lunes, 9 de febrero de 2015

LA SÉPTIMA Y ÚLTIMA EDAD DE LA IGLESIA, EDAD QUE COMENZARÁ CON LA APARICIÓN DEL ANTICRISTO.

INTERPRETACIÓN DE APOCALIPSIS POR
EL VENERABLE BARTOLOMÉ HOLZHAUSER.

Sábado, 7 de febrero de 2015
Venerable Bartolomé Holzhauser S.J.


De la séptima y última edad de la Iglesia, la que será edad de desolación, principiando en la aparición del Anticristo,
y durará hasta el fin del mundo.




CAPITULO III 

Versículo 14.-22



1. Vers. 14. Y escribe el ángel de la Iglesia de Laodicea; Esto dice el Amen, el testigo fiel, y verdadero el que es principio de la criatura de Dios. 

        La séptima y última edad de la Iglesia comenzará en la aparición del Anticristo y durará hasta el fin del mundo. Será edad de desolación en la que habrá una total defección de fe Luc. c. XVIII. V. 8. «Mas cuando viniere el Hijo del hombre ¿pensáis que hallará fe en la tierra? «En esta edad se cumplirá la abominación de la desolación descrita en San Mateo, c. XXIV, y en Daniel c. I. y XII. Entonces también se concluirá el siglo, y se cumplirá la palabra de la voluntad divina. A esta edad se refiere el séptimo día de la creación del mundo, cuando Dios, después de haber acabado su obra, descansó el día séptimo, (Gen. C. II). Así es pues como Dios; en la séptima edad de Iglesia acabará su obra espiritual, que tenía, decretado cumplir por su Hijo Jesucristo: y en seguida descansará con todos sus santos por toda la eternidad. Esta edad está también figurada por el séptimo Espíritu del Señor, Espíritu de ciencia. Porque, en ese tiempo, se sabrá claramente, después que el Anticristo haya sido destruido y precipitado en el infierno, que Jesucristo vino al mundo como hombre. Entonces los restos de los judíos que habrán quedado harán penitencia. Esta edad está también figurada por el séptimo Espíritu del Señor; porque se multiplicará entonces la ciencia en la tierra, (según Daniel, c. XII, v. 4.) Entonces la señal del Hijo del hombre aparecerá en el cielo y todo ojo la verá. Además, está edad está representada por la séptima época del mundo. Porque así como esa época será la última en que concluirá el siglo, así también la séptima edad será la última de la Iglesia. En fin la Iglesia de Laodicea es tipo de esta edad, la que se explica por vomito. Esa voz conviene pues a la última edad, durante la cual antes que el Anticristo llegue al poder, la caridad sé resfriará, la fe se perderá, todos los reinos estarán trastornados, agitados y divididos entre sí, se levantará una raza de egoístas, flojos y tibios. Los pastores, prelados y príncipes serán hombres engañosos, semejantes a los árboles dé otoño, sin hojas y sin fruto de buenas obras; serán como astros errantes, nubes sin agua. Cristo entonces comenzará a vomitar la Iglesia de su boca, y permitirá que Satanás sea desatado y extienda su poder en todo lugar; y qué el hijo de perdición penetre en el reino, que es la Iglesia.


II. Esto dice Amen, el testigo fiel, y verdadero, el que es principio de la criatura de Dios. 

      Las primeras palabras del texto contienen nuevos atributos o insignias de Jesucristo: Esto dice el Amen. Amen es una voz hebrea, que significa verdadero. Esa palabra conviene perfectamente a Cristo; en virtud de la divinidad que de sí mismo tiene; y qué pertenece a su esencia, supuesto que él es la primera verdad. Por eso dice San Juan c. XIV. v. 6. «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Ese atributo no puede convenir a ningún hombre ordinario, porque todo hombre es mentiroso, y solo Dios es verdadero. El testigo fiel y verdadero de la gloria y majestad del Padre, y a quién rindió testimonio, siendo su propio Hijo, y siéndole fiel basta la muerte, y muerte de cruz. El que es principio de la criatura de Dios, porque, según San Juan, c. I.  v. 3. «Todas las cosas fueron hechas por él: y nada de lo que fue hecho, se hizo sin él». El apóstol comienza primero por declarar esos atributos e insignias divinas, para confirmar a los espíritus de sus siervos en la verdad del evangelio, contra la impiedad del Anticristo, quién, gloriándose ser, el Señor Dios del cielo y tierra, blasfemará de una manera horrible, diciendo que Jesucristo no es Dios, que no se hizo carne, y que ni su testimonio y Evangelio son verdaderos, etc.

