Domingo, 23 de agosto de 2015
Publicamos
la traducción de una carta del P. Rioult en la que se analizan las
palabras de Mons. Fellay en el último Cor Unum (boletín interno de
la FSSPX)
La
carta del P. Rioult a sus antiguos cofrades de la FSSPX realiza un
análisis del último texto de Mons. Fellay en el boletín interno
de la FSSPX. Y esto vale la pena.
La
Sapinière alienta
a los fieles a hacer circular esta carta en formato papel entre los
sacerdotes que pudieran aprovecharla en los diferentes prioratos del
distrito de Francia.
Estimados
cofrades:
Ustedes
leyeron, como yo, el texto de su Superior general en el Cor
unum de junio de 2015.
¿Se
han dado cuenta del uso de la inversión acusatoria?
“Es
fácil sustraerse a su deber de estado, pretender resolver los
grandes problemas de la humanidad por medio de razonamientos
terminantes, herir a la santa Iglesia por juicios mordaces […]
mientras que se omiten sistemáticamente los recordatorios sobre el
deber de estado, proponiendo a los fieles un alimento completamente
inadecuado para sus necesidades, se descuida el apoyo del cual tanta
necesidad tienen para salvarse allí donde están, con sus problemas
concretos […]. Nuestra prédica se hace caricaturesca si se limita
a fustigar cada domingo los errores del Vaticano II. Ciertamente no
se trata de descuidar la gravedad y las consecuencias trágicas de
este Concilio, sino más bien de estimar correctamente los medios
que necesitan nuestros fieles para trabajar por su salvación y de
procurárselos efectivamente” (Mons.
Fellay).
El
peligro que acecha a la Fraternidad sería entonces el de combatir
demasiado el Vaticano II. Pero ¿quiénes son los cofrades que “se
limitan a fustigar cada domingo los errores del Vaticano II”? ¿No
es esto lo caricaturesco? Se combate un defecto que no existe pues,
en nombre de una pretendida fidelidad a la gracia y al deber de
estado, se justifican implícitamente los silencios oficiales y
escandalosos sobre ciertas“consecuencias
trágicas del Concilio”.
Mons.
Lefebvre, que aprovechaba las fiestas litúrgicas más grandes del
año para alejar a los fieles del veneno conciliar, ¿tenía
una “prédica caricaturesca”?
“Los
hombres de Iglesia que ocupan los puestos claves han tomado una
orientación claramente opuesta a la Tradición, o al Magisterio
oficial de la Iglesia. […] Ellos
han dado la espalda a la verdadera Iglesia de siempre, le han dado
nuevas instituciones, un nuevo sacerdocio, un nuevo culto, una nueva
enseñanza siempre en búsqueda, y esto siempre a nombre del
Concilio. […] Por
lo tanto es indispensable desmitificar este concilio que
lo quisieron pastoral en razón de su horror instintivo por el
dogma, y para facilitar la introducción oficial en un texto de la
Iglesia de las ideas liberales” [1].
Nuestro
deber de estado conlleva también el deber de destruir el Vaticano
II, y Mons. Fellay hubiera hecho mejor al reprender a los cofrades
que omiten sistemáticamente el predicar contra
este concilio cismático. Y respecto a las debilidades en el deber
de estado, del cual “es tan fácil sustraerse”,
Mons. Fellay hubiera hecho mejor al abordar ciertos “problemas
concretos” que perjudican la salvación de nuestros
fieles, como la modestia cristiana que cada vez desaparece más de
nuestros medios.
¿Un
Francisco inactivo?
Mons. Fellay también les escribió algunas contra-verdades. La primera, respecto a la moral católica, dijo: “el soberano pontífice que, siempre dejando la puerta abierta a la inmoralidad, no toma posición en este debate, provoca un inmenso escándalo”.
Francisco
besa la mano de un sacerdote activista homosexual y declara que los
esposos cristianos no deben procrear “como conejos”,
¿pero él no “toma posición en este debate”? Mons.
