sábado, 26 de abril de 2014

JUAN PABLO II Y EL LIBERALISMO

Artículo tomado de la revista ROMA Nº 65, Octubre de 1980. Buenos Aires

Papa Juan Pablo II


El Papa pastor supremo

            El Papa es el jefe supremo de la Iglesia Universal. Tiene potestad directa sobre los obispos, sacerdotes y fieles. Ejerce la triple potestad, legislativa, ejecutiva y judicial en la Iglesia, que por voluntad de su Divino Fundador, es una institución MONÁRQUICA.

            Asimismo tiene una cualidad, del que carece cualquier hombre en la tierra. Es INFALIBLE, cuando se dan ciertas y determinadas condiciones 1. Para que un pronunciamiento pontificio sea infalible el Papa debe:

1) hablar como supremo Doctor y Pastor de la Iglesia;
2) definir una doctrina;
3) que hace a la fe y a las costumbres;
4) obligar a todos a que la acepten.

            El Papa, al ser Vicario de Nuestro Señor Jesucristo tiene como misión ser enteramente fiel a la doctrina de nuestro Divino Redentor, trasmitir el depósito de la Fe, lo que está encerrado en la Tradición y las Escrituras. Pues es dogma de fe que la Revelación pública se cerró con la muerte del último Apóstol. Nada se puede agregar a este sagrado depósito, sino tan solo explicitarlo en el decurso de los siglos. Por esto, cuando la Iglesia define un nuevo dogma, no inventa nada, sino tan solo precisa que esta verdad está contenida en la Tradición o las Escrituras.

            El Romano Pontífice es el padre común de todos los fieles, los que deben rezar por El. La liturgia católica nos señala una oración admirable por el Vicario de Jesucristo: "roguemos por nuestro Pontífice Juan Pablo, para que Dios lo conserve, lo vivifique, lo haga feliz en la tierra y no lo deje caer en manos de sus enemigos".


Cuando la resistencia es fidelidad

            Pues el Papa puede caer en manos de sus enemigos, que son enemigos suyos en cuanto enemigos de la Iglesia. Es decir, los comunistas, socialistas, masones y liberales de toda laya y pelambre, de los cuales está infestado lo ancho del mundo y, mucho tememos, también el Vaticano. El Papa también puede caer en las redes de su enemigo máximo, Satanás, equivocándose o incurriendo en pecado. Nunca enseñó la Iglesia que el Sumo Pontífice fuera omnisapiente o impecable, y solo es infalible cuando se dan las circunstancias que se han señalado, o si reafirma una doctrina universalmente enseñada por la Iglesia en todo tiempo y lugar. Un error del Papa —más si recayera sobre una materia de fe o de moral— puede tener consecuencias terribles, pues los medios de comunicación, en manos de los enemigos de Dios, lo difunden como si fuera voz de la» Iglesia. Es decir, se propaga una confusión sobre lo que hay que creer o hacer, lo que es lo correcto o lo errado. Se llega a llamar bien al mal, y mal al bien.

            Pero aunque cayere en error, los fieles le deben guardar el respeto y la veneración debidos, PERO SIN SEGUIRLO EN EL ERROR. Algunos dicen: "prefiero equivocarme con el Papa, que estar en la verdad contra El". Esta frase de falsa piedad circula mucho hoy en día. Pero si se medita un poco que Nuestro Señor Jesucristo dijo: "YO SOY [. . . ] LA VERDAD"2, la sentencia de aparente piedad empieza a parecerse sospechosamente a ésta: "prefiero es­tar con el Papa que con Jesucristo", lo que evidentemente hiere los oídos de cualquiera que tenga algo de amor de Dios.

            Papas que cometieron errores en materia de fe y de moral hubo en la his­toria, si bien en número muy reducido y en casos excepcionales, y, realmente, desde el Concilio de Trento (1545-1563) hasta el inicio del Vaticano II, los Romanos Pontífices fueron un monumento de tal solidez doctrinaria, aún en cuestiones donde no usaron su prerrogativa de infalibilidad, que se hizo SENTIMIENTO entre los fieles que, en el fondo, en estos asuntos el Papa era siempre infalible.

            Pero la opinión de doctores de la Iglesia, de santos, de teólogos universal-mente acreditados durante siglos, se opone frontalmente a ese sentimiento que hemos comentado en el párrafo anterior, y autoriza y RECOMIENDA la resistencia al Papa en algunos casos. Creemos que el "espíritu de obediencia" obliga a recurrir a éstos cuando se tratan estos temas tan espinosos y difíciles. No olvidemos que, al conferir el título de "Doctor de la Iglesia", el Romano Pontífice da categoría de maestro de la doctrina católica al santo que lo ostenta. Con la canonización, la Iglesia propone al santo como modelo de virtudes, cuya conducta aconseja seguir para alcanzar la salvación eterna.