Vers. 15. Sé tus obras, 

        Con esas palabras que suele emplear el apóstol, reprende las obras de esta edad, como se ve claramente por lo siguiente: Que ni eres frió ni caliente, es decir, no tienes temor de Dios, ni fervor de caridad, con cuya ayuda practicarías la justicia y verdad. El frío y calor son dos metáforas, con ellas se distinguen esas dos virtudes. Porque, en efecto, en los últimos días, la iniquidad se multiplicara, la caridad de muchos se resfriará, (S. Matth. c. XXIV. V. 12). Con razón pues Jesucristo reprende a esta edad de la Iglesia de no ser ni fría ni caliente. Esas palabras contienen una especie de deseo de N. S. Jesucristo, en su paternal afecto, deplora el triste estado de su Iglesia, como un padre o una madre acostumbra a llorar la muerte de un hijo o una hija y como un esposo llora la esposa que amaba.

Vers.16. Más porque eres tibio,

      Es decir, estás lánguido, que pierdes la fe, esperanza y caridad, y de consiguiente, que no observas ya mis mandamientos, haciendo obras de justicia, te comenzaré a vomitar de mi boca. El hombre suele arrojar de su boca lo que le parece malo y desagradable, como, por ejemplo, el agua tibia, la cual representa por una verdadera metáfora, al fiel lánguido en la fe, esperanza y caridad, y al que no es cristiano sino de nombre. Por eso dice. Te comenzaré a vomitar de mi boca, es decir, yo comenzaré insensiblemente a desecharte lejos de mí, a dejarte, a desampararte, y a permitir caigas en las herejías. Te comenzaré a vomitar de mi boca, es decir, permitiré a las naciones y al Anticristo te hoyen, como se acostumbra a pisar la saliva y el agua tibia que está por tierra. El pueblo cristiano está en la boca de Cristo, por la fe en su palabra y en su Evangelio, y Jesucristo lo vomita a causa de la locura de sus abominaciones permitiendo caiga en el error y abandone la justicia. Eso es lo que Jesucristo comenzara hacer hacia el fin de la sexta edad y eso es lo que continuará en la séptima, cuando la caridad se resfriará, la iniquidad abundará, y casi todos los hombres perderán totalmente la fe.

Vers. 17. Porque dices: Rico soy estoy lleno de bienes, y de nada tengo falta: y no conoces que eres, un cuitado, y miserable, y pobre, y ciego, y desnudo.