Fellay ¿ha olvidado lo que nos escribió en el Cor unum n°
110 de marzo de 2015? Él citó la conferencia del “cardenal
Rodríguez Maradiaga, cercano al papa Francisco, y coordinador del
grupo de cardenales encargados de aconsejar al soberano Pontífice
en las reformas que prepara”.
Este
cardenal constataba que “después del concilio Vaticano
II, los métodos y el contenido de la evangelización cambiaron. La
liturgia cambia, la perspectiva misionera cambia, la acción social
cambia. En aras de la coherencia cristiana, ciertos cambios
institucionales y de organización son contemplados simultáneamente
[…] el Papa quiere llevar a cabo esta renovación de la Iglesia
hasta un punto irreversible. […] La renovación de las
instituciones y de las funciones de la Iglesia requiere una
renovación de su dimensión mística. Y en la raíz de la mística,
está la misericordia”.
Poco
después de haber citado las “declaraciones
profundamente escandalosas e incluso blasfemas” del
cardenal, Mons. Fellay comenta: “lo
que se llama “misericordia” no tiene nada que ver con el
verdadero Amor de Dios que se inclina sobre el pecador para
retirarlo del pecado. Manifiestamente, bajo las palabras vergonzosas
de “nuevo matrimonio” o de “familias reconstituidas”, hay
que comprender la realidad del adulterio erigido en situación de
hecho y finalmente de derecho, ¡y esto a pesar de las afirmaciones
explícitas de Nuestro Señor mismo! He aquí cómo es presentado el
espíritu de las reformas del papa Francisco, según uno de sus más
íntimos colaboradores. No es necesario reflexionar mucho para
afirmar que nunca nos entenderemos con estos falsarios del Evangelio
que abusan de las funciones más sagradas que ellos ocupan”.
Muy
bien, pero ¿por qué escribe que Francisco, “siempre
dejando la puerta abierta a la inmoralidad, no toma posición en
este debate”? Por
qué torcer así los hechos si no es para evitar concluir que
Francisco “desea
integrar a la iglesia a los divorciados vueltos a casar, en el marco
de una política más amplia que responde a los desafíos relativos
al matrimonio y a la familia en la sociedad” (AFP).
Esta obstinación de exculpar a Francisco ¿no es una manera de
abandonar la promesa hecha de “oponerse
públicamente a los errores y a los fautores de errores, sean
quienes fueren” [2]?
¿Un
Francisco ignorante?
La
segunda contra-verdad concierne a la Misa: “Sobre
la misa tradicional, se manifiesta que Francisco apenas se preocupa,
y que no comprende por qué los jóvenes sacerdotes pueden volverse
hacia ella”.
¿Quién
gobierna? ¿Quién nombra? ¿Quién ha permitido la explosión de la
comunidad conciliar de los Franciscanos de la Inmaculada cuyo gran
crimen era difundir la misa de san Pío V? ¿Por qué no tener en
cuenta lo que el mismo Francisco declara: “Y
luego hay cuestiones particulares como la liturgia según el “Vetus
Ordo”. Creo que la decisión de Papa Benedicto fue prudencial,
vinculada a la ayuda de algunas personas que tienen esta particular
sensibilidad. En cambio, creo que es preocupante el peligro de
ideologización del “Vetus Ordo”, su instrumentalización” [3].?
La
posición de Mons. Lefebvre
La
tercera contra-verdad concierne a la posición de Mons.
Lefebvre: “Ante
este análisis, algunos quisieran que rompiéramos toda relación
con la Santa Sede. Pero esta nunca fue la posición a seguir de
Mons. Lefebvre y que él trazó para su Fraternidad”.
Fue
necesaria una cierta imprudencia para atreverse a escribir estas
líneas. Mons. Lefebvre dio sus condiciones, no para un acuerdo,
sino para retomar las discusiones. ¡Y la diferencia es enorme!