            San Bruno, obispo de Segni, se opuso al Papa Pascual II que había cedido al emperador Enrique V en la cuestión de las investiduras, y le escribió: "Yo os estimo como a mi Padre y señor [...] Debo amaros; pero debo amar más aún a Aquél que os creó a Vos y a mí [...] Yo no alabo el pacto (firmado por el Papa) tan horrendo, tan violento, hecho con tanta traición, y tan contrario a toda piedad y religión 3.

            En el sínodo provincial de 1112, con la asistencia y aprobación de San Hugo de Grenoble y San Godofredo de Amiens, se envió a Pascual II una carta, donde se lee: "si como absolutamente no lo creemos, escogierais otra vía, y os negarais a confirmar las decisiones de nuestra paternidad, válganos Dios, pues así nos estaréis apartando de vuestra obediencia 4.

            San Norberto de Magdeburgo, fundador de los monjes canónigos premostratenses, ante el peligro que el Papa Inocencio II cediera al emperador Lotario III, en las investiduras, dijo: "Padre ¿qué vais a hacer? ¿A quién entregáis las ovejas que Dios os ha confiado, con riesgo de verlas devorar? Vos habéis recibido una Iglesia libre, ¿vais a reducirla a la esclavitud? La Silla de Pedro exige la conducta de Pedro. He prometido por Cristo, la obediencia a Pedro y a Vos. Pero si dais derecho a esta petición, yo os hago oposición a la faz de toda la Iglesia" 5.

           Vitoria, el gran teólogo dominico del siglo XVI, escribe: "Si el Papa, con sus órdenes y sus actos, destruye la Iglesia, se le puede resistir e impedir la eje­cución de sus mandatos 6.
            
         Suárez afirma: "Si [el Papa] dictara una orden contraria a las buenas cos­tumbres, no se le ha de obedecer; si tentara hacer algo manifiestamente opues­to a la justicia y al bien común, será lícito resistirle; si atacara por la fuerza, por la fuerza podrá ser repelido" 7.
            Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia, expresó: "habiendo peligro próximo para la fe, los prelados deben ser argüidos, inclusive públicamente, por los súbditos. Así, San Pablo, que era súbdito de San Pedro, le arguyó públicamente" 8.

            San Roberto Belarmino, Doctor de la Iglesia, sostuvo: "así como es lícito resistir al Pontífice que agrede el cuerpo, así también es lícito resistir al que agrede las almas, o que perturba el orden civil, o sobre todo, a aquél que tratase de destruir a la Iglesia. Es lícito resistirlo no haciendo lo que manda e impidiendo la ejecución de su voluntad" 9.

            En vida del mismo Santo, quien fue consultor del Papa y gran defensor de la supremacía pontificia, la República de Venecia tuvo dificultades con la Santa Sede. Se reunieron entonces los teólogos de dicha República y emitieron varias proposiciones.   De éstas:

            Proposición 10: La obediencia al Papa no es absoluta. Esta no se extiende a los actos donde sería pecado obedecerle.

            Proposición 15: Cuando el Soberano Pontífice fulmina una sentencia de excomunión que es injusta o nula no se debe recibirla, sin apartarse, sin em­bargo, del respeto debido a la Santa Sede.
            Estas proposiciones fueron sometidas al examen del gran teólogo cardenal Belarmino, el que luego fue declarado Doctor de la Iglesia por Pío XI. He aquí la respuesta del Santo:

            "No hay nada que decir contra la proposición diez, pues ésta está expre­samente en la Sagrada Escritura.

            "Los teólogos de Venecia no tenían necesidad de fatigarse en probar la proposición quince, pues nadie la niega" 10.

            De lo visto más arriba se concluye que, en el caso hipotético que algún Papa manifestara doctrinas contrarias al Magisterio de la Iglesia, el cristiano que las resistiera no sería en forma alguna un rebelde o desobediente sino un hijo fiel del Papa y de la Iglesia. Porque el Papa, en cierta forma, siempre es el mismo, desde San Pedro hasta la consumación de los siglos; y su doctrina es la del Príncipe de los Apóstoles, "pues no fue prometido a los Sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación transmitida por los Apóstoles o depósito de fe" 11.

Juan Pablo II en la ONU



La ONU: ideal de la Revolución anticristiana

            Frente al Magisterio Pontificio que es el faro de luz para la regeneración de la sociedad, la Revolución anticristiana 12 concretó el ideal masónico de una liga internacional atea, la que se llama Organización de las Naciones Unidas, donde —al igual que en el estado soviético— hasta el mismo Santo Nombre de Dios está proscripto expresamente. Los principios de las Naciones Unidas son la quintaescencia del liberalismo, lo que no obsta en modo alguno que los regímenes socialistas participen y firmen sus declaraciones. Es sabido que el marxismo es hijo del liberalismo y ambos proclaman la supremacía absoluta de la voluntad humana liberada de las leyes de Dios Nuestro Señor. Esta Organización tiene una dependencia, titulada UNESCO, que trata de ejercer patronazgo sobre los sistemas educativos de todas las naciones no dominadas por el bolchevismo ateo, y lleva a cabo una labor eficaz de corrupción y descristiani­zación de la niñez y de la juventud, con sus conocidas "reformas de enseñanza" 13 que pretenden imponer mediante convenios internacionales.