Vers. 18. Yo te aconsejo que compres de mi oro afinado en fuego, para que seas rico; y te vistas de ropas blancas, y no se te descubra la vergüenza de tu desnudez, y unge tus ojos con colirio para que veas. 
      Jesucristo revela aquí, bajo la forma de una paternal corrección, los vicios y defectos de esta edad, contra los cuales da, al mismo tiempo saludable consejo y oportuno remedio. El primer vicio será una culpable presunción del espíritu, fundada sobre la propia ciencia; la que de tal modo cegará a los hombres, que ni aun siquiera conocerán sus pecados, y errores. Se endurecerán en sus vicios, deleites y mentiras, a tal punto, qué ellos mismos se justificarán, y desconocerán la sana doctrina. Eso es lo que Jesucristo expresa con estas palabras: Porque dices con falsa jactancia y vana presunción, rico soy, es decir, estoy dotado de la justicia, verdad, y ciencias las más perfectas y bellas. Estoy lleno de bienes, por el conocimiento y practica de todas las artes. Mi experiencia es superior a la de todos los siglos. Y de nada tengo falta. No tengo necesidad de que los otros me instruyan. Ese es también el espíritu satánico de que están animados los falsos políticos y falsos cristianos de nuestra época, quienes, despreciando toda verdadera ciencia, toda sana doctrina, y no escuchando ya a los directores de almas, se justifican en todas las cosas, y no siguen sino los impulsos de su amor propio y de su voluntad pervertida. Estos corren así a su propia perdición. De lo que se sigue: Y no conoces, tú no reconoces eres cuitado. Porque, en efecto, tú eres desgraciado a causa de tu ceguedad, de tu falta de gracia y verdadera luz, y por consiguiente, también eres desgraciado, a causa de la enemistad con Dios, enemistad que es la más grande de las desdichas. Mas tu miseria es mucho mayor en cuanto no conoces o no quieres conocer el mal, ni emplear el remedio propuesto por mí o por otros. Eres…miserable por la pena que se seguirá. Además eres pobre en méritos espirituales, méritos que no pueden subsistir, con el estado de la enemistad en que te encuentras con Dios. Eres ciego, porque no ves, y no reconoces tus defectos, vicios, pobreza y miseria. Y estás desnudo y despojado de las virtudes de verdadera fe, esperanza, caridad justicia y religión, siendo, las virtudes como el vestido del alma. El segundo, vicio de esta edad será la vana confianza en las riquezas, tesoros, objetos preciosos, ricos ornamentos, magnificencia de edificios y templos, y en el exterior esplendor de las cosas temporales y espirituales. Y como ninguna de esas ventajas tendrá unión con la caridad de Dios, tampoco agradarán a Jesucristo. Porque Dios no aceptaba los sacrificios del Antiguo Testamento sin la misericordia. Todos esos bienes serán presa del Anticristo; quién disfrutará de los tesoros de las Iglesias, de los, reyes, príncipes y grandes. Hollará todo lo santo y sagrado; entregará a, las llamas y arruinará, completamente los mas magníficos templos. Entonces habrá la desolación y la mayor abominación de cuantas han habido; porque todo lo sagrado será, consumido por el fuego y reducido a cenizas. Contra tales desventuras Jesucristo da aquí un saludable consejo y preciosa advertencia. Yo te aconsejo, a ti ya agonizante, y luchando con la muerte, que compres de mi, en lugar de todos esos tesoros, oro afinado en fuego de caridad y sabiduría celestial, con obras de misericordia, con limosnas y piadosas fundaciones, Yo te aconsejo que compres de mi oro afinado que no pueda quitarte, el tirano; ni nadie alterar. Eso es lo que hicieron San Lorenzo y otros santos mártires, los cuales, al aproximarse la muerte y la hora de la tentación, distribuyeron los tesoros de la Iglesia a los pobres; y compraron el oro afinado de la caridad, cuya llama ardiente los ayudó a sufrir las brasas y demás suplicios de los tiranos. Eso deberán hacer los santos de Dios, sobre todo en esos últimos tiempos calamitosos, después de los cuáles ya no habrá más tiempo, ni habrá tampoco necesidad de oro, plata; vasos preciosos, ni de tesoros. Así es como N. S. Jesucristo nos exhorta paternalmente. Para que seas rico, es decir, para enriquecernos de tesoros celestiales que nadie puede, ni podrá arrebatarnos en la eternidad, si de nosotros mismos hacemos el sacrificio de esos bienes caducos y perecederos. Yo te aconsejo que compres de mi…, y te vistas de ropas blancas, es decir, de vestidos de virtudes y de emolumentos que Dios te dará, en premio de tú caridad y de tus obras de misericordia. Compra de ese tesoro y no se descubra la vergüenza de tu desnudez. Cubre tus pecados que son como la desnudez del alma; porque la caridad nos alcanza el perdón de la multitud de nuestras culpas. Y unge tus ojos con colirio para que veas. El colirio sirve de remedio para la vista. Los ojos del alma son la memoria y el entendimiento. Más, esos ojos del alma son con frecuencia oscurecidos y cegados por el cebo de bienes terrestres. El remedio que Dios propone aquí como medicina espiritual contra esas dos enfermedades de la vista, para preservarnos de la ceguera espiritual, consiste sobre todo en la meditación de los novísimos y de las Santas Escrituras. Esos remedios serán especialmente necesarios a los soldados de Jesucristo en los últimos tiempos, a causa del horror de los tormentos, y de los errores y falacias de los falsos profetas, y también a causa los los escándalos y pérdida total de la fe, de consiguiente, para nuestro mayor bien nos advierte Jesucristo, diciendo; Y unge tus ojos con colirio, esto es, aplica los ojos de tu alma a la meditación de los novísimos; escudriña las Santas Escrituras, para mejor distinguir la vanidad de los bienes de la presente vida, y la solidez de los futuros bienes. Busca también la distinción que hay entre la verdad y la iniquidad del tirano, quién procurará seducirte con fingidas promesas y lisonjas, con falsos prodigios y aparentes milagros.
Vers. 19. Yo a los que amo reprendo y castigo; 
          
            Es decir, yo te advierto e informo de los defectos de que te debes corregir, y de los peligros que debes evitar, como un padre advierte a sus hijos muy amados. Y a los que amo...castigo; permitiendo contra ellos, en esta vida, las adversidades, tribulaciones y persecuciones; y los someto al poder de los impíos, según el Salmista, Psal. LXV, v. 12. «Pusisteis hombres sobre nuestras cabezas: Pasamos por el fuego y por el agua: y nos sacaste a refrigerio.»

