Esta declaración del Papa Francisco I está tomada
del difundido reportaje
que le hiciera el periodista italiano Eugenio
Scalfari
Para el periódico La Repubblica el 1 de Octubre de 2013
Francisco I: “Cada uno de nosotros tiene una visión
del Bien y del Mal. Nosotros debemos animar a dirigirse a lo que uno piensa que
es el Bien.”
...lo que uno piensa que es el Bien. |
Comentario:
Esta declaración
insólita en la boca de un Papa contradice a la de todos sus predecesores desde
Pio XII hasta los inicios de la predicación del Evangelio por Jesucristo y a la
predicación de los Apóstoles. Es la afirmación del relativismo y el
escepticismo ateo moderno.
Los católicos no buscamos saber lo que es el Bien.
Somos católicos precisamente porque ya lo hemos hallado. Y lo hemos hallado en
Jesucristo quien nos reveló lo que estaba oculto desde antes de los siglos. En
Cristo se completa la Revelación divina anunciada por Moisés y todos los
profetas del Antiguo Testamento. El bien no es lo que cada uno individualmente
imagina qué es. Tampoco algo que se inventa como aquello que más le gustaría
que entendiéramos todos como el Bien. Ésa es una afirmación que se niega en sus
propios términos. El Bien es algo objetivo. Algo que está fuera y por encima de
las individualidades. El hombre puede llegar a tener algunas ideas sobre el
bien que coincidan con el bien objetivo. Pero no puede llegar a conocer su “todo”.
Solo Dios puede conocer su todo con relación al hombre, pues solo Él conoce la
esencia real del hombre en su estado actual de la humanidad. Solo Dios sabe lo
que es bueno para el hombre. Dios no inventa caprichosamente el “Bien”. Dios
mismo es el Bien. El hombre solo en Él, en Dios, puede hallar “su” bien, es
decir, aquello que le completa y perfecciona en su naturaleza de criatura y le
lleva a la plenitud de su ser. Solo el alfarero sabe el uso que ha de tener el
artefacto que ha modelado, para que sea adecuado a ese fin, a ese destino
particular para el cual lo fabricó. No
puede el vaso de barro reclamar al alfarero – como dice san Pablo - por qué y
para qué le hizo. Eso pertenece a la libertad y a la voluntad del alfarero.
Solo podemos decir de un vaso que es “feliz” cuando llena perfectamente su
función, cuando cumple plenamente su destino.
La humanidad toda por sí misma jamás podría conocer la
plenitud del Bien por sus propias fuerzas. Solo quien le creó puede hacerlo.
Pues ¿Por qué entonces Dios no se lo ha comunicado al hombre, si Él es el bien
mismo? Dios lo hizo y, gradualmente, en la historia “El Espíritu Santo ha
hablado de muchas maneras a los hombres”, y su coronación y cumplimiento lo
realizó por medio de nuestro Señor Jesucristo. Pero – dirá alguno - sin embargo,
la humanidad sigue gimiendo en el Mal. Pero eso es porque el mundo ha rechazado
a Jesucristo. No hay error en el Evangelio de Cristo. No fracasó el Evangelio
en cuanto a su mensaje. Sino el mundo mismo es quien le rechazó. El mundo mismo
es el que ha fracasado al rechazarle, y sigue rechazándole, y se aparta de Él. “No
queremos que Éste reine sobre nosotros” – Esto es lo que clama el mundo hoy. Es
el “Non serviam”, el “No serviré”,
brotado de la soberbia de Satanás.
Y esto, el Papa ¿no lo sabe?
Francisco I ¿tiene
la Fe? Es un misterio de Fe.
Se llega a él por la Fe.
Francisco I ¿la tiene? ¿La tuvo? ¿La perdió?
-Es que tú juzgas al Papa.
-Nadie puede juzgar al Papa.
Yo no juzgo al Papa. Él, como todos nosotros ya tiene
quien lo juzgue.
Yo defiendo a las almas. A las almas que pueden perder
la fe. A las almas que la han perdido a través de todos estos años de post-Concilio
Vaticano II, y a las que la siguen perdiendo. A las almas que ya no conocen el
Verdadero Evangelio. A las almas de más de una generación signada por la
ignorancia de la Fe y su suplantación por la religión del anticristo. A las almas
que han sido educadas en un Evangelio tergiversado, mutilado, torcido,
utilizando todos los medios a su alcance: la destrucción de la Misa Católica,
la destrucción del Catecismo, los cambios nefastos realizados en todos los
sacramentos y en la de-formación del sacerdocio, en la implantación de la
herejía modernista - ya condenada - en toda la Iglesia, incluyendo a las
jerarquías más altas. La destrucción del Magisterio fiel al Evangelio. El nuevo
Código de Derecho Canónico conformado para favorecer al modernismo. Todo ha
sido tocado. Las piedras de la Iglesia han sido arrancadas de su edificio una a
una por la secta masónica infiltrada en ella. “El humo de Satanás ha penetrado
en la Iglesia”, dijo uno de los Papas que ha contribuido en la demolición de la
misma, Paulo VI. Y consolidó este dicho hablando de una “autodemolición de la
Iglesia”. ¿Cómo pudo entrar este humo satánico en el Templo de Dios? Pues, Juan
XXIII, le abrió generosamente las ventanas
de la Iglesia, es decir le abrió el camino.
Pero el Papa debe regir la Iglesia vigilando que no se
tergiverse el Evangelio de Cristo y custodiar la integridad del depósito de la
Tradición. Ésa es su misión.
“Quien me niegue delante de los hombres yo le negaré
ante el Padre.”
San Pedro negó tres veces al Señor. San Pedro, el
primer Papa, se arrepintió y lloró su pecado. Jesús, el Cristo, le perdonó.
¿Llegaremos a ver esto repetido otra vez? Me refiero al llanto de arrepentimiento
de la Cabeza de los Apóstoles y de la Iglesia.
Sabemos, como hombres de fe, que las puertas del
infierno no prevalecerán sobre Ella, sobre la Iglesia, a pesar de las sacudidas
del maligno.
Ese tiempo ciertamente llegará.
Tal vez, también, luego de un terrible castigo.
“De Dios nadie se burla” – dice la Escritura.
Y “Al fin mi Inmaculado Corazón triunfará”, anunció en
Fátima, en 1917, Nuestra Madre, la Virgen Santísima.
A ella le rogamos especialmente bajo este cielo
entenebrecido.
Alberto
M. Borromeo