Comentario Eleison de Su excelencia Monseñor Richard Williamson,
Nº 375, 20 de
septiembre de 2014
Monseñor Richard Williamson |
Partiendo
de argumentos contra el sedevacantismo por ser un error de corto alcance en una
situación totalmente anormal, un amigo italiano (C.C.) adopta una visión de
mayor alcance de esa situación. Sin ser sacerdote ni teólogo, él aventura la
opinión que el sedevacantismo es meramente uno de varios intentos en la Iglesia
de encajar la crisis de hoy en día en las categorías de ayer. Se trata de
cambios no de la teología católica sino de la situación real a la cual esa
teología debe aplicarse, porque esta situación fue sometida a un cambio radical
con el Vaticano II. Aquí está el párrafo clave de él sobre esa realidad
trastornada:
“Por
su rechazo a la realidad objetiva de la existencia de Dios y de la necesidad de
someterse a su Ley, el mundo moderno de hoy en día no es normal, y la actual
unidad católica no es normal tampoco, por haber puesto al hombre en el centro
de las cosas en lugar de a Dios. Tampoco es por un repentino brusco viraje que
la Iglesia ha llegado a este estado anormal de cosas sino siguiendo un largo y
complejo proceso de alejamiento de Dios cuyos efectos disruptivos se pusieron
de manifiesto en el Vaticano II. Por cientos de años los gérmenes de la
disolución han estado criándose dentro de la Iglesia al igual que los hombres
alojando estos gérmenes, y a ellos se les ha permitido ocupar todos los rangos
de la jerarquía hasta e incluyendo, la Sede de Pedro”.
Mi
amigo continúa que si uno falla en tomar en consideración esta anormalidad de
conjunto del estado actual de la Iglesia, que es increíblemente pero
ciertamente peor que nunca, uno corre el riesgo de tratar con una realidad que
ya no existe más, con términos de referencia que no se aplican más. Así por
ejemplo los sedevacantistas dirán que los hombres de Iglesia de hoy en día
deben saber lo que están haciendo, porque son hombres inteligentes y educados.
No es así, dice C.C.: la predicación y práctica de éstos pueden bien no ser más
católicas, pero están convencidos que son totalmente ortodoxos. El mundo todo
se ha vuelto loco. Ellos meramente se han vuelto locos con él, no por una
pérdida de la razón sino por haber abandonado el uso de ella, y a medida que su
fe católica sigue debilitándose hay siempre menos para pararlos de perderla
completamente.
Pero
entonces, uno puede objetar, Dios debe haber abandonado a Su Iglesia. En
respuesta, C.C. recurre a tres citas de la Sagrada Escritura. Primero, Lc.XVIII,
8, donde Nuestro Señor se pregunta si Él siquiera encontrará Fe en la tierra
cuando vuelva. Obviamente un pequeño remanente de sacerdotes y laicos (tal vez
con algunos obispos) será suficiente para asegurar la indefectibilidad de la
Iglesia hasta el fin del mundo (uno piensa en la dificultades actuales de la
“Resistencia” para tomar forma). Del mismo modo, segundo, Mt.XXIV, 11–14, donde
se prevé que muchos falsos profetas engañarán a muchas almas y la caridad se
enfriará. Y tercero, Lc. XXII, 31–32, donde Nuestro Señor instruye a Pedro a
confirmar en la Fe a sus hermanos después que él se ha convertido, sugiriendo
firmemente que su Fe primero iba a fallar. Entonces casi toda la jerarquía
puede fallar, incluyendo a Pedro, sin que la Iglesia cese de ser indefectible,
un poco como cuando los Apóstoles todos huyeron en el Jardín de Getsemaní (Mt. XXVI,
56).
En
conclusión, la visión de C.C. para la Iglesia de mañana o de pasado mañana se
parece bastante a la del Padre Calmel: que cada uno de nosotros cumpla con su
deber según su estado de vida y tome parte en construir una red de pequeños
fuertes de la Fe, cada una con un sacerdote que asegure los sacramentos, pero
de ahora en adelante sin inaplicable teología de la Iglesia, ni imposible de
obtener aprobación canónica, ni con muros de separación caducos en cuanto que
la Fe habrá podido fluir sobre ellos. Estos fuertes estarán unidos por la
Verdad y tendrán contactos mutuos de caridad. El resto está en las manos de
Dios.
Kyrie Eleison.