Detalle del portal de la Catedral de Reims, en Francia |
Las
verdaderas formas artísticas se adecúan
a la idea de la obra naturalmente.
La
obra en sí, el fin de la obra, exige unas formas determinadas por los
requerimientos intrínsecos de la obra misma. “La obra pide los medios
requeridos.
”
Cuando
esta unión, entre la idea de la obra y los medios para plasmarla, se produce de
un modo maravillosamente perfecto, podremos calificarla entonces de “obra maestra”. Con esta denominación la
estaremos elevando por sobre otras obras - menos logradas o fallidas - a modo
de un ejemplo, o modelo a imitar. A imitarlo, pero no en sus apariencias
exteriores, de un modo servil y mecánico, sino, a imitarlo en el trabajo y en
la búsqueda paciente, para hallar la
adecuación de los medios con la
idea a fin de lograr, de ese modo, su
más perfecta realización.
Una
obra puede fallar por dos razones: o porque los medios artísticos no se adecúan
a la idea; o porque la idea no es buena,
o es mediocre, y no hay medios por los
que pueda ser salvada.
La idea misma dicta los medios
a emplear, es decir, no solo los medios, sino también el “cómo”, la manera de
aplicarlos. Es el artista mismo quien debe descubrir esto. Tal vez, los medios
de algún modo ya estén exigidos de antemano al artista. Por ejemplo: Un
arquitecto ha sido escogido para realizar un templo de piedras. He aquí
impuesta ya una condición con la
elección de un material: la piedra. Éste es el material exigido como
fundamental para la realización de la obra encargada. El templo contará también
con imágenes esculpidas en madera, (otro medio condicionante) para lo cual ya
se ha elegido a determinado escultor. El arquitecto tendrá que considerar, al
diseñar el proyecto, la participación de éste escultor, el material ya
determinado en que trabajará (la madera) y su posible armonización con la
piedra. Además del “estilo” que se exigirá a la obra total. La obra total
estará regida aquí por la arquitectura, la cual mandará sobre todas las demás
artes menores que completarán la obra en
un todo armónico y coherente.
Desde
la Santa Síndone: Un icono griego, un mosaico de Santa Sofía y un Cristo
“naturalista” de Rafael Sanzio, ya en el Renacimiento. Declinación del arte
sagrado. Desde el acento puesto en el misterio teológico, a la preocupación de
la representación solo “naturalista” de la imagen sacra.
La idea - que estará sobre todo
el conjunto de la obra - es el uso, o el fin para la cual la obra se
destinará. Si la construcción
arquitectónica estará destinada - como
en este caso - a un uso sagrado, todo deberá llevar a alcanzar este fin hasta
en los mínimos detalles. Todo debe conducir a lograr este fin sagrado que
persigue la obra. Si se desvía de su idea primordial, llevará al fracaso de la
idea. Por ejemplo, que el templo no evoque, o no manifieste, este propósito
sacro, su función de templo, desde el primer momento, deberá ser manifiesto.
Confundir el templo con una fábrica, o
con un edificio destinado a oficinas, o con un club deportivo; no habremos
logrado el propósito específico de la obra. El fin principal de un templo es el
culto debido a Dios. Es la casa de Dios. Es casa de oración. Lo cual quiere
decir que, TODO en ella, “diga” esto mismo, señale esto mismo, nos lleve a esto
mismo. Nos ayude a esto mismo. Desde su conformación simbólica - como edificio
sagrado, hasta hacer posible la acción sagrada litúrgica, en su orientación, en
la disposición del ámbito, en la iluminación, en la acústica, que facilite el
recogimiento para la meditación y la oración, etc.
