La
libertad religiosa y el ecumenismo
Allí se
encuentra el problema más grave. Porque de esta libertad religiosa surgió el
ecumenismo y el ecumenismo ha envenenado la vida de la Iglesia. Se ha querido
cambiar todo bajo la luz del ecumenismo: la liturgia 1 ; la
Constitución de la Iglesia a democratizar de una cierta manera con sus
asambleas episcopales; igualmente cambiar el estatuto sacerdotal, dejar más
libertades a los sacerdotes, permitiéndoles casarse. Estas cosas han sido
hechas para aproximarse a los protestantes, para no tener dificultades con los
enemigos de la Iglesia. Por eso sobre este punto no podemos ceder.
Entonces,
¿por qué tenemos relaciones con Roma si no hay medios de entenderse?
Porque siempre se espera tener una influencia sobre Roma y hacer volver al buen
sentido de la Fe a los que tienen las responsabilidad y decirles: vais por un
falso camino desde el Concilio, volved a la Tradición y veréis que la Iglesia
retornará a su curso normal, las vocaciones florecerán, los seminarios
prosperarán, las congregaciones religiosas se desarrollarán. No es con todas estas
reformas que hacéis: reformas de las Congregaciones religiosas, reformas de
las Constituciones en un sentido liberal, en un sentido de disminución de la
autoridad, de disminución de la vida religiosa, de mayor libertad, que lo
lograréis. Todo esto tuvo una influencia desastrosa.
Además, en
ocasión del cambio de la Constitución de nuestra Congregación de los Padres
del Espíritu Santo yo presenté mi renuncia como superior general. Nombrado en
1962 por doce años, tendría que haberme alejado de la dirección de la
Congregación en 1974 si no me elegían de nuevo. Pero cuando vi la manera en que
se cambiaban nuestras constituciones por instigación de las autoridades
romanas —por orden de la Congregación de los religiosos se operaba una
reversión completa de nuestras constituciones, no quedaba por decir así nada de
su espíritu— entonces me negué a firmar tal cosa. Cuando fui a ver a la
Congregación romana, para preguntar lo que debía hacer, se me respondió:
"haced un viaje, id a pasear por América y durante esto tiempo dejad a
vuestros padres hacer sus constituciones, sus cambios". ¡Y todavía yo era
el superior general! Regresé a la casa madre. Tomó la lapicera, redacté una
extensa carta al papa diciéndole: "entrego mi
renuncia, no quiero ser responsable de la destrucción de la Congregación de
los Padres del Espíritu Santo, No quiero poner mi firma para un cambio radical
de toda mi sociedad". Renuncia que fue rápidamente aceptada. He aquí nuestra pobre
Congregación propiamente terminada, desaparecida; acabada: no tiene más
vocaciones.
La influencia de la libertad religiosa, del
ecumenismo en todos los poderes de la Iglesia continúa. El papa prosigue con su ecumenismo de una manera inverosímil. Dice continuamente que él está por la libertad
religiosa. Esta libertad religiosa está inscripta en los derechos del hombre y es al mismo tiempo favorable a los derechos del hombre. En Berna
pronunció un gran discurso ante el gobierno federal sobre la declaración de los
derechos del hombre, la necesidad de defenderlos. Lo que sucedió en el Concilio
continúa. No ha habido cambios. No hay vuelta atrás. Es una verdadera
revolución, una revolución que se hace dentro de la Iglesia, anti-católica, anti-cristiana.
Esto no es católico. Además lo afirman los mismos defensores del liberalismo.
Esto lo pueden leer en el libro "Liberalismo
católico", de Marcel Provost publicado después del Concilio. Este libro
muestra el triunfo del liberalismo en Vaticano II. Naturalmente es el canto de un himno de triunfo: ¡Al
fin, al fin el liberalismo! El autor lo dice explícitamente. Ellos pueden
cantar este himno. Ellos han ganado. Es cierto. No se equivocan.
