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Catacumba de Commodila. Roma. Jesucristo. |
No es fácil resumir en dos palabras cuándo el arte comienza a
ser sagrado y cuándo comienza a dejar de serlo.
En otras culturas - no
cristianas - hubo intentos, más o menos
logrados, en el sentido de expresar lo sagrado - o sobrehumano - con medios artísticos que lo hicieran notable.
Pero, en el caso del cristianismo - dado su peculiar espíritu - éste resultó ser muy especial y original, a tal punto que, exigió otros medios para alcanzarlo. El hecho de la
Encarnación del Verbo divino, que habitó
entre nosotros y del cual “vimos su
Gloria” – como dice el Apóstol San Juan- el camino correcto a tomar ya estaba implícitamente
indicado. Trataremos, en estas breves consideraciones, de dar un poco de luz
sobre el tema, parado, como suele decirse, por supuesto, sobre hombros de gigantes
- con miradas más altas, agudas y claras sobre ello.
Para comenzar, podríamos decir que el arte Cristiano encontró
sus formas propias - es decir, adecuadas a su espíritu - a partir del siglo IV con
el ascenso de Constantino el Grande como Emperador del decaído Imperio Romano- hasta llegar a mediados del siglo
XV, con la caída de Constantinopla por los turcos Otomanos, luego del cual, podríamos decir que, el arte cristiano sagrado comienza su decadencia,
especialmente a partir del período histórico
conocido como, y erróneamente calificado de, “Renacimiento”.
Dentro de este extenso período (s. IV al XV, un milenio, más
o menos) se desarrollan y fijan las características más importantes del arte
sagrado cristiano. Con Constantino el Grande comienza el desarrollo y la expansión del arte cristiano por toda la
Europa, lo que propiamente conocemos como la Cristiandad.
Desprendido de las formas grecorromanas de sus comienzos en
las catacumbas, la vida al exterior del
cristianismo trajo aparejadas sus exigencias propias, especialmente con las
nuevas formas que exigiría el oficio sagrado de la liturgia en los sitios en dónde
se oficiaría: los templos, el lugar del Culto. El Templo será el lugar
privilegiado para convertirse no solo en la Casa de Dios, en la casa delSacrificio (sacra facere), en la casa de oración
por excelencia, sino también en una representación del mundo cristiano: la
transfiguración de este mundo - hasta entonces pagano- en el nacimiento de un
nuevo mundo: el mundo cristiano, la Cristiandad.
El Arte Cristiano le habla al mundo de un “otro mundo”, no
solo en el más allá, sino aún en este mundo, pero transfigurado éste por el
Espíritu de Cristo.
Sus nuevas formas artísticas lo recalcan y lo muestran con
características que le son propias:
Las representaciones sagradas de Cristo, de la Virgen, de los
Ángeles y de los Santos se espiritualizan,
se sobrenaturalizan. ¿Cómo es que se
consigue esto? ¿Con qué medios?
Los cuerpos humanos pierden peso. Los pies de los personajes
representados apenas tocan el suelo, parecen flotar sobre él. Incluso se
sobreponen unos a otros sin considerar una perspectiva espacial. Desaparecen
las sombras plásticas que le dieran volumen y peso a los cuerpos. El espacio
pierde su tridimensionalidad y se convierte en un plano, a veces abstracto. Los
cuerpos pierden su opacidad y tangiblidad, las vestiduras su calidad y textura.
No solo los cuerpos se hacen “transparentes”, pasan a un primerísimo plano
abandonando prácticamente el paisaje, el mundo que les rodea. El lugar, o el
paisaje en donde se encuentran, deviene un plano abstracto, o solo indicativo
por algún elemento del lugar o de la situación. Se resuelven en un plano
simbólico, sin sensación de espacio
tridimensional.
