domingo, 16 de noviembre de 2014

No se puede separar a Nuestro Señor Jesucristo de Dios

        


         No se puede separar a Nuestro Señor Jesucristo de Dios. No se puede separar la religión cristiana de Jesucristo, que es Dios, y se ha de comprobar y creer que solo la  religión católica  es la religión cristiana. Estas afirmaciones tienen como consecuencia conclusiones ineludibles y que ninguna autoridad eclesiástica puede contestar: fuera de Jesucristo y de la religión católica, fuera de la Iglesia, no hay salvación ni vida eterna; todo el que se salva llega a la vida eterna por su adhesión al Cuerpo místico de Nuestro Señor.
         Otra consecuencia: todas las sociedades que Nuestro Señor ha creado deben necesariamente colaborar, según su finalidad, a que las almas se hagan católicas y luego lo sigan siendo, para conseguirles la  salvación eterna, fin de toda la Creación, de la Encarnación y de la Redención.
         Estas conclusiones son inmortales e inmutables. Son la expresión de toda la Revelación, y han sido los principios directivos de toda la Iglesia hasta el Concilio Vaticano II.
         [La instauración de esta “Iglesia conciliar”, imbuida de los principios de la Revolución Francesa – principios masónicos sobre la religión y las religiones y sobre la sociedad civil – es una impostura inspirada por el infierno para la destrucción de la Iglesia católica, de su magisterio, de su sacerdocio y del sacrificio de Nuestro  Señor.
         Lógicamente, esta nueva Iglesia no podía seguir cantando las alabanzas de Jesucristo, Rey universal de las naciones, ni puede tener ya los pensamientos de Nuestro Señor sobre el mundo; por eso se ha cambiado todo el espíritu de la liturgia, modificando muchísimos detalles tanto en los textos como en los gestos.
         Desde entonces la nueva Iglesia nos impide la contemplación del Verbo Encarnado tal como se canta en todas las fiestas litúrgicas. Si queremos entregarnos a la contemplación de los misterios divinos, del misterio del Verbo Encarnado y del misterio de la Santísima Trinidad, debemos a toda costa permanecer fieles al espíritu de la Iglesia católica].
        
Texto extraído del libro de Mons. Marcel Lefebvre: “Itinerario espiritual / El misterio de Nuestro Señor Jesucristo”, Cap. 2, “Las perfecciones de Dios” págs. 29-30, Obras completas, Tomo 4. Ed. VOZ EN EL DESIERTO, 2005