Nosotros hemos luchado sin descanso contra estas
tendencias liberales que se encuentran dentro de la Iglesia, ¡pero ésta no es
la Iglesia! El liberalismo ha invadido la Iglesia. Estos hombres de la Iglesia
son liberales y han invadido el Vaticano. Han echado a los conservadores,
echado a los católicos. Pues en definitiva echaron al cardenal Ottaviani y a
los cardenales profundamente católicos. A los obispos tradicionales, a los
cardenales tradicionales les pidieron sus renuncias. Por todo el mundo fueron
eliminados y muchas veces de una manera odiosa. Pongo por ejemplo, al arzobispo
de Dublín —uno de mis amigos, miembro de la Congregación de los Padres del
Espíritu Santo-—, Monseñor Mc Quaid, un hombre de una perfecta rectitud, adicto
a la Tradición. Fue recibido en Roma con un menosprecio inverosímil, increíble.
Murió de dolor, él que tenía una veneración por Roma, una veneración por todos
los papas, una veneración por Pío XII,
una veneración extraordinaria. Era su vida: servir al papa, servir a
la Iglesia, a Nuestro Señor en la Iglesia. Alejado como un malhechor cuando iba
a Roma, porque era tradicionalista, porque no se casaba con las ideas nuevas
introducidas en ocasión del Concilio de Roma. ¡Y cuántos obispos renunciaron
por ello, inmediatamente, diciendo: No puedo quedarme en un clima semejante!
El Sínodo de los liberales contra los liberales
¿A qué vamos a asistir a este Sínodo? No vamos a ver
una lucha entre los conservadores —es decir los católicos— y los liberales,
sino una lucha entre los mismos liberales. Porque siempre es así. Actualmente
hay liberales moderados y hay liberales que quieren siempre ir avanzando, los
liberales más absolutos. Entonces se espera verlos pelearse entre ellos. Porque
los que han introducido el liberalismo en la Iglesia, son los que actualmente
detentan el poder en Roma. Son los que ejercieron presión dentro del Concilio
Vaticano II, que nos
echaron afuera, que escondieron las firmas contra el comunismo. Son los que
han actuado de una manera odiosa, que rechazaron los esquemas preparados antes
del Concilio, han actuado de una manera inimaginable, tratándonos como
verdaderos parias. Ellos llegaron al poder.
Echaron a los que estaban por el pasado de la Iglesia.
Pues en este momento son ellos los que se encuentran
al mando, los que disponen de la autoridad. Todavía procuran defender la poca
autoridad que ellos han querido conservar. El papa sacándose su tiara ha
querido decir: la autoridad está hecha para servir. Y bien, si la autoridad
está hecha para servir, entonces sírvannos, dicen los otros. Esto es lo que hoy
dice el cardenal Hume.
El cardenal Hume últimamente realizó una gran
reunión con las asambleas episcopales de Europa, pues él es el presidente. Se
dirigió al papa diciendo: "Escuchad bien esto, hemos hecho esta guerra al
pasado de la Iglesia para ser más libres, tener privilegios, para que los
obispos sean más libres de hacer lo que ellos quieran, que las conferencias
episcopales puedan actuar como ellas entienden cada una en su sector. Y ved
pues que nos venís a incomodar aún con observaciones, limitar nuestros
poderes, etc.. Esto no lo
queremos."
¿Esta es la lucha? ¿Qué va a hacer el papa, qué va a
hacer el cardenal Ratzinger? No podrán defenderse. No pueden defenderse.
Nosotros, conservadores, tradicionalistas, teniendo
la tradición con nosotros, la Verdad de la Iglesia, podemos defendernos contra
el liberalismo, tomando los argumentos que los papas utilizaron contra él. La
Iglesia se defendió contra el liberalismo. Lo ha condenado. Nosotros lo
podemos hacer. Pero ellos si son liberales ¿cómo pueden condenar a los
liberales? Los otros les echan en cara sus propios principios. Dicen:
"dadnos ahora la autoridad que teníais, puesto que la autoridad debe ser
disminuida. Hacednos participar de esta autoridad". Es así como el
cardenal Hume querría permitir en Inglaterra la ordenación de los casados. Él
lo pide. El papa dice no. El cardenal insiste: "dadnos estos poderes. Si
no los dais para otros, dádnoslos al menos para Inglaterra". Así es. Y los
alemanes lo mismo con sus casamientos mixtos. Y todo es así. Los suizos con la
destrucción del matrimonio natural. Es horrible.