            Teniendo en cuenta estos hechos, no es de extrañar que haya causado zozobra la visita de Pablo VI a dicha Organización atea, y también lo causen los elogios que la Santa Sede prodiga a las Naciones Unidas, cuyo ideal es frontalmente opuesto al ideal de la Cristiandad, al de la sociedad católica, la que hay que tratar de restaurar sin cesar. Bien decía San Pío X: "no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios lo edificó; [...]. No; la civiliza­ción no está por inventar, ni la ciudad nueva por edificar; en las nubes ha existido y existe; es la civilización cristiana" 14.

Juan Pablo II y la ONU

            Meditando el Magisterio de San Pío X que acabamos de reproducir, no pue­de menos que causar también zozobra las siguientes expresiones de Juan Pa­blo II: "En todo caso no se puede menos de recordar aquí, con estima y profunda esperanza para el futuro, el magnífico esfuerzo llevado a cabo para dar vida a la Organización de las Naciones Unidas" 15. Es difícil calificar de "magnífico esfuerzo" el de los vencedores de la última guerra mundial, los que —incluyendo Stalin— dieron vida a esta Organización, a la par que cimentaron o consintieron una situación en la que cientos de millones de personas carecen de los más elementales derechos que en justicia les corresponden.
            Entre las naciones esclavizadas cuando el "magnífico esfuerzo" se encuentra el país natal del actual Romano Pontífice, quien en su visita a un antiguo campo de concentración, ante una piedra conmemorativa, declaró: "Quiero detenerme, además, delante de otra lápida: la que está en lengua rusa. No añado ningún comentario. Sabemos de qué nación habla. Sabemos qué parte ha tenido esta nación, durante la última guerra para la libertad de los pueblos. Ante esta lápida no se puede pasar con indiferencia." 16. Al ver este homenaje a la Unión Soviética, estado que aliado con Hitler agredió a Polonia en 1939 y luego, al ser atacado por su antiguo cómplice de rapiña, no luchó "para la libertad de los pueblos", sino para esclavizarlos, pensamos en los millares de mártires que causó el marxismo. Estos desde el Cielo contemplan este extraño pronuncia­miento del Vicario de Aquél cuyo Santo Nombre el comunismo quiere borrar de la tierra.

Los "derechos humanos" de la ONU

            Dice asimismo Juan Pablo II: "Se impone entonces necesariamente el de­ber de someter los mismos programas a una continua revisión desde el punto de vista de los derechos objetivos e inviolables del hombre.
            "La Declaración de estos derechos, junto con la institución de la Organi­zación de las Naciones Unidas, no tenía ciertamente solo el fin de separarse de las horribles experiencias de la última guerra mundial, sino el de crear una base para una continua revisión de los programas, de los sistemas, de los regí­menes, y precisamente desde este único punto de vista fundamental que es el bien del hombre" 17.

            "La Declaración universal de los Derechos del Hombre y los instrumentos jurídicos, tanto a nivel internacional como nacional, en un movimiento que es de desear progresivo y continuo, tratan de crear una conciencia general de la dignidad del hombre y definir al menos algunos de los derechos inalienables del hombre. Séame permitido enumerar algunos entre los más importantes [...], el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, individualmente o en común, tanto en privado como en público, el derecho a la participación política y el derecho a participar en la libre elección del sistema político del pueblo a que se pertenece. El conjunto de los derechos del hombre corresponde a la sustancia de la dignidad del ser humano, entendido integralmente, y no reducido a una sola dimensión; se refieren a la satisfacción de las necesidades esenciales del hombre, al ejercicio de sus libertades, a sus relaciones con otras personas; pero se refieren también, siempre y dondequiera que sea, al hombre, a su plena dimensión humana" 18.
            Qué distinto suenan estos párrafos de "lo que no responde a la verdad y la norma moral no tiene objetivamente derecho alguno ni a la existencia ni. a la propaganda ni a la acción" 19.

            Podemos agregar, estudiando la historia, que si todos los "derechos" que enumera Juan Pablo II correspondieran "a la sustancia de la dignidad del ser humano", sus Antecesores, los Papas que reinaron durante siglos, aún los canonizados, serían auténticos tiranos, pues no solo no los tuvieron en cuenta sino que los combatieron y negaron su ejercicio a sus súbditos. Siempre se afirmó en la Iglesia que el impedir la difusión de las ideas perversas no constituye violación alguna de "derechos humanos" sino medida de buen gobierno y un servicio insigne al bien común.

            Estos elogios de Juan Pablo II a la declaración de Derechos Humanos de la UN obliga a compararla con el Magisterio de los Papas, para ver si esta De­claración se conforma con dicho augusto Magisterio o la contradice.

