Por
el R.P. TRINCADO
Domingo, 13 de
octubre de 2013
En estos días, los Sacerdotes debemos leer, en el Breviario, los libros de
los Macabeos, que relatan ciertos hechos sucedidos en Israel unos 150 años
antes del nacimiento de Nuestro Señor, y que contienen grandes lecciones para
nuestras vidas, especialmente en estos tiempos terribles de apostasía y de
combate por la fe.
Sucedió primero -dice la Escritura (1 Mac 1 - 2)- que “surgieron en
Israel unos rebeldes que sedujeron a muchos diciendo: «Vamos, hagamos acuerdos con los pueblos que nos rodean -como el Vaticano
II, acuerdo entre la Iglesia y
los enemigos de Dios; como el intento de acuerdo de Mons. Fellay- porque desde que
nos separamos de ellos, nos han sobrevenido muchos males.» Y obtuvieron
autorización para vivir según las costumbres de los gentiles”. Dios castigó esta
traición con las calamidades que siguieron: el rey Antíoco, de Siria, “envió
un ejército que cayó de repente sobre Jerusalén, matando a muchos. Saqueó la
ciudad, la incendió y arrasó sus casas y la muralla que la rodeaba y sus
soldados llevaron cautivos a mujeres y niños. Después reconstruyeron la Ciudad
de David -este era un recinto contiguo al templo- con una muralla
grande y fuerte, con torres poderosas, y la hicieron su fortificación.
Establecieron allí una raza perversa de rebeldes, que se atrincheraron en
ella”. Los modernistas que se apoderaron de Roma y no pueden
ser expulsados.“Fue un peligroso lazo que se convirtió en asechanza contra
el santuario, en adversario maléfico para Israel en todo tiempo. Derramaron
sangre inocente en torno al santuario y lo profanaron. Desde los puestos
de poder, los modernistas usurpadores hacen caer en el libertinaje y en la
apostasía a los católicos de todo el mundo. “Quedó su
santuario desolado como un desierto, sus fiestas convertidas en duelo, sus
sábados en burla, su honor en desprecio”. La obra
destructora del modernismo en la Iglesia. “Y el rey -el Anticristo- publicó un edicto
ordenando que en su reino todos formaran un único pueblo y abandonara cada uno
sus costumbres propias. Todos los gentiles acataron el edicto real y muchos
israelitas aceptaron su culto, sacrificaron a los ídolos y profanaron el
sábado. Debían suprimir en el santuario holocaustos, sacrificios y libaciones;
profanar sábados y fiestas; ultrajar el santuario y lo santo -es lo que vemos
todos los días- levantar altares, recintos sagrados y templos
idolátricos; sacrificar puercos y animales impuros; dejar a sus hijos
incircuncisos; volver abominables sus almas con toda clase de impurezas y
profanaciones, de modo que olvidasen la Ley -la fe- y cambiasen todas
sus costumbres. Puso el rey sobre el altar de los holocaustos la Abominación de
la desolación”. La estatua de un ídolo, como esa estatua de Buda
puesta sobre un altar de Asís en 1986. “Al que
descubrían cumpliendo los preceptos de la Ley, le condenaban a muerte. Pero muchos en Israel
se mantuvieron firmes y se resistieron a comer cosa impura. Prefirieron morir
antes que contaminarse con aquella comida y profanar la alianza santa; y
murieron. Inmensa fue la Cólera que se descargó sobre Israel”.
“Por aquel tiempo, un sacerdote llamado Matatías dejó Jerusalén y fue a
vivir a Modín”. Mons. Lefebvre que se separa de la “iglesia conciliar”.
“Al ver las impiedades que se cometían exclamó: «¡Ay de mí! ¿He nacido para ver
la destrucción de mi pueblo y la ruina de la ciudad santa?” La Iglesia. “El templo ha
quedado como hombre sin honor -la revolución
litúrgica- , los objetos que eran su gloria, llevados como botín -recodemos que
Pablo VI, gran demoledor de la Iglesia, hizo subastar la Tiara Pontificia,
objeto de inconmensurable significación y valor espiritual, luego de haber
hecho solemne deposición de la misma- muertos en las
plazas sus niños, y sus jóvenes por espada enemiga”. El pecado mortal y
los frutos amargos del concilio. Las almas vencidas por el diablo, autor del
Vaticano II. “Todos sus adornos le han sido arrancados y de
libre que era, ha pasado a ser esclava. Mirad nuestro santuario, nuestra
hermosura y nuestra gloria, convertido en desierto, miradlo profanado por los
gentiles. ¿Para qué vivir más?».
