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Dom Tomás de Aquino |
NON POSSUMUS
Es con espanto que vemos que la verdad, aunque pública, está
siendo ignorada. ¿Pero de qué verdad estamos hablando? De los hechos más
evidentes sobre la crisis actual de la Tradición en general y de la Fraternidad
en particular, y que están al alcance de todos los que quieren conocerlos.
Verdad desconocida, ocultada o simplemente no procurada; en todos los casos
ignorada, por no decir despreciada.
Algunos afirman, como Dom Lourenço Fleichman, que la
Resistencia presenta “una argumentación vacía de fundamentos, basada en falsas
informaciones” (cf. “Sobre a Sagração Episcopal”).
Es preciso reiterar lo que ya ha sido dicho y predicar a
tiempo y a destiempo, no nos cansemos de hacerlo, ya que a esto nos exhorta San
Pablo. Es necesario repetir los argumentos y recordar los hechos, no nos
cansemos de repetirlos y recordarlos. Hagamos una vez más el diagnóstico de la
enfermedad que corroe a la Tradición y que amenaza a todos de muerte. Este mal
es el liberalismo católico, pestilencia de los tiempos modernos, contradicción
encarnada en la persona que lo abraza. Todos nosotros, que la mayoría de las
veces nos consideramos inmunes a este contagio universal, somos susceptibles a
ser víctimas de este mal.
Por eso se debe defender la obra, el pensamiento, la línea
intransigentemente católica de Mons. Lefebvre, que no es otra que la de San Pío
X y de todo el Magisterio de la Iglesia desde su fundación, hasta la apostasía
desencadenada por el concilio Vaticano II.
Pero antes entremos en los detalles, aquellos detalles sin
los cuales estamos incapacitados para lograr cualquier diagnóstico real del
desastre del cual somos testigos. Comencemos, pues, por el movimiento conocido
como GREC (Grupo de Reflexión Entre Católicos), y prosigamos hasta el día de
hoy en una brevísima reseña de algunos hechos destacados que nos aportarán la
causa final que los motiva y explica.
En 1995, poco antes de morir, el antiguo embajador de
Francia en el Vaticano, Gilbert Pérol, redactó un artículo de “buenos oficios”
con la intención de promover un acercamiento amistoso entre la Fraternidad y la
Iglesia oficial. A este proyecto le dio seguimiento su esposa, la Sra. Huguette
Pérol, y la primera plataforma de trabajo fue constituida en 1998.
Poco tiempo después, este grupo tomó el nombre ya referido,
GREC, y reunió miembros de la Fraternidad San Pío X y del clero progresista.
Con el pasar de los años, este grupo atrajo la atención del episcopado francés,
al igual que la de Roma. El objetivo del GREC, como lo explica uno de sus
fundadores, el P. Michel Lelong, es “la necesaria reconciliación entre la
Tradición y Roma[i]”. Objetivo equívoco, pues como dijo Mons. Lefebvre: “Roma
ha perdido la fe… Roma está en la apostasía” (cf. Conferencia a los sacerdotes
en Ecône en ocasión del retiro sacerdotal el 1 de septiembre de 1987).
Pero para el GREC, estas palabras de Mons. Lefebvre no
merecen atención. Son palabras dichas en un “momento de angustia”, como dijo
uno de los defensores de la línea de Mons. Fellay. Los integrantes del GREC
creen ver los acontecimientos desde un punto de vista más elevado, con más
serenidad, buscando así una “imposible reconciliación”, como bien lo dice el P.
Rioult, reconciliación entre dos realidades opuestas: entre la Iglesia
verdadera, la Roma eterna, y la iglesia oficial, la Roma modernista. En
realidad allí está todo el drama que está sucediendo en la Fraternidad, pues
Menzingen no dejó, desde entonces, de procurar esta reconciliación preconizada
por el GREC, haciendo uso de su autoridad para hacer cesar las críticas a la Santa
Sede, o sea, a los modernistas que la ocupan [ii]. Esta fue la razón por la que
Mons. Fellay pidió a Mons. Williamson de acabar con sus “Comentarios Eleison” y
también para no haber hecho críticas a la última reunión ecuménica de Asís.
Recordemos,
aunque sea brevemente, otros hechos:
· Respuesta del 14 de abril de 2012, por
Mons. Fellay, a los otros tres obispos de la Fraternidad, en la cual dice a sus
hermanos en el episcopado que les “falta realismo y espíritu sobrenatural”;
· Declaración doctrinal del 15 de abril de
2012. Esta declaración levantó una reacción tal, que Mons. Fellay se vio
obligado a retirarla. Pero no se retractó de ella hasta el día de hoy. La
Fraternidad no estaba, y no está todavía, “madura” para aceptarla.
· El 11 de mayo de 2012, Mons. Fellay dio
una entrevista al canal de televisión americano CNS (Catholic News Service), en
la cual minimiza la gravedad del documento conciliar “Dignitatis Humanae”.
· En julio de 2012 se reunió el Capítulo
General de la Fraternidad sin la presencia de Mons. Williamson, a quien se le
prohibió asistir. El resultado de este capítulo fue el abandono de la decisión
del Capitulo General anterior (2006), que establecía que no se llevaría a cabo
ningún acuerdo práctico con Roma antes de un “acuerdo doctrinal” previo. En
otras palabras, antes de la conversión de Roma.
· Poco después fue notificada la
expulsión de Mons. Williamson de la Fraternidad, expulsión que es considerada
nula; y Mons. Williamson invita a Mons. Fellay a renunciar a su cargo con el
fin de que no se destruya la obra de Mons. Lefebvre.
