lunes, 28 de abril de 2014

EL PADRE PÍO Y LA MISA

El Padre Pio




Introducción

            Encontrándonos en comunión con lo que la Iglesia ha enseñado siempre, hemos visto con verdadero estupor cómo se ha confundido lo accidental con lo substancial, al producirse el mal llamado "aggiornamento" en la celebración del Santo Sacrificio de la Misa.

            Suaviter in modo, fortiter in re; nos unimos en la lucha — certa bonum certamen — por conservar la Santa Misa tal como fue codificada para siempre por el Papa San Pío V mediante su Bula "Quo primum tempore"; entendiendo de este modo conservar algo substancial de nuestra Santa Religión Católica, Apostólica, Romana, única verdadera, fuera de la cual no hay salvación.

            Así, en efecto, hemos asistido impotentes al triunfo (que deseamos sea solo circunstancial y momentáneo) de una doble falsedad: primero, que la "nueva" Misa es "lo mismo" que la "vieja" Misa 1, y segundo, que la Misa en "lengua vulgar" no es más que la traducción de la celebrada antes en la lengua oficial de la Iglesia, el universal latín2[i].

            Para ayudar a refutar este equívoco que se ha hecho carne en tantísimas personas de bien — incluso en versadas en el Magisterio Tradicional y Pontificio — ofrecemos la traducción de este excelente trabajo.

José María Gonzales Chaves


            El Padre Pío rechazó la neo-Misa de Paulo VI3 y continuó celebrando su santa Misa cotidiana según el rito tradicional: aquel de todos los Santos hasta ahora canonizados.

            Rechazó la neo-Misa y el uso de la lengua vulgar en la Santa Misa sosteniendo que ninguna ley podía imponerle ni lo uno ni lo otro privándolo de la Misa de su ordenación sacerdotal, aquella que le fue confiada "in aeternum" sin divorcios ni poligamias posibles.

            Rechazó también el pronunciar en alta voz el Canon de la Misa e incluso bajó más el volumen de su voz para evitar el ser burlado por el uso de amplificadores.

            Rechazó el abandonar el uso del manípulo no sólo por ser el más antiguo de los ornamentos sacros y reclamo constante de una actitud hierática durante toda la celebración sino también porque en la breve fórmula —que repetía devo­tamente al colocárselo— encontraba la síntesis de toda su vida de martirio: "Merear, Domine, portare manipolum fletus et doloris, et cum exsultatione recipiam mercedem laboris".

            El Padre Pío había visto claramente en la preparación de la neo-Misa el perfil de Lutero, y había visto la realidad; la neo-Misa cumple en efecto la definición de la Misa dada por Lutero: "La cena del Señor, o misa, es la sacra sinaxis o asamblea del pueblo de Dios, presidida por el Sacerdote, para celebrar el me­morial del Señor. Vale por eso eminentemente para esta asamblea local de la Santa Iglesia la promesa de Cristo: Allí donde dos o tres se reunieren en nombre mío, Yo estaré en medio de ellos." (Instructio Generalis sobre la nueva Misa publicada en abril de 1969 en el artículo VII). Esta definición es herética y está excomulgada por el Concilio de Trento: "Aquel que hubiere dicho ser la Misa simple memoria del sacrificio cumplido sobre la cruz, anathema sit!" (Sess. XXII, can. 3).

            Frente a tanta enormidad —el artículo VII de la Instructio Generalis — y a pesar de estar firmada por Paulo VI, el impacto que produjo en los fieles fue de tal magnitud que dicha definición, once meses después, fue revertida en sentido católico y se hizo pasar la primera redacción herética como una equivocacioncita perdonabilísima y sin consecuencias prácticas. Y efectivamente dicha reversión no tuvo consecuencias prácticas sobre la neo-Misa, que permaneció inmodificada. Pensad en el caso de un arquitecto que en lugar de construiros una villa os construye una sala cinematográfica, y que ante vuestra protesta toma el proyecto de la sala cinematográfica y os dice: "Por una palabra equivocada tanto barullo? Basta retocarlo" y al así decirlo lacha el título "Sala Cinemato­gráfica" y escribe en su lugar "Villa", concluyendo triunfalmente "Ahora quedáis satisfecho, idos tranquilamente en paz!".

