Magisterio de los Papas, para ver si esta Declaración se
conforma con dicho augusto Magisterio o la contradice.
El artículo 18 de la Declaración de
marras afirma: "Toda persona tiene el derecho a la libertad de
pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de
cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su
religión o creencia, individual o colectivamente, tanto en público como en
privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia."
El Magisterio de la Iglesia enseña:
"Y de ésta de todo punto pestífera fuente del indiferentismo, mana
aquella sentencia absurda y errónea, más bien, aquel delirio de que la libertad
de conciencia ha de ser afirmada y reivindicada por cada uno.
"A esto el pestilentísimo error
le prepara el camino, a aquella ilimitada libertad de opinión, que para ruina
de lo sagrado y de lo civil está ampliamente invadiendo, afirmando a cada paso
algunos con sumo descaro que de ella emana algún provecho a la religión. Pero
«¿qué muerte peor para el alma que la libertad del error?», decía San
Agustín". (Gregorio XVI, Mirari Vos).
En "Quanta Cura" Pío IX condena esta proposición a): "El mejor gobierno
es aquél, en el que no se reconoce al poder la obligación de reprimir por la
sanción de las penas a los violadores de la religión católica, a no ser que la
tranquilidad pública lo requiera".
Las condenas de Quanta Cura
comprometen la infalibilidad pontificia pues allí se dan las cuatro notas que
ésta requiere y que señalamos en el 2° párrafo del presente escrito.
Dice allí Pío IX: "Así pues, en medio de esta perversidad de
opiniones depravadas, Nos, penetrados del deber de nuestro Ministerio apostólico
y llenos de solicitud por nuestra Santa Religión, por la santa doctrina, por la
salvación de las almas, cuya guarda se nos ha confiado del Alto y por el mismo
bien de la sociedad humana, Nos, hemos creído deber nuestro levantar de nuevo
nuestra voz apostólica. En consecuencia, todas y cada uno de las diversas
opiniones y doctrinas que se van señalando detalladamente en las presentes
letras, Nos las reprobamos por nuestra autoridad apostólica, las proscribimos,
las condenamos y queremos y mandamos, que todos los hijos de la Iglesia
Católica las tengan por reprobadas, proscriptas y condenadas."
"Porque es falso que la
libertad civil de cultos y la facultad plena, otorgada a todos, de manifestar
abierta y públicamente sus opiniones y pensamientos sin excepción alguna
conduzcan con mayor facilidad a los pueblos a la corrupción de las costumbres
y de las inteligencias y propaguen la peste
de indiferentismo" (Proposición 79 del Syllabus, condenada por Pío IX).
"En primer lugar examinemos, en
relación con los particulares, esa libertad
tan contraria a la virtud de la religión, llamada libertad de cultos, libertad
fun
dada en la tesis de que cada uno puede, a su arbitrio, profesar la religión que
prefiera o no profesar ninguna. Esta tesis es contraria a la verdad. (León XIII,Libertas).
No se niega, y es doctrina
tradicional de todos los Pontífices, que nadie puede ser obligado a creer, ni
coaccionado para abrazar la Verdad católica. La Iglesia siempre condenó el uso
de la fuerza para obligar a un acatólico a entrar en la única Religión
verdadera. Pero de esto no se sigue de ningún modo que el hombre tenga
"derecho" al error, "derecho" al mal, y mucho menos que
tenga "derecho" de manifestarlo públicamente y hasta de propagarlo,
envenenando a las almas de sus prójimos. "Porque de todas
las obligaciones del hombre, la mayor y más sagrada es, sin duda alguna, la
que nos manda dar a Dios el culto de la religión y de la piedad. Este deber es
la consecuencia necesaria de nuestra perpetua dependencia de Dios, de nuestro
gobierno por Dios y de nuestro origen primero y fin supremo, que es Dios. Hay
que añadir, además, que sin la virtud de la religión no es posible virtud
auténtica alguna, porque la virtud moral es aquella virtud cuyos actos tienen
por objeto todo lo que nos lleva a Dios, considerando como supremo y último
bien del hombre; y por esto, la religión, cuyo oficio es realizar todo lo que
tiene por fin directo e inmediato el honor de Dios 20, es la reina y
la regla a la vez de todas las virtudes. Y si se pregunta cuál es la religión
que hay que seguir entre tantas religiones opuestas entre sí, la respuesta la
dan al unísono la razón y la naturaleza: la religión que Dios ha mandado, y que
es fácilmente reconocible por medio de ciertas notas exteriores con las que la
Divina Providencia ha querido distinguirla, para evitar un error, que, en
asunto de tanta trascendencia, implicaría desastrosas consecuencias. Por esto,
conceder al hombre esta libertad de cultos de que estamos hablando equivale a
concederle el derecho de desnaturalizar impunemente una obligación santísima y
de ser infiel a ella, abandonando el bien para entregarle al mal. Esto, lo
hemos dicho ya, no es la libertad, es una depravación de la libertad y una
esclavitud del alma entregada al pecado".
