Por Alberto M. Borromeo
Terminar con la inseguridad no
es un trabajo solo de la policía. Y menos de policías a quienes se les ha
quitado todos los derechos para actuar y sin leyes que apoyen al indefenso.
Sería como
dar una aspirina a un enfermo de cáncer.
El problema de la inseguridad
tiene un origen más profundo.
Está dentro de las mismas
personas que ya no tienen ni idea de la caridad; ha crecido el egoísmo de un modo
espeluznante. Todo el mundo piensa solo en sí mismo y no le importa por eso
mismo atropellar a los demás. No hay ya más respeto hacia el prójimo y ha
aumentado la crueldad. No hay disciplina interior en la personas. Los analistas
y psicólogos, como malos sacerdotes, les han aconsejado que no deben reprimirse
en nada; que deben realizar lo que pide su oscuro instinto. Por eso ya no hay
quienes acepten límites para nada, al menos es una de las causas revestidas de
un halo de extraña “sabiduría”. “Nadie va a decirme a mí lo que debo o no hacer”.”
Yo hago de mi vida lo que quiero”.
Todo esto es nada más que demagogia
y adulación del ego que conduce al desprecio no solo del prójimo sino aún también
anula el verdadero conocimiento de sí mismo; en qué debemos corregirnos y en
qué debemos alentar en nosotros mismos para ser mejores, (para el prójimo y para mí
mismo).
Por supuesto que ningún hombre,
en cuanto tal, en cuanto que es una criatura como yo, no puede obligarme a
nada.
Solo Dios podría hacer eso. Y no
lo hace. Porque espera lo hagamos de buena voluntad, es decir con libertad
interior, aunque se nos aparezca aparentemente como irrealizable y sufrido.
No es un problema, la
inseguridad, digo, que se solucionaría con solo medidas exteriores, como: más
policías, más patrullajes en las calles, etc. etc. Noten algo muy curioso:
nunca nadie habla de castigo a los
delincuentes (ni siquiera se atreven ya a llamar delincuente al que delinque, a
veces apenas es “un muchacho obligado por el contexto social”). Nadie se atreve
siquiera a sugerir dictar leyes más
severas, etc. Los “derechos humanos” también cumplen su función aquí… su
función es la de “atar las manos” justamente para aumentar el caos necesario a
los poderes que vendrían luego como “salvadores” a establecer un “nuevo orden”.
Son solamente “derechos humanos” para aquellos que delinquen. Crean, además, la
autocensura generalizada con una presión
psicológica constante sobre lo que está bien decir o no: Lo políticamente
correcto, que le dicen. Han inventado un nuevo: “De eso no se habla” no sea que
le tomen por……Y aquí pongan todos los juicios y las opiniones sobre lo que -
para “hoy” - es lo bueno y lo malo; lo que debe hacerse o evitarse; lo que puede decirse, (o está bien decir) y en lo que debe uno,
absolutamente, callarse la boca. Ya no existe más verdad absoluta, salvo la que
ellos decreten en su oportunidad.
El mal está cada vez más
afianzado en el corazón de los hombres y mujeres.
Existe un
caos interior en todos. Se ha puesto en tela de juicio todo. Se ha quitado el
piso en donde se asientan las buenas cosas, los principios en donde se apoyan
las buenas cosas.
Hasta las
cosas más elementales y principiales se han echado a un lado, es decir, se han
destruido los principios esenciales que hacen a la moral y a las buenas
costumbres.
Se hace mofa de todo ello. Es
hace mofa de la Religión, especialmente, de la Religión Católica, que sostenían
- aún precariamente - nuestros mayores.
“A mí, nadie me va a decir lo
que tengo que hacer” – Me decía una persona que uno debiera suponer “culta” por
su profesión, un médico. Esta persona que “se cree de vuelta” por su edad,
padece de una ignorancia mayúscula de lo que es, realmente, la Religión. Cree
que es una cuestión de sentimientos que no se sostienen en razones. Tienen una
idea infantil de la religión junto a supuestos “conocimientos adultos” y prejuicios de mayores. Uno supone que una
persona que trata de curar a enfermos, aunque sea por analogía, debería al
menos, intuir, o ver, alguna relación por lo menos, entre la moral y la buena y
la mala salud. La mala salud, o lo que llamamos, enfermedad, es nada más que la
rotura y desequilibrio de un orden natural que debe ser respetado para poder
ser sano y disfrutar de mejor vida. La buena vida no consiste en hacer lo que a
uno le viene en gana, sino lo que es bueno para estar bien y poder así
disfrutar de una mejor vida integral, de alma y cuerpo. La naturaleza se “venga”, tarde o temprano.