            Ahora se comprende por qué en la introducción al neo-misal de los domingos, editado en Francia, se dice que en la Misa "se trata simplemente de hacer me­moria del único sacrificio ya cumplido": porque la neo-Misa ha permanecido tal cual fue construida en base a la primera redacción —herética— del artículo VII, y no viene corregida en base a la nueva redacción —católica —de la misma.

            Será un problema para los apologistas de la infalibilidad pontificia demos­trar que la primera firma de Paulo VI, puesta como garantía contra el error, no fue formalmente papal 4.

            Ya otros Papas hicieron alguna cosa similar. En 359 Liberio firmó una fórmula semiarriana. En 553 Vigilio favoreció la herejía de los monotelistas rechazando el declarar abiertamente la doctrina de las dos voluntades en Jesu­cristo y no condenó más a los negadores de las dos naturalezas, los rnonoficitas. Lo mismo hizo después de él, Pelagio que también retomó el error de su propio predecesor. Bonifacio IV, en 612, adoptó sobre tal cuestión una actitud equívoca por lo cual fue recriminado por San Columbano. Honorio en el 634 dejó que la herejía de los monotelistas se propagase por toda la Iglesia "para no retrotraer —decía El— viejas controversias sobre cuestiones de palabras".
Estos Pontífices y aún otros pudieron errar e inducir a error a los fieles, no obstante el carisma de la infalibilidad pontificia: advertencia para los fieles y ante todo para los mismos pastores.

 
Martin Lutero


Martín Lutero

            Para Lutero la Misa católica, entendida como debe ser entendida, es decir como sacrificio, era idolatría detestable e hizo de todo por destruirla.

            Permitidme, queridos lectores, citar un texto ya conocido por vosotros (repetita iuvant!): "Cuando la Misa sea trastornada estoy convencido que habremos trastornado con ella todo el papismo. Efectivamente el papismo se apoya en la Misa como sobre una roca, todo entero, con sus monasterios, obispados, colegios, altares, ministerios y doctrinas, en una palabra con todo su vientre. Todo ello crujirá necesariamente cuando sea resquebrajada su Misa sacrílega y abominable. Yo declaro que todos los prostíbulos, los homicidios, los hurtos, los asesinatos y los adulterios son menos malvados que aquella abominación que es la Misa papista" (Werke, t. X, s. II, p. 220 y t. XV, p. 774).

            Quiere sin embargo conservar algún parecido con la antigua Misa para evitar traumas demasiado bruscos en los espíritus débiles. Nace así la Formula Missae, una cierta cosa similar a la Misa Normativa de Paulo VI. Allí se conservaba el vocabulario católico pero con connotaciones de un sentido ya no católico. "Nuestra intención —allí se dice— es de purificar el culto de todas las superpo­siciones que lo han desfigurado… ante todo del abominable Canon, fárrago lagunoso de fórmulas fangosas. Se ha pretendido hacer de la Misa un sacrificio, se le quisieron agregar ofertorios... La Misa no es sacrificio, no es acción de un sacrificador. Vemos en ella simplemente una especie de sacramento o testamento: llamémosla bendición o eucaristía o mesa del Señor o cena del Señor para que no la ensuciéis con el título de sacrificio o acción. . . Así, rechazando junto al Canon cualquier otra cosa que reclame la idea de oblación, nosotros no con­servamos sino aquello que es puro y santo y así comenzamos nuestra misa" (Formula Missae, passim). "Muchas otras cosas se harán con el tiempo, cuando llegue el momento oportuno. Lo que importa ante todo es que la Palabra triunfe" (Werke, t. XII, p. 37). ¿Quién podrá decir que en la neo-Misa de Paulo VI la Palabra no haya triunfado?

            La Missa normativa luterana, llamémosla así, nacida en una nueva religión de secularizados, sustituyó al sacerdote del sacrificio a Dios por un presidente de la asamblea del pueblo. Negó cualquier otra presencia de Nuestro Señor aparte de aquella que puede darse por el "donde dos o tres personas están reunidas en Su nombre" —ver el artículo VII de la Instructio Generalis— y declaró idolatría toda forma de culto eucarístico verdadero y propio. Y abominación absurda toda celebración de la  Misa sin  pueblo y por los ausentes.  Los secularizados como Lutero, fundadores del protestantismo, habiendo rechazado el propio sacerdocio no pudieron tolerar más que otros fueran sacerdotes; como consecuencia debie­ron negar a la Misa su carácter de sacrificio y excluir de la Especie Eucarística la presencia de la Víctima Divina.

