sábado, 27 de febrero de 2016

¿Obispos Válidos? – II

Comentarios Eleison
Por Monseñor Richard Williamson
Número CDL (450)
27 de febrero de 2016

Monseñor Richard Williamson


La Neo-iglesia es ambigua por donde se la mire,
Pero almas inocentes dentro de Ella, aún vemos  ahora .


          Un estudio reciente por un teólogo competente de la Fraternidad San Pío X concerniente a la validez del Neo-rito de Consagración de Neo-obispos introducido en 1969, provee notable confirmación del segundo punto del plan de tres puntos de la Masonería para destruir la Iglesia Católica, plan que el moribundo Cardenal Liénart (1884–1973) supuestamente reveló en su lecho de muerte. El Cardenal fue un neo-modernista principal en el Vaticano II, y seguramente un Masón él mismo. Antes de citar del resumen del testimonio del Cardenal que apareció en estos “Comentarios” (# 121 del 31 de Octubre de 2009), recordémosle a los lectores que la validez de un sacramento católico requiere, además de un Ministro válido, una Forma y una Materia válidas (palabras y acciones en el corazón de la ceremonia), y la Intención sacramental de hacer lo que hace la Iglesia. Todas las otras palabras a ser dichas en la ceremonia constituyen el Rito que rodea y enmarca la Forma. Ahora, del CE 121:

          Según reveló el Cardenal, el primer objetivo de la Masonería en el Concilio era el de romper la Misa alterando el Rito Católico de tal manera que a largo plazo la Intención católica del celebrante de “hacer lo que hace la Iglesia” se fuera socavando. Gradualmente el Neo-rito iba a inducir a los sacerdotes y a los fieles por igual, a tomar la Misa como un “memorial” o una “cena sagrada” en lugar de como un sacrificio propiciatorio. El segundo objetivo de la Masonería era el de romper la Sucesión Apostólica mediante un Neo-rito de Consagración episcopal que al final socavaría el poder de Ordenación de los obispos, mediante una Neo-forma no automáticamente inválida pero sí suficientemente ambigua como para sembrar duda y, sobre todo, por un Neo-rito que, como un todo, lograría al final disolver la Intención sacramental del obispo consagrante. Esto tendría la ventaja de romper la Sucesión Apostólica tan delicadamente que nadie siquiera lo notaría ( . . . )

         ¿No es que los Neo-ritos de Misa y de Consagración Episcopal de hoy se corresponden exactamente al plan Masónico tal como develado por el Cardenal? Desde que estos Neo-ritos fueron introducidos hacia fines de los 1960 y principios de los 1970, muchos Católicos serios han rechazado creer que ellos pudieran ser usados válidamente. ¡Ay!, no son automáticamente inválidos. Cuanto más simple sería si lo fueran. Son peores. La Neo-forma sacramental de ellos es suficientemente católica como para persuadir a muchos celebrantes de que se pueden usar válidamente, pero el Neo-rito y la Neo-forma están diseñados como un todo para ser tan ambiguos y tan sugerentes de una interpretación no-católica como para invalidar el sacramento a lo largo del tiempo por la corrupción de la Intención católica de cualquier celebrante que o bien es demasiado “obediente” o bien no está vigilando y rezando lo suficiente. Así, Neo-ritos suficientemente válidos como para ellos lograr ser aceptados por casi todos los Católicos a corto tiempo, pero suficientemente ambiguos como para invalidar los sacramentos a largo tiempo, constituyen una trampa satánicamente sutil.

          No queda lugar en este “Comentario” para hacer justicia al reciente artículo del Padre Álvaro Calderón, pero presentemos sus grandes líneas (cuya justificación tendrá que esperar a otro número de estos “Comentarios”): el Neo-rito de Consagración episcopal es totalmente un nuevo Rito. Como tal, ¿es él válido? Ciertamente es ilegítimo porque ningún Papa tiene el derecho de hacer tal ruptura con la Tradición Católica. Por otro lado, en el contexto del Neo-rito y de su institución, la Neo-materia, Neo-forma y Neo-intención son muy probablemente válidas, porque significan lo que necesita ser significado y la mayoría de sus elementos provienen de Ritos aceptados por la Iglesia. Pero, la validez no es certera porque la ruptura con la Tradición no es legítima, y porque el Neo-rito es solamente similar a Ritos aprobados por la Iglesia, y porque todos los cambios van en la dirección modernista. Por consiguiente aplica la necesidad absoluta para una validez certera en los Ritos sacramentales: hasta que el Magisterio de la Iglesia restaurado pronuncie que el Neo-rito de Consagración es válido, para garantizar la validez los Neo-obispos deben ser re-consagrados bajo condición, y los Neo-sacerdotes que han sido ordenados solamente por Neo-obispos deben ser re-ordenados bajo condición.

          El Neo-modernismo es “singularmente resbaladizo”. Fue diseñado para  serlo así .



          Kyrie eleison.



jueves, 25 de febrero de 2016

LA IGLESIA CONCILIAR NO ES CATÓLICA: R. P. PIVERT

Miércoles, 24 de febrero de 2016

Monseñor Marcel Lefebvre







NdB: Monseñor Lefebvre dijo en su declaración del 21 de Noviembre de 1974:

"Las reformas han contribuido y siguen contribuyendo, a la aniquilación del Sacrificio y de los Sacramentos." ¿Que significa la aniquilación del Sacrificio y de los Sacramentos? Sin duda está relacionado a la validez de la misa nueva, la cual es lícito dudar (Breve examen crítico del Novus Ordo Missae), y la validez de los Sacramentos reformados (cambios en el rito de Confirmación, Ordenación Sacerdotal y Consagración Episcopal).

Monseñor Lefebvre dijo: "Ninguna autoridad, ni siquiera la más elevada jerarquía, puede obligarnos a abandonar o disminuir nuestra Fe católica, claramente expresada y profesada por el Magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve siglos." En la verdadera FSSPX nunca se ha negado la autoridad del sumo pontífice, no se le obedece porque sostiene y promueve la herejía modernista. El católico tiene el deber de resistir las enseñanzas de falsas doctrinas aún enseñadas por el soberano Pontífice. "Pero aunque nosotros mismos (dice San Pablo) o un ángel del Cielo os anunciase otro Evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema" (Gálatas 1, 8)."

Continúa  Mons. Lefebvre: "La única actitud de fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica, para nuestra salvación, es el rechazo categórico de la aceptación de la Reforma." El rechazo categórico, significa no aceptar NADA de la reforma. No significa aceptar algo "bueno" en lo malo y por eso «bueno» ponerse en riesgo de beber el veneno completo.

A continuación el artículo del padre Pivert, publicado  en Non Possumus en el 2014. Mediante citas de Mons. Lefebvre se puede constatar que no hay confusión, la iglesia oficial es la iglesia conciliar, esa iglesia no es la Iglesia Católica.  La verdadera línea de la resistencia a la Neo FSSPX consiste en seguir las enseñanzas de Mons. Lefebvre y no innovaciones ni ambigüedades.

Viva Cristo Rey
Santa María de Guadalupe ruega por nosotros



IGLESIA CATOLICA E IGLESIA CONCILIAR

R.P PIVERT



Todo el problema de la crisis de la Tradición yace en el desconocimiento del modernismo y en el temor de cisma, el temor de afirmar la existencia de una iglesia conciliar o de una secta conciliar en la Iglesia. En cuanto al conocimiento del modernismo, no podemos tratarlo aquí, es suficiente proporcionarles esta cita de San Pío X en su Encíclica Pascendi sobre el modernismo: “Y ahora, abarcando con una sola mirada la totalidad del sistema, ninguno se maravillará si lo definimos afirmando que es un conjunto de todas las herejías. Pues, en verdad, si alguien se hubiera propuesto reunir en uno el jugo y como la esencia de cuantos errores existieron contra la fe, nunca podría obtenerlo más perfectamente de lo que han hecho los modernistas”. Por lo demás, estamos obligados a dirigir a nuestros lectores a los numerosos estudios sobre el tema.

En cuanto a la iglesia conciliar, creemos necesario recordar la clara enseñanza de Monseñor Lefebvre. Comenzaremos dando la célebre declaración del 21 de noviembre de 1974, después de la cual daremos los textos que la completan y la precisan.

