martes, 20 de enero de 2015

Epitafio Contradictorio

Comentarios Eleison 
por su Excelencia Richard Williamson
Comentario Nº 392,  17 de enero de 2015


Monseñor Richard Williamson



Nuestra naturaleza hecha buena por Dios, Adán estropeó.
Lo que de bueno por Dios desea, Adán lo dificulta.



Bajo el vasto y estrellado cielo
Caven la fosa y déjenme yacer.
Alegre viví y alegremente muero,
Y al yacer lo hago con un deseo.

Éste sea el verso que para mí grabarán:
Aquí él yace donde añoró estar.
En su hogar el marinero está, desde el mar
Y el cazador desde la colina en su hogar.

R.L. Stevenson (1850–1894)


Robert Louis Stevenson




            Este epitafio para el poeta mismo es elocuente por su simplicidad, y conmovedor porque toca a la muerte, esa inevitable tragedia de la vida humana. Conmemorando vida y amor, los poetas a menudo tratan sobre la muerte, que tan misteriosamente acaba con ambos. En cambio, no deseando pensar en el sentido de la vida o de la muerte, los pobres materialistas acaban con la poesía y la imprimirán como prosa si pueden, precisamente para no tener que pensar en cualquier cosa más elevada que la materia. Pero el misterio permanece. . .

            En teoría, el epitafio de Stevenson es valiente. En las tres últimas líneas de cada estrofa, en seis de ocho líneas, él dice en seis maneras diferentes que él está feliz de morir. Pero el poema está cargado con contradicción. Si “alegre él vivió”, ¿cómo puede alegremente morir? Si él estaba tan alegre de morir, ¿cómo pudo haber estado alegre de vivir? Para estar tan alegre de morir como él reclama, debe haber perdido su deseo de vivir, o haberlo cerrado, lo cual él sólo podía hacerlo rechazando para su vida cualquier destino o significado o existencia más allá de su muerte animal, y esto podía hacerlo sólo pretendiendo no ser más que un animal. Pero, ¿qué animales se toman la pena de escribir poemas elocuentes y conmovedores?

            ¡Oh! Robert Louis, usted sabía que usted no era solamente un animal. Usted se tomó el trabajo de escribir muchas obras literarias, incluyendo un fascinante cuento de vida y aventura para niños, La Isla del Tesoro, y un horripilante cuento de corrupción y muerte para adultos, El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, y sus trabajos en conjunto hacen de usted corrientemente el 26to autor más traducido en el mundo. Cierto, sus padres eran Presbiterianos Escoceses, una secta Calvinista tan rigurosa en el medio del siglo 19no como para transformar más de un buen hombre en ateo. Pero, ¿cómo pudo usted así desvalorizarse delante de la muerte? ¿Cómo pudo usted pretender que la muerte era su “hogar”?

            El Creador originalmente no diseñó para la muerte animal al animal racional que el hombre es. Si todos los hombres desde Adán y Eva hubieran hecho correcto uso de su racionalidad, o razón, durante la duración prevista para sus vidas terrenales, entonces en lugar de su ahora inevitable muerte animal ellos se hubieran deslizado indoloramente hacia la vida eternal que el correcto uso de su razón les hubiera merecido para ellos. Pero, ese diseño original fue frustrado cuando Adán desobedeció a su Creador y cuando, por la misteriosa solidaridad de toda la humanidad futura con su primer padre, él arrastró a todos los hombres hacia abajo, en el pecado original. A partir de ese momento en adelante, la contradicción es intrínseca a toda naturaleza y vida humanas, porque tenemos una naturaleza creada por Dios en guerra contra nuestra naturaleza caída por Adán. Nuestros verdaderos – no falsos – “anhelos inmortales” vienen de nuestra naturaleza tal como hecha por Dios y para Dios, mientras que nuestra muerte animal es “hogar” solamente para nuestra naturaleza en cuanto que caída. “¡Desdichado de mí!”, exclama San Pablo (Rom.VII, 24–25), “¿Quién me libertará de este cuerpo mortal? ¡La gracia de Dios por Jesucristo Nuestro Señor!”


            Kyrie eleison.