Mons. Fellay enterró estas condiciones, pero usted ¿ya las olvidó?
“Suponiendo
que de aquí a un determinado tiempo Roma haga un llamado, que
quiera volver a vernos, reanudar el diálogo, en ese momento sería
yo quien impondría las condiciones. No aceptaré más estar en la
situación en la que nos encontramos durante los coloquios. Esto
se terminó.
Plantearía la cuestión a nivel doctrinal: “¿Están de acuerdo
con las grandes encíclicas de todos los papas que los precedieron?
¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei,
Libertas de León XIII, Pascendi
de Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani Generis de Pío XII?
¿Están en plena comunión con estos papas y con sus afirmaciones?
¿Aceptan aún el juramento antimodernista? ¿Están a favor del
reinado social de Nuestro Señor Jesucristo? Si ustedes no aceptan
la doctrina de sus predecesores es
inútil hablar. Mientras
que no
se acepte reformar el concilio considerando la doctrina de los papas
que los han precedido, no
hay diálogo posible.
Es inútil Así las posiciones serían más claras” [4].
¿Ser
reconocido como católico por gente que ya no es católica?
Mons.
Fellay se queja también, extrañamente, de que haya “prelados
e incluso Papas que no corresponden a nuestra legítima
expectativa” y
afirma que “no
hay que temer el reclamar con toda justicia, por parte de las
autoridades de la santa Iglesia, el ser reconocidos y considerados
como católicos”.
Tales
incoherencias son el signo de una gran confusión de espíritu. Pues
por principio, si “las autoridades de la santa Iglesia” no
los consideran como católicos, ¿será porque ustedes no son
católicos? ¿A menos que las pretendidas “autoridades de
la santa Iglesia” ya no sean, en realidad, católicas?
Estos calificativos respetuosos hacia la Roma actual y los
calificativos afectuosos hacia sus “queridos miembros”,
“queridos sacerdotes”, “nuestro venerable fundador” son
solamente un doble juego que es, por definición, una doble
traición. En los hechos, Mons. Fellay se burla de los miembros de
la Fraternidad así como de su Fundador que confiaba seis semanas
antes de su muerte:
“Entonces,
¡son ellos los católicos! ¿Por qué? Porque ellos están en las
sedes de los obispos… ¡esa no es una razón! Como dijo San
Atanasio: -¡Ustedes tienen las iglesias, nosotros tenemos la fe!...
¡Ellos
tienen las sedes episcopales, nosotros tenemos la fe! Somos
nosotros los católicos, ¡es evidente! [5]”
Una
firmeza teatral
Para
cubrir las enormidades que acaba de decir, Mons. Fellay alterna su
discurso entre firmeza aparente y apertura suicida:
“Está
muy claro que nosotros todavía rechazamos, como siempre hemos
rechazado, el nuevo espíritu que se introdujo “por algunas
fisuras en el templo de Dios” a favor del concilio… […] No
abandonaremos el combate bajo el pretexto que sería humanamente
inútil. Eso no es verdad, como lo muestran los encuentros que
tuvieron lugar los últimos meses con algunos obispos”.
He
aquí cómo Mons. Fellay justifica hábilmente el hecho de haber
introducido a los lobos modernistas en el aprisco de los
seminaristas. ¿Y qué quiere decir rechazar “el espíritu”
cuando se reconoce “la letra” del Vaticano II en un “95% [6]” y
que se preocupa de que se hagan los errores del
concilio “super-herejías” [7]?
Mons.
Lefebvre nos pedía rechazar la letra misma del concilio:
“Pero
si dejamos a Dios y a los futuros verdaderos sucesores de Pedro
juzgar estas cosas, no deja de ser cierto que el Concilio ha sido
desviado de su fin por un grupo de conjurados y que nos es imposible
entrar en esta conjuración, aunque habría muchos textos
satisfactorios en este Concilio.