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La Transfiguración del Señor |
Por ejemplo: el monte Tabor en donde Cristo se transfiguró
resplandeciendo su divinidad, está sugerido con la representación de rocas
amontonadas en un plano. La gloria divina de Cristo está significada con un
óvalo o almendra o círculo de luz. Moisés y Elías se inclinan reverentemente
hacia Cristo. Cristo de frente alzando solemnemente su mano derecha bendiciendo
y sosteniendo a sus discípulos. Éstos, más abajo en la composición, están en
poses que representan por sí mismas que se han desplomado por el asombro y el
arrobamiento que ha provocado en ellos la gloriosa manifestación del Señor. No
hay ninguna representación “realista” del hecho, en el sentido de que cómo éste
hecho podría haber sido percibido por los sentidos externos –por así decirlo.
El contemplador de la escena se ve obligado a detenerse y a contemplar cada
cosa. Se ve obligado a “leer” no solo el hecho general en sí, sino cada cosa en
particular. Se ve obligado a hacer una “lectura teológica” del suceso. Pedro ha
caído de rodillas y ha girado su cabeza para dirigir su palabra a Cristo: -
“Qué bueno es estarnos aquí, Señor”. Otro discípulo (probablemente San Juan –
el amor suele representarse con el color rojo, en este caso el color del
vestido del discípulo amado). San Juan se toma la cara entre pensativo y
azorado y, por último, vemos a Santiago,
el tercer discípulo, “cabeza abajo”, cubriéndose el rostro sumido todo su ser
en su interior.
Los personajes no solo han perdido peso sino que sus
movimientos son serenamente contenidos. No hay movimientos bruscos. Como si los
movimientos no dependiesen ya del tiempo, como si ya no tuvieran nada que ver
con él. Las composiciones no son asimétricamente dinámicas sino serenamente simétricas.
Se asemejan a lo inmutable porque reflejan lo inmutable, lo que está más allá
del tiempo y del espacio de este mundo.
Tampoco hay preocupación por mostrar estados psicológicos, más
exteriores que las profundidades del alma. Todo drama, o acción exterior, ha
pasado a ser interior, invisible a los sentidos y a las leyes que rigen este
mundo. Solo hay indicaciones externas que, sugieren
más que muestran, los estados interiores del alma. La imagen sagrada se
convierte en una especie de álgebra teológica dirigida no a conmover o a impactar
sobre los sentidos sino a despertar el intelecto, el pensamiento, la meditación
señalada por los símbolos que la conforman. Por eso es que, de los íconos, no
se dice de ellos que “se pintan” sino que “se escriben”. Se asemejan a un álgebra teológica a ser descifrada. No
por nada la representación de este hecho de la Transfiguración del Señor es el
primer icono que deben realizar los aspirantes a ser escritores de íconos. Éste
ícono resume en sí mismo la teología y las formas del arte sacro.
El arte es sagrado cuando acompaña y sirve a la liturgia como
un soporte de su significación y reverencia ante los Misterios. No cualquier
representación religiosa es sagrada. El tema religioso no basta para ser
considerado sagrado, debe tener un lenguaje y conformación acordes con ello. Para
que una obra sea considerada sagrada debe ser digna de acompañar con su
significación simbólica a realzar la
acción litúrgica en su acción y significación. La imagen para ser digna de la
acción litúrgica no debe dirigirse a los sentidos en primer lugar sino – y a
través de ellos - llevar a la intelección de lo que obra la acción litúrgica.
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Reconstrucción de una ceremonia litúrgica en la Catedral de Amiens, Francia.