Es posible que haya algunos conflictos en el curso
del Sínodo. Pero ésta no será una lucha para volver a la Tradición. Es casi
imposible. Basta leer el libro del cardenal Ratzinger que dice explícitamente:
el Concilio es la Iglesia de hoy. Hay un pasado terminado, finalizado. No es
cuestión de volver para atrás. Sin embargo pasa por tradicionalista. Entonces
uno se pregunta por qué están tan asustados por algunas críticas enunciadas por
el cardenal Ratzinger. Tendrían que pensar al menos que él es tan liberal como
ellos. No tienen nada que temer. No tienen que preocuparse. Sin embargo, como
el cardenal Ratzinger tiene el poder actualmente en Roma y con todo él está
obligado a defender alguna cosa de Roma, no puede decir Amén a todo lo
que los obispos quieren hacer. Las oposiciones, las dificultades son los
resultados.
Es extremadamente grave. Nosotros hemos decidido
manifestar nuestra oposición. No podemos hacer gran cosa, pero la hacemos. Al
menos podemos decir que estamos firmemente opuestos a la toma de posición que
probablemente será aprobada: la continuación del Concilio2,
continuación de la libertad religiosa, continuación del ecumenismo,
mantenimiento de todas las reformas y eventualmente un poco más de reformas,
como por ejemplo, podría ser concerniente al Estado del Vaticano, que no sería
más un Estado político, porque evidentemente los protestantes molestan al
papa, diciendo: "en tanto que seáis un Estado político, jamás podréis ser
el jefe de todas las religiones. Esto no es posible. Sólo se os reconocerá como
jefe de todas las religiones el día en que no tengáis más un Estado político,
sino solamente religioso". Atrás de esto, también están los francmasones
que quieren aniquilar completamente el poder político del Vaticano. No pueden
soportar al nuncio en los países extranjeros y a los embajadores en Roma. La
cuestión es que el papa transforme el Estado del Vaticano en no sé qué. Los
diarios han hablado de ello en estos últimos tiempos. Bien, queremos oponernos
absolutamente a todo esto y advertir que una reafirmación pública de los
errores del Concilio sería una cosa muy grave.
¿Tendremos que seguir el ejemplo de los católicos
ingleses
que se volvieron anglicanos?
He aquí veinte años que se ponen en práctica estos
errores que llevan a las herejías. Si no son herejías formales, ello favorece
netamente a la herejía. No podemos admitir tal orientación. Nos vamos a encontrar
en una situación eclesiástica cada vez más grave, y por ello, a mi juicio, cada
vez más obligados a separarnos de esta corriente; un poco como debieron hacer
los católicos que quisieron mantenerle católicos en la época en que Inglaterra
adoptó la religión anglicana. Un día fue necesario decir: ahora se terminó.
Eran todos católicos. Se volvieron anglicanos. Algunos que resistieron, en un
momento dado dijeron de los otros: ya no son más católicos. Nos preguntamos si
algún día no llegaremos a una situación parecida.
Las personas que hacen declaraciones como los
alemanes con respecto a los matrimonios mixtos, debemos decir que no son más
católicos. Un católico no puede afirmar que la Fe puede ser tanto la fe
protestante como la fe católica, que los niños pueden ser tanto educados por
los protestantes como por los católicos. Esto era materia de excomunión en el
antiguo Derecho Canónico. ¿Por qué? Porque la Pe es el bien más precioso. Es
una ley divina. Nadie puede permitir que se cambie la fe católica, Es de
derecho divino. No es de derecho eclesiástico. Ni el papa mismo puede hacerlo,
ni ningún obispo. Es por eso que antes era necesario que la parte protestante
se comprometiera a que todos los hijos fueran educados en la fe católica:
todos. Ahora, los obispos católicos alemanes dicen: se puede elegir, se puede
optar por una o por la otra religión. ¡No son ya más católicos!