            El artículo 18 de la Declaración de marras afirma: "Toda persona tiene el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o creencia, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia."

            El Magisterio de la Iglesia enseña: "Y de ésta de todo punto pestífera fuen­te del indiferentismo, mana aquella sentencia absurda y errónea, más bien, aquel delirio de que la libertad de conciencia ha de ser afirmada y reivindicada por cada uno.

            "A esto el pestilentísimo error le prepara el camino, a aquella ilimitada libertad de opinión, que para ruina de lo sagrado y de lo civil está ampliamente invadiendo, afirmando a cada paso algunos con sumo descaro que de ella emana algún provecho a la religión. Pero «¿qué muerte peor para el alma que la li­bertad del error?», decía San Agustín". (Gregorio XVI, Mirari Vos).

            En "Quanta Cura" Pío IX condena esta proposición a): "El mejor gobier­no es aquél, en el que no se reconoce al poder la obligación de reprimir por la sanción de las penas a los violadores de la religión católica, a no ser que la tranquilidad pública lo requiera".

            Las condenas de Quanta Cura comprometen la infalibilidad pontificia pues allí se dan las cuatro notas que ésta requiere y que señalamos en el 2° párrafo del presente escrito.

            Dice allí Pío IX: "Así pues, en medio de esta perversidad de opiniones depravadas, Nos, penetrados del deber de nuestro Ministerio apostólico y llenos de solicitud por nuestra Santa Religión, por la santa doctrina, por la salvación de las almas, cuya guarda se nos ha confiado del Alto y por el mismo bien de la sociedad humana, Nos, hemos creído deber nuestro levantar de nuevo nues­tra voz apostólica. En consecuencia, todas y cada uno de las diversas opiniones y doctrinas que se van señalando detalladamente en las presentes letras, Nos las reprobamos por nuestra autoridad apostólica, las proscribimos, las conde­namos y queremos y mandamos, que todos los hijos de la Iglesia Católica las tengan por reprobadas, proscriptas y condenadas."
            "Porque es falso que la libertad civil de cultos y la facultad plena, otor­gada a todos, de manifestar abierta y públicamente sus opiniones y pensamientos sin excepción alguna conduzcan con mayor facilidad a los pueblos a la corrup­ción de las costumbres y de las inteligencias y propaguen la  peste de indife­rentismo" (Proposición 79 del Syllabus, condenada por Pío IX).

            "En primer lugar examinemos, en relación con los particulares, esa libertad
tan contraria a la virtud de la religión, llamada libertad de cultos, libertad fun­
dada en la tesis de que cada uno puede, a su arbitrio, profesar la religión que
prefiera o no profesar ninguna. Esta tesis es contraria a la verdad. (León
XIII,Libertas).  

            No se niega, y es doctrina tradicional de todos los Pontífices, que nadie puede ser obligado a creer, ni coaccionado para abrazar la Verdad católica. La Iglesia siempre condenó el uso de la fuerza para obligar a un acatólico a entrar en la única Religión verdadera. Pero de esto no se sigue de ningún modo que el hombre tenga "derecho" al error, "derecho" al mal, y mucho menos que tenga "derecho" de manifestarlo públicamente y hasta de propagarlo, envene­nando a las almas de sus prójimos. "Porque de todas las obligaciones del hom­bre, la mayor y más sagrada es, sin duda alguna, la que nos manda dar a Dios el culto de la religión y de la piedad. Este deber es la consecuencia necesaria de nuestra perpetua dependencia de Dios, de nuestro gobierno por Dios y de nuestro origen primero y fin supremo, que es Dios. Hay que añadir, además, que sin la virtud de la religión no es posible virtud auténtica alguna, porque la virtud moral es aquella virtud cuyos actos tienen por objeto todo lo que nos lleva a Dios, considerando como supremo y último bien del hombre; y por esto, la religión, cuyo oficio es realizar todo lo que tiene por fin directo e inmediato el honor de Dios 20, es la reina y la regla a la vez de todas las virtudes. Y si se pregunta cuál es la religión que hay que seguir entre tantas religiones opuestas entre sí, la respuesta la dan al unísono la razón y la naturaleza: la religión que Dios ha mandado, y que es fácilmente reconocible por medio de ciertas notas exteriores con las que la Divina Providencia ha querido distinguirla, para evitar un error, que, en asunto de tanta trascendencia, implicaría desastrosas conse­cuencias. Por esto, conceder al hombre esta libertad de cultos de que estamos hablando equivale a concederle el derecho de desnaturalizar impunemente una obligación santísima y de ser infiel a ella, abandonando el bien para entregarle al mal. Esto, lo hemos dicho ya, no es la libertad, es una depravación de la libertad y una esclavitud del alma entregada al pecado".  (León XIII, Libertas)

            El artículo 21, inciso 3), de la Declaración de los Derechos Humanos afirma: "La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público":

            El Magisterio de la Iglesia enseña: "Algunos hombres, negando con un desprecio completo los principios más ciertos de la sana razón, se atreven a proclamar que la voluntad del pueblo, manifestada por lo que ellos llaman opinión pública o de otro modo cualquiera, constituye la ley suprema, independiente de todo derecho divino y humano". (Pío IX, Quanta Cura).