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EL TEMPLO
Como dijimos más arriba el principal objetivo de los
cristianos al abandonar las catacumbas fue la instalación de un templo, un
espacio sagrado, y consagrado, para realizar la acción litúrgica principal, el
corazón de la Fe cristiana: el Oficio del Sacrificio de la Misa. Todo en el
Templo estará orientado hacia esto: La representación incruenta del Sacrificio
de Cristo en el Calvario para la Redención de los hombres: El Sacrificio del
único Sacerdote y Víctima, Jesucristo, realizado por única vez de modo cruento
penetrando en el Santuario no hecho por manos de hombres, pues eso es lo que
significó la rasgadura del velo del Templo, a la hora misma de la muerte del Señor: El fin
de la Antigua Alianza. Y, por lo tanto, de los sacrificios de toros, machos
cabríos y corderos –figuras todas ellas del Sacrificio que haría el Ungido de
Dios, en la plenitud de los tiempos, y el inicio de la Nueva Alianza realizada
por Jesucristo, el verdadero Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.
Y, como diría luego San Pedro a los judíos, no hubo ni habrá ningún otro nombre
dado a los hombres -fuera del de Jesucristo- por el cual podamos ser salvados.
Los templos, o las Iglesias, que construirá la Iglesia Católica
en su larga y milenaria historia hasta hoy, serán para realizar este sacrificio
perpetuo, hecho por Jesucristo, hasta el fin del siglo, es decir, del tiempo
histórico.
En cuanto a las formas artísticas escogidas para la acción
sacra, también éstas se irán separando de este mundo reservándose un espacio,
un mundo consagrado. En el Templo todo es sacro, fuera de él todo es “profano”, no sacralizado, fuera del
Templo que ya no sirve para la acción sacra, (excepto contadas excepciones).
Como todos saben, se comenzó, tomando de los romanos y griegos las formas ya
existentes de los edificios más adecuados - o que pudieran irse adecuando a las
necesidades del culto y de los símbolos con los que se les revestiría.
Tomarían, en primer lugar y como referencia principal, un
lugar escogido en el cosmos, como el centro de éste, en el corazón de la cruz
que forman los cuatro puntos cardinales. De este modo se convertirían éstos en el
propio centro del mundo. En uno de los centros del mundo como el lugar en donde,
de un modo especial y real, habita la
divinidad. Éste lugar y esta orientación es escogida cosmológicamente, según el
ritmo del cielo, en el solsticio de invierno, el solsticio tradicionalmente divino,
escogido por Cristo para nacer. El ábside del Templo se ubicaría hacia donde también
se orienta el altar, hacia el Este, el lugar de donde sale el Sol invicto:
Jesucristo. La puerta de entrada al Templo hacia el Oeste. Porque el Hijo del
Hombre volverá a juzgar a los vivos y a los muertos como el relámpago que nace
en el oriente y llega al occidente. Por eso en las catedrales medievales
representaban, sobre el tímpano de esta puerta occidental, el Juicio Final con
Cristo sentado como Juez en su trono, rodeado de los cuatro animales
apocalípticos que representan a los cuatro evangelistas, el Evangelio de
Jesucristo; los veinticuatro ancianos apocalípticos y los hombres, buenos y
malos, resucitando, emergiendo de sus
tumbas para el juicio final.
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Tímpano sobre el portal Oeste de la Catedral de Chartres, Francia. Cristo en majestad viniendo como juez al fin de los tiempos rodeado de los cuatro animales apocalípticos. |
Las paredes de los templos también se afinan y transparentan,
espiritualizadas en un principio con las ventanas y con las figuras religiosas
iluminándolas. Más adelante, con los vitrales creados como las joyas de la
Nueva Jerusalén, transfigurarán la cruda luz de éste mundo. Y ya no será ésta la pura luz material que ilumina las
cosas de este mundo sino la luz de Dios transfigurando el mundo.
Las columnas que sostienen el techo, las cuales representan a los doce apóstoles, descansan sobre la planta en forma de cruz, representación del cuerpo humano de Cristo y la tierra firme de su Doctrina. Verdadera imagen del Hijo del hombre y de su Evangelio. En su centro, marcado por el
crucero, en el corazón del Templo, se
yergue el altar del sacrificio, desde donde, luego, partirá el cuerpo multiplicado
de Nuestro Señor como el pan de la vida eterna. Las columnas aplastan también el
número 666 (en letras griegas) el número de la bestia. El número 888 (En letras
griegas corresponde al nombre de Jesucristo, el Salvador del mundo, desde el
suelo hasta la piedra principal de la Bóveda). “La piedra que desecharon los
edificadores”- como lo anunciaron proféticamente las Sagradas Escrituras – que “vino
a ser la piedra angular”.
