Por Monseñor Richard
Williamson
15 de Febrero de 2014
Mucho necesita decirse sobre la
infalibilidad de la Iglesia, especialmente para corregir ilusiones originadas
(por error) a partir de la Definición de la infalibilidad Papal en 1870. Hoy en
día, por ejemplo, los sedevacantistas y liberales piensan que sus posiciones
son totalmente opuestas pero, ¿paran ellos por un momento para ver cuán
semejantemente ellos piensan? - Mayor: Los Papas son infalibles. Menor: los
Papas Conciliares son liberales. Conclusión liberal: debemos devenir liberales.
Conclusión sedevacantista: no pueden ser Papas. El error no está ni en la
lógica ni en la Premisa Menor. Solamente puede ser un malentendido, por parte
de ambas partes, sobre lo que es la infalibilidad en la Mayor. Una vez más, el
hombre moderno pone autoridad por encima de verdad.
Dios Eterno es Verdad en sí
misma, absolutamente infalible. En el tiempo creado, por medio de su Hijo
Encarnado, El instituyó su Iglesia con una doctrina para la salvación de las
almas. Proviniendo de Él, esa doctrina solamente puede ser inerrante, pero para
mantenerla libre de los errores de los hombres de Iglesia humanos a los cuales
se la confiaría, Su Hijo les prometió el “espíritu de verdad” para guiarlos
“por siempre” (Jn. XIV, 16-17). Pues realmente, sin una tal garantía, ¿cómo
podía Dios requerir de los hombres, so pena de condenación eterna, creer en Su
Hijo, en Su doctrina y Su Iglesia (Mc. XVI, 16)?
Sin embargo, aún de Sus hombres
de Iglesia, Dios no arrebatará ese libre albedrío para errar que El les otorgó
a ellos. Y El permitirá que esa libertad vaya tan lejos como ellos lo deseen,
sin llegar a que hagan Su Verdad inaccesible a los hombres. Eso llega lejos, e
incluye un número de Papas altamente deficientes en la historia de la Iglesia,
pero el alcance de Dios llega aún más lejos que la maldad de los hombres
(Is.LIX,1-2). En el Vaticano II, por ejemplo, el error de la Iglesia llegó bien
lejos, sin que Dios, sin embargo, permitiera a Su Iglesia ser totalmente
defectible en lo que hace a su presentación a los hombres de la Verdad
inerrante proviniendo de Su propia infalibilidad. Aún los Papas Conciliares han
dicho muchas verdades católicas al lado de sus errores Conciliares.
Pero, ¿cómo entonces puedo yo, un
alma simple, distinguir entre sus verdades y sus errores? En primer lugar, si
yo estoy realmente buscándolo a Dios con un corazón recto, El me guiará a Él,
como la Biblia dice en muchos lugares. Y, en segundo lugar, la doctrina de Dios
siendo tan inmutable como Dios mismo, debe ser la doctrina que encuentro que
(casi todos) Sus hombres de Iglesia han enseñado y transmitido en (casi) todos
los lugares y en (casi) todos los tiempos, mejor conocida como Tradición. Desde
el principio de la Iglesia esa transmisión ha sido la piedra de toque más
segura de lo que Nuestro Señor, El mismo, enseñó. A lo largo de las épocas, la
Tradición inerrante ha sido el trabajo de millones de hombres de Iglesia. Ha
sido eso por lo cual Dios dotó a Su Iglesia como un todo y no solamente a los
Papas, con la guía del infalible Espíritu Santo.
Aquí está, por así decirlo, la
torta de la infalibilidad de la Iglesia sobre la cual se ponen las solemnes
Definiciones de los Papas que son no más que su glaseado, precioso y necesario,
pero el pico de la infalibilidad de la Iglesia y no su mole montañosa. Noten
que primeramente las Definiciones por el Magisterio Extraordinario de los Papas
existieron no solamente desde 1870, sino desde el principio de la Iglesia. Y
que no existieron para hacer verdadera a la Tradición sino meramente para hacer
cierto lo que pertenecía a la Tradición y lo que no, cada vez que lo erróneo
del hombre lo había hecho incierto. Percibiendo la verdad, Monseñor Lefebvre
rectamente prefirió la Tradición inerrante a los Papas gravemente errantes.
Nunca habiéndolo entendido a él, así como todos los liberales modernos no
percibiendo la verdad, sus sucesores están en el proceso de preferir los
errantes Papas a la inerrante Tradición. Subestimando la verdad y sobrestimando
los Papas, los sedevacantistas totalmente repudian a los errantes Papas, y
pueden estar tentados de abandonar a la Iglesia enteramente. ¡Señor, tened
piedad!
Kyrie eleison.
Resumen: El Magisterio Ordinario es ciertamente infalible, pero su infalibilidad
proviene de Dios y no del Magisterio Extraordinario.