"Por
ello, venerables hermanos, no es de maravillar que los modernistas ataquen con
extremada malevolencia y rencor a los varones católicos que luchan
valerosamente por la Iglesia. No hay ningún género de injuria con que no los
hieran; y a cada paso les acusan de ignorancia y de terquedad. Cuando temen la
erudición y fuerza de sus adversarios, procuran quitarles la eficacia
oponiéndoles la conjuración del silencio. Manera de proceder contra los
católicos tanto más odiosa cuanto que, al propio tiempo, levantan sin ninguna
moderación, con perpetuas alabanzas, a todos cuantos con ellos consienten; los
libros de éstos, llenos por todas partes de novedades, recíbenlos con gran
admiración y aplauso; cuanto con mayor audacia destruye uno lo antiguo, rehúsa
la tradición y el magisterio eclesiástíco, tanto más sabio lo van pregonando.
Finalmente, ¡cosa que pone horror a todos los buenos!, si la Iglesia condena a
alguno de ellos, no sólo se aúnan para alabarle en público y por todos medios,
sino que llegan a tributarle casi la veneración de mártir de la verdad".
(San Pío X, Encíclica Pascendi).