“Cierto día los comisionados del rey, encargados de imponer la apostasía,
llegaron a la ciudad de Modín para obligar a ofrecer sacrificios y quemar
incienso a los ídolos y abandonar la Ley de Dios. Muchos del pueblo
consintieron y se les unieron, pero Matatías y sus hijos se mantuvieron
intransigentes. Los enviados del rey dijeron a Matatías: «Tú eres jefe ilustre
y poderoso en esta ciudad. Acércate, pues, primero y cumple la orden del rey,
como la han cumplido todas las naciones, los notables de Judá y los que han
quedado en Jerusalén. Entonces tú y tus hijos seréis contados entre los amigos
del rey, y os veréis honrados con plata, oro y muchos regalos.» Pero Matatías
contestó con fuerte voz: «Aunque todas las naciones que
forman el imperio del rey le obedezcan hasta abandonar cada uno el culto de sus
padres y acaten sus órdenes, yo, mis hijos y mis hermanos obedeceremos la Ley
de nuestros padres. El Cielo nos guarde de abandonar la Ley y los preceptos de
Dios. No obedeceremos las órdenes del rey». Apenas había terminado de decir estas palabras, cuando un judío se
adelantó, a la vista de todos, para sacrificar conforme al decreto real. Al verle Matatías, se inflamó en celo y se estremecieron sus entrañas.
Encendido en justa cólera, corrió y lo degolló sobre el altar. Al punto mató
también al enviado del rey que obligaba a sacrificar y destruyó el altar. Luego, con fuerte voz, gritó Matatías por la ciudad: «Todo aquel que sienta celo por la Ley y quiera mantenerse firme en la
alianza del Señor, que me siga.» Y dejando en la ciudad cuanto poseían, huyeron él y sus hijos a las
montañas. Formaron un ejército y se arrojaron sobre los
prevaricadores de la ley y los hombres malvados. Y cuando estaba para morir,
dijo a sus hijos: «Ahora reina la insolencia y
es el tiempo del castigo, de la destrucción y del furor e indignación. Por eso
mismo mostrad ahora, hijos, vuestro celo por la Ley; dad vuestra vida por la
alianza de nuestros padres. No temáis las amenazas del hombre pecador: su
gloria terminará en estiércol y gusanos. ¡Hijos, sed valientes y manteneos
firmes en la defensa de la Ley!”.
Estimados fieles: durante siglos los sacerdotes han leído estos santos
ejemplos en el Breviario y en el Martirologio, pero finalmente la Iglesia cayó
en la trampa diabólica del Vaticano II y su acuerdo de paz con
el mundo; y finalmente la FSSPX está cayendo hoy en la trampa
diabólica del acuerdo de paz con los herejes modernistas. Dijo el gran santo Matatías: “no temáis las
amenazas de hombre pecador”, pero Mons.
Tissier ha revelado recientemente que Mons. Fellay
presentó a Roma modernista su traidora “Declaración Doctrinal” de abril del año
pasado «para evitar a la Fraternidad la excomunión con que
la amenazaba el Cardenal» Levada (carta de Mons.
Tissier de 29-3-13). ¿Qué tiene que ver esta actitud cobarde con la fortaleza
heroica de los mártires y de los santos? Pues absolutamente nada. Nunca es lícito
hacer el mal para conseguir el bien. No se puede cometer un pecado, por mínimo
que sea, para evitar ser excomulgados, ni para salvar la propia vida, ni para
salvar un alma, ni siquiera para salvar a todas las almas. Pero la FSSPX ha
cambiado y actualmente son otras las prioridades, como lo prueba este otro
escándalo increíble: la congregación ha abierto un colegio en Australia en cuya
página de internet se dice lo siguiente: «El programa y la
enseñanza del Colegio Santo Tomás de Aquino, apoya y promueve los principios y práctica de la democracia Australiana, incluyendo un compromiso con: El gobierno electo. El Estado de Derecho. La igualdad de derechos de
todos ante la ley. La libertad de religión. La
Libertad de expresión y de asociación. Los valores de apertura y
tolerancia.» La congregación
fundada por Mons. Lefebvre “apoyando y promoviendo” las “libertades modernas”,
¡masónicas!, ¡satánicas!, condenadas por el Magisterio de la Iglesia! ¡Dios nos
libre!