            Sobre la nueva Misa el Padre Pío había visto perfilarse la sombra de Lutero y por eso la rechazó, y no quiso pedir —para continuar celebrando la Misa de siempre— la autorización pretendida por Mons. Bugnini.
           
            Tal sombra la sintieron también los fieles, aquellos mismos que después inevitablemente tuvieron que soportarla.

            Tal la sintieron también tantos sacerdotes que cayendo en la trampa prepa­rada por Mons. Bugnini creyeron que la Misa de siempre estaba prohibida y, con la muerte en el corazón, aceptaron la nueva Misa protestantizada. Nueva Misa que fue denunciada a Paulo VI por teólogos, liturgistas y pastores de ánimo corajudo quienes le dijeron:

            "El Novus Ordo Missae, considerados los elementos nuevos, susceptibles de apreciaciones muy diversas, que aparecen subentendidos o implicados, se aleja de manera impresionante, en conjunto y en detalle, de la teología católica de la Santa Misa, cual fue formulada en la XXII Sesión del Concilio de Trento, el cual, al fijar definitivamente los "cánones" del rito, levantó una barrera infran­queable contra toda herejía que pudiera menoscabar la integridad del misterio.
 
San Pio V codificó la Misa
 "In eternum"

            "Las razones pastorales aducidas para justificar tan grave rompimiento, aun si tuviesen el derecho de subsistir frente a razones doctrinales, no parecen suficientes. Tantas novedades aparecen en el Novus Ordo Missae, y, en cambio, tantas cosas de siempre se encuentran relegadas a un sitio menor o a otro sitio —por si acaso encuentran aún lugar—, que podría resultar reforzada y cam­biada en certidumbre la duda (que desgraciadamente se insinúa en numerosos ambientes) según la cual verdades siempre creídas por el pueblo cristiano po­drían cambiar o silenciarse, sin que haya infidelidad al depósito sagrado de la Doctrina al que la fe católica está ligada para la eternidad.

            "Las recientes reformas han demostrado suficientemente que nuevos cam­bios en la liturgia no podrán hacerse sin llevar a la desorientación más total a los fieles que ya manifiestan que les resultan insoportables y disminuyen in­contestablemente su fe. En la mejor parte del clero, esto se nota por una crisis de conciencia torturadora de la que tenemos testimonios innumerables y coti­dianos."(Bacci-Ottaviani, Breve examen crítico. Carta introductoria, Roma 1969).

            Pero en el nuevo clima de diálogo a todo nivel —determinado por el reciente Concilio— dichas respetuosas y vibrantes protestas no fueron encon­tradas dignas de la más mínima consideración.

El vicio radical de la neo-Misa

"El vicio radical del Novus Ordo Missae es el de haber introducido en la celebración de la Misa el sistema de los ritos ad libitum, de las fórmulas ad libitum, y a menudo imprecisas, que autorizan con la garantía de la legalidad tanto la Misa verdadera cuanto el memorial herético.
           
            "A esta Misa polivalente. . . nosotros no cesaremos de oponer un rechazo respetuoso pero irreductible.

            "El Novus Ordo Missae es un Ordo a fragmentos. Así deviene esta cosa verdaderamente monstruosa que justifica a la par tanto al Sacerdote Católico cuanto al Modernista en sus tan diferentes celebraciones. Aquel Sacerdote de le segura y piadosa hilvanando ciertos fragmentos de las lecturas, de los rezos eucarísticos, de los ritos de la Comunión, bien o mal, consigue nuclear una Misa discreta y realmente válida. A la inversa un sacerdote modernista que no cree más ni en la Presencia real ni en la realidad del Sacrificio Eucarístico ni en el carácter sacerdotal, bastará con que ordene otra serie total de fragmentos y, podrá componer otra Misa: conforme a sus herejías, no creyendo más en la Presencia real, dará la Comunión en la mano o la hará distribuir por cualquier jovencita; no creyendo más en el Sacrificio real, se valdrá del mini-canon; reducirá la consagración a la simple lectura de un relato de los textos sagrados; luego, no obstante las urgencias pastorales, conforme al espíritu del Novus Ordo Missae, encuadrará la pseudo-consagración con invocaciones tendenciosas, así como antes había multiplicado las preguntas sospechosas en la oración universal de su invención. El sacerdote modernista actuará de esta manera sin que Uds. puedan llamarle la atención, dado que el proprium del Novus Ordo Missae es el de haber dispuesto sus fragmentos de manera tal que sirvan tanto al sacerdote modernista cuanto al católico: basta con ordenar los fragmentos como uno quiera. . . Gra­cias a tal multiplicidad de fragmentos el Novus Ordo Missae está a disposición tanto del modernista cuanto del católico. Esto es lo que lo hace gravísimamente equívoco.


