lunes, 21 de octubre de 2013

“Aprendí de una comunista ferviente”

Francisco I dijo también, a Eugenio Scalfari 
en su difundido reportaje: 

“Tuve una profesora de la que aprendí 
el respeto y la amistad,era una comunista ferviente.”

Francisco I y el comunismo ferviente

Venimos a enterarnos ahora que Francisco I, entonces, no aprendió nada acerca de la caridad, ni en su Catecismo, ni en los Santos Evangelios, ni en la doctrina de la Iglesia, ni en su moral, ni en su propia vida de “cristiano”, sino que lo aprendió ¡de “una comunista ferviente!”. Pero el comunismo no enseña la caridad, no enseña el “ágape”, que tampoco significa esa cosa sensiblera y vaga que parece sugerir él. La  ideología comunista enseña y promueve el odio, como enseñaba el comunista  argentino Che Guevara, otro comunista ferviente: “El odio como factor de lucha, el odio intransigente… que lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar… Un pueblo sin odio no puede triunfar.”

Testigos de esto son los millones de ucranianos muertos de hambre por orden de Lenin. Los miles de muertos en el Gulag, por torturas y trabajos forzados, solo por "pensar distinto", como dicen ellos. Las masacres y las purgas de Stalin. Las persecuciones de miles de cristianos y de hombres eminentes, o "jóvenes idealistas" -como dicen ellos solo de sí mismos- tales como Aleksandr Solzhenitsyn, Andréi Tarkovski, escritor y cineasta respectivamente, ambos de la Unión Soviética; El Cardenal de Hungría, József Mindszenty; de Polonia, el Cardenal Stefan Wyszynski; La masacre del bosque de Katyn con, hasta ahora, 21.768 cadáveres identificados, entre oficiales, soldados, intelectuales, policías y civiles polacos, acusados de espionaje y subversión. 
Su Santidad debería leer “El libro negro del comunismo: crímenes, terror y represión” (1997)  y se enteraría de lo que, al parecer, no sabe ni oyó nunca hablar. Un régimen sin Dios, fundado en la ideología de una serie de hombres ambiciosos de poder y llenos de odio y resentimiento y sin ninguna ley más que sí mismos ¿qué clase de “ágape” social podrían formar sino uno en el que la ley solo se reduce al de "devorarse los unos a los otros" - aunque siempre con preferencia de “los otros”?   Como decía el mismo Aleksandr Solzhenitsyn: “La ideología lo justifica todo”.             
Veamos ésta escueta lista como muestra y resultado científica e históricamente comprobado:
20 millones de muertes en la Unión Soviética, 65 millones en la República Popular China, 1 millón en Vietnam, 2 millones en Corea del Norte, 2 millones en Camboya, 1 millón en los regímenes comunistas de Europa oriental, 150.000 en Cuba y otros países de Latinoamérica, 1,7 millones en África, 1,5 millones en Afganistán, 10.000 muertes provocadas por “el movimiento comunista internacional y partidos comunistas no situados en el poder”, y la lista sigue y sigue…

Esto nada tiene que ver con el amor y la caridad cristiana, pero sí con “el respeto y la amistad” de los comunistas fervientes. Ellos enseñan el odio fomentando la envidia sobre aquél valor supremo que tienen tanto el capitalismo como el comunismo mismo, como padre e hijo que son: los bienes materiales y los placeres de ésta vida (pues no hay otra). ¿En cuál país en donde se implantó esta ideología las gentes se han transformado en gentes que poseen bienes materiales y disfrutan de los placeres de la vida materialmente hablando? (Ya que no existe otra cosa fuera de éstos para realizar plenamente la felicidad humana). Pero esos únicos “bienes” materiales que existen para ellos han sido disfrutados solamente por sus propios dirigentes creando una nueva burguesía, por supuesto con la exclusión del pueblo que sigue esclavizado - los cuales, si sobreviven, no unos años, sino unos siglos más, podrán entonces disfrutar por fin, del paraíso prometido en la tierra. Éstos en realidad han seguido siendo los pobres obreros de siempre, solo que, ahora sí, sin posibilidades ya ni siquiera de huelgas o de cualquier otra forma de protesta, bajo la dictadura férrea del estado, dios que castiga ferozmente cualquier atisbo de insurrección con cárcel o con muerte. Que persigue cualquier modo de pensar que disienta con el del Partido. Que fomenta el odio y la delación entre los vecinos, los compañeros de estudios y los del trabajo, participando así todos del ágape del odio. 
Todo esto es una preparación para el gobierno mundial del anticristo: la mayor y más cruel dictadura que jamás existió. el mayor campo de esclavitud mundial. "Nadie sabe para quién trabaja", dice un refrán. ¿O sí?...

Su Santidad en lugar de hacer el proselitismo de “comunistas fervientes”, podría, mejor, como Papa que parece que es (digo esto, pues a veces parece - o finge - renegar de ello, excepto cuando tiene que condenar a alguien que defiende la Fe en Cristo) Podría, mejor – decía - hacer proselitismo de las Encíclicas Papales sobre la doctrina social de la Iglesia. Claro que, para leerlas y entenderlas, hay que tener algo que cada vez escasea más, incluyendo a la gente del Vaticano de hoy. Y ese algo que ilumina la mente y la inteligencia  y que la benefician  abriéndola, clarificándola y elevándola, se llama: FE.   

San Agustín  habla de dos ciudades irreconciliables entre sí: la ciudad de Dios y la Ciudad del hombre. La primera pone el amor a Dios como el  destino final del hombre y de todas las cosas, hasta el desprecio de sí mismo. Y, la segunda, como su destino final, la voluntad y el amor del hombre, hasta el desprecio de Dios. No existe una opción tercera, a una de estas dos se reducen todas las cosas, para bien o para mal. Estamos avanzando a pasos cada vez más rápidos hacia la ciudad del hombre: del hombre que se sienta en el trono de Dios.                                                                              
¡Y  esto que se lo tenga que decir al Papa un simple seglar!…

Señor Jesucristo, ten misericordia de nosotros.


Alberto M. Borromeo