En la mentalidad actual, y en
los fundamentos de la llamada arquitectura moderna, se insiste en la idea de la
“funcionalidad” - entendiendo por tal cosa las necesidades físicas y materiales
del hombre en primer lugar, como su única y principal necesidad. No se tienen
en cuenta las necesidades psicológicas y espirituales de los concurrentes. Hay
una concepción igualitaria de la arquitectura. No deben existir diferencias ni
jerárquicas, ni de a función que
cumplen. Son todas sus realizaciones comparables a máquinas - cuya función
desconocemos hasta verlas funcionar. En algún sentido podríamos llamarlas
construcciones abstractas. Pero esta concepción errada constituye un obstáculo
grave en el ámbito sagrado para su uso religioso. Y son una consecuencia de sus
principios “filosóficos” (ateos y materialistas) en la concepción modernista de
la arquitectura. Concepción que llama a una casa: una “máquina” para vivir y
nombra a una silla: “máquina” para sentarse (Le Corbusier). En realidad esta es la filosofía que prima e
informa la mentalidad de la sociedad moderna y de su arquitectura. No considera al hombre más que como otra
máquina, carente de alma y espíritu.
Composición
“A”, 1920, por el holandés Piet Mondrian. El arte para el nuevo hombre
tecnológico. Para modelar su mente a modo de máquinas. Modelo también para la
arquitectura moderna, esencialmente geométrica.
La
Catedral gótica de Chartres. La ciudad de Dios. El empuje del alma hacia lo
alto. La luz transfigurada por los vitrales, como las almas por la luz divina.
Convento
de La Tourette, por Le Corbusier, 1957-1960. ¿Una fábrica de monjas? ¿Un club
deportivo? ¿Un centro comercial?
Por eso esta mentalidad es estéril para crear unas formas
artísticas capaces de manifestar, de algún modo, el mundo religioso y
metafísico que creó las catedrales del medioevo, por citar un ejemplo. El mundo
de hoy - dominado por la máquina y la técnica - solo es capaz de “abrir” su
mente a una falsa trascendencia (el hombre no puede vivir sin trascendencia).
Acude entonces a una “trascendencia” negativa, hacia abajo, oscuramente
subterránea. El cielo está vedado,
cerrado, negado a la contemplación por
principio. “Debemos expulsar a las catedrales del centro de las ciudades”
clamaba Le Corbusier, tal vez el principal artífice de la arquitectura contemporánea.
Todo está clausurado y aprisionado en este solo mundo inmanentista, abierto
solo a las profundidades tenebrosas e infernales. (Surrealismo).
Con esto afirmamos que las
formas artísticas producidas por esta mentalidad atea y anti-tea, no solo son
estériles para representar lo sagrado - que está por encima del hombre - sino
que aún es incapaz de producir un verdadero arte. Porque el verdadero arte está
ligado - por esencia - a lo que los antiguos llamaron los “trascendentales”: el
Bien, la Verdad y la Belleza. Intentar crear algo religioso utilizando las
formas estériles del arte moderno solo produce el efecto contrario a lo que se
pretendía alcanzar: un arte religioso y sacro como soporte y ayuda para la
acción sacra. Existen esas formas sacras, ya creadas en otras épocas, las cuales siguen siendo válidas aún hoy en casi
todos sus aspectos. Lograr una posible “traducción” válida de ellas al tiempo
actual no parece ser del todo posible. La época actual debería convertirse a la
Fe para poder llegar a crear un arte auténticamente religioso y trascendente.
No es imitando las formas del arte moderno como se conseguirá llegar a crear un arte sagrado. El efecto contrario es lo que realmente se logra, es un verdadero efecto de desacralización. De destrucción de lo sagrado. Para ganar al mundo ateo y descreído, no es posible hacerlo con los mismos medios creados precisamente para negarlos. Los sacerdotes deben instruirse seriamente en estas cuestiones sobre el arte, y sobre el arte sacro especialmente. Para ser verdaderos guías teológicos de los artistas. No puede quedar sobre los artistas la responsabilidad y la ciencia teológica. Esto no depende de su gusto y sensibilidad personal. El arte sacro no es una expresión personal del artista sino la manifestación de la Iglesia de Cristo. No depende de una individualidad sino de lo que siempre ha tomado la Iglesia como la manifestación más digna de lo sacro y doctrinalmente ortodoxo. La destrucción de la Liturgia tuvo bien en cuenta estas cosas para lograr sus fines de destrucción de ella y su efectividad como guía y soporte teológico y doctrinal en la espiritualidad de los fieles.
