Hay, en este
momento, sea esto de manera consciente o inconscientemente, que una gente
buena, o bien intencionada, a pesar de todo, que, al parecer, está pateando el
nido a las reservas que van quedando de la tradición católica.
No son ajenas a este Ímpetu
sorprendente las insidias de Satán que siempre siembra discordias. Es el
Adversario desde el principio. (Y muy especialmente en este período cuaresmal –
como suele hacerlo) Para sembrar cizaña y dividir, más y más. Creo que estas personas
están atacando donde no deben. Y hacen esto porque no ven. No ven bien como
para atacar al verdadero enemigo. Creo que para dar en el blanco hay que
ubicarse mejor, es decir, más alto, más arriba. Lo que los católicos solemos
llamar “en el ver con espíritu sobrenatural”. Sé que muchos usan mal –
desgraciadamente – de estos términos para esconder algún otro propósito –
precisamente - nada sobrenatural. Pero, en este momento, creo que es el término
más apropiado conque debe ser usado. No
hay que mezclar asuntos personales (sutilmente ocultados ni tampoco antipatías
personales). Cuidado con estas cosas que, secretamente suelen inmiscuirse. No
hay ninguna presunción de nuestra parte al afirmar esto. Simplemente es lo que
veo en este asunto de condenar, sin más, a Monseñor Williamson, a Mons. Faure
(tachado de mudo) y al futuro Mons. Tomás de Aquinas (Si Dios así lo quiere).
Monseñor Williamson nos da su opinión, (No es Papa y no habla “ex-cátedra”) por ejemplo: sobre algunos posibles milagros
Eucarísticos producidos “en donde no debían”. Si Dios los produjo realmente no
creo que se haya equivocado, aunque no sepamos el por qué (todavía) o no lo
podamos entender racionalmente. No necesariamente podría ser explicado esto
como una aprobación divina al desastre que para la Iglesia y el mundo han
significado las reformas del Vaticano II. En algunos casos puede interpretarse justamente
lo contrario: una advertencia seria, por ejemplo, a las profanaciones a la Santa
Eucaristía o, también, que puede quedar algún sacerdote que quiere hacer realmente
lo que siempre hizo la Iglesia, que todavía – en medio del caos – hay algún
justo. O alguien que ha perdido la fe justamente en la Eucaristía y Dios ha
hecho con él un acto de misericordia para que la recupere (hay hechos concretos
en la historia sobre algunas de las causas de estos milagros); y tal vez habría
algunas cosas más. Por ejemplo Catalina Emerich en una visión le fue revelado
(1820 más o menos) que en Roma no dejaría de estar nunca la Presencia Real, aún
en medio de la destrucción que iba a padecer la Iglesia. Es que estamos en un
Misterio, En medio del Misterio de Iniquidad profetizado en las Sagradas
Escrituras; por Cristo mismo: En “la Desolación en el lugar Santo, donde no
debe estar”. Y también “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del Siglo”; “Las puertas del Infierno
no prevalecerán contra ella” (la Iglesia). “El que tenga oídos para oír, que
oiga”. “Mirad que os lo he dicho antes, para cuando sucedieren estas cosas,
recordéis que os lo predije”. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras
no pasarán”. Creo que no está mal tratar de entender - hasta dónde se pueda –
si realmente Dios ha producido algún milagro en la situación de apostasía que
enfrenta la Iglesia y si - de algún modo – esto no representa un aliento o una
esperanza para los que creen (y algunos sostienen) que la Iglesia ya ha
defeccionado a pesar de la promesa de nuestro Señor que no lo haría como lo
prometió a Pedro.
No parece bueno que sucedan
estas cosas. Pero también sé que: “Es imposible que no haya escándalos”. Somos
hombres cargados de pecados que “llevamos un tesoro en vasos de barro”.
En estos momentos de confusión ¡Qué
Dios nos ampare!
¡Desde el abismo clamamos a Ti,
Señor!
“¡Señor escucha nuestra oración!
¡Y llegue a Ti nuestro clamor!”
Y danos las gracias que necesitamos para ver y para serte fieles hasta el
fin.
Alberto M. Borromeo