            "Muchos de nuestros contemporáneos, siguiendo la huella de aquellos que en el siglo pasado se dieron a sí mismos el nombre de filósofos, afirman que todo poder viene del pueblo [...]. Muy diferente es en este punto la doctrina católica, que pone a Dios, como en principio natural y necesario, el origen del poder político".  (León XIII, Diuturnum Illud).
           
"De aquella herejía nacieron en el siglo pasado una filosofía falsa, el llamado derecho nuevo, la soberanía popular y una descontrolada licencia, que muchos consideran como la única libertad. De aquí se ha llegado a esos errores recientes que se llaman comunismo, socialismo y nihilismo, peste vergonzosa y amenaza de muerte para la sociedad civil".   (León XIII, Diuturnum Illud).
            "Las leyes se ordenan al bien común, y no son dictadas por el voto y el juicio falaces de la muchedumbre, sino por la verdad y la justicia". (León XIII, Immortale Dei).
            "Un derecho nuevo, desconocido hasta entonces y contrario en muchas de sus tesis no solamente al derecho cristiano, sino incluso también al derecho natural [...]. En una sociedad fundada sobre estos principios, la autoridad no es otra cosa que la voluntad del pueblo". (León XIII, Immortale Dei).
          
  "Rechazan la doctrina recordada por León XIII sobre los principios esenciales de la sociedad, colocando la autoridad en el pueblo" (San Pío X, Notre Charge Apostolique).
            
"Desde el momento que se quiso atribuir el origen de toda humana potestad, no a Dios, Creador y dueño de todas las cosas, sino a la libre voluntad de los hombres, los vínculos de mutua obligación que deben existir entre los superiores y los súbditos, se han aflojado hasta el punto de que casi han llegado a desaparecer [...]. Ante semejante desenfreno en el pensar y en el obrar que destruye la constitución de la sociedad humana, Nos, a quien ha sido divinamente confiado el magisterio de la verdad, no podemos en modo alguno callar, y recordamos a los pueblos aquella doctrina que no puede ser cambiada por el capricho de los hombres: No hay autoridad sino por Dios, y las que hay, por Dios han sido ordenadas". (Benedicto XV, Ad Beatissimi).
            "No menos nocivo para el bienestar de las naciones y de toda la sociedad humana es el error de aquellos que con intento temerario pretenden separar el poder político de toda relación con Dios, del cual dependen, como de causa primera y de Supremo Señor, tanto los individuos como las sociedades humanas". (Pío XII, Summi Pontificatus).

            "No puede ser aceptada como verdadera la posición doctrinal de aquellos que erigen la voluntad de cada hombre en particular, o de ciertas sociedades como fuente primaria y única, de donde brotan derechos y deberes y de donde provenga tanto la obligatoriedad de las constituciones como la autoridad de los poderes públicos". (Juan XXIII, Pacem in Terris).

            El artículo 16, inciso 1) de la Declaración de los Derechos Humanos afirma: "Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse".

            El Código de Derecho Canónico establece: "La Iglesia prohíbe severísimamente en todas partes que contraigan entre sí matrimonio, una de ellas católica y la otra afiliada a una secta herética o cismática; y si hay peligro de perversión del cónyuge católico o de la prole, también la misma ley divina prohíbe el casamiento". (Canon 1060).
            Aunque la misma Iglesia, si el cónyuge acatólico da garantías que no tra­tará de desviar a la parte católica de la Religión verdadera y que todos los hijos serán educados en el catolicismo, suele dispensar el impedimento de mixta religión, no por ello los hombres y mujeres tienen derecho de casarse, sin restricción alguna por motivos de religión, pues la misma "ley divina" prohíbe el casamiento si la fe peligra. Por otro lado, la Iglesia siempre sostuvo su competencia exclusiva sobre los matrimonios de los bautizados, careciendo de facultad el poder civil, tanto nacional como internacional, para establecer "derechos"al matrimonio.

            Pero lo que agrava aun más a la citada Declaración de Derechos Humanos es que la misma no sólo contradice a los principios católicos, sino que da pie a que en su nombre se persiga a la Iglesia. Pues la Declaración, en su artículo 7 "in fine" dice: "Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación." Y el artículo 30 agrega: "Nada en la presente Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamadas en esta Declaración". O sea, se aplica el viejo adagio liberal: "Viva el pensamiento libre, pero ay de aquel que no sea librepensador".

