Por Monseñor Richard Williamson
22 de Febrero de 2014
Monseñor Richard Williamson |
Algunos Católicos que sostienen
que la Sede Apostólica está vacante, protestan firmemente contra los recientes
números de estos “Comentarios” pues parecen poner al mismo nivel la herejía
universal del liberalismo y la opinión particular del sedevacantismo. Pero,
mientras que estos “Comentarios” constantemente atacan la plaga del
liberalismo, con seguridad ellos últimamente no han hecho más que argumentar
que nadie está obligado a ser sedevacantista, lo cual, considerando qué trampa
esterilizante prueba ser el sedevacantismo en algunos casos, es, con seguridad,
una toma de posición bien moderada.
Sin embargo, estos “Comentarios”
sí mantienen que el sedevacantismo, aunque admirable como un esfuerzo para
combatir al liberalismo, es a lo mucho un medio inadecuado para hacerlo porque
comparte con los liberales uno de sus errores básicos, a saber, la exageración
de la infalibilidad papal. En su meollo, este error nos lleva al corazón de la
crisis sin precedente de la Iglesia hoy en día, razón por la cual estos “Comentarios”
insistirán en la cuestión, al tiempo de pedir perdón a algunos lectores
indebidamente aburridos u ofendidos. La Iglesia toda está en juego y no
solamente las sensibilidades de estos o aquellos de sus miembros.
El meollo de este error es la
humanidad dando la espalda lenta pero seguramente a lo largo de los últimos 700
años, a Dios, a Su Hijo y a Su Iglesia. En el pico de la Edad Media, los
Católicos tenían una Fe clara y fuerte, asiendo la unicidad y exclusividad del
Dios objetivo y Su Verdad sin contradicción. Dante no tuvo problema en poner a
Papas en su Inferno. Pero a medida que, a lo largo de los siglos, el hombre se
puso a sí mismo más y más como el centro de las cosas, así Dios perdió su
trascendencia absoluta por encima de todas las criaturas y la verdad se volvió
más y más relativa, ya no a la autoridad de Dios, sino, en cambio, a la del
hombre.
Dentro de la Iglesia, tomen por
ejemplo la 13era de las 17 “Reglas para sentir con la Iglesia” del famoso libro
de San Ignacio de Loyola Ejercicios Espirituales, alabado por innumerables
Papas desde entonces y sin duda responsable de ayudar a salvar millones de
almas. Ignacio escribe: “Para que en todas las cosas lleguemos a la verdad,
debemos mantener el principio de creer que lo blanco que yo veo es negro, si la
Iglesia Jerárquica así lo determina”. Tal posición podría apoyar la autoridad
de los hombres de Iglesia a corto plazo, pero, ¿no corrió el grave peligro de
separarla de la verdad a largo plazo?
Porque ciertamente, al final del
siglo 19no, el liberalismo se hizo tan fuerte que la Iglesia tuvo que reforzar
su propia autoridad por la Definición en 1870 de su Magisterio, operando con
todo su poder, a saber: siempre que 1) un Papa 2) define 3) un punto de Fe o de
moral 4) de tal manera que obliga en conciencia a toda la Iglesia. Pero
pensando demasiado humanamente desde entonces, demasiados Católicos en lugar de
relacionar este Magisterio Extraordinario a Dios y a la inmutable Verdad del
Magisterio Ordinario de la Iglesia, han tendido a prestar a la persona humana
del Papa una infalibilidad que proviene de Dios y que pertenece sólo a Dios.
Este proceso humanizante generó una infalibilidad cada vez más excesiva, que
casi inevitablemente resultó en el disparatado reclamo de Pablo VI de estar capacitado
para remodelar la Tradición de la Iglesia en nombre de un “Solemne Magisterio
Ordinario”. La gran mayor&iacu te;a de los Católicos le permitieron salirse
con la suya y hasta el día de hoy una masa de ellos están haciéndose liberales
día a día siguiendo a los Papas Conciliares mientras que una pequeña minoría de
Católicos están impulsados a negar que aquellos responsables de la locura
Conciliar puedan ser, en alguna manera, Papas.
Finalmente, personalmente tengo
respeto por muchos sedevacantistas, en la medida que ellos creen en la Iglesia
y están desesperados por encontrar una solución a un problema infinitamente
serio de la Iglesia. Pero, en mi opinión, ellos necesitan mirar más alto y más
profundo – la infinita altura y profundidad de Dios mismo.
Kyrie eleison.
El problema del sedevacantismo es el mismo que el de toda la Iglesia y
mundo modernos - poner demasiadas expectativas en los hombres, y demasiado
pocas en Dios.