En cuanto a esta declaración que fue hecha en Roma
respecto a los judíos, uno se pregunta si se ha leído bien, si es posible que
se diga que todavía ¡estamos esperando al Mesías!... Como los judíos actuales
esperan al Mesías ¡nosotros esperamos al Mesías!3... ¡Es inverosímil!
Verdaderamente nos preguntamos en dónde estamos.
¡Qué es lo que pasa en la Iglesia? Todo esto viene del liberalismo. Esta peste
se introdujo dentro de la Iglesia, en donde va no hay verdad inmutable. No hay
más dogmas, más definiciones. No se quiere más definir la Verdad. Por eso nos es casi imposible discutir con
ellos.
Cuando se les dice alguna cosa, ellos siempre tienen
esta idea que la Verdad es viva, por consiguiente evoluciona, siempre
evoluciona. Por eso el cardenal Ratzinger dice que Vaticano II es la
Iglesia de hoy, pero entonces no es más la Iglesia de hoy puesto que Vaticano II ya quedó atrás. Es absurdo,
pero para ellos se trata de una evolución continua, la discusión se vuelve
imposible. Cuando lo puse entre la
espada y la pared preguntándole sobre la libertad
religiosa y la encíclica Quanta cura,
el cardenal Ratzinger me dijo: "Pero Monseñor, no estamos ya más en el
tiempo de Quanta cura." Le
respondí: "Y bien, mañana ya no se estará más en el tiempo que usted
dice." Se llega entonces a absurdos que hacen inútil toda discusión. Por
eso cuando vaya a Roma antes de partir para América, me limitaré a presentar
los "dubia" que preparamos sobre la libertad religiosa. Esto va a dar
trabajo a la Congregación de la Fe. No sé si nos responderán.
Si nos responden, sin duda no serán más que
respuestas vagas, insignificantes, ambiguas.
Observamos y seguimos los acontecimientos
Frecuentemente me dicen: "Entonces Monseñor, ¿va
a consagrar un obispo?" Yo respondo: "¡Dejadme en paz con esta
historia de obispo! Ni yo mismo sé, es
todo lo que puedo responder."
Insisten: "Pero Monseñor, usted tiene
años..." Sí, sé muy bien que soy viejo. Me gusta decir: yo sigo a la
Providencia, no me adelanto a ella. Tengo confianza que Dios nos dará señales
aún más claras del deber que tenemos que cumplir. Si hay que hacerlo, lo haré.
Pero solamente si estoy convencido por los acontecimientos que Dios mismo
habrá suscitado. No puedo ser más fuerte que Dios. No soy profeta. No sé lo que
pasará en el futuro. Quiero esperar que Dios hable por medio de los
acontecimientos que nos mostrarán lo que debemos hacer. Entonces, no me pidan
que sepa cuáles son los acontecimientos que vendrán en un mes, en dos meses, en
tres meses. No sé más que cualquier persona. Si llegan tales acontecimientos,
se presentarán cosas muy claras y en ese momento haremos lo que Dios pedirá.
† Marcel
Lefebvre
Arzobispo
Conferencia dada en Ecône el 27
de octubre de 1985, fiesta de Cristo Rey.
De "Fideliter". Nº 49,
enero-febrero 1986, pp. 9 a 19.
(B.P. 14, Annexe 1, 69110, Ste. Foy-lés-Lyon, Francia).
NOTAS
1 En un próximo estudio
probaremos la verdad de esta afirmación.