Si uno ingiere un poco de veneno
todos los días terminará muriendo. Si uno come nada más que alimentos podridos terminará
enfermando y finalmente muriendo. Así con el alma y el espíritu.
Esto está manifiestamente fomentado
por todos los medios. Me refiero al mal moral (como si éste fuera “la” virtud)
y se pone en ridículo todo aquello probadamente bueno, como si fuese el mal
mismo. Pero alguno podría preguntarse ¿Y quién gana con ello? Porque
aparentemente a nadie se le podría ocurrir corromper a la sociedad creando un
caos y lograr el fastidio y la infelicidad de todos (piensan ingenuamente
muchos). Sin embargo hay muchos intereses puestos en ello: intereses de dinero, de poder político, o de
poder a secas, manejado por unos pocos -
que tienen mucho poder económico y un
fin bien prefijado para lograr tan terrible cosa; con el fin de lograr una sociedad domesticada en su gran
mayoría, a fin de instalarse en el poder “para siempre”. A eso le llaman - y
publicitan de todas formas, como si fuera una gran panacea: EL NUEVO ORDEN
MUNDIAL.
Nosotros, en la Argentina
especialmente, nos hemos convertido en los conejillos de india para este
experimento. No es que no se aplique en mayor o menor medida en todo el mundo
y, de algún modo, en muchos países. Pero, la Argentina, parece ser la elegida
especialmente para el sojuzgamiento de sus gentes, e incluso el robo de sus
territorios y de sus riquezas naturales. Tal vez a cambio de la deuda externa…
¡Pero eso sería una
conspiración!... ¡Basta! …¡Terminen ya con eso de las onspiraciones y déjennos
vivir tranquilos y sin problemas! …
Pero esto, que también está
hábilmente manejado con la llamada “psicología de masas”, es una manera de
conseguir refrenar o anular toda posible reacción. Crean tantos problemas en la
vida cotidiana de las gentes: robos, crímenes, crueldad, piquetes de protesta
controlados, secuestros, inflación, falta de trabajo, accidentes, machacados,
además, constantemente por los medios,
que la gente, sencillamente, NO QUIERE MÁS PROBLEMAS. Busca no pensar en más
nada. Divertirse, distraerse, aturdirse. A tal punto que, cuando estén ya
bastante domesticadas con tantos rebencazos y azotes, como león en una jaula, terminen
aceptando como un alivio: un pequeño dulce, una “suave” esclavitud. O cualquiera
otra cosa con tal de tener un poco de falsa paz y de mentirosas promesas que
jamás se cumplirán.
Alguno
podría preguntarse: ¿Y qué hace el Catolicismo, suponiendo que fuera la
Religión verdadera - como se decía antes, cuando yo era chico?
-¡Esa Iglesia Católica,
corrompida y venida a menos en muchos aspectos en su lucha constante con tantos
enemigos internos y externos, durante siglos y siglos, siempre insistiendo en
un mismo camino de Redención, realmente era un gran obstáculo ante nosotros
para alcanzar el poder y afianzarnos en él, pero ahora ¡al fin! parece
que lo hemos conseguido! ¡Hemos conseguido un Papa para nosotros, un Papa políticamente
correcto y, con él, como si fuera la cola de un comenta, hemos arrastrado a todos los llamados católicos, que también se
sienten como liberados de un pesado yugo que les impedía disfrutar de lo
placeres que les brinda generosamente el mundo! ¡Es realmente una hora de
triunfo! ¡Ya no hay más pecado! ¡Por fin Dios es solamente misericordioso y no
más justiciero! ¡Perdona cualquier cosa aunque sigamos viviendo “mal”, como se
decía antes!
