El Padre Pio |
Introducción
Encontrándonos en comunión con lo que la Iglesia ha
enseñado siempre, hemos visto con verdadero estupor cómo se ha confundido lo
accidental con lo substancial, al producirse el mal llamado "aggiornamento"
en la celebración del Santo Sacrificio de la Misa.
Suaviter in
modo, fortiter in re;
nos unimos en la lucha — certa bonum
certamen — por conservar la Santa Misa tal como fue codificada para siempre
por el Papa San Pío V mediante su Bula "Quo
primum tempore"; entendiendo de este modo conservar algo substancial
de nuestra Santa Religión Católica, Apostólica, Romana, única verdadera, fuera
de la cual no hay salvación.
Así, en efecto, hemos asistido impotentes al triunfo (que
deseamos sea solo circunstancial y momentáneo) de una doble falsedad: primero,
que la "nueva" Misa es "lo mismo" que la "vieja"
Misa 1, y segundo, que la Misa en "lengua vulgar" no es más que la
traducción de la celebrada antes en la lengua oficial de la Iglesia, el
universal latín2[i].
Para ayudar a refutar este equívoco que se ha hecho carne
en tantísimas personas de bien — incluso en versadas en el Magisterio
Tradicional y Pontificio — ofrecemos la traducción de este excelente trabajo.
José María
Gonzales Chaves
El Padre Pío rechazó la neo-Misa de Paulo VI3 y continuó
celebrando su santa Misa cotidiana según el rito tradicional: aquel de todos
los Santos hasta ahora canonizados.
Rechazó la neo-Misa y el uso de la lengua vulgar en la
Santa Misa sosteniendo que ninguna ley podía imponerle ni lo uno ni lo otro
privándolo de la Misa de su ordenación sacerdotal, aquella que le fue confiada
"in aeternum" sin divorcios ni poligamias posibles.
Rechazó también el pronunciar en alta voz el Canon de la
Misa e incluso bajó más el volumen de su voz para evitar el ser burlado por el
uso de amplificadores.
Rechazó el abandonar
el uso del manípulo no sólo por ser el más antiguo de los ornamentos sacros y
reclamo constante de una actitud hierática durante toda la celebración sino
también porque en la breve fórmula —que repetía devotamente al colocárselo—
encontraba la síntesis de toda su vida de martirio: "Merear, Domine,
portare manipolum fletus et doloris, et cum exsultatione recipiam mercedem
laboris".
El Padre Pío había
visto claramente en la preparación de la neo-Misa el perfil de Lutero, y había
visto la realidad; la neo-Misa cumple en efecto la definición de la Misa dada
por Lutero: "La cena del Señor, o
misa, es la sacra sinaxis o asamblea del pueblo de Dios, presidida por el
Sacerdote, para celebrar el memorial del Señor. Vale por eso eminentemente
para esta asamblea local de la Santa Iglesia la promesa de Cristo: Allí donde
dos o tres se reunieren en nombre mío, Yo estaré en medio de ellos." (Instructio Generalis sobre la nueva
Misa publicada en abril de 1969 en el artículo VII). Esta definición es
herética y está excomulgada por el Concilio de Trento: "Aquel que hubiere dicho ser la Misa simple memoria del sacrificio
cumplido sobre la cruz, anathema sit!" (Sess. XXII, can. 3).
Frente a tanta
enormidad —el artículo VII
de la Instructio
Generalis — y a pesar de estar firmada por Paulo VI, el impacto que produjo en los fieles fue de tal magnitud que dicha
definición, once meses después, fue revertida en sentido católico y se hizo
pasar la primera redacción herética como una equivocacioncita perdonabilísima y
sin consecuencias prácticas. Y efectivamente dicha reversión no tuvo
consecuencias prácticas sobre la neo-Misa, que permaneció inmodificada. Pensad
en el caso de un arquitecto que en lugar de construiros una villa os construye
una sala cinematográfica, y que ante vuestra protesta toma el proyecto de la
sala cinematográfica y os dice: "Por una palabra equivocada tanto barullo?
Basta retocarlo" y al así decirlo lacha el título "Sala Cinematográfica"
y escribe en su lugar "Villa", concluyendo triunfalmente "Ahora
quedáis satisfecho, idos tranquilamente en paz!".
