miércoles, 23 de abril de 2014

¿El Papa Francisco bendice el concubinato?



¿Francisco I o Padre Bergoglio?

            El Papa Francisco bendice el  concubinato y lo alienta. Lo alienta porque muchos tomarán este gesto, insólito en un Papa, como de que ya no es más pecado  mortal el concubinato, que Nuestro Señor prohibió como pecado grave.

            Dijo Francisco a una divorciada ¡por teléfono! llamándola a su propia casa:  "Un divorciado que toma la comunión no está haciendo nada de malo", o sea que, una persona en pecado mortal, puede comulgar sin problemas. En contra de lo que dice San Pablo: “Quién come indignamente el cuerpo del Señor, come y bebe, su propia condenación”. Como lo enseñó siempre la Iglesia durante 2000 años. Ofender  a nuestro Señor profanando su Santo Sacramento  ¿no es hacer algo malo? Blasfemar contra Cristo ¿es nada? ¿no es pecado? ¿No es ofender a Dios Nuestro Señor? Porque ¿no discernir del cuerpo del Señor no es pecado? Pero, sí, es pecado. Y  gravísimo. ¿Cómo puede decir el “padre Bergoglio” que un divorciado o una divorciada “no  perjudica  a nadie” comulgando en pecado mortal? El primer perjudicado es el que comulga, y, además,  alienta con su ejemplo a otros a hacer lo mismo. ¡Como si ahora hubiese cambiado Jesucristo!  Esto es diabólico. Es ayudar a un alma a condenarse. Y a condenar su alma alentándola  en ese errado camino, cuyo fin, es la muerte eterna. 

            ¿En dónde está el amor al prójimo, entonces, si no me ocupo de lo más importante para él mismo, que es su salvación eterna? ¿O ya no existe más el infierno y la otra vida? Y  “¿Qué dará el hombre a cambio de su alma?” A no ser que "el padre Bergoglio" ya no se crea más en Cristo, ni en el pecado. ¿A perdido la fe éste que se dice Papa, - aunque, curiosamente a él  mismo no le gusta que le llamen así -  ¿Por qué será?... Ni  tampoco se cree autorizado para juzgar en cosas de moral: “¿Quién soy yo para juzgar?” dijo, no hace mucho, en un reportaje aéreo.  Y se presenta a esta mujer, telefónicamente, no como Papa, sino como el "Padre  Bergoglio". 
           Y ni siquiera bendice como siempre hicieron los Papas. Saluda con una mano como un actor de cine o un cantante de moda o un futbolista famoso.  Además es ¿Papa?... ¡Hummm!¿Será este el Papa no elegido canónicamente que profetizó San Francisco de Asís antes de morir; que haría un gran daño a la Iglesia y provocaría un cisma? No puede haber dos Papas vivos a la vez. Y, si Benedicto XVI fue obligado a renunciar – como parece - su  renuncia no es válida. Chi  lo sa? 

…Él alienta a esta mujer a vivir y a permanecer en ese estado de pecado grave. De algún modo bendice al concubinato como para no abandonarlo. Con lo cual hace un mal deliberado, no solo a ella, sino también al hombre que cohabita con ella. Y, un pecado es un pecado, aunque ya no se crea que lo sea, o no se lo acepte como tal. Un pecado es un mal objetivo, no es una cosa subjetiva. No se trata de si el que lo comete “lo siente como pecado, o no”. El pecado tampoco es una moda, como una camisa o un vestido. Si yo bebo un veneno mortal, aunque piense, con todas mis fuerzas, que no me va a hacer daño, producirá su efecto mortal de todos modos.

            San Juan Bautista fue mártir por fustigar al rey Herodes porque éste vivía en adulterio con la mujer de su hermano. Su concubina, Herodías, pidió la degollación de San Juan el Bautista para no verse acusada por éste.

            Santo Tomás Moro murió decapitado también por no apoyar, como canciller que era del reino, el divorcio de Enrique VIII para casarse con Anna Bolena. Divorcio que el Papa se oponía a concederle, por ser un pecado e impedimento grave. Aunque el rey argumentara una razón de estado, por carecer de descendencia  masculina como sucesor a su reinado. “Lo que Dios unió no lo separe el hombre”. Eso está mandado por Cristo-Dios. No es un precepto puramente humano, sino divino. Y Dios no manda, o prohíbe por capricho, y sin fundarse en cuál es nuestro propio bien, sino como un medico que conoce el mejor remedio para nuestra salud. Porque Él, y solo Él, conoce la íntima naturaleza nuestra. Lo que nos conviene o no, de acuerdo a la naturaleza que Él mismo creó y nos dio. Solo que el hombre en su estado de naturaleza actual está enfermo. Está herida su naturaleza por el pecado original. Cristo vino para eso. Para curarnos de esa herida y de sus consecuencias. Pero el hombre puede tomar o rechazar lo que nos trajo Cristo como un don. Vino “para la salvación de muchos” porque no todos le habían de recibir.

