Nuestro Señor Jesucristo, Camino, Verdad y Vida |
La religión católica no sólo es la única religión verdadera
sino también es la religión de la verdad. El hoy tan despreciado catecismo de
preguntas y respuestas ya nos lo enseña al decirnos que nunca se puede mentir.
Nuestro Señor Jesucristo se identificó con la verdad, al proclamar: "Yo
soy el camino, la verdad y la vida" l. La
Iglesia custodió durante siglos, con celo, la verdad íntegra, prefiriendo
sufrir grandes persecuciones a ceder un ápice de su doctrina. Nunca buscó la
unidad sacrificando la verdad y rechazó con energía toda ambigüedad, aún a
costa de que esta santa intransigencia ocasionara graves disensiones y
rupturas.
Hasta el Concilio Vaticano II la doctrina que profesaban el
Papa, los obispos y los sacerdotes diseminados en lo ancho del globo se
presentaba a los fieles e infieles como de una unidad monolítica. El "Semper
ídem" de la Iglesia —a través del tiempo y del espacio— era una nota
característica de la religión católica, que podía palparse por doquier. No es
que no existieran doctrinas disolventes agazapadas que sólo esperaban el
momento oportuno para salir a la superficie —ya los denunció Pío XII en 1950,
en la encíclica "Humani
generis"2 — pero las mismas, ante el celo de la Santa Sede
por la ortodoxia, se mantenían escondidas y no lograban envenenar a sectores
importantes de cristianos, ni empeñar la magnífica unidad que admiraban aún los
que se mantenían alejados de la única Iglesia de Cristo.
El Concilio fue el momento en que el mal hizo erupción cual
volcán devastador. En el seno del catolicismo se empezó a notar una babel de
ideas y de actitudes, algunas diametralmente opuestas a la enseñanza
multisecular de la Iglesia, y, cosa novedosa, sin que nadie les pusiera freno.
En la década siguiente se lleva a cabo una autodemolición de
tal magnitud que si algún profeta de desgracias lo hubiera anunciado antes del
Concilio, cualquiera lo hubiera tachado de loco. Pero también se levanta una
reacción de numerosos grupos de católicos que empiezan a formar núcleos de
resistencia, fieles a la je de siempre. Y como contragolpe a esta sana
reacción, algunos que militan en la "línea media"3 o
lideran movimientos de "falsa derecha" —creemos que en la mayoría de veces sin darse cuenta del
inmenso daño que hacen— 4 acuñan la táctica de la "mentira
piadosa", sirviendo con esto eficazmente a la autodemolición.
Mentira piadosa es —como
su misma enunciación lo indica— faltar a la verdad, por motivos aparentes de
piedad. Táctica ilegítima, pues encierra engaño, que nunca es método de
apostolado.
Con la mentira piadosa
se presentan actitudes erróneas o al menos ambiguas de autoridades
eclesiásticas que pueden llevar al error, como si éstas fuesen totalmente
ortodoxas, elogiándolas profusamente. Con esto se consigue que el fiel menos
ilustrado confíe en estas autoridades prevaricadoras y se aparte de la recta
doctrina, paso a paso, sin darse cuenta demasiado. Con la mentira piadosa se ha
logrado hacer aceptar a una gran masa de cristianos cambios que atentan contra
la fe.
El Papa Juan Pablo II
ha dicho que la verdad es la fuerza de la paz. Estimamos que esto es
tan valedero cuando se trata de relaciones internacionales, como de la paz
interna de la Iglesia. Pues mucho nos tememos que no se aplacará la tempestad
que se desató al abrir ventanas a tendencias malsanas, mientras no se recurra a
la prédica de la verdad total. Y estamos convencidos que si el Santo Padre
quiere arreglar la crisis progresista, a fin de que brille nuevamente la
doctrina sacrosanta, una e inmutable, que fluye de la Tradición y de las Escrituras,
no tiene auxiliares más eficientes para esta tarea que los que combaten el
error, encuéntrese donde se encuentre. No olvidemos que es fiel al Papa el que
es fiel al Magisterio continuo de los Romanos Pontífices y no el que se aferra
a algún pronunciamiento circunstancial que no se compagina con ese Magisterio
tradicional, que obliga en conciencia a todo católico. Los santos Atanasio
el Grande, doctor de la Iglesia, Sofronio y Máximo, fueron de una fidelidad ejemplar
al Papa, aún cuando estuvieron enfrentados con los Pontífices de su época.
Luis XIV es el arquetipo de soberano absoluto. Sin embargo no
le faltó magnanimidad puní ordenar ti los jueces de sus parlamentos que
resistieran sus disposiciones si éstas fuesen contrarias a las leyes
fundamentales del Reino, por fidelidad
al Rey. Creemos que éste es
el espíritu que debe poseer todo buen súbdito, fiel y leal, y no el de la
"mentira piadosa" que establece una falsa paz, una apariencia de
tranquilidad, bajo la cual, si bien más lentamente pero con más
eficacia, se disuelven los principios
que con el huracán revolucionario. La "mentira piadosa" revela falta
de la virtud de la fortaleza, la virtud cuya ausencia más se nota en el hombre
moderno. Por esto su aceptación es tan masiva, por esto cae tan bien en
círculos amplios. Evita asumir responsabilidades y permite seguir la rutina,
sin pensar demasiado.
Santa Catalina de Siena |
Los santos asumieron
sus responsabilidades y son los ejemplos que nos da la Iglesia, no sólo para
admirar, sino para seguir. Santa Catalina de Siena, proclamada doctora
de la Iglesia por Pablo VI, dice:
"Basta de silencios, gritad con cien mil lenguas, porque por haber
callado el mundo está podrido."
NOTAS
1 Juan 14, 6.
2 Esta encíclica fue publicada íntegra en ROMA Nº 11.
3 Tendencia que se encuentra entre la Tradición
católica y el error progresista. No suele negar generalmente dogmas o definiciones
infalibles, pero acepta prácticas que van en detrimento de la fe. Bajo la guía
de la "línea media" los fieles se alejan insensiblemente de la plena
ortodoxia. Suele combatir a la Tradición católica.
4 Son de "falsa derecha" los movimientos
aparentemente contrarrevolucionarios, incompletos y que suelen guardar simpatía
por algún aspecto de la Revolución anticristiana. Llevan a sus seguidores a una
vía muerta, los esterilizan para el buen combate por la verdad.
Artículo publicado en la Revista ROMA Nº 61, Marzo de 1980.