Declaración del 21 de noviembre de 1974.

Nos adherimos de todo corazón, con toda el alma a la Roma católica, guardiana de la Fe católica y de las tradiciones necesarias para el mantenimiento de esa Fe, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad.

En cambio, nos negamos (como nos hemos negado siempre) a seguir la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante, que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II, y después del Concilio, en todas la reformas que de él surgieron.

En efecto, todas esas reformas han contribuido y siguen contribuyendo a la destrucción de la Iglesia, a la ruina del Sacerdocio, a la aniquilación del Sacrificio y de los Sacramentos, a la desaparición de la vida religiosa, a una enseñanza naturalista y teilhardiana en las universidades, los seminarios, la catequesis, enseñanza surgida del liberalismo y del protestantismo condenados repetidas veces por el Magisterio de la Iglesia.

Ninguna autoridad, ni siquiera la más elevada jerarquía, puede obligarnos a abandonar o disminuir nuestra Fe católica, claramente expresada y profesada por el Magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve siglos.

"Pero aunque nosotros mismos (dice San Pablo) o un ángel del Cielo os anunciase otro Evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema" (Gálatas 1, 8).

¿No es eso lo que hoy en día nos repite el Santo Padre? Y si manifestase cierta contradicción en sus palabras y en sus actos así como en los actos de los dicasterios, entonces optamos por lo que siempre se ha enseñado y hacemos oídos sordos a las novedades destructoras de la Iglesia.

No se puede modificar profundamente la "lex orandi" sin modificar la "lex credendi". A Misa nueva corresponde catecismo nuevo, sacerdocio nuevo, seminarios nuevos, universidades nuevas, iglesia carismática, pentecostalista, cosas todas contrarias a la ortodoxia y al Magisterio de siempre.

Esta reforma, por haber surgido del liberalismo, del modernismo, está completamente emponzoñada; sale de la herejía y desemboca en la herejía, aún cuando todos sus actos no sean formalmente heréticos. Resulta, pues, imposible a todo católico consciente y fiel adoptar esta reforma y someterse a ella, de cualquier manera que sea.

La única actitud de fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica, para nuestra salvación, es el rechazo categórico de la aceptación de la Reforma.

Por eso, sin rebeliones, sin amarguras, sin resentimientos, proseguimos nuestra obra de formación sacerdotal a la luz del Magisterio de siempre, persuadidos de que podemos rendir mejor servicio a la Santa Iglesia Católica, al Sumo Pontífice y a las generaciones futuras.

Por eso nos atenemos firmemente a todo lo que fue creído y practicado, en la Fe, las costumbres, el culto, la enseñanza del catecismo, la formación del sacerdote, la institución de la Iglesia, por la Iglesia de siempre y a todo lo que codificado en los libros publicados antes de la influencia modernista del Concilio, a la espera de que la luz verdadera de la Tradición disipe las tinieblas que obscurecen el cielo de la Roma Eterna.

Al obrar así, con la gracia de Dios, el auxilio de la Virgen María, de San José, de San Pío X, estamos convencidos de que permanecemos fieles a la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana, a todos los sucesores de Pedro, y de ser los "fideles dispensatores mysteriorum Domini Nostri Jesu Christi in Spiritu Sancto". AMEN.

Fin del texto integral de la Declaración del 21 de Noviembre de 1974.

La iglesia conciliar no es católica.

Son ellos que hacen otra iglesia. Ellos siguen siendo lo que son, ellos siguen siendo modernistas, siguen apegados al concilio. Como el concilio es Pentecostés… El cardenal nos lo ha recordado no sé cuántas veces: ¡No hay más que una Iglesia!... No es necesario hacer una Iglesia paralela! Entonces esta iglesia, evidentemente, es la iglesia del concilio. Entonces si se les habla de la Tradición: ¡Pero si el concilio es la tradición ahora. Usted debe sumarse a la tradición de la Iglesia de hoy, no a la que pasó. Ella pasó, ella pasó! ¡Súmese a la iglesia de hoy!

Entonces son ellos que hacen una iglesia paralela, no nosotros.

(Conferencia en Ecône, 9 de junio de 1988).

Por lo tanto la situación es extremadamente grave, pues parece que la realización del ideal masónico se ha cumplido por la misma Roma, por el Papa y los cardenales. Los masones siempre han deseado esto y ellos lo consiguen ya no por ellos sino por los mismos hombres de Iglesia. (Ecône, retiro sacerdotal, septiembre de 1986)

La iglesia conciliar es cismática.

Todos aquellos que cooperan a la aplicación de esta alteración, los que aceptan y se adhieren a esta nueva iglesia conciliar como la designó Su Excelencia Monseñor Benelli en la carta que me dirigió en nombre del Santo Padre, el 25 de junio pasado, entran en cisma. (Declaración al Figaro del 4 de agosto de 1976 e Itinéraires).

Roma está en la apostasía

Es necesario resistir, absolutamente aguantar, resistir hacia y contra todo. Y entonces, ahora, llego a lo que sin duda les interesa más; pero yo digo: Roma ha perdido la fe, queridos amigos. Roma está en la apostasía.  ¡No estoy hablando palabras vacías! ¡Esa es la verdad! ¡Roma está en la apostasía! Ya no podemos tener confianza en esa gente. ¡Ellos abandonaron la Iglesia! ¡Ellos abandonaron la Iglesia! Es cierto, cierto. No podemos entendernos. Es eso, les aseguro, es la sítesis. No podemos seguir a esa gente. Verdaderamente  nos enfrentamos a gente que ya no tiene el espíritu católico, que ya no tienen el espíritu católico. Es la abominación, verdaderamente la abominación.

Podemos decir que estas personas que ocupan Roma actualmente son anticristos. No debemos preocuparnos de las reacciones de esas gentes, nosotros no estamos ante gente honesta. (Conferencia a los sacerdotes, Ecône, 4 de septiembre de 1987).

Esta selección de textos nos ilumina con una claridad resplandeciente acerca de la Revolución doctrinal inaugurada oficialmente en la Iglesia durante el Concilio y continuada hasta nuestros días de tal forma que no podemos dejar de pensar en el “Trono de la Iniquidad” pronosticado por León XIII o a la pérdida de la Fe por Roma profetizado por Nuestra Señora de la Salette.

La adhesión y difusión por parte de las autoridades Romanas de los errores masónicos, condenados tantas veces por sus predecesores, es un gran misterio de iniquidad que arruina, desde sus fundamentos la Fe Católica.

Esta dura y penosa realidad nos obliga, en conciencia, a organizar nosotros mismos la defensa y protección de nuestra Fe Católica. El hecho de ocupar la sede de la autoridad, no es ya, por desgracia, una garantía de la ortodoxia de la fe de aquellos que las ocupan. El mismo Papa difunde, desde entonces, sin descanso, los principios de una falsa religión, que da como resultado una apostasía general.

El restaurador de la Cristiandad es el sacerdote que ofrece el verdadero sacrificio, que administra los verdaderos sacramentos, que enseña el verdadero catecismo en su misión de pastor vigilante por la salvación de las almas.

Es alrededor de estos verdaderos sacerdotes fieles donde los cristianos deben agruparse y organizar toda la vida cristiana.

Todo espíritu de animadversión hacia los sacerdotes que merecen total confianza disminuye la solidez y firmeza de la resistencia contra los destructores de la Fe.

San Juan finaliza su Apocalipsis con este llamamiento: “Veni Domine Jesu”. Ven Señor Jesús, mostraos por fin, sobre las nubes del Cielo, manifestad vuestra Omnipotencia, ¡que vuestro Reino sea universal y eterno! (Presentación del primer número de laDocumentación sobre la Revolución en la Iglesia 4 de marzo de 1991, último texto de Monseñor Lefebvre).

La verdadera Iglesia son los fieles de la Tradición

Entonces, nosotros que tenemos la dicha de comprender estas cosas, que tenemos la dicha de creer en la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, en su realeza, debemos proclamarlo en nuestras familias, en todas partes donde estemos. Debemos reunirnos en todas partes donde haya grupos de cristianos que todavía creen en la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, en su realeza, y que tienen el amor en su corazón, el amor que la Santísima Virgen tiene por su Hijo Jesús. Pues bien, aquellos que tienen este amor, son ellos que son la Iglesia. Son ellos. No son los que destruyen el reino de Nuestro Señor. ¡Esto hay que decirlo abiertamente!

