martes, 22 de abril de 2014

SOLEMNE ADVERTENCIA DE Mons. LEFEBVRE Y DE Mons. de CASTRO MAYER AL PAPA JUAN PABLO II

Monseñor Marcel Lefebvre
y Monseñor de Castro Meyer



Ecône, 31 de agosto de 1985.

Muy Santo Padre:
Durante quince días, antes de la fiesta de la Inmaculada Concep­ción, Vuestra Santidad ha decidido reunir un Sínodo extraordinario en Roma, con el fin de hacer del Concilio Vaticano II, concluido hace veinte años, "una realidad cada vez más viviente".
Permitid que, con ocasión de este acontecimiento, nosotros, que hemos participado activamente en el Concilio, os comuniquemos res­petuosamente nuestras aprensiones y nuestros deseos, para el bien de la Iglesia y la salvación de las almas que en nosotros confían.
Estos veinte años, según la expresión del Prefecto mismo de la Sagrada Congregación para la fe, han ilustrado suficientemente una situación que desemboca en una verdadera autodemolición de la Igle­sia, excepto en los ambientes donde ha sido mantenida la Tradición milenaria de la Iglesia.
El cambio operado en la Iglesia en los años sesenta se concretó y afirmó en el Concilio por la "Declaración sobre la Libertad Religiosa": acordando al hombre el derecho natural de estar exento de la coacción que le impone la ley divina de adherir a la fe católica para salvarse, coacción que se traduce necesariamente en las leyes eclesiásticas y civiles sometidas a la autoridad legislativa de Nuestro Señor Jesucristo.
Esta libertad de toda coacción de la ley divina y de las leyes hu­manas en materia religiosa, está inscripta entre las libertades procla­madas en la Declaración de los Derechos del Hombre, declaración im­pía y sacrílega condenada por los Papas y en particular por el Papa Pío VI en su encíclica Adeo nota, del 23 de abril de 1791, y en su Alo­cución al Consistorio del 17 de junio de 1793.
De esta Declaración sobre la Libertad religiosa dimana como de una fuente envenenada:
1) El indiferentismo religioso de los Estados, incluso católicos, llevado a cabo desde hace 20 años por instigación de la Santa Sede.
2) El ecumenismo perseguido sin descanso por Vos mismo y por el Vaticano, ecumenismo condenado por el Magisterio de la Iglesia y en particular por la encíclica Mortalium ánimos de Pío XI.
3) Todas las reformas realizadas desde hace 20 años en la Iglesia para complacer a los herejes, a los cismáticos, a las falsas religiones y a los enemigos declarados de la Iglesia, como los judíos, los comu­nistas y los francmasones.
4) Esta liberación de la coacción de la Ley divina en materia re­ligiosa alienta evidentemente a la liberación de la coacción en todas las leyes divinas y humanas y arruina toda autoridad en todos los cam­pos, especialmente en el de la moralidad.
Nosotros no hemos cesado de protestar en el Concilio y desde el Concilio contra el escándalo inconcebible de esta falsa libertad reli­giosa; lo hemos hecho de palabra y por escrito, privada y públicamen­te, apoyándonos en los documentos más solemnes del Magisterio de la Iglesia: entre otros, el Símbolo de San Atanasio, el IV Concilio de Letrán, el Syllabus (n? 15), el Concilio Vaticano I (D.S. 3008) y en la enseñanza de Santo Tomás de Aquino sobre la fe católica II-II, qq. 8 y 16), enseñanza que fue siempre la de la Iglesia, durante casi veinte siglos, confirmada por el Derecho y sus aplicaciones.
Por ello, si el próximo Sínodo no retorna al Magisterio tradicional de la Iglesia en materia de libertad religiosa, sino que confirma este grave error, fuente de herejías, estaremos en el derecho de pensar que los miembros del Sínodo ya no profesan más la fe católica.
En efecto, obrarán contrariamente a los principios inmutables del Concilio Vaticano I, que afirma en su sección IV, capítulo IV, que "el Espíritu Santo no ha sido prometido a los sucesores de Pedro para permitirles publicar, según sus revelaciones, una doctrina nueva, sino
para custodiar santamente y exponer fielmente, con su asistencia, las revelaciones transmitidas por los apóstoles, es decir, el depósito de la fe".
   
En tal caso, no podremos sino perseverar en la santa tradición de la Iglesia y tomar todas las decisiones necesarias para que la Iglesia conserve un clero fiel a la fe católica, capaz de repetir con San Pablo "tradidi quod et accepi".
Santísimo Padre. Vuestra responsabilidad está gravemente compro­metida en esta nueva y falsa concepción de la Iglesia que arrastra al Clero y a los fieles hacia la herejía y el cisma. Si el Sínodo, bajo Vues­tra autoridad, persevera en esta orientación, Vos ya no seréis más el Buen Pastor.
Nos dirigimos a nuestra Madre, la Bienaventurada Virgen María, con el Rosario en la mano, suplicándola quiera comunicaros su Espí­ritu de Sabiduría, así como a los miembros del Sínodo, a fin de poner término a la invasión del modernismo en el interior de la Iglesia.
Santísimo Padre, perdonad la franqueza de esta gestión, que no tiene otro fin sino rendir a nuestro Único Salvador, Nuestro Señor Je­sucristo, el honor que Le es debido, así como a su Única Iglesia, y aceptad nuestros sentimientos de hijos fieles en Jesús y María.



Marcel Lefebvre
Arzobispo-obispo «emérito 
de  Tulle

Antonio de Castro Mayer
Obispo emérito  de C.ampos.

(Original en francés:  "Fldeliter", nº 49, Enero-Febrero, pp, 4-6.) (trad.: O. D. ü.)