2 Este juicio de monseñor Lefebvre ha sido ¡y cómo!
confirmado por textos oficiales aprobados por los Padres Sinodales:
2. El fin del Sínodo se logró. "El
fin para el cual se convocó el Sínodo era celebrar, verificar, promover el
Concilio Vaticano II. Con
reconocimiento, percibimos que con ayuda de Dios se recogieron verdaderamente
estos efectos. Unánimemente hemos celebrado el Concilio Vaticano II como una
gracia de Dios y un don del Espíritu Santo: él produjo numerosos frutos espirituales,
tanto para la Iglesia universal como para las Iglesias particulares, asi como
para los hombres de nuestro tiempo. Unánimemente y con alegría hemos verificado
que el Concilio Vaticano II es una
expresión legítima y valedera y una interpretación del depósito de la Pe, tal
como ella se encuentra en la Sagrada Escritura y en la Tradición viva de la
Iglesia. Por esto hemos decidido continuar avanzando por la ruta que nos indica
el Concilio. En pleno acuerdo hemos reconocido la necesidad de promover cada
vez más el conocimiento y la aplicación del Concilio, tanto en su letra como
en su espíritu. De esta manera, nuevos pasos serán dados en la aceptación del
Concilio, es decir, en su interiorización espiritual y su aplicación
práctica."
3. Luces y sombras en la aplicación del
Concilio. "La gran mayoría do los fieles ha recibido el Concilio
Vaticano II con
entusiasmo; aunque algunos aquí y allá le hayan opuesto resistencia.
Incontestablemente el Concilio fue recibido con un gran espíritu de adhesión
porque el Espíritu Santo movió a ello a su Iglesia. Además, aun fuera de la
Iglesia Católica, muchos han mirado al Concilio Vaticano II con
atención.
Notemos sin embargo que pese a los inmensos frutos
del Concilio, hemos reconocido, con gran sinceridad, carencias y dificultades
en su aceptación. Ha habido, en efecto, sombras en el tiempo postconciliar, en
parte debidas a una comprensión y aplicación defectuosas del Concilio, en
parte a otras causas. Sin embargo, de ninguna manera se puede sostener que todo
lo que se produjo después del Concilio se produjo a causa del Concilio...
7. [...] Nosotros todos, obispos, unidos a Pedro y
bajo su dirección, nos hemos comprometido a comprender más profundamente el
Concilio Vaticano II y a
hacerlo entrar en la práctica de la Iglesia. Este fue nuestro objetivo en este
Sínodo. Hemos celebrado y verificado el Concilio para promoverlo. El mensaje
del Concilio Vaticano II, hasta
ahora recibido de común acuerdo por toda la Iglesia, es y será la Carta Magna
para el porvenir I...I". (Doc. Cath., 5-1-86, pp. 36 y 42).
3 Nota de
Fideliter. Citemos atamos pasajes: "El Santo Padre ha presentado esta
realidad permanente del pueblo judío, con una notable fórmula teológica, en su
alocución a los representantes de la comunidad judía de
Alemania Federal en Maguncia, el 17 de noviembre de 1980: "...el Pueblo de Dios de la
Antigua Alianza, que no ha sido jamás revocada..." (...) "Sería
necesario que asumamos nuestra responsabilidad de preparar el mundo a la
venida del Mesías, operando juntos por la justicia social, el respeto de los
derechos de la persona humana" [. ..) He aquí dos herejías
características, la segunda de las cuales no queda en absoluto corregida por el
pasaje que la precede: "...cuando considera el porvenir, el Pueblo de Dios
de la Antigua, v de la Nueva Alianza, tiende a fines análogos: la venida, o el
retorno, del Mesías, aún si es a partir de puntos de vista diferentes" ¿El
Mesías es acaso facultativo? ¡Hay allí una herejía pura y simple! (cf. D.C, 1985. nº 1900, pp.
733 y 7351.
N. de R O
M A: Quien ama a los judíos, esto es quien desea su
bien. no puede callarse lo que "Pedro lleno del Espíritu Santo les
respondió: Príncipes del pueblo, y vosotros ancianos de Israel escuchad:
...Este Jesús es aquella piedra que vosotros desechasteis al edificar, la cual
ha venido a ser la principal piedra del ángulo".
"Fuera de él no hay que buscar la salvación en
ningún otro. Pues no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo por
el cual debamos salvarnos". (Hechos, 4,8 y 11-12).