Pues los buenos textos han servido para hacer aceptar los textos equívocos, minados, entrampados. Nos queda una sola solución: abandonar a esos testigos peligrosos para aferramos firmemente a la Tradición, o sea, al Magisterio oficial de la Iglesia durante veinte siglos” [8].
Pues los buenos textos han servido para hacer aceptar los textos equívocos, minados, entrampados. Nos queda una sola solución: abandonar a esos testigos peligrosos para aferramos firmemente a la Tradición, o sea, al Magisterio oficial de la Iglesia durante veinte siglos” [8].
Palabras
muy claras…
El
ilogismo de su Superior general llega a su paroxismo con el
siguiente pasaje:
"Nosotros
ponemos como condición “sine qua non”, antes de toda
regularización canónica, la aceptación por parte de estas
autoridades de nuestra identidad católica, con la garantía que no
se nos obligará a adoptar este espíritu y estas reformas”.
¿Quién
podrá hacer un análisis coherente de este pasaje? La serpiente se
muerde la cola a sí misma. Una persona sana de espíritu no puede
exigir como condición para la resolución de un problema la
solución misma de este problema. No tiene sentido. Esta
incoherencia muestra también que Mons. Fellay es incapaz de actuar
prudentemente por la simple y sencilla razón que él ya no tiene
una clara visión de la situación.
“No
somos nosotros los que debemos firmar algo. Son
ellos que deben firmar,garantizar
que aceptan la doctrina de la Iglesia. Ellos quieren nuestra
sumisión, pero no nos dan la doctrina” (Mons.
Lefebvre) [9])
Una
piadosa ficción…
La
cuarta contra-verdad concierne al juicio de los romanos respecto a
las reformas conciliares:
“Todos
nuestros interlocutores admiten que se trata (nueva misa, libertad
religiosa, ecumenismo, nueva eclesiología) de cuestiones abiertas,
de enseñanza no definida y por lo tanto no obligatorias… Si un
día la autoridad confirmara oficialmente esta posición, sería un
paso gigantesco para llevar al concilio al simple nivel de la
opinión. Tal etapa sería necesaria, antes de que la autoridad
pueda pasar a la etapa siguiente: la condenación de los errores.
Pero todavía estamos demasiado lejos”.
Había
que atreverse, pero Mons. Fellay se atrevió: Vaticano II no sería
obligatorio, a juicio del cardenal Brandmüller y de Mons.
Schneider. Se debe hacer la elocuencia política: siempre afirmar,
jamás probar. Mons. Fellay toma sus deseos por la realidad y da
prueba de una memoria corta, selectiva y parcial.
Benedicto
XVI, el 10 de marzo de 2009, escribió a los obispos que “el
hecho de que la Fraternidad San Pío X no posea una posición
canónica en la Iglesia, no se basa al fin y al cabo en razones
disciplinares sino doctrinales. Hasta que la Fraternidad no tenga
una posición canónica en la Iglesia, tampoco sus ministros ejercen
ministerios legítimos en la Iglesia. No se puede congelar la
autoridad magisterial de la Iglesia al año 1962, lo cual debe
quedar bien claro a la Fraternidad”.
Cuatro
días después del acuerdo trunco del 13 de junio de 2012, Mons.
Fellay escribió a Benedicto XVI: “desgraciadamente,
en el contexto actual de la Fraternidad, la nueva declaración no
pasará [10]”. El
30 de junio siguiente, Benedicto XVI le dirigió a Mons. Fellay la
respuesta siguiente:
La Declaración
doctrinal en cuestión, preparada por la Congregación para la
Doctrina de Fe, así como por la Comisión Pontifical Ecclesia Dei y
aprobada explícitamente por mí antes de entregarla a usted,
integra los elementos juzgados indispensables para
estar en condiciones de pronunciar la Profesión de fe y
el Juramento de fidelidad para asumir un cargo ejercitado a nombre
de la Iglesia, garantes de la plena comunión eclesial. Estos
elementos son esencialmente la aceptación:
· Del
Magisterio como intérprete auténtico de la Tradición apostólica;
· Del
concilio Vaticano II como parte integrante de la dicha Tradición,
quedando a salvo la posibilidad de una discusión legítima sobre la
formulación de puntos particulares de los documentos conciliares;
· De
la validez y licitud del Novus Ordo Missae.