            Si se es consecuente con los principios de la ONU se puede prohibir la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia, pues encierra una "provocación" a una discriminación que infringe los "Derechos Humanos". Se puede prohibir hasta la edición de las encíclicas pontificias, pues ciertamente instan a desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de derechos y libertades proclamados en la Declaración en cuestión.
            La omnímoda libertad de cultos, junto con la de difundir cualquier opinión, "libertades" condenadas por los Papas, acompañado con el mito de la soberanía popular, tienen efectos deletéreos especialmente graves en España, donde el reemplazo de los principios católicos por los principios de la ONU — todo con aquiescencia del Vaticano y del Episcopado local, puesto por la Santa Sede — ha provocado la disolución general que esta nación, madre del continente hispanoamericano padece en la actualidad. Pues si se aplican consecuentemente los principios de los "derechos humanos", donde la sola conciencia es la que juzga de la rectitud de una conducta ¿dónde se ha de parar? Si la conciencia errada, pero que tiene "derecho" a su libertad, juzga lícito el divorcio o la pornografía ¿en base a qué ley objetiva le podemos impedir que la legislación las permita? España, nación católica por excelencia, tomó muy en serio al Concilio. Creyó que la mentalidad conciliar era ley de la Iglesia, y la aplicó. Los resultados están a la vista.

            Asimismo en Hispano-américa, también profundamente católica, si bien —y esto puede agravar la situación— con poca instrucción religiosa, los falsos principios de la ONU son presentados como principios católicos por Episcopados enteros, llegando a decir al cardenal Arns, arzobispo de Sao Paulo, Brasil, que ahora observa 30 mandamientos nuevos, los treinta artículos de la Declaración de la ONU que estudiamos demostrando su carácter anticatólico.

            Agrava la situación el hecho que a la par de pronunciamientos episcopales de ese estilo invocando los "derechos humanos", la subversión internacional los invoca también, intentando, con ello, demoler los regímenes que tratan de oponerse al comunismo.

            No hay que creer que la voz de los obispos siempre es la voz de la Iglesia, a veces es diametralmente opuesta. Bien harían los gobernantes hispanoamericanos en nutrirse en la auténtica Doctrina social de la Iglesia, cuyos grandes pilares fueron puestos principalmente por Pío IX y León XIII. Hoy puede ser condición de supervivencia conocer las encíclicas de estos Sumos Pontífices, para saber decir a los miembros de la Jerarquía que, abusando de su sagrada investidura, colaboran en la demolición del orden social: "nosotros Jefes de Estado católicos, os resistimos, pues, aunque obispos, predicáis una doctrina que es anticatólica y, por ende, os habéis vuelto enemigos de la Iglesia".

¿Primacía del hombre?

            Sorprende, asimismo, la afirmación de Juan Pablo II en que expresa: "Nutrimos la profunda convicción de que no hay en el mundo ningún programa en el que, incluso sobre las plataformas de ideologías opuestas acerca de la concepción del mundo, no se ponga siempre en el primer plano al hombre" 21. Siempre pensamos que la Iglesia Católica ponía en el primer plano a Dios, pues aprendimos en el Catecismo "El hombre ha sido creado para conocer, amar y servir a Dios, y gozarlo luego en la eternidad". Por otro lado, el comunismo que domina centenas de millones de personas nunca puso en el primer plano al hombre, al que encierra en campos de concentración o en hospitales psiquiátricos, —si no lo asesina directamente— siempre cuando estime que se trata de un opositor a su doctrina "intrínsecamente perversa", según Magisterio de Pío XI. Y si en algunos lugares el bolchevismo usa de mayor moderación lo hace sin cambios de meta, la construcción de una sociedad sin Dios y sin derechos humanos objetivos —no los de la ONU, sino los verdaderos— los que permitan al hombre cumplir con su deber señalado en la enseñanza del catecismo que acabamos de citar.

"Libertad, igualdad y fraternidad" solo conservan sus nombres cristianos, pero, ahora, están vaciados de su auténtico sentido original, y reemplazado por otro sentido opuesto. 
Lo que era orientado hacia el amor de Dios y al prójimo con sus Mandamientos. 
La UNESCO, órgano masónico y anticatólico, le da a esta trilogía 
un sentido puramente terreno y materialista.


El problema de la UNESCO

                  En su discurso al visitar la UNESCO Juan Pablo II dijo: "Permítaseme comenzar refiriéndome a los orígenes de vuestra Organización. Los acontecimientos que marcaron la fundación de la UNESCO me inspiran sentimiento de gozo y gratitud a la Providencia: la firma de su constitución el 16 de noviembre de 1945; la entrada en vigor de la misma y el establecimiento de la Organización el 4 de noviembre de 1946; el acuerdo entre la UNESCO y la Organización de las Naciones Unidas aprobada por la Asamblea Central de la ONU en el mismo año. Esta Organización es, en efecto, obra de las naciones que, al terminar la terrible guerra mundial, fueron impulsadas por lo que se podría llamar un deseo espontá­neo de paz, de unión y de reconciliación. Estas naciones buscaron los medios y las formas de una colaboración capaz de establecer, profundizar y asegurar de modo duradero este nuevo acuerdo. Así, pues, la UNESCO nació, igual que la Organización de las Naciones Unidas, porque los pueblos sabían que el fundamento de las grandes empresas al servicio de la paz y del progreso de la humanidad en todo el mundo, era la necesidad de la unión de las naciones, el respeto mutuo y la cooperación internacional [...].