No es imitando las formas del arte moderno como se conseguirá llegar a crear un arte sagrado. El efecto contrario es lo que realmente se logra, es un verdadero efecto de desacralización. De destrucción de lo sagrado. Para ganar al mundo ateo y descreído, no es posible hacerlo con los mismos medios creados precisamente para negarlos. Los sacerdotes deben instruirse seriamente en estas cuestiones sobre el arte, y sobre el arte sacro especialmente. Para ser verdaderos guías teológicos de los artistas. No puede quedar sobre los artistas la responsabilidad y la ciencia teológica. Esto no depende de su gusto y sensibilidad personal. El arte sacro no es una expresión personal del artista sino la manifestación de la Iglesia de Cristo. No depende de una individualidad sino de lo que siempre ha tomado la Iglesia como la manifestación más digna de lo sacro y doctrinalmente ortodoxo. La destrucción de la Liturgia tuvo bien en cuenta estas cosas para lograr sus fines de destrucción de ella y su efectividad como guía y soporte teológico y doctrinal en la espiritualidad de los fieles.
Del
artista barroco Caravaggio: naturalimo y teatralidad. ¿En dónde está el
misterio sacro de la Redención?
Graham
Shutherland, 1946. Figuras grotescas. Nada sagrado. Una burla perversa de los
sufrimientos de Nuestro Señor.
Un
“descendimiento” armado con mis compañeros de oficina. Fue muy divertido -
podría decir el autor de esta obra Steve Hawley. 1988-90. No saben lo que
hacen.
Esto
último no merece siquiera un comentario. Anthony Caro. 1989.
Incorporar formas modernas en
las iglesias es el resultado de varios factores, todos ellos negativos. Convertirse
al arte moderno es convertirse a la mentalidad moderna. Convertirse al mundo
moderno que se aleja más y más de Dios. Sus formas artísticas están adecuadas a
su mentalidad. El efecto que producen es aquél para lo cual que fueron
conformadas. Están pensadas para crear al hombre
nuevo tecnológico y sin Dios (Piet
Mondrian).
Comenzar creyendo que las formas artísticas modernas son indiferentes, inofensivas, o neutras para el culto, es desconocer la naturaleza profunda del hombre. Es no haber aprendido nada sobre el mal que religiosamente han producido - y que salta a la vista - desde hace muchos años. El mundo es quien debe convertirse a Dios, no los creyentes convertirse al mundo. Eso es apostasía. Si la jerarquía eclesiástica, hasta en sus más altas puestos, ha consentido con esto, es porque ha pactado con el mundo y apostatado de Dios, para su propia destrucción. Y, quienes le sigan, perecerán también con ellos.
Comenzar creyendo que las formas artísticas modernas son indiferentes, inofensivas, o neutras para el culto, es desconocer la naturaleza profunda del hombre. Es no haber aprendido nada sobre el mal que religiosamente han producido - y que salta a la vista - desde hace muchos años. El mundo es quien debe convertirse a Dios, no los creyentes convertirse al mundo. Eso es apostasía. Si la jerarquía eclesiástica, hasta en sus más altas puestos, ha consentido con esto, es porque ha pactado con el mundo y apostatado de Dios, para su propia destrucción. Y, quienes le sigan, perecerán también con ellos.
¿Quién de estos religiosos será el asesor teológico del “artista”? ¿O no lo hay? |
¿Es esto una capilla o una “disco”? |
El arte moderno, creado por la
mentalidad modernista, no solo está conformado por esta mentalidad, sino que
también lleva indefectiblemente a
conformarnos también con ella.
El camino para haber arribado a
esta situación nefasta, lleva recorrido ya varios siglos de decadencia
religiosa que no podemos describir ahora. A grandes rasgos solo indicaremos
algunos sucesos históricos que le han ido conformando progresivamente. A veces de un modo sutil, a veces
violentamente, con algunos tímidos retrocesos aparentes, pero siempre ganando
el terreno conquistado. Comenzó casi violentamente en el llamado “Renacimiento”
- el cual significó el ingreso del arte religioso y sagrado - en el
naturalismo.
Se fue consolidando con los efectos psicológicos, dramáticos y teatrales del Barroco.
Luego en el romanticismo con una piedad sensiblera y blandengue comenzó a disolver paulatinamente el verdadero espíritu religioso; para culminar, luego, en una reacción explosiva disgregando a todas las artes entre sí y creando un caos en todas las manifestaciones artísticas.