            El Papa no  está, ni nunca estuvo, ni puede estar por encima de los mandamientos divinos.  No importa los" tiempos" que esté viviendo la humanidad. Dios está por encima de los tiempos. Todo está en Él en un presente eterno. Ni el más mínimo detalle se le escapa de ellos. Cuando manda positivamente, o prohíbe algo, están todos los tiempos que vivió y vivirá la humanidad, en un eterno presente ante Él. Los mandamientos de Dios no “evolucionan”. Por eso muchos defienden este dogma moderno de la “evolución” no por razones “científicas” sino morales. El Papa solo está para custodiar el depósito de la fe íntegramente. Sin cambiar ni una jota, ni un punto sobre  la jota. “El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán”, nos enseñó  Nuestro Señor Jesucristo. La misión del Papa sobre la tierra es custodiar, en el nombre de Cristo,  lo ya dado para todos los tiempos. Por eso el Papa debe usar zapatos rojos: porque representan la sangre de Cristo, que fue el precio que Él pagó por nuestros pecados. ¿Qué lujo puede representar un color u otro sino el sentido simbólico? Ni siquiera las vestimentas papales son por la persona “fulano de tal”, sino por el cargo y la representación de honra a Jesucristo, significadas en cada ornamento. El Papa no está para cambiar el Evangelio y la Tradición, sino, todo lo contrario, para guardar su inamovible pureza. No puede cambiar nada de la Ley de Dios. San Pablo le dice a los primeros cristianos que si “uno de ellos, (uno de los mismos Apóstoles), o un ángel del cielo, viene a predicarles un Evangelio distinto al que ellos recibieron del propio Jesucristo, debe éste ser excomulgado. Y, a Timoteo, le insta a custodiar y “mantener incorrupto el Depósito de la Fe, huyendo de cualquier novedad”. Porque esto es lo que abundará en los últimos tiempos: “Hombres que no soportarán ya la sana verdad, sino que se buscarán maestros de acuerdo a sus pasiones y que halaguen sus oídos. Y hasta se crearán fábulas y creerán  en ellas,  para huir de la verdad.”

            La susodicha mujer dice ser una "creyente" porque iba a Misa "cuando era chica". En todo caso "era" creyente cuando era chica, no ahora. Pero en realidad ignora completamente su religión, hasta en lo más elemental. ¿Cómo se puede ser realmente creyente de lo que se ignora completamente? Dice San Agustín: "Porque los que creen y obran, según la verdadera fe, viven, y no están muertos; mas los que o no creen, o creen viviendo mal, no teniendo caridad, más bien deben considerarse como muertos" (...) [Comentario al Evangelio de San Juan. Catena Áurea].
          El periodista que la reporteaba, ateo e ignorante también, por supuesto de la religión, se permite "reportear" y aún hablar (opinando de lo que no sabe) ¿raro no? en un tono solapadamente en contra de la religión católica, apoyando la posición de esta pobre mujer y poniendo en su cabecita la idea encubierta de un abuso de la religión al exigir cosas tan “crueles" y "pesadas” a los fieles, (los cuales, en realidad, hoy, son como niñitos caprichosos y malcriados que no les deja la Religión hacer solo lo que les gusta).