En
el momento en que se abra el Capítulo general de vuestra
Fraternidad, no puedo sino alentar a esta asamblea a
aceptar estos puntos como necesarios para una reconciliación en el
seno de la comunión de la Iglesia una, santa, católica
y apostólica [11]”.
Y
Francisco no afirma otra cosa:
“El
concilio Vaticano II, que ha sido una puesta al día, una relectura
del Evangelio en la perspectiva de la cultura contemporánea. Ha
producido un movimiento irreversible de renovación que viene del
Evangelio. […] Sí, hay líneas de hermenéutica de continuidad y
discontinuidad; sin embargo hay una cosa muy clara: la dinámica de
lectura del Evangelio actualizada en el hoy que fue propia del
Concilio es absolutamente irreversible [12]”.
Mons.
Fellay no parece leer los mismos textos que nosotros, a menos que se
trate de un problema del color de los anteojos. Se dice que no hay
peor ciego que el que no quiere ver.
Un
fuera de tema, para manipular mejor…
Viene
enseguida una referencia histórica cuya exposición parcial permite
a Mons. Fellay negar la realidad para preferir su angelismo
habitual.
“En
su época, los santos no abandonaron la Iglesia. Ellos combatieron
el error hasta el punto de rechazar la comunión con los herejes,
por lo tanto ellos no rechazaron todo contacto con la autoridad,
sabiendo bien que Dios permite la indignidad de los ministros, y que
a través de ellos todavía hace pasar Su gracia”. (Mons.
Fellay)
En
la época del arrianismo, Hilario, Eusebio de Verceil, Lucifer de
Cagliari… consagraron obispos para dar pastores a los católicos
amenazados por los lobos arrianos ocupando las sedes católicas.
¿Por qué Mons. Fellay no se alegró entonces por la consagración
de Mons. Faure?
En
su época del arrianismo, los santos rechazaron “la
comunión con los herejes”… Es
exactamente lo que nosotros hacemos, y particularmente durante el
Santo Sacrificio: rechazamos la comunión con el anticristo
Francisco [13]…
En
su época, los santos «no rechazaron por lo tanto todo
contacto con la autoridad». Que Mons. Lefebvre sea un santo o
no, su Itinerario espiritual, que hace las veces de
testamento, dice:
“Es
pues un deber estricto para todo sacerdote que quiere permanecer
católico el separarse de esta Iglesia Conciliar, mientras ella no
reencuentre la Tradición del Magisterio de la Iglesia y de la Fe
católica” [14].
“Nuestros
verdaderos fieles, aquellos que han comprendido el problema y que
nos han ayudado a seguir la línea derecha y cerrada de la Tradición
y de la fe, temían las gestiones que yo hacía con Roma. Ellos me
dijeron que era muy peligroso y que perdía mi tiempo. Sí por
supuesto, esperé hasta el último minuto que en Roma mostraran algo
de lealtad. Nadie puede reprocharme de no haber hecho todo lo que
pude. Y ahora, a los que vienen a decirme “usted debe llegar a un
acuerdo con Roma”, creo que puedo decirles que incluso fui más
lejos de lo que debí haber ido. No hemos terminado de luchar.
Cuando yo muera, mis sucesores tendrán que seguir combatiendo”[15].
Mons.
Fellay es incapaz de salir de la trampa y del golpe maestro de
Satanás: la subversión por la autoridad.
