Comentarios Eleison
Por Su Excelencia
Monseñor Richard Williamson
Número CDLIV (454)
26 de marzo de 2016
Monseñor Richard Williamson |
Hace 25 años murió Mons. Lefebvre.
¿Sus sucesores le han sido fieles? No.
Ayer, 25 de marzo, fue el 25to aniversario de la muerte de
un gran hombre de Dios, Monseñor Lefebvre, a quien tantos católicos que hoy
mantienen la Fe le deben tanto. Cuando en los años 1960 los demonios
Revolucionarios del mundo moderno lograron poner bajo su yugo a la masa de
hombres de Iglesia católicos, sea durante o después del Concilio Vaticano
Segundo (1962–1965), fue Monseñor quien, casi por sí solo, se mantuvo firme en
esa Verdad Católica que la Autoridad Católica, enceguecida o acobardada, estaba
abandonando. Porque, de hecho, para obedecer a esa Autoridad dedicada a los
principios de la Revolución, los católicos tuvieron que abandonar la Verdad de
la Tradición inmutable de la Iglesia. O si no, para permanecer fieles a esa
Verdad, ellos debían entrar en “desobediencia” a las Autoridades de la Iglesia.
Por supuesto, ni Monseñor ni la Fraternidad San Pío X que él
fundó en 1970 estaban en desobediencia real, ya que la Autoridad Católica es la
sirviente indispensable de la Verdad Católica: indispensable porque la Verdad
sin Autoridad se hace trizas en medio de las opiniones beligerantes de hombres
falibles, pero sirviente porque la Autoridad es un medio y no un fin, el medio
para proteger y preservar esa infalible Verdad de Cristo que por sí sola puede
salvar almas. A esta inmutable Tradición de la Iglesia, Monseñor Lefebvre
permaneció fiel hasta el final, aunque sin despreciar ni desafiar aquellas
Autoridades de la Iglesia que lo condenaron al final. Por el contrario, él hizo
todo lo que pudo, de hecho, en un momento dado según él mismo lo admitió, aún
más de lo que debió haber hecho, para ayudarlos a ver a la Verdad y servirla,
por el bien de toda Iglesia, pero en vano.
Fue entonces cuando, para asegurar la supervivencia de la
Verdad de la salvación, en junio de 1988 consagró cuatro obispos sin el permiso
de las Autoridades de la Iglesia, el cual es normalmente necesario. Ellas deben
haber esperado que el proceder sin su permiso significaría la ruina de su
Fraternidad, pero, por el contrario, ella floreció porque ya un número
significativo de almas habían remontado de su “obediencia” pre-Conciliar a
comprender que la Verdad debe venir primero y que obispos verdaderos son
esenciales para la supervivencia de esta Verdad de la Iglesia.
Pero, ¿qué sucedió a la Fraternidad que él dejó atrás cuando
murió dos años y medio más tarde? Su sabiduría católica y su carisma personal
ya no estaban allí para protegerlos de la fuerza magnética de la “obediencia”
pre-Conciliar, la cual tomó la forma de proposiciones aparentemente razonables
acerca de un compromiso diplomático entre la Autoridad Conciliar y la Tradición
Católica (GREC). La falsa “obediencia”, prefiriendo la Autoridad a la Verdad,
se deslizó a la cima de la Fraternidad, contra la cual Monseñor la había
exorcizado y, en unos pocos años su Fraternidad ya era difícilmente
reconocible, mientras sus falaces líderes fueron a Roma implorando, rogando por
un reconocimiento oficial de las Autoridades de la Iglesia.
Ahora bien, la Verdad no tiene el derecho de ponerse a sí
misma en la posición de mendigar cualquier cosa a un grupo de mentirosos –”El
Catolicismo es Revolucionario” es una espantosa mentira – pero los falaces
líderes de la Fraternidad, entonces y ahora, justificaron su humiliación de la
Verdad apelando al ejemplo del Arzobispo. Por años, dicen, él fue a Roma
buscando la aprobación oficial de la Fraternidad, y ellos no han estado
haciendo otra cosa. Pero lo que puede haber parecido similar era en realidad
bien diferente. Mientras que ellos iban a Roma en busca de algún acuerdo
político por el cual, como se volvió evidente a más tardar en la primavera de
2012, estaban dispuestos a comprometer la doctrina, Monseñor, por el contrario,
fue a Roma solo y únicamen te por el bien de la Fe y de la Iglesia. Para él, la
aprobación de la Fraternidad por la Autoridad de la Iglesia fue siempre
únicamente un medio para ayudar a esa Autoridad a volver a la Tradición y a la
Verdad, y cuando esa Autoridad en la primavera de 1988 demostró de una vez por
todas su rechazo de velar por la Tradición, entonces Monseñor rompió todas las
negociaciones y contactos diplomáticos y rotundamente declaró que éstos
únicamente se reanudarían cuando Roma retornara a la Verdad doctrinal. De
hecho, los sucesores de Monseñor, nunca lo entendieron. ¿Y hoy? Vea el
“Comentario” de la próxima semana.
Kyrie eleison.