Padre Leonardo Castellani |
...Otra frase, que es misteriosa: “Cuando vuelva el Hijo del Hombre ¿creéis que encontrará fe sobre la tierra?” Cristo conecta proféticamente su Primera y Segunda Venida, indicando que el estado de la religión será parecido en ambos momentos, el primero y el último.
Aquí hay qué corregir otra vez con todo
respeto a San Agustín; el cual, viendo en el siglo IV "las iglesias
llenas” (sermón 115) y la fe creciendo día a día, no se podía imaginar una
crisis de la fe como por ejemplo la nuestra; y en consecuencia dice: “¿De qué
fe habla el Salvador? Habla de la fe plena, de la fe que hace milagros, de la
fe que mueve las montañas, de la fe perfecta, de la fe que es siempre muy rara
y de muy pocos...” etc. No. Cristo habla de la fe en seco.
Viendo el estado de la religión en su
tiempo en que por causa del fariseísmo, en los campos la gente andaba "como
ovejas que no tienen pastor”; y en las ciudades “con pastores que
eran lobos con piel de oveja”, —los cuales iban a derramar la sangre del
buen Pastor— se acordó repentinamente del otro período agónico de la religión,
en que la situación religiosa habría de ser parecida o peor; y exhaló ese
tremendo gemido.
Con razón anota Mons. Juan Straubinger
comentando este versículo: “Obliga a una detenida meditación este impresionante
anuncio que hace Cristo, no obstante haber prometido su asistencia a la Iglesia
hasta la consumación del siglo. Es el gran "misterio de iniquidad” y la
"gran apostasía” que dice San Pablo (II Tes. 2) y que el mismo Señor
describe varias veces, sobre todo en su discurso esjatológico”.
Hay pues dos profecías en el
Evangelio que parecen inconciliables: una es que "las Puertas del
Infierno no prevalecerán contra ella”; otra es que cuando vuelva
Cristo “apenas encontrará fe sobre la tierra". Y
la conciliación debe de estar en el principio o norma que dio
Cristo a los suyos respecto a la Sinagoga ya desolada y contaminada: “En
la cátedra de Moisés se sentaron y enseñaron los Escribas y Fariseos: vosotros
haced todo lo que os dijeren, pero no hagáis conforme a sus obras”. La
Iglesia no fallará nunca, porque nunca enseñará la mentira; pero la
Iglesia será un día desolada, porque los que enseñan en ella hablarán y no
harán, mandarán y no servirán; y mezclando enseñanzas santas y sacras con ejemplos
malos o nulos, harán a la Iglesia repugnante al mundo entero, excepto a los
poquísimos heroicamente constantes.
Los cuales
tendrán, sí, oh Agustín, una fe más grande que las montañas.
Tomado de
"El Evangelio de Jesucristo", págs. 284-285,
por el
Padre Leonardo Castellani.
Ediciones
Theoría, Buenos Aires 1963.