Somos nosotros quienes somos la Iglesia católica. Son ellos los que se separan de la Iglesia católica. No somos nosotros los que hacemos cisma. Nosotros queremos el reinado de Nuestro Señor. Nosotros queremos que se le proclame. ¡Estamos dispuestos a seguirlos! Que nuestros pastores digan en todas partes: Nosotros no queremos más que a un Dios, Nuestro Señor Jesucristo. Solo tenemos un Rey: Nuestro Señor Jesucristo. ¡Entonces les seguiremos! (Homilía en Ecône, 28 de agosto de 1976).

No somos nosotros, sino los modernistas quienes salen de la Iglesia.  En cuanto a decir “salir de la Iglesia VISIBLE”, es equivocarse asimilando Iglesia oficial a la Iglesia visible.

Nosotros pertenecemos bien a la Iglesia visible, a la sociedad de fieles bajo la autoridad del Papa, ya que no rechazamos la autoridad del Papa, sino lo que él hace. Reconocemos bien al Papa, a su autoridad, pero cuando se sirve de ella para hacer lo contrario de aquello para lo cual se le ha dado, está claro que no se puede seguirlo.

¿Salir, por lo tanto, de la Iglesia oficial? En cierta medida, ¡sí!, evidentemente. (…)

Si nos alejamos de esta gente, es absolutamente de la misma manera que con las personas que tienen el SIDA. No se tiene deseo de atraparlo. Ahora bien, tienen el SIDA espiritual, enfermedades contagiosas. Si se quiere guardar la salud, es necesario no ir con ellos. (Retiro Sacerdotal Ecône, 9 de septiembre de 1988).

Yo creo que nosotros estamos en la Iglesia, y que nosotros somos los que estamos en la Iglesia y que nosotros somos los verdaderos hijos de la Iglesia, y que los otros no lo son. Ellos no lo son parque el liberalismo no es hijo de la Iglesia, el liberalismo está contra la iglesia, el liberalismo es la destrucción de la Iglesia, en este sentido ellos no pueden decirse hijos de la Iglesia. Nosotros podemos decirnos hijos de la Iglesia porque continuamos la doctrina de la Iglesia, nosotros mantenemos toda la verdad de la Iglesia, integralmente, tal como la Iglesia la enseñó siempre (Conferencia en Ecône, 21 de diciembre de 1984).

¿De qué Iglesia hablamos?

Lo que es importante es permanecer en la Iglesia… en la Iglesia, es decir, en la fe católica de siempre y en el verdadero sacerdocio, y en la verdadera misa, y en los verdaderos sacramentos, en el catecismo de siempre con la Biblia de siempre. Esto es lo que nos interesa. Es esto lo que es la Iglesia. Ser reconocidos públicamente es secundario. (Conferencia en Ecône, 21 de diciembre de 1984).

Entonces no temamos estar de alguna forma al margen de la iglesia oficial. Nosotros somos miembros de la Iglesia católica y romana. Incluso si aquellos que ocupan las sedes episcopales actualmente nos crean como fuera de la Iglesia. ¡Absolutamente no! Nosotros somos las piedras vivas de la Iglesia católica. Son ellos que se alejan de la Iglesia católica y que ya no predican la verdadera doctrina de la Iglesia. (Sermón de Pascua, 19 de abril de 1987).

Dónde está la Iglesia visible

Pienso que ustedes, que están ahora en el Ministerio y que quisieron conservar la Tradición, tienen la voluntad de ser sacerdotes como siempre, como lo fueron los santos sacerdotes de antes, todos los santos párrocos y los santos sacerdotes que nosotros mismos pudimos conocer en las parroquias. Ustedes continúan y representan de verdad la Iglesia, la Iglesia Católica. Creo que es necesario convencerse de esto: ustedes representan de verdad la Iglesia Católica.
No que no haya Iglesia fuera de nosotros; no se trata de eso. Pero este último tiempo, se nos ha dicho que era necesario que la Tradición entrase en la Iglesia visible. Pienso que se comete allí un error muy, muy grave.

¿Dónde es la Iglesia visible? La Iglesia visible se reconoce por las señales que siempre ha dado para su visibilidad: es una, santa, católica y apostólica.

Les pregunto: ¿dónde están las verdaderas notas de la Iglesia? ¿Están más en la Iglesia oficial (no se trata de la Iglesia visible, se trata de la Iglesia oficial) o en nosotros, en lo que representamos, lo que somos?

Queda claro que somos nosotros quienes conservamos la unidad de la fe, que desapareció de la Iglesia oficial.

Un obispo cree en esto, el otro no; la fe es distinta, sus catecismos abominables contienen herejías. ¿Dónde está la unidad de la fe en Roma?  ¿Dónde está la unidad de la fe en el mundo? Está en nosotros, quienes la conservamos.
La unidad de la fe realizada en el mundo entero es la catolicidad. Ahora bien, esta unidad de la fe en todo el mundo no existe ya, no hay pues más de catolicidad prácticamente.

Habrá pronto tantas Iglesias Católicas como obispos y diócesis. Cada uno tiene su manera de ver, de pensar, de predicar, de hacer su catecismo. No hay más catolicidad.

¿La apostolicidad? Rompieron con el pasado. Si hicieron algo bien, es eso. No quieren saber más del pasado antes del Concilio Vaticano II. Vean el Motu Proprio del Papa que nos condena, dice bien: “la Tradición viva, esto es Vaticano II”. No es necesario referirse a antes del Vaticano II, eso no significa nada. La Iglesia lleva la Tradición con ella de siglo en siglo. Lo que pasó, pasó, desapareció. Toda la Tradición se encuentra en la Iglesia de hoy. ¿Cuál es esta Tradición? ¿A que está vinculada? ¿Cómo está vinculada con el pasado?

Es lo que les permite decir lo contrario de lo que se dijo antes, pretendiendo, al mismo tiempo, guardar por sí solos la Tradición. Es lo que nos pide el Papa: someternos a la Tradición viva. Tendríamos un mal concepto de la Tradición, porque para ellos es viva y, en consecuencia, evolutiva. Pero, es el error modernista: el santo Papa Pío X, en la encíclica “Pascendi”, condena estos términos de “tradición viva”, de “Iglesia viva”, de “fe viva”, etc., en el sentido que los modernistas lo entienden, es decir, de la evolución que depende de las circunstancias históricas. La verdad de la Revelación, la explicación de la Revelación, dependerían de las circunstancias históricas.

La apostolicidad: nosotros estamos unidos a los Apóstoles por la autoridad. Mi sacerdocio me viene de los Apóstoles; vuestro sacerdocio les viene de los Apóstoles. Somos los hijos de los que nos dieron el episcopado. Mi episcopado desciende del santo Papa Pío V y por él nos remontamos a los Apóstoles. En cuanto a la apostolicidad de la fe, creemos la misma fe que los Apóstoles. No cambiamos nada y no queremos cambiar nada.

Y luego, la santidad. No vamos a hacernos cumplidos o alabanzas. Si no queremos considerarnos a nosotros mismos, consideremos a los otros y consideremos los frutos de nuestro apostolado, los frutos de las vocaciones, de nuestras religiosas, de los religiosos y también en las familias cristianas. De buenas y santas familias cristianas que germinan gracias a vuestro apostolado. Es un hecho, nadie lo niega. Incluso nuestros visitantes progresistas de Roma constataron bien la buena calidad de nuestro trabajo. Cuando Mgr Perl decía a las hermanas de Saint Pré y a las hermanas de Fanjeaux que es sobre bases como esas que será necesario reconstruir la Iglesia, no es, a pesar de todo, un pequeño cumplido.

Todo eso pone de manifiesto que somos nosotros quienes tenemos las notas de la Iglesia visible. Si hay aún una visibilidad de la Iglesia hoy, es gracias a ustedes. Estas señales no se encuentran ya en los otros. No hay ya en ellos la unidad de la fe; ahora bien es la fe la que es la base de toda visibilidad de la Iglesia.

