sábado, 13 de septiembre de 2014

ORACIÓN A LOS SANTOS PARA QUE NOS SOCORRAN EN NUESTROS PELIGROS


San Agustín
por Antonello_da Messina


¡Oh Santos del cielo y bienaventura­dos, que después de haber pasado por este golfo tan peligroso de nuestra mor­talidad, habéis merecido llegar al puer­to de eterna paz y seguridad, adonde ya sin temor ni sobresalto gozáis de perpetua fiesta y alegría! Yo os suplico, por vuestra caridad, que pues estáis seguros, tengáis cuidado de nosotros, que no lo estamos; y pues tenéis cierta vuestra gloria, tengáis solicitud de nuestra miseria. Yo os suplico por aquel Señor que os escogió y beatificó, y por cuya Inmortalidad vosotros sois ya inmortales, y con su vista  gozosos y bien­aventurados, que siempre os acordéis de nosotros, y que nos socorráis, pues to­davía estamos cercados de peligros y navegamos por este mar turbulento y tempestuoso.

Vosotros sois aquellas puertas altas y hermosas de la ciudad de Dios; y nos­otros somos como un poco de tierra vil y desechada acá abajo, y muy lejos de vuestra excelencia. Dadnos, pues, la ma­no, y levantadnos sobre nuestros pies, porque estamos caídos, para que, sacan­do fuerzas de flaqueza, peleemos vale­rosamente en esta guerra.

Interceded y rogad sin cesar por nos­otros, miserables e indignos pecadores, para que por vuestras oraciones goce­mos de vuestra santa compañía; que de otra manera no nos podemos salvar; porque somos unos hombrecillos muy flacos y sin ninguna virtud; o, por mejor decir, somos unos animales esclavos de nuestro vientre y de nuestra carne, en los cuales apenas hay ni rastro de alguna virtud; mas debajo del  estandarte y confesión de Cristo navegamos en el madero  de la santa cruz por este mar grande y espacioso, donde hay infinitas sabandijas y animales grandes y pequeños, y donde está aquel dragón cruelísimo, siempre aparejado para tragarnos; donde hay los lugares peligrosos de Scila y Caribdis y otros innumerables, en los cuales dan al través los que navegan sin recato y son dudosos en la fe.

Rogad al Señor, rogadle, ¡oh santos bienaventurados!, y compañía de almas puras y celestiales, rogadle y suplicadle que sea nuestra guía y norte en esta navegación, para que, favorecidos con vuestras oraciones y merecimientos, llegue este nuestro navío entero a salvamento, y nosotros en ese puerto seguro y tranquilísimo gocemos de vuestra bienaventurada compañía y de perpetua paz y quietud.

San Agustín, 
Meditaciones y Soliloquios”págs. 82-85.
Editado por Apostolado mariano, Sevilla, España.