(León XIII, Libertas)
El artículo 21, inciso 3), de la
Declaración de los Derechos Humanos afirma: "La voluntad del pueblo
es la base de la autoridad del poder público":
El Magisterio de la
Iglesia enseña: "Algunos hombres, negando con un desprecio completo
los principios más ciertos de la sana razón, se atreven a proclamar que la
voluntad del pueblo, manifestada por lo que ellos llaman opinión pública o de
otro modo cualquiera, constituye la ley suprema, independiente de todo derecho
divino y humano". (Pío IX, Quanta Cura).
"Muchos de nuestros
contemporáneos, siguiendo la huella de aquellos que en el siglo pasado se
dieron a sí mismos el nombre de filósofos, afirman que todo poder viene del
pueblo [...]. Muy diferente es en este punto la doctrina católica, que pone a
Dios, como en principio natural y necesario, el origen del poder
político". (León XIII, Diuturnum
Illud).
"De aquella herejía nacieron en
el siglo pasado una filosofía falsa, el llamado derecho nuevo, la soberanía
popular y una descontrolada licencia, que muchos consideran como la única
libertad. De aquí se ha llegado a esos errores recientes que se llaman
comunismo, socialismo y nihilismo, peste vergonzosa y amenaza de muerte para la
sociedad civil". (León XIII,
Diuturnum Illud).
"Las leyes se ordenan al bien
común, y no son dictadas por el voto y el juicio falaces de la muchedumbre,
sino por la verdad y la justicia". (León XIII, Immortale Dei).
"Un derecho nuevo, desconocido
hasta entonces y contrario en muchas de sus tesis no solamente al derecho
cristiano, sino incluso también al derecho natural [...]. En una sociedad
fundada sobre estos principios, la autoridad no es otra cosa que la voluntad
del pueblo". (León XIII, Immortale Dei).
"Rechazan la doctrina recordada
por León XIII sobre los principios esenciales de la sociedad, colocando la
autoridad en el pueblo" (San Pío X, Notre Charge Apostolique).
"Desde el momento que se quiso
atribuir el origen de toda humana potestad, no a Dios, Creador y dueño de todas
las cosas, sino a la libre voluntad de los hombres, los vínculos de mutua
obligación que deben existir entre los superiores y los súbditos, se han
aflojado hasta el punto de que casi han llegado a desaparecer [...]. Ante
semejante desenfreno en el pensar y en el obrar que destruye la constitución de
la sociedad humana, Nos, a quien ha sido divinamente confiado el magisterio de
la verdad, no podemos en modo alguno callar, y recordamos a los pueblos aquella
doctrina que no puede ser cambiada por el capricho de los hombres: No hay
autoridad sino por Dios, y las que hay, por Dios han sido ordenadas".
(Benedicto XV, Ad Beatissimi).
"No menos nocivo para el
bienestar de las naciones y de toda la sociedad humana es el error de aquellos
que con intento temerario pretenden separar el poder político de toda relación
con Dios, del cual dependen, como de causa primera y de Supremo Señor, tanto
los individuos como las sociedades humanas". (Pío XII, Summi
Pontificatus).
"No puede ser aceptada como
verdadera la posición doctrinal de aquellos que erigen la voluntad de cada
hombre en particular, o de ciertas sociedades como fuente primaria y única, de
donde brotan derechos y deberes y de donde provenga tanto la obligatoriedad de
las constituciones como la autoridad de los poderes públicos". (Juan
XXIII, Pacem in Terris).