La catolicidad, es la fe una en el espacio. La apostolicidad, es la fe una en el tiempo. La santidad, es el fruto de la fe, que se concreta en las almas por la gracia del Buen Dios, por la gracia de los Sacramentos. Es totalmente falso considerarnos como si no formáramos parte de la Iglesia visible. Es increíble.

Es la Iglesia oficial la que nos rechaza; pero no somos nosotros quienes rechazamos la Iglesia, bien lejos de eso. Al contrario, siempre estamos unidos a la Iglesia Romana e incluso al Papa por supuesto, al sucesor de Pedro.

Pienso que es necesario que tengamos esta convicción para no caer en los errores que están extendiéndose ahora. (Retiro Sacerdotal en Ecône, 9 de septiembre de 1988).

Estas son cosas que son fáciles de decir. Meterse al interior de la Iglesia ¿qué quiere decir? Y por principio, ¿de qué Iglesia hablamos? Si es de la Iglesia conciliar, haría falta que nosotros, que hemos luchado contra ella durante veinte años porque queremos a la Iglesia católica, entremos es esta iglesia conciliar supuestamente para volverla católica. Es una ilusión total. No son los inferiores que hacen los superiores, sino los superiores que hacen a los inferiores”.

Fideliter. ¿No teme que a la larga y cuando Dios le haya llamado a Sí, poco a poco la separación se acentúe y que se tenga la impre­sión de una Iglesia paralela a lo que algunos llaman la “Iglesia vi­sible”?

Monseñor. Esta historia de la Iglesia visible de Dom Gérard y M. Madiran es infantil. Es increíble que se pueda hablar de Iglesia visible para designar a la Iglesia conciliar por oposición a la Iglesia católica que intentamos representar y continuar. Yo no digo que somos la Iglesia católica. No lo he dicho nunca. Nadie puede reprocharme de haber querido nunca considerarme un papa. Pero representamos verdaderamente a la Iglesia católica tal como era en todo tiempo puesto que continuamos lo que ella siempre ha hecho. Somos nosotros quienes poseen las notas de la Iglesia visible: la unidad, catolicidad, apostolicidad, santidad. Es esto lo que constituye la Iglesia visible. (Monseñor Lefebvre, Fideliter n°70, julio-agosto de 1989).

Nosotros no tenemos la misma religión.

Entrevista con el cardenal Seper, tal y como la contó a los seminaristas:

-¡Escuchen! Nosotros no tenemos ya la misma religión, vean, no tenemos la misma religión, eso no es posible. Porque si hay algo que hemos buscado toda la vida, es el reino social de Nuestro Señor Jesucristo. Ciertamente que la perfección es imposible, incluso nosotros no somos perfectos. Entonces, si la perfección es imposible, nosotros no hay que buscarla, entonces es el fin de todo, es el fin de la Iglesia. ¿De qué sirve la Iglesia? No, es imposible, yo no puedo someterme a estas cosas, es absolutamente imposible.

-Entonces él dijo: Pero usted sabe, es grave, usted no puede permanecer en una situación así, usted comprende, la Santa Sede está muy inquieta.
-¡Oh, eso me da igual! Yo no cambiaré, no cambiaré de posición, yo no puedo cambiar, mi fe me lo prohíbe. Entonces me fui. (Conferencia en Ecône el 20 de agosto de 1976).

Entonces nosotros no somos de esa religión. No aceptamos esta nueva religión.

Nosotros somos de la religión de siempre, somos de la religión católica, no somos de esta religión universal como la llaman hoy en día. Ya no es la religión católica. Nosotros no somos de esa religión liberal, modernista, que tiene su culto, sus sacerdotes, su fe, sus catecismos, su biblia, su biblia ecuménica. Nosotros no la aceptamos. No aceptamos la biblia ecuménica. No hay una biblia ecuménica. Existe la Biblia de Dios, la Biblia del Espíritu Santo, que fue escrita bajo la in­fluencia del Espíritu Santo. Es la palabra de Dios. No tenemos derecho a mezclarla con la palabra de los hombres. No hay bi­blia ecuménica que pueda existir. Hay sólo una palabra, la palabra del Santo Espíritu. No aceptamos los catecismos que ya no afirman nuestro Credo. Y así con lo demás. No podemos aceptar esas cosas. Es contrario a nuestra fe.  Lo lamentamos infinitamente. (Sermón en Ecône, 29 de junio de 1976)

Nosotros debemos separarnos

La voluntad del Vaticano II de querer integrar en la Iglesia a los no-católicos sin exigirles conversión, es una voluntad adúltera y escandalosa. El Secretariado para la Unidad de los cristianos, por medio de concesiones mutuas –diálogo- conduce a la destrucción de la fe católica, a la destrucción del sacerdocio católico, a la eliminación del poder de Pedro y de los obispos; se elimina el espíritu misionero de los apóstoles, de los mártires, de los santos. Mientras este Secretariado conserve el falso ecumenismo como orientación, y mientras las autoridades romanas y eclesiásticas lo continúen aprobando, se puede decir que siguen en ruptura abierta y oficial con todo el pasado de la Iglesia y con su Magisterio oficial. Por eso todo sacerdote que quiere permanecer católico tiene el estricto deber de separarse de esta iglesia conciliar, mientras ella no recupere la tradición del Magisterio de la Iglesia y de la fe católica.

La Fratenidad San Pio X y el papa.

“Que se nos comprenda bien, nosotros no estamos contra el papa en tanto él representa todos los valores de la sede apostólica que son inmutables de la sede de Pedro, sino contra el papa que es un modernista que no cree en su infabilidad, que hace el ecumenismo. Evidentemente nosotros estamos contra la iglesia conciliar que es prácticamente cismática,incluso si ellos no lo aceptan. En la práctica, es una iglesia virtualmente excomulgada, porque es una iglesia modernista (Monseñor Lefebvre, Fideliter n° 70, pág. 8).


Tomado de El Ariete Católico 



domingo, 21 de febrero de 2016

QUIÉN ES DOM TOMÁS DE AQUINO FERREIRA DA COSTA, NUESTRO NUEVO OBISPO: UN TESTIMONIO


Sábado, 20 de febrero de 2016

NON POSSUMUS



Carlos Nougué
(Profesor laico de la Casa de Estudios San Anselmo,
 del Monasterio de la Santa Cruz)

Miguel Ferreira da Costa nació en Rio de Janeiro, Brasil, en 1954. Antes de principiar la carrera de Abogado, hizo sus estudios en el Colegio San Benito de Rio de Janeiro, donde tuve la oportunidad de ser su compañero de clase por breve tiempo. Formó parte del movimiento tradicionalista y antimodernista organizado en torno de Gustavo Corção y de la revista Permanencia; entonces inició su vida de “fiel guerrero y veterano de la guerra post-conciliar por la Fe”, como escribió Monseñor Williamson. Comenzó, como dije, a estudiar Derecho, pero lo abandonó para convertirse en monje, con el nombre de Tomás de Aquino, en el monasterio francés de Barroux, que tenía como superior en ese entonces a Dom Gérard; y fue ordenado sacerdote en 1980, en Ecône, por Mons. Marcel Lefebvre. Pudo entonces gozar de la amistad, del ejemplo, de las enseñanzas del fundador de la FSSPX.

Vino a Brasil con un grupo de monjes de Barroux para fundar el Monasterio de la Santa Cruz, en Nova Friburgo, Rio de Janeiro, Brasil. Sin embargo, en el ínterin, Dom Gérard, contra las instancias de Mons. Lefebvre, marchó hacia un acuerdo con la Roma conciliar, contra lo cual se opuso también Dom Tomás de Aquino. La separación fue inevitable. El Monasterio de la Santa Cruz, con el apoyo total de Mons. Lefebvre a Dom Tomás, se volvió independiente, aunque amigo de la FSSPX. En efecto, Mons. Lefebvre escribió a Dom Tomás, en una carta que tuve el privilegio de leer, algo más o menos así: Usted debe respetar y consultar a los obispos de la FSSPX, pero estos no tienen jurisdicción sobre usted pues, como prior de Monasterio, debe tener autonomía.