· El 13 de junio de 2012, Mons. Tissier
de Mallerais se manifestó en una entrevista al periódico “Rivarol”, contra la
política del acuerdo sin citar la persona de Mons. Fellay. Nótese que Mons.
Tissier fue transferido de Ecône a un priorato en los Estados Unidos. Los
seminaristas perdieron así el contacto con uno de los más antiguos
colaboradores de Mons. Lefebvre.
En los siguientes meses, diversas declaraciones, públicas y
privadas, expresaron y reforzaron la política pragmática de la Fraternidad con
relación a Roma. “Reconocimiento unilateral” es la fórmula apta para obtener la
aceptación de los miembros de la Fraternidad. Pero esta fue la misma solución
aceptada por Dom Gérard (Barroux-Francia) en 1988, así como por Campos en el
2002. Un reconocimiento canónico es suficiente, sea o no unilateral, para crear
una dependencia en relación a las autoridades modernistas y de esta manera permitirles
que aniquilen toda la Tradición. No son los inferiores quienes hacen a los
superiores, sino los superiores quienes hacen a los inferiores, como observaba
Mons. Lefebvre. Es una simple cuestión de sentido común. Pero el sentido común
está desapareciendo de la superficie de la tierra.
Conviene mencionar igualmente los procesos inicuos de los
cuales fueron víctimas los Padres Pinaud y Salenave, procesos descritos y
comentados por el P. François Pivert en su libro “¿Qué derecho para la
Tradición católica?”.
Las comunidades religiosas que no aprobaron la política de
Menzingen ya habían sido objeto de diversas medidas de presión y humillación.
La lista es larga. Recordemos el aplazamiento de la ordenación de los diáconos
dominicos y capuchinos en 2012. Los benedictinos de Bellaigue también fueron
amenazados de tener la ordenación de sus candidatos retrasada. Ahora bien, esto
se explica si consideramos que los superiores de estas tres casas religiosas
habían estado en Menzingen para manifestarle a Mons. Fellay su desacuerdo.
Sin embargo, aquellos que apoyan a Mons. Fellay dicen que
esas son aguas pasadas: que el Capítulo General de 2012 dio una solución
satisfactoria a la cuestión; lo que es falso. Tanto el P. Pfluger, primer
asistente de Mons. Fellay, como el P. Nely, segundo asistente, retomaron el
asunto, tanto en conversaciones privadas como en retiros, incluso en
entrevistas públicas.
De ninguna manera se puede decir que todo lo que era
problemático está sanado en la Fraternidad. Si esto fuera verdad, Mons.
Williamson tendría que ser rehabilitado, honrado y escuchado, pues fue su
iniciativa la de redactar la carta al Consejo General, firmada también por
Mons. Tissier y Mons. De Galarreta, la que salvó a la Fraternidad en 2012 de un
acuerdo con Roma. Tres obispos contra los acuerdos era demasiado para Roma.
Mejor era esperar por tiempos más propicios.
Para Mons. Lefebvre, este momento oportuno sería la
conversión de Roma y la plena aceptación de las doctrinas contenidas en los
documentos pontificios Quanta Cura, Syllabus, Pascendi, Quas Primas, etc. Pero
para Mons. Fellay, los tiempos propicios ya llegaron, lo que trajo consigo la
disminución del espíritu de combate por parte de la Fraternidad, o sea, la
alineación (“ralliement” en francés) que culminó con su declaración del 15 de
abril de 2012 y que continúa, incluso sin la firma de un acuerdo.
La conclusión de todo esto es algo espantoso y trágico.
Estos hechos son públicos, en su mayoría. ¿Por qué no hay una mayor reacción a
la política de Mons. Fellay? Al parecer es porque el liberalismo y la apostasía
ya hacen su obra dentro de la propia Tradición. Mons. Fellay, ayudado por
muchos padres, creó un estado de desorientación tal que muchos fieles ya no son
capaces de discernir nada de lo que está aconteciendo con la obra de Mons.
Lefebvre.
Es por eso que afirmamos que la verdad sobre estos
acontecimientos permanece oculta aunque sea pública. Sería esta la ocasión de
citar la famosa frase de Chesterton que dice: “el mundo moderno está dirigido
por una fuerza oculta que se llama publicidad”. Lo que importa, como diría un
amigo nuestro, no son los hechos, sino la versión de los hechos. Ahora bien, la
versión triunfante es que Mons. Williamson y Mons. Faure son desobedientes y
que los superiores de la Fraternidad son los verdaderos discípulos de Mons.
Lefebvre. Esto es falso, como lo demostramos. Aquí está el núcleo del problema.
“Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas” (Luc.
XXII, 53). Tal vez la Resistencia tenga que sobrevivir como los apóstoles y los
discípulos dispersos durante el tiempo de la Pasión. Es útil recordar una
reflexión del gran pensador brasileño, Gustavo Corção: “No creo en ninguna obra
de los tiempos actuales que reúna un gran número de personas”. Tal vez la
Resistencia sea el pusillux grex, al cual Nuestro Señor exhortó a no temer,
porque fue del agrado del Padre darles el reino. Que la protección de la
Santísima Virgen nos conserve fieles hasta el fin: “Ut Fidelis inveniatur”.
P. Tomás de Aquino
1º de abril de 2015
[i]Pour la nécéssaire
réconciliation, Nouvelles Éditions Latines, 2011, p. 15.
[ii] Ibidem, p. 50.