El artículo 16, inciso 1) de la
Declaración de los Derechos Humanos afirma: "Los hombres y las mujeres, a
partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de
raza, nacionalidad o religión, a casarse".
El Código de Derecho Canónico
establece: "La Iglesia prohíbe severísimamente en todas partes que
contraigan entre sí matrimonio, una de ellas católica y la otra afiliada a una
secta herética o cismática; y si hay peligro de perversión del cónyuge católico
o de la prole, también la misma ley divina prohíbe el casamiento". (Canon
1060).
Aunque la misma Iglesia, si el cónyuge
acatólico da garantías que no tratará de desviar a la parte católica de la
Religión verdadera y que todos los hijos serán educados en el catolicismo,
suele dispensar el impedimento de mixta religión, no por ello los hombres y
mujeres tienen derecho de casarse, sin restricción alguna por motivos de
religión, pues la misma "ley divina" prohíbe el casamiento si la fe
peligra. Por otro lado, la Iglesia siempre sostuvo su competencia exclusiva
sobre los matrimonios de los bautizados, careciendo de facultad el poder
civil, tanto nacional como internacional, para establecer "derechos"al matrimonio.
Pero lo que agrava aun más a la
citada Declaración de Derechos Humanos es que la misma no sólo contradice a los
principios católicos, sino que da pie a que en su nombre se persiga a la
Iglesia. Pues la Declaración, en su artículo 7 "in fine" dice: "Todos
tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta
Declaración y contra toda provocación a tal discriminación." Y el
artículo 30 agrega: "Nada en la presente Declaración podrá
interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un
grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar
actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades
proclamadas en esta Declaración". O sea, se aplica el viejo adagio
liberal: "Viva el pensamiento libre, pero ay de aquel que no sea
librepensador".
Si se es consecuente con los
principios de la ONU se puede prohibir la enseñanza de la Doctrina Social de
la Iglesia, pues encierra una "provocación" a una discriminación que
infringe los "Derechos Humanos". Se puede prohibir hasta la edición
de las encíclicas pontificias, pues ciertamente instan a desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de derechos y libertades proclamados en la Declaración en cuestión.
La omnímoda libertad de cultos,
junto con la de difundir cualquier opinión, "libertades" condenadas
por los Papas, acompañado con el mito de la soberanía popular, tienen efectos
deletéreos especialmente graves en España, donde el reemplazo de los principios
católicos por los principios de la ONU — todo con aquiescencia del Vaticano y
del Episcopado local, puesto por la Santa Sede — ha provocado la disolución
general que esta nación, madre del continente hispanoamericano padece en la
actualidad. Pues si se aplican consecuentemente los principios de los
"derechos humanos", donde la sola conciencia es la que juzga de la
rectitud de una conducta ¿dónde se ha de parar? Si la conciencia errada, pero
que tiene "derecho" a su libertad, juzga lícito el divorcio o la
pornografía ¿en base a qué ley objetiva le podemos impedir que la legislación
las permita? España, nación católica por excelencia, tomó muy en serio al Concilio.
Creyó que la mentalidad conciliar era ley de la Iglesia, y la aplicó. Los
resultados están a la vista.
Asimismo en Hispano-américa, también
profundamente católica, si bien —y esto puede agravar la situación— con poca
instrucción religiosa, los falsos principios de la ONU son presentados como
principios católicos por Episcopados enteros, llegando a decir al cardenal
Arns, arzobispo de Sao Paulo, Brasil, que ahora observa 30 mandamientos nuevos,
los treinta artículos de la Declaración de la ONU que estudiamos demostrando su
carácter anticatólico.
Agrava la situación el hecho que a
la par de pronunciamientos episcopales de ese estilo invocando los
"derechos humanos", la subversión internacional los invoca también,
intentando, con ello, demoler los regímenes que tratan de oponerse al
comunismo.
No hay que creer que la voz de los
obispos siempre es la voz de la Iglesia, a veces es diametralmente opuesta.
Bien harían los gobernantes hispanoamericanos en nutrirse en la auténtica
Doctrina social de la Iglesia, cuyos grandes pilares fueron puestos
principalmente por Pío IX y León XIII. Hoy puede ser condición de supervivencia conocer
las encíclicas de estos Sumos Pontífices, para saber decir a los miembros de la
Jerarquía que, abusando de su sagrada investidura, colaboran en la demolición
del orden social: "nosotros Jefes de Estado católicos, os resistimos,
pues, aunque obispos, predicáis una doctrina que es anticatólica y, por ende,
os habéis vuelto enemigos de la Iglesia".