            "En el origen de la UNESCO, igual que en la base de la Declaración universal de los Derechos del Hombre, se encuentran, pues, estos primeros nobles impulsos de la conciencia humana, de la inteligencia y de la voluntad. Me apelo a ese origen, a ese comienzo, a esas premisas y a esos primeros principios. En su nombre vengo hoy a París, a la sede de vuestra Organización, con una súplica: que después de una etapa de más de treinta años de actividades, se unan ustedes aún más en torno a estos ideales y a los principios que inspiraron los comienzos.22

            El elogio de la UNESCO —internacional educativa laica— da derecho a los padres de familia a una protesta. Pues éstos son los primeros responsables de la formación de sus hijos. Tienen la obligación de educarlos en la Verdad Católica, con todas sus consecuencias. Esta obligación confiere el derecho correlativo de exigir de la autoridad, tanto civil como eclesiástica, que se aseguren los medios de una formación católica integral, lo que implica no solo la enseñanza religiosa, sino que toda la educación esté orientada para preparar hombres virtuosos, ob­servantes de la ley de Dios Nuestro Señor.
            
            No es necesario insistir mucho sobre lo diametralmente opuesto que están los planes de la UNESCO a la educación católica, pues esto es dominio público. Se trata de unos programas ateos, integralmente concebidos para erradicar las virtudes cristianas. Son la quintaesencia de la "reforma moral" que propugna la masone­ría 23 desde su fundación en Londres, en 1717. Pues no olvidemos que la maso­nería se presentó siempre más que como una organización política como una socie­dad de "reforma moral", cuya meta era borrar las costumbres cristianas, para reemplazarlas con unos hábitos liberales, laxos, inbuidos, si no de ateísmo, al menos de indiferentismo religioso, y del absolutismo de la voluntad humana, que no reco­noce ninguna verdad objetiva ni ley superior que ponga límite a su orgullo. La "peste del laicismo" que tanto anatemiza Pío XI en la encíclica Quas Primas, al igual que otros Pontífices, es un pálido reflejo de la obra de descristianización total en que está empeñada la UNESCO 24, para producir el "hombre liberado" que no será otro que un esclavo del pecado.

Fidelidad al Papa

            Aunque parezca paradójico, nos obliga escribir estas líneas la fidelidad al Papa, a su sagrado Magisterio. Pues, como es obvio, obliga en conciencia al ca­tólico lo que los Papas han mandado y enseñado durante los siglos, y si algo que declara un Pontífice contradiga a este Magisterio, esta última declaración no for­ma parte del Magisterio de la Iglesia, sino que es opinión particular del Papa. Es evidente que esta opinión particular no exige asentimiento. La verdad es una, y lo que es verdadero ayer no puede ser falso mañana.  La Iglesia Católica fue fundada por Nuestro Señor Jesucristo, quien es Dios y no       puede cambiar ni perfeccionarse.

            Escribimos estas líneas teniendo en la mente lo enseñado por Pío XII: "El laico tiene el derecho a recibir de los sacerdotes todos los bienes espirituales a fin de realizar la salvación de su alma y de llegar a la perfección cristiana; cuando trata de los derechos fundamentales del cristianismo puede hacer valer sus exigencias: es el sentido y la finalidad misma de toda la vida de la Iglesia que está aquí en juego, tanto como la responsabilidad delante de Dios del sacerdote y la del laico" 25. Estimamos que el bregar para que en nada sea negado un orden social que observe lo enseñado por los Pontífices, entra dentro de los "derechos funda­mentales del cristiano".

            Creemos que el mejor servicio que podemos hacer a la sagrada persona, de Juan Pablo II es exponer con franqueza filial estas ideas, que no se basan en nuestras preferencias personales, sino están cimentadas en la Doctrina de los Pa­pas. Defender esta Doctrina constituye una expresión de fidelidad al Romano Pon­tífice que es nuestro padre y nuestro rey.

            Nos alienta además en nuestra posición la frase de San Pío X, gran Papa y gran Santo: "EL PAPA AGRADECE A LOS CENSORES QUE LE AYUDAN A CONOCER EL MAL QUE NO HA VISTO" 26.

            Reiteramos nuestro pedido que se rece mucho por el Papa, para que el Es­píritu Santo lo guíe y gobierne, le de el alma ardiente y heroica de un Pío IX o de un San Pío X, los que adoptando el "oppositum per diametrum" de San Ig­nacio de Loyola, combatieron la furia de la Revolución, que rugía primero fuera y luego dentro de la Iglesia, y supieron conducir la Barca de Pedro en la tempestad con sabiduría.