El esteticismo puro - o “el arte por el arte” (verdadera herejía artística, porque destruye su misma naturaleza)
Y el mal llamado surrealismo (El nombre de “Surrealismo” viene del francés y significa = “por encima de la realidad” cuando es todo lo contrario de ello) El surrealismo no intenta elevarse sobre la realidad. Todo lo contrario escava un túnel hacia abajo, hacia un mundo de pesadilla, un mundo oscuro, infernal. Son los efectos producidos por el caos y el desequilibrio interior del hombre. Un hecho sintomático del estado espiritual a que ha llegado la humanidad - calificado muy acertadamente por el filósofo del arte Hans Sedlmayr como “la pérdida del centro”, en su famoso y “misteriosamente” desaparecido libro: “El arte descentrado”.
Se fue consolidando con los efectos psicológicos, dramáticos y teatrales del Barroco.
Luego en el romanticismo con una piedad sensiblera y blandengue comenzó a disolver paulatinamente el verdadero espíritu religioso; para culminar, luego, en una reacción explosiva disgregando a todas las artes entre sí y creando un caos en todas las manifestaciones artísticas.
El esteticismo puro - o “el arte por el arte” (verdadera herejía artística, porque destruye su misma naturaleza)
Y el mal llamado surrealismo (El nombre de “Surrealismo” viene del francés y significa = “por encima de la realidad” cuando es todo lo contrario de ello) El surrealismo no intenta elevarse sobre la realidad. Todo lo contrario escava un túnel hacia abajo, hacia un mundo de pesadilla, un mundo oscuro, infernal. Son los efectos producidos por el caos y el desequilibrio interior del hombre. Un hecho sintomático del estado espiritual a que ha llegado la humanidad - calificado muy acertadamente por el filósofo del arte Hans Sedlmayr como “la pérdida del centro”, en su famoso y “misteriosamente” desaparecido libro: “El arte descentrado”.
Mosaico medieval oriental de Nuestra Señora con el Niño |
Escultura modernista de la Santísima Virgen María. |
Imagen que nos dejó de sí misma
milagrosamente
Nuestra Señora de Guadalupe.
|
Consentir en las formas
modernas para representar lo sagrado es un síntoma de ceguera espiritual
y religiosa.
“¿Qué unión puede haber entre la luz y las tinieblas?” dice San Pablo. Los que proceden según este modo están colaborando con la venida del Anticristo. Allanando su camino como sus profetas propios. Esta ceguera es un castigo por la falta de fe en Jesucristo y en su Iglesia. Es la ceguera anunciada como castigo para creer en las mentiras y en la seducción del Anticristo.
“¿Qué unión puede haber entre la luz y las tinieblas?” dice San Pablo. Los que proceden según este modo están colaborando con la venida del Anticristo. Allanando su camino como sus profetas propios. Esta ceguera es un castigo por la falta de fe en Jesucristo y en su Iglesia. Es la ceguera anunciada como castigo para creer en las mentiras y en la seducción del Anticristo.
--“Mirad que os lo anuncié
antes”. “Porque vendrán muchos diciendo “yo soy el Cristo”. “Porque aparecerán
muchos falsos Cristos” y, “Si os dijeren: Cristo está aquí o allá, no vayáis”
y: “El que perseverare hasta el fin, ése se salvará”. Éstas son las
advertencias de Nuestro Señor.
“Conserva lo que tienes” - le
dice el Ángel a una de las iglesias de los últimos tiempos. Es tiempo de
guardar, sostener y defender aquello recibido
a través de los siglos como un gran tesoro. Es hora de resistir a los ataques
del enemigo. Santo Tomás de Aquino nos dice en su Summa Teológica que se
necesita mucha más fortaleza para resistir que para atacar.
Resistamos en la fe en todo
aquello que hemos recibido por la Tradición, guardado como un tesoro. “Tesoro
conservado en vasos de barro” – que eso es lo que somos..
Cristo
nos ha prometido:
“Yo estoy con vosotros todos
los días, hasta la consumación del siglo”.
Alberto M. Borromeo