¿Primacía del hombre?
Sorprende, asimismo, la afirmación
de Juan Pablo II en que expresa: "Nutrimos la profunda
convicción de que no hay en el mundo ningún programa en el que, incluso sobre
las plataformas de ideologías opuestas acerca de la concepción del mundo, no se
ponga siempre en el primer plano al hombre" 21. Siempre pensamos
que la Iglesia Católica ponía en el primer plano a Dios, pues aprendimos en
el Catecismo "El hombre ha sido creado para conocer, amar y servir a
Dios, y gozarlo luego en la eternidad". Por otro lado, el comunismo que
domina centenas de millones de personas nunca puso en el primer plano al
hombre, al que encierra en campos de concentración o en hospitales psiquiátricos,
—si no lo asesina directamente— siempre cuando estime que se trata de un
opositor a su doctrina "intrínsecamente perversa", según Magisterio
de Pío XI. Y si
en algunos lugares el bolchevismo usa de mayor moderación lo hace sin cambios
de meta, la construcción de una sociedad sin Dios y sin derechos humanos
objetivos —no los de la ONU, sino los verdaderos— los que permitan al hombre
cumplir con su deber señalado en la enseñanza del catecismo que acabamos de
citar.
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"Libertad, igualdad y fraternidad" solo conservan sus nombres cristianos, pero, ahora, están vaciados de su auténtico sentido original, y reemplazado por otro sentido opuesto.
Lo que era orientado hacia el amor de Dios y al prójimo con sus Mandamientos.
La UNESCO, órgano masónico y anticatólico, le da a esta trilogía
un sentido puramente terreno y materialista. |
El problema de la UNESCO
En su discurso al visitar
la UNESCO Juan Pablo II dijo: "Permítaseme comenzar refiriéndome a los
orígenes de vuestra Organización. Los acontecimientos que marcaron la
fundación de la UNESCO me inspiran sentimiento de gozo y gratitud a la
Providencia: la firma de su constitución el 16 de noviembre de 1945; la entrada
en vigor de la misma y el establecimiento de la Organización el 4 de noviembre
de 1946; el acuerdo entre la UNESCO y la Organización de las Naciones Unidas
aprobada por la Asamblea Central de la ONU en el mismo año. Esta Organización
es, en efecto, obra de las naciones que, al terminar la terrible guerra
mundial, fueron impulsadas por lo que se podría llamar un deseo espontáneo de
paz, de unión y de reconciliación. Estas naciones buscaron los medios y las
formas de una colaboración capaz de establecer, profundizar y asegurar de modo duradero
este nuevo acuerdo. Así, pues, la UNESCO nació, igual que la Organización de
las Naciones Unidas, porque los pueblos sabían que el fundamento de las grandes
empresas al servicio de la paz y del progreso de la humanidad en todo el mundo,
era la necesidad de la unión de las naciones, el respeto mutuo y la cooperación
internacional [...].
"En el origen de la UNESCO,
igual que en la base de la Declaración universal de los Derechos del Hombre,
se encuentran, pues, estos primeros nobles impulsos de la conciencia humana,
de la inteligencia y de la voluntad. Me apelo a ese origen, a ese comienzo, a
esas premisas y a esos primeros principios. En su nombre vengo hoy a París, a
la sede de vuestra Organización, con una súplica: que después de una etapa de
más de treinta años de actividades, se unan ustedes aún más en torno a estos
ideales y a los principios que inspiraron los comienzos." 22
El elogio de la UNESCO —internacional
educativa laica— da derecho a los padres de familia a una protesta. Pues éstos
son los primeros responsables de la formación de sus hijos. Tienen la
obligación de educarlos en la Verdad Católica, con todas sus consecuencias.
Esta obligación confiere el derecho correlativo de exigir de la autoridad,
tanto civil como eclesiástica, que se aseguren los medios de una formación católica
integral, lo que implica no solo la enseñanza religiosa, sino que toda la
educación esté orientada para preparar hombres virtuosos, observantes de la
ley de Dios Nuestro Señor.