Pero se fue tornando difícil la relación de Dom Tomás y su Monasterio con la FSSPX, sobre todo con el acercamiento de ésta a la Roma neomodernista. Cuando Benedicto XVI publicó su Motu Proprio sobre el “rito extraordinario”, Dom Tomás de Aquino se negó a cantar en la Misa de domingo el Te Deum pedido por Mons. Fellay para celebrar el documento papal, y, especialmente, el “levantamiento de las excomuniones” por el mismo papa; y escribió Dom Tomás a Mons. Fellay una carta en la que decía que no seguiría sus pasos rumbo a un acuerdo con la Roma conciliar. Un tiempo después, aparecieron en el Monasterio (soy testigo presencial de esto) Mons. de Galarreta y el P. Bouchacourt para decir a Dom Tomás que tenía quince días para dejarlo; si no lo hacía, el Monasterio dejaría de recibir la ayuda y los sacramentos (incluido el del Orden) por parte de la FSSPX.

Le escribí a Mons. Fellay para quejarme de tal injusticia, y recibí por respuesta lo siguiente: “El problema de Dom Tomás es mental. Mientras no deje el Monasterio, éste no recibirá nuestra ayuda”. Le respondí: “Debo tener yo también el mismo problema mental, pues convivo desde hace doce años con Dom Tomás y nunca me di cuenta”. Se trataba verdaderamente de algo similar al stalinismo y sus hospitales siquiátricos para opositores.

Vaciló entonces Dom Tomás: si dejaba el Monasterio sería la ruina de éste con respecto a la Fe, pero si se quedaba lo privarían de toda ayuda que necesitaba. Fue entonces que vino en su socorro Mons. Williamson: nuestro Obispo inglés escribió una carta a Dom Tomás en la que le aseguraba al Monasterio todos los sacramentos, y así podría permanecer Dom Tomás en éste. Eso fue suficiente para que todos acá reaccionáramos: fue el comienzo de lo que hoy se conoce por Resistencia, y que tuvo por primer órgano la página web llamada SPES, hoy desactivada por haber cumplido el papel al cual se destinaba. El Monasterio pasó a ser entonces el centro de recepción para los sacerdotes que, queriendo dejar la FSSPX por la traición de sus superiores, vacilaban en salir por no tener dónde vivir fuera de ella. Fue el lugar de la consagración de Mons. Faure y será ahora el lugar de la consagración del mismo Dom Tomás de Aquino Ferreira da Costa, mi padre espiritual y el amigo más entrañable que Dios podría haberme dado. Sí, soy hijo suyo y del Monasterio de la Santa Cruz, y fue aquí, en este pequeño rincón del cielo, que pude sentir por primera vez el tan agradable olor de la santidad.



Publicado por Syllabus Errorum

sábado, 20 de febrero de 2016

Obispos

Comentarios Eleison
Por Su Excelencia
Monseñor Richard Williamson
Número CDXLIX (449)
20 de febrero de 2016

Monseñor Richard Williamson


La FSPX de ninguna manera está “fuera de peligro”.
¡Obispos Resistentes deben “cumplir lo prometido”!

Desde el Capítulo General de Julio de 2012 cuando bajo la dirección de Monseñor Fellay la Fraternidad San Pío X dio un decisivo bandazo hacia un acuerdo de compromiso con Roma Conciliar, los Católicos de la Tradición se han preguntado donde se posicionaban los otros dos obispos, Monseñor Tissier de Mallerais (MoT) y Monseñor de Galarreta (MoG), porque ambos han sido más vale discretos en público desde ese entonces. Sin embargo, firmes palabras dichas por cada uno de ellos el mes pasado, han originado esperanzas para el futuro de la FSPX. ¿Están las esperanzas justificadas? Los Católicos pueden necesitar permanecer en sus guardias. . .

El sermón de Confirmaciones de MoT dado el 31 de Enero en Saarbrücken en Alemania no pudo haber sido más recto ni claro. Por ejemplo: En la confrontación de la FSPX con Roma, aquella nunca puede presentarse para un compromiso o doble trato. Nosotros nunca podemos negociar con Roma mientras los representantes de la Neo-Iglesia (sic) se aferren a los errores del Vaticano II. Cualquier conversación con Roma debe ser por lado nuestro sin ambigüedades, y debe tener como su propósito la conversión de los representantes de la Neo-Iglesia de vuelta a nuestra única y sola verdad de la Tradición Católica. Ningún compromiso ni doble trato hasta que hayan superado sus errores Conciliares y se hayan convertido de vuelta a la Verdad.

¡Admirables palabras! La rectitud no es el problema de MoT. Él no es nada político, Dios lo bendiga. El problema de él es que cuando llega el momento de poner sus palabras en acción, su “Cincuentismo” hace que obedezca a su Superior, y vuelve a la línea de los políticos del Cuartel General de la FSPX en Menzingen. Nada indica que esto no pasará de nuevo esta vez, pero siempre podemos rezar para que haya en fin por el lado suyo una reacción eficaz. MoT no es un cobarde, pero no quiere ver, o verdadera mente no puede ver, toda la malicia de la acción de Menzingen. No es solamente la unidad y bienestar de la FSPX lo que está en juego, sino la continuación de la Fe católica.

Por el contrario, MoG es un político. Desafortunadamente no tenemos el texto completo de la conferencia que él dio en Bailly, Francia, el 17 de Enero, ya que sus exactas palabras son importantes, así que no podemos hacer más que citar de un resumen de sus principales pensamientos: las últimas propuestas teológicas y canónicas de Roma para un acuerdo Roma-FSPX siguen inaceptables, pero el Papa quiere ciertamente un acuerdo, y es perfectamente capaz de ignorar a sus propios oficiales e imponer a la FSPX un reconocimiento “unilateral”. Un reconocimiento tal definitivamente dañaría a la FSPX internamente, pero si la FSPX no hubiera hecho nada para obtenerlo, entonces no hay nada que la FSPX podría hacer para impedirlo. Sin embargo, la Providencia podrá velar una vez más sobre el trabajo de Monseñor Lefebvre.

Pero, su Excelencia, Menzingen ha hecho ya desde muchos años todo lo que ha podido mediante una negociación política para llegar al reconocimiento oficial por Roma, y la eventual llegada “unilateral” de este acuerdo será un mero pretexto para engañar a los Tradicionalistas de manera de liquidar la FSPX bajo la cubierta de reclamar, sin duda con el permiso secreto de Roma, que fue toda la culpa de Roma. Pero el hecho permanecerá, que la Fraternidad de Monseñor Lefebvre estará definitivamente traicionada, y usted con sus propias “No, no, mil veces no. . . Pero, posiblemente, sí” tendrá que responder por no haber hecho todo lo que usted podía y debía haber hecho para bloquear la traición de ella.

Breve, ese sistema de luz de emergencia de la Iglesia Universal en la oscuridad Conciliar, que es la FSPX, está ella misma titilando y en peligro de no dar más luz. Por consiguiente, ese equipo de reparación para mantener la luz de emergencia, que es la “Resistencia”, sigue siendo todavía necesario y ese equipo necesita de una suficiencia de buenos capataces. Un tercer obispo para la “Resistencia” está planeado, como el año pasado para el 19 de Marzo en el Monasterio cerca de Nova Friburgo en Brasil. Es su Prior, el Padre Thomas Aquinas, fiel guerrero y veterano de la guerra post-Conciliar por la Fe. Que Dios esté con él y con todos los humildes y fieles siervos de Dios.


Kyrie eleison.



martes, 16 de febrero de 2016

SOBRE LA ORACIÓN - SAN VICENTE DE PAUL

Sábado, 13 de febrero de 2016



San Vicente de Paul



           A San Vicente de Paúl se le conoce en el mundo entero como El Santo de la Caridad. Todos sabernos que fue él, junto con Santa Luisa de Marillac, el fundador de las Hijas de la Caridad, dedicadas exclusivamente a socorrer a los necesitados. Pero lo que no saben muchos es que, preocupado principal­mente por la salvación de las almas, fundó la Congregación de Sacerdotes de la Mi­sión, dedicados a la instrucción religiosa de los campesinos y de los más abandonados. Funda también seminarios para la práctica de ejercicios espirituales que él mismo dirige, esforzándose por llevarlos hasta las más altas dignidades eclesiásticas.