            Primeramente ésta divorciada señora dice que “se sentía mal por romper las reglas de la Iglesia”. Ningún cristiano verdadero se siente cercado por  “reglas” y, si lo sintiera, estaría comenzando a perder la fe.  Eso es una muestra más de que esta mujer no es católica realmente. Habrá sido bautizada, tal vez, pero no ha vivido como tal. No sabe lo que es ser católica. Ser católica es creer en Jesucristo. Creer en Jesucristo con verdadera fe, no con una sensiblería exterior y romántica. Creer en Jesucristo es conocer a Jesucristo y meditar siempre sobre lo que nos ha enseñado y revelado. Conocer a Jesucristo es terminar amándolo. "Nadie ama lo que no conoce". Y amarlo es cumplir con sus enseñanzas. Porque para eso vino al mundo: para enseñarnos el camino de la salud eterna que comienza ya en esta vida. Pero el camino lo debemos andar nosotros, por supuesto, con el auxilio de su gracia. Él nos dijo a todos: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre (Dios) sino por mí.” Y, San Pedro, el primer Papa, que murió mártir, les dijo a  los judíos, cuando estos le prohibían predicar a Jesucristo: “No nos ha sido dado otro nombre (que el de Jesucristo) bajo el cielo, por el que podamos ser salvados”. Esto es lo mínimo que le podría haber dicho Francisco a esta mujer, para darle un verdadero testimonio como cristiano y como Papa. Si es que cree aún que su función ante todo, es salvar las almas, aunque tengan trabajo o no los jóvenes. Si Francisco ya no cree en Jesucristo y en su Evangelio me temo que ya no es Papa,  o es un antipapa.  Un enemigo de la Iglesia, adentro de la Iglesia. Mejor dicho, adentro de Roma, adentro del Vaticano. Pero el Vaticano o Roma, materialmente hablando, no son "LA IGLESIA". Eso lo podrá, con el tiempo, decidir la misma Iglesia, que mantiene intacta la Fe. Esta Iglesia que vemos hoy en Roma ya no es la Iglesia de Cristo, pues ella no puede enseñar el error e ir en contra de Cristo y la Tradición multisecular de la Iglesia. Pero, Francisco (o el padre Bergoglio) quiere agradar al mundo, no salvarlo, según parece. ¿Él quiere agradar al mundo? Pues no está aquí para eso. “Si alguno ama el mundo no está en él el amor de Dios” – Dice el Apóstol San Juan. El mundo aborreció, y aborrece hoy más que nunca, a Jesucristo y a sus discípulos. Como en su propio tiempo. Y los que le persiguen son los mismos. El mundo ama lo que es suyo y aborrece a quién le contradice de sus amores. Y Judas está aún entre nosotros.

            Yo no soy ningún sacerdote, ni tampoco ningún teólogo, soy un católico que peregrina por esta corta vida tratando de ser fiel a Dios Nuestro Señor, con el auxilio de su gracia. Solo hablo de lo que veo, oigo, sé y conozco. "Cuando entro a una Iglesia - decía Chesterton - yo me saco el sombrero, no la cabeza." 

            En el mundo todos tenemos sufrimientos. Nadie se libra de ellos.  “Porque Dios hace salir el sol, sobre justos e injustos. Y hace llover sobre buenos y malos.” La diferencia está en que un católico sabe por qué, y para qué, son sus sufrimientos. Y hasta puede ser feliz en medio de ellos. Pero el no creyente, o el que cree que cree, pero que, en realidad,  no cree; o el que vive como los que no creen: con sus mismos “códigos” morales, su misma “filosofía” de la vida, ignorantes  del gran tesoro oculto en el campo de la Fe en Jesucristo, apegados a este mundo como si fuera para siempre, siendo en realidad tan breve como un suspiro, viven en el error, en una ilusión sin raíz en lo real, y eso desemboca, tarde o temprano, en  la desesperación. Incapaces de verdadera paz y de verdadera alegría. En la Fe en Jesucristo está la verdadera alegría y felicidad. Hoy cada día se puede ver con más claridad en qué termina un mundo sin Dios. Porque el mundo de hoy es un mundo sin Dios, y más; un mundo contra Dios. Basta con mirar alrededor y hacer silencio, sobre todo silencio en lo interior de nosotros mismos. No tener miedo al silencio. Él revela muchas cosas que  están ahí mismo, frente a nosotros…y también en nosotros. No nos dejemos engañar. "Porque vendrán muchos falsos cristos y os dirán Cristo está aquí o está allá. No les creáis. Y, el que perseverare hasta el fin, ése será salvo."

"Venid a mí todos los estáis agobiados y cargados
y yo os aliviaré. Llevad sobre vosotros mi yugo, 
porque mi yugo es fácil y mi carga es ligera."

“Yo he venido para que tengan vida
y para que la tengan en abundancia.”

“El que cree en mí, ríos de agua viva brotarán de su seno.”

“El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá.”
“Y esta es la vida eterna, que crean en ti, Padre,
y en Jesucristo, a quien has enviado.”

Dios, Nuestro Señor, se apiade de nosotros…digo por lo que viene.

Alberto M. Borromeo