III. Ármate pues de celo y arrepiéntete. Esas palabras; encierran dos preceptos prácticos, intimados por Jesucristo a los fieles existentes en la última prueba, es decir, el buen ejemplo y la penitencia. Ármate pues de celo, imita a mis valientes y prudentes soldados, los que padecieron, semejantes persecuciones, bajo Diocleciano y demás tiranos. Y arrepiéntete de tus pecados, levántate pronto de tu caída, como hizo el papa Marcelino, quién, después de haber sacrificado a los dioses por temor de los tormentos y de la muerte; sin embargo se arrepintió.

Vers. 20. He aquí que estoy a la puerta, y llamo: si alguno oyere mi voz, y me abriese la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. 

       Esas palabras nos anuncian la llegada y convite del Cordero, al que nos convida diciendo. He aquí estoy a la puerta, y llamo. Jesucristo estará a la puerta de su Iglesia cuando vendrá a juzgar, al fin del mundo. Y llamará cuando los hombres verán que se cumplen los signos y la grande tribulación que predijo en San Mateo, c. XXIV. v. 32, donde añade la parábola de la higuera: «Cuando vosotros viereis todo esto, sabed que está cerca a las puertas el Hijo del hombre». Si alguno oyere mi voz, y abriere la puerta. En ese tiempo se oirán dos voces: una verdadera y santa, la de Jesucristo, otra falsa e impía, la del Anticristo, y sus prosélitos; porque estos dirán que el Anticristo es el Mesías. Contra esta última voz nos pone Jesucristo en cuidado, cuando dice en San Mateo, c. XXIV. v.23: «Entonces si alguno os dijere: Mirad, el Cristo está aquí o allí: no lo creáis». La otra voz es la de Jesucristo que dice en las santas Escrituras ser el verdadero Mesías y el Hijo de Dios. Esta voz se dejará oír por la boca de Enoch y de Elías, y de otros siervos de Dios, quienes entonces resistirán al Anticristo, y predicarán que Jesucristo es verdadero Mesías, Dios y hombre, hecho carne etc. Con razón dice pues aquí Jesucristo: Si alguno, oyere mi voz, y me abriere la puerta de su corazón, creyendo en mí, entraré a él por la gracia de mí consuelo, en medio de todos los suplicios y adversidades. Y cenaré con él, y él conmigo. La cena corporal es la comida que se toma antes del sueño, así como la santa cena es el confortativo del alma antes de la muerte. En este sentido dice Jesucristo: Cenaré con él, esto es, lo restauraré confortaré a la muerte con la gracia de la perseverancia. Y él cenará conmigo, es decir, él resistirá a los tormentos hasta la muerte, para en seguida alcanzar la corona de, la inmortalidad.

Vers. 21. Al que venciere mundo, carne, demonio y muerte, le haré sentar conmigo en mi trono; así como yo también he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. 

    Esas palabras prometen a los soldados de Jesucristo que hayan vencido en la última agonía de ese siglo, la potestad y honor de juzgar vivos y muertos, como Jesucristo también lo prometió a sus apóstoles, en San Mateo c. XIX. v. 28:«En verdad os digo, que vosotros, que me habéis seguido, cuando en la regeneración se sentará él Hijo del hombre en el trono de su majestad, os sentareis también vosotros sobre doce sillas, para juzgar a las doce tribus de Israel». Así es pues como Jesucristo promete a sus siervos de la última edad una insigne distinción en los cielos, la que será potestad judiciaria, y gloria de sentarse en un trono, en premio de la difícil victoria que habrán conseguido en la mayor de las persecuciones.

Vers. 22. El que tiene oreja, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.


INTERPRETACIÓN DEL APOCALIPSIS

Venerable Bartolomé Holzhauser.
Páginas 148 a la 156.
Traducido al Español por el
Reverendo Padre Fray Ramón de Lérida,
Capuchino Misionero Apostólico.


Imprimatur
Fr. Damiano de Vareggio Vist. Apost. I Comis. Gen. Cap.
Serena, 6 Mayo 1860.

Imprimase
EL OBISPO DE LA SERENA (CHILE)
Imprenta de la Serena.- Convento de San Agustín Nº 36.
Año 1860.



Publicado por José Luis