1. Hermanos míos: si un misionero solamente pensase en la ciencia y en predicar bien para mover a todos a la compunción, pero al mismo tiempo descuida su oración, ¿ese tal es misionero? No, porque falta a lo principal, que es su perfección... ¿De qué nos servirá haber hecho maravillas por los demás, si hemos dejado abandonada nuestra alma? Nuestro Señor se retiraba a hacer ora­ción, separándose del pueblo, y quería que los apóstoles se retira­sen aparte lo mismo que El (Mc. 6, 31), después de haber hecho las cosas de fuera, para no omitir sus ejercicios espirituales; y su per­fección estuvo en hacer bien lo uno y lo otro (Conf. a Sac. Mis. 1).

2. Cuando Dios quiere comunicarse a alguien, lo hace sin esfuerzos, de una manera muy suave y sensible, dulce y amoro­sa. Dios, por su parte, no busca nada mejor. Pidámosle con toda confianza, y estemos seguros de que nos lo concederá. Él no se niega nunca si rezamos con humildad y confianza. Si no lo con­cede al principio, ya lo concederá. Hay que perseverar sin desa­nimarse; y si no tenemos ahora ese espíritu de Dios, ya nos lo dará por su misericordia, si insistimos, quizá dentro de tres o cuatro meses, o de uno o dos años. Pase lo que pase, confiemos en la providencia, esperémoslo todo de su liberalidad... Digá­mosle muchas veces: Señor, concédenos el don de la oración; enséñanos tú mismo cómo hemos de orar. Pidámoselo hoy y todos los días con confianza, con mucha confianza en su bondad (Conf. a Sac. Mis. 6).

3. Una cosa importante a la que usted debe atender de manera especial, es tener mucho trato con Nuestro Señor en la oración; allí está la dispensa de donde podrá sacar las instruccio­nes que necesite para cumplir debidamente con sus obligaciones. Cuando tenga alguna duda, recurra a Dios y dígale: “Señor, tú eres el Padre de las luces, enséñame lo que tengo que hacer”... Además, debe usted recurrir a la oración para conser­var en su alma el temor y amor de Dios; pues tengo la obligación de decirle, y lo debe usted saber, que muchas veces nos perde­mos mientras contribuimos a la salvación de los demás. A veces, preocupándose por los otros se olvida uno de sí... Y también debe recurrir a la oración para pedir por los demás, convencido de que obtendrá usted mucho más fruto con este medio que con todos los demás (Conf. a Sac. Mis. 7).

4. En la oración mental es donde yo encuentro el aliento de mi caridad... Lo de mayor importancia es la oración; suprimirla no es ganar tiempo, sino perderlo. Dadme un hombre de oración y será capaz de todo (Cit. B.M.S.).

5. La oración es alimento del alma; lo mismo que todos los días necesitamos el alimento corporal, también necesitamos todos los días el alimento espiritual para la conservación de nuestra alma.

         En la oración es donde escuchamos los deseos de Dios, nos perfeccionamos, tomamos fuerzas para resistir a las tentaciones y nos robustecemos en nuestra vocación... Por el contrario, cuando no hacemos bien la oración, nos debilitamos y perdemos la presencia de Dios.

6. Razones para tener oración. — Una de las principales razo­nes que tenemos para hacer oración todos los días, es el que nuestro Señor la recomendara tanto a sus discípulos: “Invocad a mi Padre, les dijo; pedidle a mi Padre, y todo cuanto pidáis en mi nom­bre se os concederá” (Jn. 14, 13). Y lo que dijo a sus discípulos, hijas mías, nos lo dice también a nosotros. Y tras esta recomendación del Hijo de Dios, tan ventajosa para nosotros, ¿no habremos de concebir una gran estima de ella?

         Hijas mías: Tenéis que tener mucho cuidado en evitar todos los impedimentos que pudieran surgir a propósito de la hora, ya que con mucha frecuencia se os van a presentar. Pero cuando pase algo, en cuanto os deis cuenta, animaos con la recomenda­ción que Jesucristo hizo de ella. Tú, Dios mío, me has recomen­dado que ore, y yo sería muy cobarde si quisiera librarme de ello. ¡Voy allá! Ya veréis todas, hijas mías, qué poderoso es este motivo, y los bienes que entonces alcanzaréis.

7. A este motivo voy a añadir otro. Se ha creído conve­niente que hagáis oración todos los días, tal como indican vues­tras reglas. Diré más aún, hijas mías; hacedla, si podéis, a cual­quier hora, e incluso no salgáis nunca de ella, porque la oración es tan excelente que nunca la haréis demasiado, y cuanto más la hagáis, más la querréis hacer, si de veras buscáis a Dios.

         Así que, hijas mías, ya que se dice en vuestras Reglas que tenéis que hacerla, es menester procurar, en la medida de lo posible, no faltar nunca a ella. Y si os lo impide esa medicina que tenéis que llevar por la mañana durante la hora de la oración, tenéis que buscar algún otro tiempo, de forma que nunca la dejéis...

8. Jesucristo nos ha ofrecido toda la seguridad de que sere­mos bienvenidos ante el Padre cuando oremos. No se ha conten­tado con hacer una simple promesa aunque hubiera sido más que suficiente, sino que ha dicho: En verdad, en verdad os digo, que todo lo que pidáis en mi nombre, se os concederá (Jn. 14, 13). Así, pues, con esta confianza, mis queridas hijas, ¿no habremos de poner todo nuestro cuidado en no perder las gracias que la bon­dad de Dios quiere concedernos en la oración, si la hacemos de la forma debida?

9. Se ha dicho, y con razón, que la oración es para el alma lo que el alimento es para el cuerpo, y que lo mismo que una persona que se contentase con no comer más que una vez cada tres o cuatro días, desfallecería enseguida y se pondría en peli­gro de muerte o, si viviese, sería lánguidamente, incapaz de realizar nada útil y se convertiría finalmente en un trasto sin fuerza ni vigor; así también el alma que no se alimenta de la ora­ción, o que raramente la hace, se hará tibia, lánguida, sin fuerzas ni entusiasmo, sin virtud alguna, fastidiosa para los demás e insoportable para sí misma.
Y se ha advertido también que de esta forma es como se con­serva la vocación, porque es cierto, hijas mías, que una Hija de la Caridad no puede vivir si no hace oración. Es imposible que persevere. Durará quizás algún tiempo, pero el mundo la arras­trará. Encontrará su ocupación demasiado dura, porque no ha tomado este santo refrigerio. Irá languideciendo, se cansará y acabará dejándolo todo. Hijas mías, ¿por qué creéis que muchas han perdido su vocación?; porque descuidaron la oración.

10. Se ha dicho igualmente que la oración es el alma de nuestras almas; esto es, que la oración es para el alma lo que el alma es para el cuerpo. Pues bien, el alma da la vida al cuerpo, le permite moverse, caminar, hablar y obrar en todo lo que necesita. Si al cuerpo le faltase el alma no sería más que carne corrompida, útil solamente para el sepulcro. Pues bien, hijas mías, el alma sin oración es casi lo mismo que ese cuerpo sin alma en lo que se refiere al servicio de Dios; no tiene sentimien­tos, ni movimientos, no tiene más que deseos rastreros y vulga­res de las cosas de la tierra.

11. A todo esto añado, mis queridas hijas, que la oración es como un espejo en el que el alma ve todas sus manchas y todas sus fealdades; observa todo lo que la hace desagradable a Dios, se mira en él, se arregla para hacerse en todo conforme con El.

12. Las personas del mundo nunca salen de su casa hasta después de haberse arreglado convenientemente ante el espejo, para ver si hay en ellas algo defectuoso, si no hay nada que vaya en contra de las convivencias sociales. Hay algunas que son tan vanidosas que llevan espejos en sus bolsos, para mirar de vez en cuando si tienen algo que arreglar de nuevo.
Pues bien, hijas mías, lo que hacen las gentes del mundo para agradar al mundo, ¿no será razonable que hagan los que sirven a Dios para agradar a Dios? Nunca deben salir sin mirarse en su espejo. Dios quiere que las que le sirven se arreglen también, pero en el espejo de la santa oración, donde, todos los días, y aun varias veces al día, examinando la conciencia, ejerci­tándose en santos deseos tratando de agradar a Dios, pidiendo perdón y gracia para ello.

