martes, 15 de abril de 2014

LA MENTIRA PIADOSA

Nuestro Señor Jesucristo,
Camino, Verdad y Vida

          La religión católica no sólo es la única religión verdadera sino también es la religión de la verdad. El hoy tan despreciado catecismo de preguntas y respuestas ya nos lo enseña al decirnos que nunca se puede mentir. Nuestro Señor Jesucristo se identificó con la verdad, al proclamar: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" l. La Iglesia custodió durante siglos, con celo, la verdad íntegra, prefiriendo sufrir grandes persecuciones a ceder un ápice de su doctrina. Nunca buscó la unidad sacrificando la verdad y rechazó con energía toda ambigüedad, aún a costa de que esta santa intransigencia ocasionara graves disensiones y rupturas.

          Hasta el Concilio Vaticano II la doctrina que profesaban el Papa, los obispos y los sacerdotes diseminados en lo ancho del globo se presentaba a los fieles e infieles como de una unidad monolítica. El "Semper ídem" de la Iglesia —a través del tiempo y del espacio— era una nota característica de la religión católica, que podía palparse por doquier. No es que no existieran doctrinas disolventes agazapadas que sólo esperaban el momento oportuno para salir a la superficie —ya los denunció Pío XII en 1950, en la encíclica "Humani generis"2 — pero las mismas, ante el celo de la Santa Sede por la ortodoxia, se mantenían escondidas y no lograban envenenar a sectores importantes de cristianos, ni empeñar la magnífica unidad que admiraban aún los que se mantenían alejados de la única Iglesia de Cristo.

          El Concilio fue el momento en que el mal hizo erupción cual volcán devastador. En el seno del catolicismo se empezó a notar una babel de ideas y de actitudes, algunas diametralmente opuestas a la enseñanza multisecular de la Iglesia, y, cosa novedosa, sin que nadie les pusiera freno.

          En la década siguiente se lleva a cabo una autodemolición de tal magnitud que si algún profeta de desgracias lo hubiera anunciado antes del Concilio, cualquiera lo hubiera tachado de loco. Pero también se levanta una reacción de numerosos grupos de católicos que empiezan a formar núcleos de resistencia, fieles a la je de siempre. Y como contragolpe a esta sana reacción, algunos que militan en la "línea media"3 o lideran movimientos de "falsa derecha" —creemos que en la mayoría de veces sin darse cuenta del inmenso daño que hacen— 4 acuñan la táctica de la "mentira piadosa", sirviendo con esto eficazmente a la autodemolición.

          Mentira piadosa es —como su misma enunciación lo indica— faltar a la verdad, por motivos aparentes de piedad. Táctica ilegítima, pues encierra engaño, que nunca es método de apostolado.

          Con la mentira piadosa se presentan actitudes erróneas o al menos ambiguas de autoridades eclesiásticas que pueden llevar al error, como si éstas fuesen totalmente ortodoxas, elogiándolas profusamente. Con esto se consigue que el fiel menos ilustrado confíe en estas autoridades prevaricadoras y se aparte de la recta doctrina, paso a paso, sin darse cuenta demasiado. Con la mentira piadosa se ha logrado hacer aceptar a una gran masa de cristianos cambios que atentan contra la fe.

          El Papa Juan Pablo II ha dicho que la verdad es la fuerza de la paz. Estimamos que esto es tan valedero cuando se trata de relaciones internacionales, como de la paz interna de la Iglesia. Pues mucho nos tememos que no se aplacará la tempestad que se desató al abrir ventanas a tendencias malsanas, mientras no se recurra a la prédica de la verdad total. Y estamos convencidos que si el Santo Padre quiere arreglar la crisis progresista, a fin de que brille nuevamente la doctrina sacrosanta, una e inmutable, que fluye de la Tradición y de las Escrituras, no tiene auxiliares más eficientes para esta tarea que los que combaten el error, encuéntrese donde se encuentre. No olvidemos que es fiel al Papa el que es fiel al Magisterio continuo de los Romanos Pontífices y no el que se aferra a algún pronunciamiento circunstancial que no se compagina con ese Magisterio tradicional, que obliga en conciencia a todo católico. Los santos Ata­nasio el Grande, doctor de la Iglesia, Sofronio y Máximo, fueron de una fidelidad ejemplar al Papa, aún cuando estuvieron enfrentados con los Pontífices de su época.

          Luis XIV es el arquetipo de soberano absoluto. Sin embargo no le faltó magnanimidad puní ordenar ti los jueces de sus parlamentos que resistieran sus disposiciones si éstas fuesen contrarias a las leyes fundamentales del Reino, por fidelidad al Rey. Creemos que éste es el espíritu que debe poseer todo buen súbdito, fiel y leal, y no el de la "mentira piadosa" que establece una falsa paz, una apariencia de tranquilidad, bajo la cual, si bien más lentamente pero con más eficacia, se disuelven los principios que con el huracán revolucionario. La "mentira piadosa" revela falta de la virtud de la fortaleza, la virtud cuya ausencia más se nota en el hombre moderno. Por esto su aceptación es tan masiva, por esto cae tan bien en círculos amplios. Evita asumir responsabilidades y permite seguir la rutina, sin pensar demasiado.


Santa Catalina de Siena

          Los santos asumieron sus responsabilidades y son los ejemplos que nos da la Iglesia, no sólo para admirar, sino para seguir. Santa Catalina de Siena, pro­clamada doctora de la Iglesia por Pablo VI, dice: "Basta de silencios, gritad con cien mil lenguas, porque por haber callado el mundo está podrido."


NOTAS

1 Juan 14, 6.

2 Esta encíclica fue publicada íntegra en   ROMA   Nº 11.

3 Tendencia que se encuentra entre la Tradición católica y el error progresista.  No suele negar generalmente dogmas o definiciones infalibles, pero acepta prácticas que van en detrimento de la fe. Bajo la guía de la "línea media" los fieles se alejan insensiblemente de la plena ortodoxia. Suele combatir a la Tradición católica.

4 Son de "falsa derecha" los movimientos aparentemente contrarrevolucionarios, incompletos y que suelen guardar simpatía por algún aspecto de la Revolución anticristiana. Llevan a sus seguidores a una vía muerta, los esterilizan para el buen combate por la verdad.


Artículo publicado en la Revista ROMA  Nº 61, Marzo de 1980.