No es necesario insistir mucho sobre
lo diametralmente opuesto que están los planes de la UNESCO a la educación
católica, pues esto es dominio público. Se trata de unos programas ateos,
integralmente concebidos para erradicar las virtudes cristianas. Son la
quintaesencia de la "reforma moral" que propugna la masonería 23
desde su fundación en Londres, en 1717. Pues no olvidemos que la masonería se
presentó siempre más que como una organización política como una sociedad de
"reforma moral", cuya meta era borrar las costumbres cristianas, para
reemplazarlas con unos hábitos liberales, laxos, inbuidos, si no de ateísmo, al
menos de indiferentismo religioso, y del absolutismo de la voluntad humana, que
no reconoce ninguna verdad objetiva ni ley superior que ponga límite a su
orgullo. La "peste del laicismo" que tanto anatemiza Pío XI en la encíclica Quas Primas, al igual que otros
Pontífices, es un pálido reflejo de la obra de descristianización total en que
está empeñada la UNESCO 24, para producir el "hombre
liberado" que no será otro que un esclavo del pecado.
Fidelidad al Papa
Aunque parezca paradójico, nos
obliga escribir estas líneas la fidelidad al Papa, a su sagrado Magisterio.
Pues, como es obvio, obliga en conciencia al católico lo que los Papas han
mandado y enseñado durante los siglos, y si algo que declara un Pontífice
contradiga a este Magisterio, esta última declaración no forma parte del
Magisterio de la Iglesia, sino que es opinión particular del Papa. Es evidente
que esta opinión particular no exige asentimiento. La verdad es una, y lo que
es verdadero ayer no puede ser falso mañana.
La Iglesia Católica fue fundada por Nuestro Señor Jesucristo, quien es
Dios y no puede cambiar ni perfeccionarse.
Escribimos estas líneas teniendo en
la mente lo enseñado por Pío XII: "El laico tiene el derecho a recibir de los
sacerdotes todos los bienes espirituales a fin de realizar la salvación de su
alma y de llegar a la perfección cristiana; cuando trata de los derechos
fundamentales del cristianismo puede hacer valer sus exigencias: es el sentido
y la finalidad misma de toda la vida de la Iglesia que está aquí en juego,
tanto como la responsabilidad delante de Dios del sacerdote y la del
laico" 25. Estimamos que el bregar para que en nada sea
negado un orden social que observe lo enseñado por los Pontífices, entra dentro
de los "derechos fundamentales del cristiano".
Creemos que el mejor servicio que
podemos hacer a la sagrada persona, de Juan Pablo II es exponer con franqueza filial estas ideas, que no
se basan en nuestras preferencias personales, sino están cimentadas en la
Doctrina de los Papas. Defender esta Doctrina constituye una expresión de
fidelidad al Romano Pontífice que es nuestro padre y nuestro rey.
Nos alienta además en nuestra
posición la frase de San Pío X, gran Papa y gran Santo: "EL PAPA AGRADECE A LOS
CENSORES QUE LE AYUDAN A CONOCER EL MAL QUE NO HA VISTO" 26.
Reiteramos nuestro pedido que se
rece mucho por el Papa, para que el Espíritu Santo lo guíe y gobierne, le de
el alma ardiente y heroica de un Pío IX o de un San Pío X, los que adoptando el "oppositum per
diametrum" de San Ignacio de Loyola, combatieron la furia de la
Revolución, que rugía primero fuera y luego dentro de la Iglesia, y supieron
conducir la Barca de Pedro en la tempestad con sabiduría.
Súplica a Nuestra Señora
Finalmente nos dirigimos a Aquélla
que es la Corrcdentora del género humano, a la Mediadora de todas las gracias,
a la Omnipotencia suplicante. Señora y Madre Nuestra, haz que se termine el
progresismo y toda ambigüedad de las filas católicas, para que realmente no
haya más que "un solo rebaño y un solo Pastor"27.
Acordaos, oh
piadosísima Virgen María
Que jamás se oyó
decir, que ninguno
De cuantos han
acudido a Vuestra protección
Implorando
Vuestra asistencia,
Haya sido
abandonado de Vos.
Animados con esta
confianza,
A Vos también
acudimos,
Oh Virgen,
Madre de las vírgenes,
Gimiendo bajo el
peso de nuestros pecados
Nos atrevemos
aparecer ante Vuestra presencia soberana
Oh, Madre de
Dios, no desprecies nuestras súplicas,
Antes bien
escuchadlas y acogedlas benignamente.