13. Se ha dicho que es en la oración donde Dios nos da a conocer lo que quiere que hagamos y lo que quiere que evite­mos; y es verdad, mis queridas hijas, porque no hay ninguna otra cosa en la vida que nos haga conocernos mejor, ni que nos demuestre con mayor evidencia la bondad de Dios, como la oración.

14. Los Santos Padres se entusiasman cuando hablan de la oración; dicen que es una fuente de juventud donde el alma se rejuvenece. Los filósofos dicen que entre los secretos de la natu­raleza hay una fuente que ellos llaman la fuente de juventud, donde los viejos beben del agua rejuvenecedora. Sea lo que fuere de esto, sabemos que hay fuentes cuyas aguas son muy buenas para la salud. Pero la oración remoza al alma mucho más realmente que lo que, según los filósofos, rejuvenecía a los cuer­pos la fuente de la juventud.

15. Allí, en la oración, es donde el alma, debilitada por las malas costumbres, se torna vigorosa; allí es donde recobra la vista después de haber caído en la ceguera; sus oídos, anterior­mente sordos a la voz de Dios, se abren a las buenas inspiraciones, y su corazón recibe una nueva fuerza y se siente animado de un entusiasmo que nunca había sentido. ¿De dónde viene que una pobre mujer aldeana que viene a vosotras con toda su tos­quedad, ignorando las letras y los misterios, cambie al poco tiempo y se haga modesta, recogida y llena de amor de Dios? ¿Quién ha hecho esto sino la oración? Es una fuente de juven­tud en donde se ha rejuvenecido; allí es donde ha encontrado las gracias que se advierte en ella y que la hacen tal como la veis.

16. Clases de oración. — Hay dos clases de oración: la mental y la vocal. La vocal es la que se hace con palabras; la mental es la que se hace sin palabras, con el corazón y el espíritu...

         Pues bien, en cada una de estas dos maneras de orar, Dios comunica muchas y muy excelentes luces a sus servidores. Allí es donde ilumina su entendimiento con tantas verdades incomprensibles para todos los que no hacen oración; allí es donde inflama la voluntad; allí es finalmente donde toma pose­sión completa de los corazones y de las almas.

         Entonces, es conveniente que sepáis, mis queridas herma­nas, que aunque las personas sabias tengan mayor disposición para hacer oración, y que muchas lo logran y tienen por sí mis­mas el espíritu abierto a muchas luces, el trato de Dios con las personas sencillas es muy distinto. Confíteor tibi, Pater, etc., decía Nuestro Señor. Te doy gracias, Padre mío, porque has ocultado estas cosas a los sabios del mundo y se las has revelado a los humildes y pequeños.

17. Por la oración se alcanza la sabiduría. — Hijas mías, en los corazones que carecen de la ciencia del mundo y que buscan a Dios en sí mismo, es donde Él se complace en distribuir las luces más excelentes y las gracias más importantes. A esos corazones les descubre lo que todas las escuelas no han podido encontrar, y les revela unos misterios que los más sabios no pueden perci­bir.

        Mis queridas hermanas, ¿no creéis que vosotras lo habéis experimentado? Creo que ya os lo he dicho otras veces, y lo repetiré una vez más: nosotros, los sacerdotes y clérigos, por lo regu­lar, hacemos bien la oración; pero, nuestros pobres hermanos, ¡oh!, en ellos se realiza la promesa que Dios ha hecho de manifestarse a los pequeños y a los humildes, pues, muchas veces quedamos admirados ante las luces que Dios les da, y es evidente que todo es de Dios, ya que ellos no tienen ningún conocimiento.

18. Unas veces es un pobre zapatero, otras, un panadero o un carretero que os llena de admiración. Algunas veces habla­mos entre nosotros de esto con una gran confusión por no ser como vemos que ellos son. Nos decimos mutuamente: “Fíjese en este pobre hermano; ¿no ha observado Vd., los hermosos pensa­mientos que Dios le ha dado? ¿No es admirable? Porque lo que él dice, no lo dice por haberlo aprendido, o haberlo sabido antes; lo sabe después de haber hecho oración”.

¡Qué bondad de Dios tan grande e incomprensible al poner sus delicias en comunicarse con los sencillos y los ignorantes, para darnos a conocer que toda la ciencia del mundo no es más que ignorancia en comparación con la que El da a los que se esfuerzan en buscarle por el camino de la santa oración!

19. Así, pues, mis queridas hermanas, es preciso que voso­tras y yo tomemos la resolución de no dejar de hacer oración todos los días. Digo todos los días, hijas mías; pero, si pudiera ser, diría más: no la dejemos nunca y no dejemos pasar un minuto de tiempo sin estar en oración, esto es, sin tener nuestro espíritu elevado a Dios; porque, propiamente hablando, la oración es, como hemos dicho, una elevación del espíritu a Dios.

20. ¡Pero la oración me impide hacer esta medicina y lle­varla, ver aquel enfermo, a aquella dama! ¡No importa, hijas mías! Vuestra alma no dejará nunca de estar en la presencia de Dios y estará siempre lanzando algún suspiro.

        Si supieseis, hijas mías, el gusto que siente Dios al ver una mujer aldeana, una pobre Hija de la Caridad que se dirige amo­rosamente a Él, entonces acudiríais a la oración con más con­fianza que la que yo os podría aconsejar. ¡Si supieseis los tesoros y las gracias que Dios tiene preparadas para vosotras! ¡Si supie­seis cuánta ciencia sacaríais de allí, cuánto amor y dulzura encontraríais en la oración!

       Allí lo encontraréis todo, mis queridas hijas, porque es la fuente de todas las ciencias. ¿De dónde proviene que veáis a per­sonas sin letras hablando tan bien de Dios, desarrollando los misterios con mayor inteligencia que lo haría un doctor? Un doctor que no tiene más que su doctrina, habla de Dios de la forma que le ha enseñado su ciencia; pero una persona de ora­ción habla de El de una manera muy distinta. Y la diferencia entre ambos, hijas mías, proviene de que uno habla por simple ciencia adquirida, y el otro por una ciencia infusa, totalmente llena de amor, de forma que el doctor en esa ocasión no es el más sabio. Y es preciso que se calle donde hay una persona de oración, porque ésta habla de Dios de manera muy distinta de como él puede hacerlo...

21. Me diréis: “Padre, lo vemos muy bien; pero enséñenos. Vemos y comprendemos muy bien que la oración es la cosa más excelente, que es la que nos une a Dios, lo que nos afirma en nuestra vocación y nos hace progresar en la virtud, nos despega de nosotras mismas y nos hace amar a Dios y al prójimo; pero no sabemos hacerla. Somos unas pobres mujeres que apenas sabe­mos leer, al menos algunas. Estamos a gusto en la oración, pero no comprendemos nada, y hasta nos parece que sería mejor no hacerla. Enséñenos.”

22. Hijas: Los discípulos del Señor también le decían: “En­séñanos a orar, dinos cómo hay que orar” (Le. 11, 1). Y el Señor les dijo: “Decid, “Padre nuestro, que estás en el Cielo... (Mt. 6, 9).

         Y vosotras, mis queridas hijas, me preguntáis cómo hay que hacerla, porque os parece que no lo hacéis. Ante todo he de deciros, hermanas mías, que no la dejéis nunca aunque os parezca que es inútil porque no sabéis.

23. La perseverancia en la oración:
No os extrañéis, las que sois nuevas, de veros durante un mes, dos meses, tres meses, seis meses sin sentir nada; no, ni aunque esto dure todo un año, ni dos, ni tres. Aunque eso os suceda, no la dejéis nunca, como si sintieseis mucho fervor.
Santa Teresa estuvo veinte años sin poder hacer oración. (Al menos eso le parecía a ella). No sentía ni comprendía nada, pero ella iba al coro y decía: “Dios mío, vengo aquí porque me lo manda la Regla. Por mí no haría nada; pero porque tú lo quie­res, por eso vengo”. Y durante aquellos veinte años, aunque no sentía ningún gusto, nunca dejó la oración. Y al cabo de aquel tiempo, Dios, recompensando su perseverancia, le concedió un don de oración tan eminente que, desde los Apóstoles, nadie ha llegado tan alto como ella. ¿Qué sabéis vosotras, hijas mías, si Dios os querrá hacer con cada una, una nueva Santa Teresa? ¿Sabéis la recompensa que querrá dar a vuestra perseverancia?

