Recemos
en desagravio, pues estamos en las vísperas de otro gran acto de
traición a la Iglesia Católica: la "iglesia" conciliar va a
"canonizar" dos hombres que tuvieron participación
fundamental en la destrucción de la religión perpetrada en la última mitad de
siglo. Uno de ellos, Juan XXIII, ha sido quien, despreciando el mensaje de
Nuestra Señora de Fátima y llamando de "profetas de desgracia" a
los que preveían el mal que se haría a la Iglesia, convocó
el latrocinio Vaticano II. El otro, Juan Pablo II, ha sido quien
más lejos ha llevado la aplicación del maldito conciliábulo,
sea perseguiendo a los verdaderos católicos, sea practicando los más
absurdos actos de sincretismo religioso, rebajando la única verdadera religión
al nivel de las falsas.
¿Santos? ¿Cómo puede uno ser santo si ha
pasado su vida haciendo el mal y, por lo menos públicamente, jamás ha
demostrado cualquier arrepentimiento? ¿Cómo puede ser santo, o sea
amigo de Dios en la eternidad, alguien que ha pasado la vida siendo amigo
de los enemigos de Dios? ¿Cómo puede ser santo, o sea modelo de acción
para las gentes, alguien que ha dado ejemplos horribles de indiferentismo
religioso? ¿Cómo puede ser santo, o sea seguidor irreprensible de la
doctrina de Cristo, alguien que era hereje público, manifiesto y contumaz?
Tomado de Judamore