lunes, 21 de septiembre de 2015

Naturalismo Condenable

Comentarios Eleison
por su Excelencia Richard Williamson
Número CDXXVII (427)
19 de septiembre de 2015
 
Monseñor  Richard Williamson
La naturaleza bastaba antes de la Encarnación,
Pero ahora, sin Nuestro Señor, sólo hay condenación.

“Soy un hombre. Me las arreglo por mí mismo. Tengo una mente y una voluntad y un sentido del deber. Puedo llevar una vida decente, aún noble, a nivel natural, bien por arriba del mero materialismo. Ahora viene usted, como católico, y me habla de una vida sobrenatural, sobrehumana, superior a la vida natural, que, para ser vivida, requiere de virtudes sobrenaturales. Usted me dice que es una vida muy de lejos superior a la vida natural, que ha sido posible por el Verbo Encarnado, y que promete bienaventuranza inimaginable. Pues bien, todo eso está muy bien pero, bien honestamente, encuentro que la naturaleza humana es suficiente: ni la vida de un ángel ni la de una bestia. No quiero ni el Cielo por venir, ni las exigencias que Él impone aquí en la tierra. Declino el beneficio con su carga. Me pondré contento con una vida decente natural, y Dios me premiará con una vida de ultratumba decente natural”.

Así es como el Cardenal Pie (1815–1880) puso en la boca de muchos ciudadanos rectos y respetables de mediados del siglo 19°, el grave error del naturalismo, el cual estaba enviando entonces, y ha enviado desde entonces, enormes números de almas abajo al Infierno. El naturalismo es la negación o, como aquí, el rechazo, de todo el orden sobrenatural. La naturaleza lo es todo, o es todo lo que yo quiero. Nada por arriba de la naturaleza existe o, si en verdad existe, cortésmente lo declino. León XIII en su Encíclica denunció al naturalismo como siendo el error esencial de la Masonería (ver Humanum Genus ). El naturalismo es el enorme error de Hollywood del que casi no se da cuenta, porque todos nos hemos a tal punto  acostumbrados al mundo moderno tal como modelado por los Masones, y uno de sus principios de ellos es estar por doquier sin ser vistos en algún lado. El Cardenal Pie contestó a este respetable ciudadano con tres argumentos:

En primer lugar, Dios es el Creador y el Soberano Señor del hombre que es Su creatura. Habiendo creado al hombre natural quien ciertamente pertenece al orden natural  (i.e. al mundo que Dios regala al hombre), Dios retuvo el derecho de perfeccionar al hombre elevándolo también al orden sobrenatural  (I.e. a Dios mismo que Dios regala al hombre). De hecho, Dios sí levantó al hombre al orden sobrenatural por un acto de amor que el hombre no tiene ningún derecho a rechazar, porque el regalo y el amor son tan magnos. Así, Dios hace del beneficio una obligación bajo severa penalidad por rechazo del beneficio y por revuelta contra su amor. La nobleza de participar en la propia naturaleza de Dios por su regalo de la gracia sobrenatural constituye una obligación, de modo que aquél que rechaza comportarse como un hijo será tratado como un esclavo.

En segundo lugar, la propia razón prueba que Dios se reveló a sí Mismo a través de Su Hijo, Jesucristo. Ahora bien, si Dios revela, yo debo ver. Y, de hecho, su Hijo Encarnado reveló que el rechazar creer es estar condenado (Mc. XVI, 16). El Padre ha dado todo juicio al Hijo (Jn. V, 22–23). Cada rodilla debe doblarse ante Jesús (Filip. II, 9–11). Cada pensamiento debe someterse a Jesús (II Cor. X, 4–6). Todas las cosas están resumidas en Jesús (Ef.I, 10–12; Heb. I, 8). No hay otro nombre debajo del Cielo más que el de Jesús por medio del cual podemos salvarnos (Hech. IV, 11–12). San Agustín dice acerca de Jn. Capítulo XV que o bien uno está pegado a Cristo como un sarmiento a la vid y uno lleva fruto, o bien uno está separado de Él y es arrojado al fuego. ¡Viña o fuego! ¿No quieres el fuego? ¡Pégate a la vid!

En tercer lugar, llevar una vida natural verdaderamente decente sin la gracia sobrenatural es imposible. El hombre caído es débil de mente y de voluntad. En la práctica, el Cardenal pregunta, ¿cuántos “ciudadanos decentes y respetables” son capaces, sin la gracia de Dios, de resistir a toda tentación? Durante el día se comportan decentemente en la oficina, pero ¿a la noche. . .? Siguen al noble Platón en público, pero en privado siguen al buscador de placer, Epicuro. “Admítalo, señor”, advierte el Cardenal: “A los ojos de los hombres usted puede haber sido siempre muy correcto, pero no a sus propios ojos y, si no hay una gota de la Sangre de Cristo en su alma, usted está dirigiéndose al castigo”.


Kyrie eleison.