Amén
Notas
1 Véase también este tema en Michel Martin, "El
Vaticano II y los errores liberales", en ROMA, n9 63/64, apéndice.
2 Juan,
14, 6.
3 Carta escrita en Lili, Citado por el R. J. Campos Sel). P., en
"San Bruno de Scgni y Pascual II," ROMA, nº 37, pags.
l9/20.
4 Citado por Bouix, "Tract. de Papa", tomo II, pág.
650. Ver también Hefelce
Leclercq, tomo V, part. I, pág.
536; Rohrbacher, "Histoire Universelle de l'Eglise Catholique”, tomo XV, pág.
61.
5 Vita A. de San Norberto, pág. 42. Citado por R. P. J. Campos Sch. P., en "Un
defensor enérgico del Papa", ROMA, n9 36, págs. 63/64.
6 Obras de
Francisco de Vitoria, págs. 486/487.
7 "De Fide", disp. X, sect.
VI,
nº 16.
8 Comentario
sobre la epístola a los Gálatas, 2, 14. '' De Romano Pontífice, Libro II, c. 29.
9 Et Verbum caro factum est. (Io. 1, 4)
10 Citado por el abate Louis Coache, en su libro
"La perfidie du modernisme", edición Diffusion de la Prensée Française,
Chiré en Montreuil, 86190 Vouille, Francia, 1976, págs. 68/69.
11 Concilio Vaticano I, sesión IV, Constitución dogmática
sobre la Iglesia de Cristo
"Pastor Aeternus", cap. 4, Del magisterio infalible del Romano
Pontífice. Denzinger, 1836.
12 Movimiento histórico que adopta el lema de Lucifer:
"non serviam", y consta de
tres etapas principales: reforma, revolución francesa y comunismo. Se infiltra
en los
medios católicos por el humanismo y la democracia cristiana. Quiere fundar una
sociedad
según la voluntad del hombre, "liberado" de toda sujeción a Dios, a
la autoridad y a la
ley objetiva, consiguiéndose con esta "liberación" la esclavitud
total. Combate a esta
corriente de apostasía la Contrarrevolución, cuya Reina y Señora es la Virgen
Santísima,
y cuyo modelo es la sentencia de la Anunciación: "He aquí la Esclava del
Señor, hágase
en Mí según tu palabra" (Lucas, I, 38). La Contrarrevolución lucha por una
sociedad
que se sujete a la voluntad de Dios en todos los órdenes, observando sus leyes.
Sin este
sometimiento el hombre no puede gozar de la auténtica libertad.
13 Sobre las "reformas de enseñanza" de la
UNESCO, véase: Estanislao Cantero, " La
educación revolucionaria",
ROMA, nº 60; y "La
educación permanente", ROMA, nº 57.
14 Carta "Notre charge apostolique", párrafo 11.
15 Encíclica Redemptor hominis.
16 En Oswiecin-Brzezinka, 7 de junio de 1979.
18 Discurso a la ONU, 2 de octubre de 1979.
19 Pío XII, discurso al V Congreso Nacional de la Unión de Juristas Católicos
Ita
lianos, 6 de noviembre de 1955.
20 Cf. Santo Tomás, Summa Theologica, 2-2, 9. 81, a 6, c.
21 Encíclica Redemptor hominis.
22 2 de junio de 1980.
23 Para comprender bien la acción deletérea de la
masonería recomendamos la obra
del gran historiador francés contemporáneo, Jacques Ploncard d'Assac: "Le
sccret des
francmaçons". Se puede solicitar este libro a la editorial Diffusion de la
Pcnsée Française,
dirección: Chiré en
Montreuil, 86190 Vouillé, Fraincas. Los libros publicados por
esta editorial son generalmente excelentes.
Se envía catálogo a pedido.
24 Además, la influencia soviética en la UNESCO es
notable. Su publicación oficial.
"El Correo de la UNESCO", dedicó todo un número especial para exaltar
a Lenín, al
que calificó de
"gran humanista".
25 Discurso al primer Congreso del Apostolado de los
Laicos.
26 Carta al cardenal Ferrari, 27 de febrero de 1910.
27 Juan, 10, 16.