Ahora se comprende por
qué en la introducción al neo-misal de los domingos, editado en Francia, se
dice que en la Misa "se trata simplemente de hacer memoria del único
sacrificio ya cumplido": porque la neo-Misa ha permanecido tal cual fue
construida en base a la primera redacción —herética— del artículo VII, y no viene corregida en base a la nueva redacción —católica —de la
misma.
Será un problema para
los apologistas de la infalibilidad pontificia demostrar que la primera firma
de Paulo VI,
puesta como garantía contra el error, no fue
formalmente papal 4.
Ya otros Papas
hicieron alguna cosa similar. En 359 Liberio firmó una fórmula semiarriana. En
553 Vigilio favoreció la herejía de los monotelistas rechazando el declarar
abiertamente la doctrina de las dos voluntades en Jesucristo y no condenó más
a los negadores de las dos naturalezas, los rnonoficitas. Lo mismo hizo después
de él, Pelagio que también retomó el error de su propio predecesor. Bonifacio IV, en 612, adoptó sobre tal cuestión una actitud equívoca por lo cual fue
recriminado por San Columbano. Honorio en el 634 dejó que la herejía de los
monotelistas se propagase por toda la Iglesia "para no retrotraer —decía
El— viejas controversias sobre cuestiones de palabras".
Estos Pontífices y aún otros pudieron errar e inducir a error a los
fieles, no obstante el carisma de la infalibilidad pontificia: advertencia para
los fieles y ante todo para los mismos pastores.
Martín Lutero
Para Lutero la Misa católica,
entendida como debe ser entendida, es decir como sacrificio, era idolatría
detestable e hizo de todo por destruirla.
Permitidme, queridos
lectores, citar un texto ya conocido por vosotros (repetita iuvant!): "Cuando la Misa sea trastornada estoy
convencido que habremos trastornado con ella todo el papismo. Efectivamente el
papismo se apoya en la Misa como sobre una roca, todo entero, con sus
monasterios, obispados, colegios, altares, ministerios y doctrinas, en una
palabra con todo su vientre. Todo ello crujirá necesariamente cuando sea
resquebrajada su Misa sacrílega y abominable. Yo declaro que todos los
prostíbulos, los homicidios, los hurtos, los asesinatos y los adulterios son
menos malvados que aquella abominación que es la Misa papista" (Werke,
t. X, s. II,
p. 220 y t. XV, p. 774).
Quiere sin embargo
conservar algún parecido con la antigua Misa para evitar traumas demasiado
bruscos en los espíritus débiles. Nace así la Formula Missae, una cierta
cosa similar a la Misa Normativa de Paulo VI. Allí
se conservaba el vocabulario católico pero con connotaciones de un sentido ya
no católico. "Nuestra intención —allí
se dice— es de purificar el culto de
todas las superposiciones que lo han desfigurado… ante todo del abominable
Canon, fárrago lagunoso de fórmulas fangosas. Se ha pretendido hacer de la Misa
un sacrificio, se le quisieron agregar ofertorios... La Misa no es sacrificio,
no es acción de un sacrificador. Vemos en ella simplemente una especie de
sacramento o testamento: llamémosla bendición o eucaristía o mesa del Señor o
cena del Señor para que no la ensuciéis con el título de sacrificio o acción. .
. Así, rechazando junto al Canon cualquier otra cosa que reclame la idea de
oblación, nosotros no conservamos sino aquello que es puro y santo y así
comenzamos nuestra misa" (Formula Missae, passim). "Muchas otras cosas se harán con el
tiempo, cuando llegue el momento oportuno. Lo que importa ante todo es que la
Palabra triunfe" (Werke, t. XII, p. 37). ¿Quién
podrá decir que en la neo-Misa de Paulo VI la Palabra no
haya triunfado?
La Missa normativa
luterana, llamémosla así, nacida en una nueva religión de secularizados,
sustituyó al sacerdote del sacrificio a Dios por un presidente de la asamblea
del pueblo. Negó cualquier otra presencia de Nuestro Señor aparte de aquella
que puede darse por el "donde dos o tres personas están reunidas en Su
nombre" —ver el artículo VII de la Instructio
Generalis— y declaró idolatría toda forma de culto eucarístico verdadero y
propio. Y abominación absurda toda celebración de la Misa sin
pueblo y por los ausentes. Los
secularizados como Lutero, fundadores del protestantismo, habiendo rechazado el
propio sacerdocio no pudieron tolerar más que otros fueran sacerdotes; como
consecuencia debieron negar a la Misa su carácter de sacrificio y excluir de
la Especie Eucarística la presencia de la Víctima Divina.
