domingo, 14 de diciembre de 2014

LA VIRGEN MARÍA


Tapa del libro
ITINERARIO ESPIRITUAL
de Mons. Marcel Lefebvre


Santo Tomás evoca los grandes privilegios de la Virgen María cuando trata la misión del Verbo a este mundo por su Encarnación (IIIa, cuest. 31-35).

Es tal el lugar de María en la realización de la obra de la salvación de la humanidad por el Verbo encarnado que merece ser evocada de manera muy particular.

Si María, por su “fiat”, se convirtió milagrosamente en Madre de Dios, en Madre del Salvador, por el mismo hecho se convirtió igualmente en Madre de su Cuerpo místico, es decir, de todos los que habían de vivir de la vida de Jesús en esta tierra y en la eternidad. También se convirtió en Reina de los  ángeles, y en Adversaria definitiva de los demonios.

Nosotros nos hemos hecho hijos suyos por el bautismo y nos alimentamos de su carne y de su sangre por la Eucaristía. Ella es realmente nuestra Madre espiritual.

Esta maternidad divina le ha valido privilegios únicos y ante todo su Inmaculada Concepción con la plenitud de gracia desde el instante de su concepción. Ella es la única creatura humana exenta de las consecuencias del pecado original.

Otro privilegio inaudito: es Madre de Jesús y permanece virgen antes, durante y después de su parto. Nada es imposible para Dios, como le dijo el ángel Gabriel. El Niño Jesús salió del seno de la Virgen “ianuis clausis”, sin destruir su virginidad; no sufrió los dolores de la maternidad. ¡Cuántos errores hay en los catecismos modernos sobre este punto!

Ella quedó exenta, por lo tanto, de toda debilidad y de toda enfermedad, que son consecuencia del pecado original.

Finalmente, puesto que su cuerpo no podía sufrir corrupción, fue resucitado y llevado al Cielo: es el privilegio de su Asunción. Desde entonces Ella es la Reina del Cielo y de la Tierra.

Es también, gracias a su Maternidad divina, la Mediadora de todas las gracias que se nos conceden; su Maternidad espiritual es universal. Si Jesús es la cabeza del Cuerpo místico, María es su cuello, como dicen los Padres de la Iglesia.

Siendo María la Madre del Sacerdote eterno, ejerce una maternidad particular sobre los que participan del Sacerdocio de Jesús. ¡Dígnese la Virgen María formar en nosotros sacerdotes a imagen de su divino Hijo! Que la devoción a María tenga un lugar de honor en todas las casas de la Fraternidad y en los corazones de todos sus miembros. María nos mantendrá en la fe católica. Ella no es liberal, ni modernista, ni ecumenista. Es alérgica a todos los errores y, con mayor razón, a las herejías y a la apostasía.


Monseñor Marcel Lefebvre, 

“Itinerario espiritual”, Capítulo  9.
Obras completas Tomo 4. Voz en el Desierto, 
México, 2005.