« Es
el ABC del modernismo el doblegar a los fieles por el chantaje de la
virtud y del amor de Dios, y la abolición, en nombre de la virtud,
de los medios indispensables de formación y de conservación. El
modernismo hace caminar a sus víctimas en nombre de la obediencia,
gracias a la sospecha de orgullo sobre toda crítica de las
reformas, en nombre del respeto al Papa, en nombre del celo
misionero, de la caridad y de la unidad” (P.
Calmel, carta del 8 de agosto de 1973).
¿Armisticio
antes de la rendición?
Gracias
a Mons. Fellay, quien acolla ante el misterio de iniquidad y que
practica la ambigüedad con un talento remarcable, la Fraternidad se
ha hecho incapaz de decir bajo Francisco lo que decía bajo Juan
Pablo II:
“En
cambio, nosotros nunca quisimos pertenecer a este sistema que
se califica a sí mismo de Iglesia conciliar y que se define por
el Novus Ordo Missae, el ecumenismo indiferentista y la laicización
de toda la sociedad. Sí, no tenemos parte alguna, nullam partem
habemus, con el panteón de las religiones de Asís [16]”.
Ningún
honor es comparable al de sufrir la violencia injusta por una causa
justa.
La
arbitrariedad en las nominaciones es cada vez más patente. Buenos
sacerdotes son juzgados ineptos para ejercer funciones de mando. Los
acuerdistas y la juventud sin experiencia y fácilmente servil,
gobiernan cada vez más a la FSSPX. El conjunto de los fieles
permanece inerte y piensa sobre todo en su tranquilidad. La tiranía
de Menzingen aparta, aísla, persigue e invita a partir… a los
espíritus lúcidos. Si es poco dudoso que la mayoría de los
sacerdotes desaprueban la política de Mons. Fellay, de allí no se
sigue que todos contemplen arriesgar su plaza para combatirla.
El
teniente coronel de La Chapelle, condenado a siete años de
detención por su participación en el golpe de estado de Argelia,
respondió al presidente mostrándole la pretendida gravedad de sus
errores: “Señor presidente, se juzga una política por
sus efectos, no se juzga el honor por sus resultados…”
Se
nos reprocha no haber sino razonables ni realistas.
Defender
una causa ciertamente es menos fácil que seguir la razón del
momento y conservar un marco de vida cómodo y confortable. Al
exigir la conversión de Roma, nosotros careceríamos de realismo y
de sentido práctico. Hay
en efecto un realismo que paga inmediatamente, el que se alía con
la política más fácil. Y hay otro, que sobrepasa las miras
personales y las generaciones. Este se construye sobre la fe en
Cristo Rey.
Por
el momento ustedes han elegido la disciplina, pero ¿no temen
ustedes haber favorecido así los vergonzosos compromisos y un lento
abandono del combate? Verdaderamente, algunos cofrades, por haber
aceptado y a veces facilitado la ilusión, el equívoco y el engaño
de Menzingen, se resignaron así a vivir mezquinamente, si no
vilmente. Cuanto todo esté perdido, ¿podrá usted conservar la
frente en alto? ¿Cuáles habrán sido sus sacrificios para
conservar íntegramente el bueno, pero trabajoso, combate de la fe?
¡Sean
bienvenidos a la ermita!
Estimados
cofrades, ¿cuánto tiempo más soportarán que los engañen, que se
burlen de ustedes?
Una
reflexión de Tixier-Vignancour sobre “De Gaulle” podría
convenirle a “Fellay”:
“Si
tú eres Gaullista e inteligente, no eres sincero. Si eres Gaullista
y sincero, no eres inteligente. Si eres inteligente y sincero, no
eres Gaullista”.
Me
permito escribirles pues en el pasado, ustedes compartieron conmigo
la carta del 28 de febrero de 2013 dirigida a Mons. Fellay
recordándole su “deber en justicia de decir la verdad, de
reparar las mentiras y retractar los errores” y deseando
que “la Historia” no recuerde a Mons. Fellay
como “el hombre que desfiguró y mutiló la FSSPX”.