Sobre la nueva Misa
el Padre Pío había visto perfilarse la sombra de Lutero y por eso la rechazó, y
no quiso pedir —para continuar celebrando la Misa de siempre— la autorización
pretendida por Mons. Bugnini.
Tal sombra la
sintieron también los fieles, aquellos mismos que después inevitablemente
tuvieron que soportarla.
Tal la sintieron
también tantos sacerdotes que cayendo en la trampa preparada por Mons. Bugnini
creyeron que la Misa de siempre estaba prohibida y, con la muerte en el
corazón, aceptaron la nueva Misa protestantizada. Nueva Misa que fue denunciada
a Paulo VI por teólogos, liturgistas y pastores de ánimo corajudo quienes le
dijeron:
"El Novus Ordo Missae, considerados los elementos nuevos, susceptibles de apreciaciones
muy diversas, que aparecen subentendidos o implicados, se aleja de manera
impresionante, en conjunto y en detalle, de la teología católica de la Santa
Misa, cual fue formulada en la XXII Sesión
del Concilio de Trento, el cual, al fijar definitivamente los
"cánones" del rito, levantó una barrera infranqueable contra toda
herejía que pudiera menoscabar la integridad del misterio.
"Las razones
pastorales aducidas para justificar tan grave rompimiento, aun si tuviesen el
derecho de subsistir frente a razones doctrinales, no parecen suficientes.
Tantas novedades aparecen en el Novus Ordo Missae, y, en cambio,
tantas cosas de siempre se encuentran relegadas a un sitio menor o a otro sitio
—por si acaso encuentran aún lugar—, que podría resultar reforzada y cambiada
en certidumbre la duda (que desgraciadamente se insinúa en numerosos ambientes)
según la cual verdades siempre creídas por el pueblo cristiano podrían cambiar
o silenciarse, sin que haya infidelidad al depósito sagrado de la Doctrina al
que la fe católica está ligada para la eternidad.
"Las recientes
reformas han demostrado suficientemente que nuevos cambios en la liturgia no podrán hacerse sin llevar a la desorientación más
total a los fieles que ya manifiestan que les resultan insoportables y
disminuyen incontestablemente su fe. En la mejor parte del clero, esto se nota
por una crisis de conciencia torturadora de la que tenemos testimonios
innumerables y cotidianos."(Bacci-Ottaviani, Breve examen crítico.
Carta introductoria, Roma 1969).
Pero en el nuevo
clima de diálogo a todo nivel —determinado por el reciente Concilio— dichas
respetuosas y vibrantes protestas no fueron encontradas dignas de la más
mínima consideración.
El vicio radical de la neo-Misa
"El vicio radical del Novus Ordo Missae es el de haber
introducido en la celebración de la Misa el sistema de los ritos ad libitum,
de las fórmulas ad libitum, y a menudo imprecisas, que autorizan con
la garantía de la legalidad tanto la Misa verdadera cuanto el memorial
herético.
"A esta Misa
polivalente. . . nosotros no cesaremos de oponer un rechazo respetuoso pero
irreductible.
"El Novus
Ordo Missae es un Ordo a fragmentos. Así deviene esta cosa
verdaderamente monstruosa que justifica a la par tanto al Sacerdote Católico
cuanto al Modernista en sus tan diferentes celebraciones. Aquel Sacerdote de le
segura y piadosa hilvanando ciertos fragmentos de las lecturas, de los rezos
eucarísticos, de los ritos de la Comunión, bien o mal, consigue nuclear una
Misa discreta y realmente válida. A la inversa un sacerdote modernista que no
cree más ni en la Presencia real ni en la realidad del Sacrificio Eucarístico
ni en el carácter sacerdotal, bastará con que ordene otra serie total de
fragmentos y, podrá componer otra Misa: conforme a sus herejías, no creyendo
más en la Presencia real, dará la Comunión en la mano o la hará distribuir por
cualquier jovencita; no creyendo más en el Sacrificio real, se valdrá del
mini-canon; reducirá la consagración a la simple lectura de un relato de los
textos sagrados; luego, no obstante las urgencias pastorales, conforme al
espíritu del Novus Ordo Missae, encuadrará la pseudo-consagración con
invocaciones tendenciosas, así como antes había multiplicado las preguntas
sospechosas en la oración universal de su invención. El sacerdote modernista
actuará de esta manera sin que Uds. puedan llamarle la atención, dado que el proprium
del Novus Ordo Missae es el de haber dispuesto sus fragmentos de
manera tal que sirvan tanto al sacerdote modernista cuanto al católico: basta
con ordenar los fragmentos como uno quiera. . . Gracias a tal multiplicidad de
fragmentos el Novus Ordo Missae está a disposición tanto del modernista
cuanto del católico. Esto es lo que lo hace gravísimamente equívoco.
