Le
Sel de la terre n° 88, primavera 2014.
Viernes, 9 de mayo de
2014
La iglesia conciliar quiere hacer callar a aquellos que profesan la verdadera
fe, comprando sus silencios al precio de un “reconocimiento canónico.”
Los católicos liberales que se inclinan hacia la unión con Roma son un
peligro muy grande para la fe católica.
La crisis en la Iglesia no ha terminado:
al contrario, entre más dura más se agrava. Es útil y necesario que los fieles
sepan que algunos de sus pastores no rinden las armas antes del fin del
combate.
Una “Carta a los fieles” redactada el 7 de enero de 2014 por algunos
sacerdotes miembros (o antiguos miembros) de la Fraternidad Sacerdotal San Pio
X o religiosos, ha sido leída en algunas capillas de la Tradición en Francia el
domingo 19 de enero. Algunos otros sacerdotes –unos cuarenta en total- han dado
su nombre a esta carta.
Los sacerdotes signatarios de la carta, estimaron que debían presentar a
los fieles, no una declaración de ruptura con
la Fraternidad Sacerdotal San Pio X, sino al contrario, el testimonio público de su apego firme y fiel a los principios que siempre guiaron a Monseñor Lefebvre en el combate de la fe.
Estos sacerdotes, en razón de su sacerdocio ordenado a la salvación de las
almas, se dirigen a los fieles, y especialmente a aquellos que están
inquietos por la agitación que sufre la Tradición desde hace por lo menos dos
años. Los sacerdotes signatarios quisieron hacer saber que, en lo que a ellos
concierne, ellos se comprometen a continuar la operación supervivencia
comenzada por Monseñor Lefebvre en 1988.
La crisis en la Iglesia se debe a los esfuerzos de la iglesia conciliar
–apoyada por las logias y las tras-logias- que pretenden modificar la fe
católica para transformarla en una “fe” modernista. Y para esto, la iglesia
conciliar quiere hacer callar a aquellos que profesan la verdadera fe, comprando sus silencios al precio de un “reconocimiento canónico”[1]. La experiencia de veinticinco años de uniones a Roma
–Flavigny, le Barroux, la Fraternidad San Pedro, Chémeré Le Roi, Campos, los
Redentoristas de Papa Stronsay, el Instituto Buen Pastor, el Oasis de Barcelona
(Padre Muñoz), etc- lo comprueban. Los que se han unido a Roma son preciosos
auxiliares de la iglesia conciliar.
Además de la falsificación de la fe, también hay dudas que se pueden tener
sobre la validez de los sacerdotes que se han unido a Roma, ordenados por
obispos que a su vez han sido ordenados con el nuevo rito. Monseñor Lefebvre
dijo en el sermón de las consagraciones de 1988: “¿De quién recibirán estos
seminaristas el sacramento del orden:de los obispos conciliares cuyos
sacramentos son todos dudosos porque no se sabe
exactamente cuáles son sus intenciones? Esto no es posible".
Los católicos unidos a Roma y los católicos liberales que se inclinan hacia
la unión con Roma son un peligro muy grande para la fe católica.
Al Padre Rifán le gustaba contar que Monseñor de Castro Mayer interrogaba a
sus seminaristas: “¿Qué es más peligroso: una silla de tres patas o una silla
de dos patas?” La respuesta es evidentemente “una silla de tres patas”, de la
cual se desconfía menos. Pues el Padre Rifán se ha convertido ahora en una
silla de tres patas, que celebra ocasionalmente la nueva misa y colabora
alegremente con la destrucción de la Iglesia.
No se trata de pretender la exclusividad (muchos padres que no firmaron la
carta a los fieles continúan llevando a cabo el buen combate de la fe), ni de
crear una organización que se oponga a otra organización.
Católicos, nosotros no podemos encerrarnos en una lógica de partido o de
secta. “Todo lo que es católico es nuestro”. Lejos de romper con quien sea,
nosotros queremos, mientras dependa de nosotros, tener buenas relaciones con
todos los defensores de la fe.
En la Iglesia de aquí abajo, la única autoridad universal es el papa. Si él
falta a su deber, nadie puede, sin arriesgarse al cisma, hacer la unidad en su
lugar. La defensa de la fe debe operarse por lo tanto, como dijo el Padre
Calmel, “por pequeñas unidades, que se conozcan en la medida que ellas puedan,
que se presten socorro ocasionalmente, pero que rechacen entrar en yo no sé
cuáles organizaciones sistemáticas y universales”[2].
En la guerra contrarrevolucionaria que nosotros llevamos a cabo
actualmente, una multiplicidad de católicos fieles repartidos en “bastiones” o
“fortines”, es más eficaz y tiene menos riesgo de ser infiltrada. Por otra
parte, sería bueno que estos “fortines”, que intuyó[3] el Padre Calmel, estén unidos por un
lazo de caridad, por una “amistad al servicio de la verdad”[4], por el verdadero combate de la fe.
La crisis en la Iglesia no ha terminado: al contrario, entre más dura más
se agrava. Es útil y necesario que los fieles sepan que algunos de sus pastores
no rinden las armas antes del fin del combate.
Le Sel de la terre.
[1] El
“fin de los fines” sería comprar el silencio de los verdaderos católicos sin
siquiera otorgarles el reconocimiento canónico convenciéndolos de
autocensurarse ellos mismos.
Publicado por Non Possumus en 14:16