Paulo VI 
           
"Pero hay algo peor. Es necesario también decirlo, y ante todo es necesario tenerlo presente: que es más favorable al modernista que al católico.
            "El sacerdote fiel es engañosamente contrariado porque el Novus Ordo Missae, en el espíritu y en la letra, somete al sacerdote a las opciones de la asamblea. Ahora todo está como en un período de anarquía y los heréticos saben hacer su juego para extraer de la asamblea del pueblo de Dios los ritos y las mociones heréticas. Por la misma razón los sacerdotes fieles, que cedieron con respecto al Novus Ordo Missae, están forzados a tener que variar ritos y fórmu­las de acuerdo al capricho y a la importancia numérica de la asamblea" (R. Th. Calmel, Le repas mystique, en Itinéraires, sept. /oct. 1970, pp. 178-180).

            El Novus Ordo Missae — porque es equívoco — es más peligroso que si fuera abiertamente herético. De la herejía abierta es más fácil defenderse que de la herejía envuelta en fórmulas que pueden ser interpretadas también en sentido católico. La fórmula errónea impuesta en reemplazo de la fórmula explícita-mente mente ortodoxa pone punto final a la confesión de fe ortodoxa que ésta repre­sentaba. La cesación de dicha explícita confesión de fe debilita la virtud misma de la fe: la cesación de los actos debilita el habitus.

            Las verdades de fe revelada aparecen sensim sine sensu respecto de las opiniones libres e inciertas, las cuales es fácil sean sustituidas al fin —en modo casi indolente— por la negación explícita de las mismas.

            Que tanto daño creado se vaya extendiendo cada vez más es un hecho indudable, lo cual debería hacer temblar el pulso y las venas a los autores del Novus Ordo Missae pero inconcebiblemente éstos ni siquiera parpadean.

            Fra Galdino da  Pascarenico


"Notizie". Turín, año X, nº 37. Noviembre de 1979.




NOTAS

1 En efecto los protestantes jamás celebraron nuestra Misa católica, ahora en cambio sí pueden hacerlo con la "nueva" Misa según declaración del Consistorio Protestante de Augsburgo (ver ROMA, n° 57, pág. 53).

2 Cualquier persona de buena voluntad que haya conservado su misal puede constatarlo por sí misma mediante el sencillísimo arbitrio de cotejar lo que dice el celebrante con la traducción castellana de su propio misal.

3 El Padre Pío, fallecido en 1968, rechazó, según lo relata el autor, las reformas que prepararon el Novus Ordo Missae, las que constituyen su antecedente, acostumbrando a los espíritus a los cambios, configurando ya la Revolución Litúrgica. Por esto, antes de la aparición del Novus Ordo Missae, en 1969, ya se puede hablar de la neo-Misa (N. d. I. R.).

4 No vemos ningún problema para el dogma de la infalibilidad pontificia en el hecho que Pablo VI haya podido firmar algo contrario a la fe. El Papa es infalible cuando pronuncia "ex-cathedra" una definición dogmática. El mismo Pablo VI ha mani­festado públicamente, en su discurso del 19 de noviembre de 1969, refiriéndose al Novus Ordo Missae, lo siguiente: "El rito y la respectiva rúbrica por sí NO SON UNA DEFI­NICIÓN DOGMÁTICA; son susceptibles de una calificación teológica de valor diverso, según el contexto litúrgico a que se refieren; son gestos y términos que se relacionan con una acción religiosa, vivida y viviente, de un misterio inefable de presencia divina que no siempre se realiza de un modo unívoco, acción que sólo la crítica teológica puede realizar y expresar en fórmulas doctrinarias lógicamente satisfactorias". (N. d. I.R.).