El uso de la gematría (los letras en griego y hebreo
tenían valor numérico) con este valor, que les daba el platonismo, el pitagorismo y
aún la teología -“Dios creó todas las cosas con número, peso y medida” dice la
Escritura- con estas medidas, repetimos, se construían los templos, resultando todos ellos una representación de la armonía del cielo y el esplendor de su belleza.
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Catedral de Monreale, románica, nave central. Italia. Fines del siglo XII. |
LA MÚSICA SACRA
Y LOS GESTOS Y ACCIONES LITÚRGICOS
La música sacra halló su forma sagrada en el canto monódico gregoriano,
verdadera interpretación de los textos de la Sagrada Escritura. La acústica estudiada
de las Catedrales acompañaría a los fieles con estos cánticos acercándolos a la esfera de los cánticos
angélicos, ayudando a las almas a elevarse en la contemplación del mundo divino.
Los movimientos y acciones litúrgicas serán también reposados
y serenos al modo de las imágenes sagradas que los representan. No es la acción
litúrgica una manifestación mundana. Somos, en ella, transportados al mundo
sobrenatural de las cosas divinas. Lo que sucede realmente en la acción divina de
cada Misa o Sacramento.
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Capilla Palatina de Palermo, bizantina, Italia.
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EL ARTISTA, O LOS ARTISTAS
El artista católico debe ser católico, es decir, católico de
convicción y, por lo tanto, de vida católica. Esto es más importante de lo que
hoy en día se ha llegado a pensar. Después de Descartes se ha separado todo en
la vida. Ha ocurrido una ruptura en la realidad una de las cosas. Se ha
separado el cuerpo del alma y se ha llegado a pensar cosas absurdas sobre todas
las cosas, se ha perdido casi definitivamente, lo que llamábamos hasta
entonces, el sentido común. Pensar, por ejemplo, que un artista ignorante del Catolicismo
o incluso ateo, puede ser un buen artista sacro es como imaginarse que un buen
zapatero, por el hecho de serlo, puede ser un buen cirujano porque sabe cortar el
cuero. Todo artista tiene que conocer desde el fondo - qué es lo que da
realmente vida a una obra de arte - cuál es el espíritu que obra dentro de ella
y le engendra. Si el espíritu católico no dio a luz verdaderamente a la obra
esta no resultará sacra, no será apta ni siquiera para decorar el templo, y menos aún para acompañar
la acción litúrgica. La acción litúrgica no es un “show”. No se trata de de nada mundano. No hay
en él necesidad de un “animador” de TV para “animarla”. No es un
entretenimiento. No es algo intermedio entre la realidad y la fantasía. Es una
realidad que sobrepasa toda realidad humana y la trasciende. La desacralización
tuvo y tiene aún hoy, como fin primario, la destrucción de lo sagrado. No solo
pretende negarlo sino destruir todo vestigio de él. Es el plan del Anticristo
desde siempre. Está presente desde los inicios del Cristianismo, y aun los mismos Apóstoles
le denunciaron claramente al desenmascarar a los falsos hermanos que propagaban un Evangelio distinto al predicado por ellos. La sana doctrina tergiversada. El Evangelio de Cristo usado para tratar de convertirlo
en otra cosa, en una cosa puramente humana, primeramente, para luego desecharlo como otro mito más
invención de los hombres.