Súplica a Nuestra Señora

            Finalmente nos dirigimos a Aquélla que es la Corrcdentora del género huma­no, a la Mediadora de todas las gracias, a la Omnipotencia suplicante. Señora y Madre Nuestra, haz que se termine el progresismo y toda ambigüedad de las filas católicas, para que realmente no haya más que "un solo rebaño y un solo Pastor"27.

Acordaos, oh piadosísima Virgen María
Que jamás se oyó decir, que ninguno
De cuantos han acudido a Vuestra protección
Implorando Vuestra asistencia,
Haya sido abandonado de Vos.
Animados con esta confianza,
A Vos también acudimos,
Oh  Virgen,  Madre de las vírgenes,
Gimiendo bajo el peso de nuestros pecados
Nos atrevemos aparecer ante  Vuestra presencia soberana
Oh, Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas,
Antes bien escuchadlas y acogedlas benignamente.

Amén



Notas

1 Véase también este tema en Michel Martin, "El Vaticano II y los errores liberales", en ROMA, n9 63/64, apéndice.

2 Juan, 14, 6.

3 Carta escrita en Lili, Citado por el R. J. Campos Sel). P., en "San Bruno de Scgni y Pascual II," ROMA, nº 37, pags.  l9/20.

4 Citado por Bouix, "Tract. de Papa", tomo II, pág. 650. Ver también Hefelce
Leclercq, tomo V, part.
I, pág. 536; Rohrbacher, "Histoire Universelle de l'Eglise Catholique”, tomo XV, pág. 61.

5 Vita A. de San Norberto, pág. 42. Citado por R. P. J. Campos Sch. P., en "Un
defensor enérgico del Papa", ROMA, n9 36, págs.
63/64.

6 Obras de Francisco de Vitoria, págs. 486/487.

7  "De Fide", disp. X, sect.
VI, nº 16.

8  Comentario sobre la epístola a los Gálatas, 2, 14. '' De Romano Pontífice, Libro II, c. 29.

9  Et Verbum caro factum est. (Io. 1, 4)

10 Citado por el abate Louis Coache, en su libro "La perfidie du modernisme", edición Diffusion de la Prensée Française, Chiré en Montreuil, 86190 Vouille, Francia, 1976, págs. 68/69.

11 Concilio Vaticano I, sesión IV, Constitución dogmática sobre la Iglesia de Cristo
"Pastor Aeternus", cap. 4, Del magisterio infalible del Romano Pontífice. Denzinger, 1836.


12 Movimiento histórico que adopta el lema de Lucifer: "non serviam", y consta de
tres etapas principales: reforma, revolución francesa y comunismo. Se infiltra en los
medios católicos por el humanismo y la democracia cristiana. Quiere fundar una sociedad
según la voluntad del hombre, "liberado" de toda sujeción a Dios, a la autoridad y a la
ley objetiva, consiguiéndose con esta "liberación" la esclavitud total. Combate a esta
corriente de apostasía la Contrarrevolución, cuya Reina y Señora es la Virgen Santísima,
y cuyo modelo es la sentencia de la Anunciación: "He aquí la Esclava del Señor, hágase
en Mí según tu palabra" (Lucas, I, 38). La Contrarrevolución lucha por una sociedad
que se sujete a la voluntad de Dios en todos los órdenes, observando sus leyes. Sin este
sometimiento el hombre no puede gozar de la auténtica libertad.


13 Sobre las "reformas de enseñanza" de la UNESCO, véase: Estanislao Cantero, " La
educación revolucionaria", ROMA, nº 60;  y "La educación permanente", ROMA, nº 57.

14 Carta "Notre charge apostolique", párrafo 11.

15 Encíclica Redemptor hominis.

16 En Oswiecin-Brzezinka, 7 de junio de  1979.

18 Discurso a la ONU, 2 de octubre de 1979.

19 Pío XII, discurso al V Congreso Nacional de la Unión de Juristas Católicos Ita­
lianos, 6 de noviembre de 1955.


20 Cf. Santo Tomás, Summa Theologica, 2-2, 9. 81, a 6, c.

21 Encíclica Redemptor hominis.

22 2 de junio de 1980.

23 Para comprender bien la acción deletérea de la masonería recomendamos la obra
del gran historiador francés contemporáneo, Jacques Ploncard d'Assac: "Le sccret des
francmaçons". Se puede solicitar este libro a la editorial Diffusion de la Pcnsée Fran
çaise,
dirección: Chiré en Montreuil, 86190 Vouillé, Fraincas. Los libros publicados por
esta editorial son generalmente excelentes.   Se envía catálogo a pedido.


24 Además, la influencia soviética en la UNESCO es notable. Su publicación oficial.
"El Correo de la UNESCO", dedicó todo un número especial para exaltar a Lenín,
al
que calificó de "gran humanista".

25 Discurso al primer Congreso del Apostolado de los Laicos.

26 Carta al cardenal Ferrari, 27 de febrero de  1910.

27 Juan, 10,  16.