Miércoles, 9 de marzo de 2016
Cardenal John Henry Newman |
Palabras
proféticas del Cardenal John
H. Newman dichas en 1873 y tomadas de Cuatro sermones sobre el Anticristo, Ediciones del Pórtico, Buenos
Aires, 1999, traducción por el p. Carlos A. Baliña, págs. 33-35.
Por el momento, estaría fuera de lugar decir algo más que esto.
Sin embargo insistiré en una particular circunstancia contenía el las palabras
de San Pablo, que en parte ya he comentado.
Está escrito que “vendrá una apostasía y que el hombre de pecado
será revelado”. En otras palabras, el Hombre de Pecado nace de una apostasía, o
por lo menos accede al poder por medio de una apostasía, o es precedido
por un apostasía, o no existiría si no fuese por una apostasía. Eso dice el
texto inspirado; ahora bien, observemos, tal como dable apreciar en la
historia, de qué modo el curso de la Providencia permite interpretar predicción.
En primer lugar, tenemos una interpretación en el episodio de
Antíoco previo a los sucesos contemplados en la profecía. Los israelitas o por
lo menos un gran número de ellos, abandonaron su sagrada religión, y
recién entonces le fue permitido el enemigo en escena.
Luego tenemos el caso de la emperador apóstata Juliano, quién
intentó subyugar a la Iglesia por medio de astucias, y reintroducir el
paganismo; es de notar que fue precedido e incluso criado por la herejía, por
aquella primera gran herejía que perturbó la paz y la pureza de la Iglesia.
Aproximadamente cuarenta años antes de que él se convertirse en
emperador, surgió la pestilente herejía arriana, la cual negaba que Cristo
fuese Dios. Hizo su camino entre las cabezas de la Iglesia como un cáncer, de
tal modo que por medio que la traición de algunos y los errores de otros, llegó
al punto de dominar sobre la Cristiandad. Los pocos hombres santos y creyentes,
testigos de la Verdad, gritaron con pavor y terror, frente a la apostasía, que
el Anticristo se acercaba. Lo llamaron “el precursor del Anticristo”[37]. Y ciertamente sus Sombra llegó.
Juliano fue educado en el seno del arrianismo por algunos de sus principales
sostenedores. Su tutor fue aquel Eusebio del cual sus partidarios tomaron su
nombre; a su debido tiempo cayó en el paganismo, convirtiéndose en un
perseguidor de la Iglesia y fue removido antes que completase el breve período
durará el reinado del verdadero Anticristo.
En tercer lugar, se levantó otra herejía de consecuencias mucho
más perdurables y de mayor envergadura; era de un carácter doble, de dos
cabezas, podría decirse:
el Nestorianismo y el Eutiquismo, en apariencia
opuestas una a la otra, más unidas en torno a un fin común: negar de un
modo u otro la realidad de la graciosa encarnación de Cristo, teniendo así a
destruir la fe de los cristianos, no menos ciertamente, e incluso de modo más
insidioso que la herejía de Arrio. Se extendió a través de Oriente y Egipto,
corrompiendo y envenenando aquellas Iglesias que en un tiempo ¡Ay!, habían sido
las más florecientes, las primeras moradas y los baluartes de la verdad
revelada. A partir de esta herejía, o por lo menos por medio de ella, surgió el
impostor Mahoma, y compuso su credo. He aquí, por lo tanto, otra particular
Sombra del Anticristo.
En lo que respecta al cuarto y último ejemplo, que he podido
tomar de la generación que ha precedido inmediatamente la nuestra, me limitaré
a observar que de modo similar los ejemplos citados, la Sombra del Anticristo
ha surgido de una apostasía, de un abandono de la fe en favor de doctrinas
infieles, de la apostasía sin dudas más inicua y más blasfema que el mundo ha
conocido[38].
Todos estos ejemplos nos plantean los siguientes interrogantes:
¿surgirá enemigo de Cristo y de Su Iglesia a partir de un especial apartamiento
de Dios? ¿No hay acaso motivos para temer que dicha apostasía se esté
preparando gradualmente, reuniendo, madurando en nuestros mismos días? ¿Acaso
no existe en este mismo momento un especial empeño en casi todo el mundo en
prescindir de la religión, más o menos evidente en este o en aquel lugar, pero
más visible y formidablemente en aquellas regiones más civilizadas y poderosas?
¿No existe acaso un consenso reciente de que una nación no tiene nada que ver
con la religión, de qué se trata de algo concerniente sólo a la conciencia
individual? Lo que es lo mismo que decir que podemos dejar que la Verdad
desaparezca de la faz de la tierra sin que hagamos nada por evitarlo. ¿No
existe un movimiento vigoroso y unificado en todos los países destinado a
privar a la Iglesia de Cristo de su poder y posición? ¿No existe un empeño
febril y permanente por deshacerse de la necesidad de la Religión en los
asuntos públicos?, por ejemplo el intento de desembarazarse de los juramentos
con la excusa de que son demasiado sagrados para los asuntos de la vida
corriente, en vez de asegurarse de que fuesen proferidos de modo más reverente
y conveniente. ¿No existe el intento de educar sin religión, o sea, poniendo a
todas las formas de religión al mismo nivel? ¿No existe la tentativa de
reforzar la templanza, y todas las virtudes que brotan de ella, sin religión,
por medio de sociedades basadas en meros principios de utilidad; de hacer de la
conveniencia y no de la verdad, el fin y la norma de las decisiones del Estado
y de la constitución de las leyes; de hacer de los números, y no la Verdad, el
criterio para sostener o no esté o aquél artículo de fe, como si hubiera la
Escritura fundamentación para sostener que los muchos tienen la razón y los
pocos no; de privar a la Biblia de su sentido principal, de modo de
hacernos pensar que está posee cien significados, todos igualmente verdaderos,
o en otras palabras, que no posee significado alguno, que es letra muerta, y
que puede ser dejada de lado; de reemplazar la religión en su conjunto, en
cuanto es externa y objetiva, y expresada en leyes y palabras escritas, por
algo meramente subjetivo, de confinarla a nuestros sentimientos internos, y de
este modo, dada su inestabilidad y variabilidad, de destruir en definitiva la
religión?
_______________________
[37] Πρόδρоμоς ’Αντιχρίστσν. “Ahora es la Apostasía puesto que los
hombres se han apartado de la recta fe. Ésta es pues la Apostasía y debe
esperarse la venida del enemigo”, San Cirilo de Jerusalén, Catech., 15,9.
[38] Todo este párrafo
no aparece en el texto inglés sino en la versión francesa: L’Antichrist,
Editions Ad Solem, Geneve. 1955. Newman hace aquí alusión a la Revolucion
Francesa y al ascenso de Napoleón al poder [nota del tradictor]