Comentarios Eleison
por su Excelencia Richard Williamson
Número CDXXVII (427)
19 de septiembre de 2015
La naturaleza bastaba antes de la Encarnación,
Pero ahora, sin Nuestro Señor, sólo hay condenación.
“Soy un hombre. Me las arreglo
por mí mismo. Tengo una mente y una voluntad y un sentido del deber. Puedo
llevar una vida decente, aún noble, a nivel natural, bien por arriba del mero
materialismo. Ahora viene usted, como católico, y me habla de una vida sobrenatural,
sobrehumana, superior a la vida natural, que, para ser vivida, requiere de
virtudes sobrenaturales. Usted me dice que es una vida muy de lejos superior a
la vida natural, que ha sido posible por el Verbo Encarnado, y que promete
bienaventuranza inimaginable. Pues bien, todo eso está muy bien pero, bien
honestamente, encuentro que la naturaleza humana es suficiente: ni la vida de
un ángel ni la de una bestia. No quiero ni el Cielo por venir, ni las
exigencias que Él impone aquí en la tierra. Declino el beneficio con su carga.
Me pondré contento con una vida decente natural, y Dios me premiará con una
vida de ultratumba decente natural”.
Así es como el Cardenal Pie
(1815–1880) puso en la boca de muchos ciudadanos rectos y respetables de
mediados del siglo 19°, el grave error del naturalismo, el cual estaba
enviando entonces, y ha enviado desde entonces, enormes números de almas abajo
al Infierno. El naturalismo es la negación o, como aquí, el rechazo, de todo el
orden sobrenatural. La naturaleza lo es todo, o es todo lo que yo quiero. Nada
por arriba de la naturaleza existe o, si en verdad existe, cortésmente lo
declino. León XIII en su Encíclica denunció al naturalismo como siendo el error
esencial de la Masonería (ver Humanum Genus ). El naturalismo es el enorme
error de Hollywood del que casi no se da cuenta, porque todos nos hemos a tal
punto acostumbrados al mundo moderno tal
como modelado por los Masones, y uno de sus principios de ellos es estar por doquier
sin ser vistos en algún lado. El Cardenal Pie contestó a este respetable
ciudadano con tres argumentos:
En primer lugar, Dios es el
Creador y el Soberano Señor del hombre que es Su creatura. Habiendo creado al
hombre natural quien ciertamente pertenece al orden natural (i.e. al mundo que Dios regala al hombre),
Dios retuvo el derecho de perfeccionar al hombre elevándolo también al orden
sobrenatural (I.e. a Dios mismo que
Dios regala al hombre). De hecho, Dios sí levantó al hombre al orden sobrenatural
por un acto de amor que el hombre no tiene ningún derecho a rechazar, porque el
regalo y el amor son tan magnos. Así, Dios hace del beneficio una obligación
bajo severa penalidad por rechazo del beneficio y por revuelta contra su amor.
La nobleza de participar en la propia naturaleza de Dios por su regalo de la
gracia sobrenatural constituye una obligación, de modo que aquél que rechaza
comportarse como un hijo será tratado como un esclavo.
En segundo lugar, la propia razón
prueba que Dios se reveló a sí Mismo a través de Su Hijo, Jesucristo. Ahora
bien, si Dios revela, yo debo ver. Y, de hecho, su Hijo Encarnado reveló que el
rechazar creer es estar condenado (Mc. XVI, 16). El Padre ha dado todo juicio
al Hijo (Jn. V, 22–23). Cada rodilla debe doblarse ante Jesús (Filip. II,
9–11). Cada pensamiento debe someterse a Jesús (II Cor. X, 4–6). Todas las
cosas están resumidas en Jesús (Ef.I, 10–12; Heb. I, 8). No hay otro nombre
debajo del Cielo más que el de Jesús por medio del cual podemos salvarnos
(Hech. IV, 11–12). San Agustín dice acerca de Jn. Capítulo XV que o bien uno
está pegado a Cristo como un sarmiento a la vid y uno lleva fruto, o bien uno
está separado de Él y es arrojado al fuego. ¡Viña o fuego! ¿No quieres el
fuego? ¡Pégate a la vid!
En tercer lugar, llevar una vida
natural verdaderamente decente sin la gracia sobrenatural es imposible. El
hombre caído es débil de mente y de voluntad. En la práctica, el Cardenal
pregunta, ¿cuántos “ciudadanos decentes y respetables” son capaces, sin la
gracia de Dios, de resistir a toda tentación? Durante el día se comportan
decentemente en la oficina, pero ¿a la noche. . .? Siguen al noble Platón en
público, pero en privado siguen al buscador de placer, Epicuro. “Admítalo,
señor”, advierte el Cardenal: “A los ojos de los hombres usted puede haber sido
siempre muy correcto, pero no a sus propios ojos y, si no hay una gota de la
Sangre de Cristo en su alma, usted está dirigiéndose al castigo”.
Kyrie
eleison.