Nosotros
les hablamos a nuestro nombre, pero no creemos traicionar la forma
de pensar de nuestros cofrades, sean de la USML o de otra parte:
ustedes son bienvenidos aquí, a la Ermita San Agobardo o en otra
parte.
Ustedes
son bienvenidos, pero no sin condición. ¿Piensan ustedes todavía
que:
“La
instauración de esta “iglesia conciliar” imbuida de los
principios de 1789, de los principios masónicos hacia la religión
y las religiones, hacia la sociedad civil, es una
impostura inspirada por el infierno para
la destrucción de la religión católica, de su magisterio, de su
sacerdocio y del sacrificio de Nuestro Señor [17]”
Y
que,
“La
única actitud de fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica,
para nuestra salvación, es el rechazo
categórico de
la aceptación de la reforma conciliar” [18]?
Si
es así, que Dios los bendiga.
P.
Olivier Rioult,
San
Agobardo
22
de agosto de 2015.
___________________________________
[1] Mons.
Marcel Lefebvre, Paris, el 27 agosto 1976, Prefacio del
libro Yo
acuso al concilio.
[2] Mons.
Fellay, Declaración del 27 junio de 2013.
[3] Entrevista
de Francisco a las revistas culturales jesuitas, realizada por el P.
Antonio Spadaro, SJ, agosto-septiembre de 2013.
[4] Mons.
Lefebvre, entrevista, Fideliter n°
66, noviembre-diciembre de 1988, págs. 12-13
[5] Mons.
Lefebvre, penúltima conferencia espiritual a los seminaristas de
Ecône, el 11 de febrero de 1991.
[6] 11
de mayo de 2001, el periódico de Valais La
Liberté publicó
una entrevista a Mons. Fellay, reproducida por DICI n° 8, en la
cual leemos: “Aceptar
el concilio no es problema. […] Nosotros conservamos el 95%. Es
más un espíritu al que nos oponemos, a una actitud ante el cambio
llevado como postulado: todo cambia en el mundo, por lo tanto la
Iglesia debe cambiar”.
[7] “En
la Fraternidad, se está haciendo de los errores del concilio súper
herejías,
este se convierte en el mal absoluto, peor que todo, de la misma
manera que los liberales han dogmatizado este concilio
pastoral”. Respuesta
del Consejo General a los tres obispos, Menzingen, 14 de abril de
2012.
[8] Mons.
Lefebvre, París, 27 de agosto de 1976, Prefacio del libro Yo
acuso al concilio.
[9] Conversaciones
con Mons. Marcel Lefebvre por
el R.P. Tomás de Aquino, suplemento al Boletín del Monasterio de
la Santa Cruz, Brasil, 2011.
[10] Cor
Unum n°
104 de marzo 2013.
[11] Carta
de Benedicto XVI a Mons. Fellay, 30 de junio de 2012.
[12] Entrevista
a las revistas culturales jesuitas, 19 y 23 de agosto de 2013.
[13] Mons.
Lefebvre, carta de agosto de 1987 “La
sede de Pedro y los puestos de autoridad de Roma ocupados por
anticristos.
[14] Mons.
Lefebvre, Itinerario
Espiritual, 1990,
pág. 31.
[15] Mons.
Lefebvre, entrevista en Fideliter n°
79 de enero-febrero de 1991.
[16] Carta
abierta de los Superiores de la Fraternidad a Su Eminencia el
Cardenal Gantin Prefecto de la Congregación de los Obispos. Ecône,
6 julio 1988, Fideliter n°
64, Julio-Agosto 1988, págs. 11-12.
[17] Mons.
Lefebvre, Itinerario
Espiritual, Las
Perfecciones de Dios.
[18] Mons.
Lefebvre, Declaración
del 21 de noviembre de 1974.
Publicado
por Syllabus
Errorum