24. Creéis que, yendo a la oración, no hacéis nada, porque no sentís ningún gusto; pero es preciso que sepáis, hijas mías, que allí se encuentran todas las virtudes. Primero la obediencia, porque la hacéis obedeciendo a la Regla. Ejercitáis la humildad, pues al creer que no hacéis nada, concebís un bajo sentimiento de vosotras mismas. Asimismo ejercitáis la fe, la esperanza, la caridad. En fin, hijas mías, en esta acción están encerradas la mayoría de las virtudes que necesitáis, y ya hacéis bastante si acudís a ella con espíritu de obediencia y humildad.

25. Por todas estas razones, que nos muestra la bendición que Dios da a los que practican el ejercicio de la santa oración, tanto si sienten gusto como aridez, debemos ahora, vosotras y yo, entregarnos a Dios para no faltar nunca a ella, pase lo que pase.
Si durante la hora de la comunidad tenéis algún otro queha­cer, hay que buscar otra hora, y de la forma que sea, llenar ese tiempo.

26. ¡Si supieseis, hijas mías, qué fácil es distinguir una per­sona que hace oración de otra que no la hace! Se ve muy fácil­mente. Veis a una hermana modesta en sus palabras y en sus acciones, prudente, recogida, santamente alegre; entonces podéis decir: “He aquí una hermana de oración”. Por el contra­rio, aquella que acude a ella poco o nada, la que aprovecha cual­quier ocasión que se presente para no ir a la oración, dará mal ejemplo, no tendrá afabilidad ni con sus hermanas ni con sus enfermos, y será incorregible en sus costumbres. ¡Qué fácil es ver que no hace oración!

         Por eso, hermanas mías, hay que tener mucho cuidado en no decaer, porque, si hoy encontráis una excusa para no ir a la ora­ción, mañana encontraréis otra. Y lo mismo después; y poco a poco os iréis apartando de ella. Y si dejáis la oración habrá que tener mucho miedo de que lo perdáis todo, porque vuestros quehaceres son muy fatigosos. Si Dios no os concede su fuerza y su gracia, será imposible resistir. La carne y la sangre no encuentran en estas cosas gusto alguno, pues es por la oración por donde Dios comunica su fuerza.
Así, pues, hijas mías, el primer medio es no faltar nunca a ella. El segundo, es pedir a Dios la gracia de poder hacer ora­ción, y pedírsela incesantemente. Es una limosna que pedís. No es posible que, si perseveráis os la niegue.

27. Invocad a la Santísima Virgen, a vuestro patrono, a vuestro ángel de la guarda. Imaginaos que está presente toda la corte celestial, y que, si Dios os rechaza, a ellos no los rechazará.

Unas veces hará por vosotros oración la Santísima Virgen, otras vuestro ángel, otras vuestro patrono; y de esta forma nunca quedará sin hacerse, ni vosotras sin fruto.

28. Sin mortificación no puede haber oración:
Otro medio, hijas mías, que os servirá mucho para la ora­ción, es la mortificación. Son como dos hermanas tan estrecha­mente unidas que nunca van separadas. La mortificación va pri­mero y la oración la sigue; de forma, mis queridas hijas, que si queréis ser mujeres de oración, como necesitáis, tenéis que aprender a mortificaros, a mortificar los sentidos exteriores, las pasiones, el juicio, la propia voluntad, y no dudéis de que en poco tiempo, si marcháis por este camino, haréis grandes pro­gresos en la oración.

          Dios se fijará en vosotras; considerará la humildad de sus servidoras, porque la mortificación viene de la humildad; y así os comunicará esos secretos que ha prometido descubrir a los pequeñuelos y a los humildes. Le doy gracias de todo corazón porque nos ha hecho pobres y en la condición de aquellos que, por su bajeza, pueden esperar llegar al conocimiento de su grandeza, porque ha querido que la Compañía de Hijas de la Caridad se compusiera de mujeres pobres y sencillas, pero capa­ces de esperar la participación de los misterios más secretos. Le doy gracias por todo ello y le suplico que sea El su propia grati­tud, y a ti, Jesucristo, Salvador mío, que repartas en abundancia a la Compañía este don de la oración, para que, por tu conoci­miento, puedan todas adquirir tu amor. Dánoslo Dios mío, tú que has sido durante toda tu vida, un hombre de oración, que la hiciste desde tus primeros años, que continuaste siempre y que finalmente te preparaste por la oración a enfrentarte con la muerte. Danos este don sagrado, para que por él podamos defendernos de las tentaciones y permanecer fieles en el servicio que esperas de nosotros...

29. Las Hijas de la Caridad tienen que apreciar la oración como el cuerpo al alma. Y lo mismo que el cuerpo no sería capaz de vivir sin el alma, tampoco el alma sería capaz de vivir sin la oración. Mientras una Hermana haga la oración como hay que hacerla, ¡cuánto bien hará! No irá andando, sino que correrá por los caminos del Señor y se verá elevada a un grado muy alto de amor de Dios.
Al contrario, la que abandone la oración o no la haga como es debido, irá arrastrándose. Llevará el hábito, pero carecerá del espíritu de Hija de la Caridad. ¿Veis que algunas se salen? Es por eso. Aparentemente hacían oración con las demás; pero, como no la hacían con todas las condiciones requeridas, no saca­ron fruto de ella y se convirtieron en personas muertas a la gra­cia. Perdieron los sentimientos por las cosas divinas y también la vocación. ¿Y por qué? ¡Porque no hicieron bien la oración!

Veis, pues, mis queridas hermanas, cómo esto os obliga a ser muy cumplidoras en hacer bien la oración.
Si durante la misma os llamaran a visitar a un enfermo a quien haya que llevar las medicinas, tenéis que dejar la oración durante ese tiempo, pero tenéis que buscar luego la ocasión para hacerla, sin faltar nunca a ella.

30. ¿No veis cómo, de ordinario, adornamos nuestros cuer­pos con el vestido? El vestido del alma es la oración; dejar de hacerla es lo mismo que no vestirla con la ropa debida. Por eso tiene tanta importancia que os aficionéis más que nunca a este santo ejercicio. Si la hacéis bien, tendréis el hermoso ropaje de la caridad y Dios os mirará complacido; pero si no lo hacéis vais a caer en una situación deplorable. Sí, una hermana que aban­dona la oración cae en una situación deplorable: Dios la abando­na, porque ella ha abandonado a Dios. ¡Y sabed que sin la ora­ción no tendréis más remedio que ofenderle...! ¡Salvador mío!, te rogamos nos concedas esta gracia, la gracia de la oración. Hermanas: pedidle que os aficionéis a ella y que nunca os falte...

31. En el nombre de Dios, no faltéis nunca a la oración, y comprended bien la importancia de hacerla bien. Mirad, la ora­ción es tan necesaria al alma para conservarla viva como el aire al hombre, o como el agua a los peces. Pues bien, lo mismo que los hombres no podemos vivir sin aire, sino que morimos al no poder respirar, de la misma forma una Hija de la Caridad no podrá vivir sin la oración y morirá a la gracia si la deja...

32. La oración es el único medio para conseguir las virtudes: Entre todos los medios que Dios os ha inspirado, hijas mías, encuentro especialmente uno de una eficacia maravillosa, el de pedir esta gracia a Dios, pero pedírselo de buena manera, esto es, con el deseo de corresponder a la gracia con todo nuestro empeño, y con el deseo de ser fíeles hasta en los más pequeños detalles, porque como hemos señalado, el que es fiel en lo poco y en las pequeñas cosas, lo será también en las cosas grandes...

33. Y cuando vayáis a la oración, tenéis que ir puramente por complacer a Dios, Diciendo: “No soy digna de conversar con Dios; pero, como lo quiere la obediencia y esa es su voluntad, voy a ella para honrar a Nuestro Señor”. Pues no se ha de ir a la oración siguiendo los propios caprichos, sin atención y de cual­quier manera. No, no hay que hacerla así. Tenemos que hacerla como la hacía Nuestro Señor, sobre la tierra. Él la hacía con gran respeto, en la presencia de Dios, con confianza y humildad. (Conferencias 5, 37, 102, 103, 104.)

(Codesal, Antología de textos sobre la oración, Editorial Apostolado Mariano, Sevilla).


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