Los artistas no pueden quedar librados al azar y menos a sus
caprichos y pasiones. No basta tener talento artístico y destreza en el manejo de los medios y los materiales artísticos, para producir una obra
verdaderamente religiosa y menos aún,
sacra. Un artista que tiene las dotes necesarias para ser lo que es - pues cuenta para ello, con una sensibilidad especial que lo cualifica para captar más sensiblemente
las cosas del espíritu- no por ello reúne ya en sí mismo todo lo necesario para realizar
obras verdaderamente sagradas. Poseer
inventiva e imaginación artística tiene sus ventajas, pero también sus desventajas,
esto último en el sentido de que, como artista, es más proclive a caer en
errores teológicos ya que más fácilmente puede caer en las trampas de su
imaginación divagando por senderos que no conoce, como es aquel bosque, a
veces intrincado, de la teología racional y aún la apofática.
En resumen: el Arte sacro es tal cuando emplea los medios
necesarios para resaltar que las cosas de este mundo, aunque el arte se sirva de algunos elementos de él, lo sobrepasan y lo trascienden infinitamente. “No
hay palabras humanas para hablar de Él (de las cosas del mundo divino) sin profanarlo de algún modo o torcerlo” como lo
recalcó San Pablo luego de su ascensión al tercer cielo por gracia y obra divina. Los
medios artísticos para expresar lo sagrado son comparables a una teología apofática.
Es decir, se puede hablar de ello más de lo
que no es que de lo que es.
Como dice Santo Tomás de Aquino en su Summa Teológica (I q.1
a.9) 2:
“El rayo de la divina revelación no queda extinguido por las
figuras sensibles en que se envuelve, como dice Dionisio, sino que su verdad se
transparenta en forma que no consiente a las inteligencias agraciadas con la
revelación estancarse en las imágenes, antes bien las eleva al conocimiento de
las cosas inteligibles, de suerte que por su medio llegue la revelación al
conocimiento de los demás; y por esto, lo que en un lugar de la Escritura se
dice bajo metáforas, se pone en otro con mayor claridad. Incluso es útil hasta
la misma obscuridad de las figuras: por un lado, para ejercitar el ingenio de
los estudiosos, y por otro, para sustraerlas a la burlas de los infieles, de
quienes se dice en el Evangelio: No deis
lo santo a los perros.
3. Como dice Dionisio, es más conveniente que la Sagrada
Escritura proponga lo divino bajo la figura de cuerpos viles que de cuerpos
nobles, y esto por tres motivos. Primero porque así se previene mejor al hombre
contra el error, pues todos comprenden que tales figuras no se aplican a Dios
con propiedad, y, en cambio, podrían dudarlo si se describiese lo divino con imágenes
de cuerpos nobles; y más que a nadie sucedería esto a los que no conciben cosa
superior a los cuerpos. –Segundo, porque este modo está más en conformidad con
el conocimiento que tenemos de Dios en esta vida, ya que con más facilidad
vemos lo que de Dios no es que lo que es, y por esto las imágenes más alejadas
de Dios nos dan mejor a entender que está por encima de cuanto pensamos y
decimos de Él. – Tercer, porque así lo divino se recata mejor de los indignos.”
En cuanto a un sabio asesoramiento de los teólogos sobre los
artistas obliga a los mismos teólogos a instruirse sobre las formas más adecuadas
de cómo representar lo divino sin caer en errores ni indignidades en las cosas
dirigidas a la mayor gloria de Dios.
Los verdaderos artistas cristianos siempre han hecho meditación
y oración sobre los misterios a representar, incluso ayunos, sin necesidad de
ser monjes para ello. Aunque algunos lo hayan sido, como el Beato Angélico, por
ejemplo y algunos iconógrafos.
La caída en el humanismo a partir del Renacimiento, como adelantáramos
ya, ha producido la gran decadencia y destrucción del arte sacro. Decadencia lenta pero continuada. La decadencia
de la Cristiandad fue acompañada naturalmente por la decadencia del Arte
cristiano católico, el cual, partiendo del templo, había conformado el espíritu de todo el arte de Europa.
Alberto M. Borromeo