"Pero hay algo
peor. Es necesario también decirlo, y ante todo es necesario tenerlo presente:
que es más favorable al modernista que al católico.
"El sacerdote
fiel es engañosamente contrariado porque el Novus Ordo Missae, en el
espíritu y en la letra, somete al sacerdote a las opciones de la asamblea.
Ahora todo está como en un período de anarquía y los heréticos saben hacer su
juego para extraer de la asamblea del pueblo de Dios los ritos y las mociones
heréticas. Por la misma razón los sacerdotes fieles, que cedieron con respecto
al Novus Ordo Missae, están forzados a tener que variar ritos y fórmulas
de acuerdo al capricho y a la importancia numérica de la asamblea" (R. Th.
Calmel, Le repas mystique, en Itinéraires, sept. /oct.
1970, pp. 178-180).
El Novus Ordo
Missae — porque es equívoco — es más peligroso que si fuera abiertamente
herético. De la herejía abierta es más fácil defenderse que de la herejía
envuelta en fórmulas que pueden ser interpretadas también en sentido católico.
La fórmula errónea impuesta en reemplazo de la fórmula explícita-mente mente
ortodoxa pone punto final a la confesión de fe ortodoxa que ésta representaba.
La cesación de dicha explícita confesión de fe debilita la virtud misma de la
fe: la cesación de los actos debilita el habitus.
Las verdades de fe
revelada aparecen sensim sine sensu respecto de las opiniones libres e
inciertas, las cuales es fácil sean sustituidas al fin —en modo casi indolente—
por la negación explícita de las mismas.
Que tanto daño creado
se vaya extendiendo cada vez más es un hecho indudable, lo cual debería hacer
temblar el pulso y las venas a los autores del Novus Ordo Missae pero
inconcebiblemente éstos ni siquiera parpadean.
Fra
Galdino da Pascarenico
"Notizie". Turín,
año X, nº 37. Noviembre de 1979.
NOTAS
1 En efecto los protestantes jamás
celebraron nuestra Misa católica, ahora en cambio sí pueden hacerlo con la
"nueva" Misa según declaración del Consistorio Protestante de Augsburgo
(ver ROMA, n° 57, pág. 53).
2 Cualquier persona de buena voluntad que
haya conservado su misal puede constatarlo por sí misma mediante el
sencillísimo arbitrio de cotejar lo que dice el celebrante con la traducción
castellana de su propio misal.
3 El Padre Pío, fallecido en 1968,
rechazó, según lo relata el autor, las reformas que prepararon el Novus Ordo
Missae, las que constituyen su antecedente, acostumbrando a los espíritus a los
cambios, configurando ya la Revolución Litúrgica. Por esto, antes de la
aparición del Novus Ordo Missae, en 1969, ya se puede hablar de la neo-Misa (N.
d. I. R.).
4 No vemos ningún problema para el
dogma de la infalibilidad pontificia en el hecho que Pablo VI haya podido firmar algo contrario a la fe. El Papa es infalible cuando
pronuncia "ex-cathedra" una definición dogmática. El mismo Pablo VI ha manifestado públicamente, en su discurso del 19 de noviembre de
1969, refiriéndose al Novus Ordo Missae, lo siguiente: "El rito y la
respectiva rúbrica por sí NO SON UNA DEFINICIÓN DOGMÁTICA; son susceptibles de
una calificación teológica de valor diverso, según el contexto litúrgico
a que se refieren; son gestos y términos que se relacionan con una acción
religiosa, vivida y viviente, de un misterio inefable de presencia divina que
no siempre se realiza de un modo unívoco, acción que sólo la crítica teológica
puede realizar y expresar en fórmulas doctrinarias lógicamente
satisfactorias". (N. d. I.R.).