¡Dios
ahora es "macanudo" y el Papa Francisco es popular porque se ríe de todo, hasta
de la Iglesia a la que quiere reformar y hacerla pobre y, sobre todo, permisiva
y amiga de todos! Un Papa ¡más sabio que Cristo! Hay cosas que arreglar, que
cambiar en la Iglesia y en la doctrina. Hay cosas que mejorar, es decir,
perfeccionar, hacerlas mejor: Es decir, hacerlas “como las veo yo… y la ven mis amigos,
aquellos que me aplauden y me alientan desinteresadamente a hacer “bien” las
cosas”.
San Francisco de Asís, por Zurbarán. 1645. |
-Elegí el nombre de Francisco,
pensando en san Francisco, porque san Francisco es un santo popular y querido
por muchos, como yo lo soy ahora. Pero, claro, no me parezco mucho a él. Aquél
estaba flaco por los ayunos y por ayudar a los pobres (cosas de esa época). Yo,
en cambio, como bien, debo comer bien, para
poder cumplir con mi trabajo… ¡Es tan estresante! Pero bueno, ¡alguien lo tiene
que hacer!...y me tocó a mí.
Pero con éste, mi pequeño y
humilde aporte a la humanidad, al nuevo orden mundial, que es irreversible,
creo que todos van estar muy felices, y yo, satisfecho. Esto es lo que parece…al
menos…
“Caminos hay que al hombre parecen rectos,
mas en su remate está la muerte.” (Prov. 14,12)
“Pero el Hijo del hombre, cuando vuelva,
¿hallará por ventura la fe sobre la tierra?” (Luc. 18, 8).
El beso de Judas |
Pero
Dios nuestro Señor, siempre se reserva un pequeño resto. No le importa a Él la
cantidad sino la calidad. Dios siempre se ha complacido por hacer grandes cosas
con muy pocos. Con aquellos precisamente
que el mundo desprecia. “Porque la sabiduría de Dios para el mundo es
locura; y la sabiduría del mundo para Dios es necedad” Algo así decía San
Pablo.
Ese
pequeño resto es, y debe ser, con el auxilio divino: la sal de la tierra. Son los
que dan testimonio de las enseñanzas de
Jesucristo. “Id, y enseñad a todas las gentes todas las cosas que os he mandado”-
dijo Jesucristo mientras se despedía bendiciendo a los suyos que quedaban en la
tierra para difundir su Evangelio.
A
eso es a lo que hay que volver: a las enseñanzas de nuestro Señor para edificar
una casa sólida, sobre roca. Ignorar las enseñanzas de Cristo es edificar sin
cimientos y sobre arena. No fracasaron las enseñanzas de Cristo sino en la
medida que los hombres insensatos se alejaron de ellas y las olvidaron. El
olvido y el rechazo de las enseñanzas de nuestro Señor han producido el
desastre en que vive hoy la sociedad moderna. El desorden es producido por el
pecado (palabra borrada del léxico moderno) Pero el pecado es la rotura de la
ley. La rotura de la ley produce el desorden, el caos y éste lleva a la pérdida
de la fe. El pecado aleja de Dios y rompe la armonía entre los hombres, es
decir: destruye la caridad. “Por el aumento de la maldad se enfriará la caridad
de muchos”, profetiza nuestro Señor Jesucristo como una de las señales que
marcarán los últimos tiempos.
La orante. Pintura en una catacumba romana. |
La
Iglesia Católica fundada por nuestro Señor Jesucristo no perecerá, según la
promesa de nuestro Señor, permanecerá siempre hasta el fin del mundo, aunque parezca
desaparecer a los ojos del mundo. Es posible que el mundo tenga ante sus ojos
una falsa Iglesia, una iglesia apóstata de Dios y convertida al nuevo Dios: el
hombre, preludio del anticristo. Ya está la Iglesia verdadera otra vez en las
catacumbas, como lo estuvo en sus principios. Y esta pequeña Iglesia enterrada
para el mundo como una semilla, volverá a germinar y dará
otra vez sus frutos, aunque sea fugazmente, para testimonio ante las naciones.
La Iglesia Católica, como quien la fundó tiene, por la gracia de Dios, el poder
de resucitar.