Os
he dicho estas cosas para que no os escandalicéis. Os expulsarán
de las sinagogas, y viene la hora en que cualquiera que os mate
pensará que sirve a Dios. Y os harán esto porque no conocieron al
Padre ni a Mí.
San
Juan Crisóstomo comenta que Nuestro
Señor intenta consolar a los Apóstoles con estas palabras, como si
dijera: basta para vuestro consuelo el saber que padecéis esto por
mí y por mi Padre. Nos
dice Cristo: Me
persiguieron a Mí y os perseguirán también a vosotros. La
persecución es para nosotros católicos el pan nuestro de cada día;
esta es la señal de que somos discípulos verdaderos de
Jesucristo (P.
B. Martín Sánchez en “El Reino de los Cielos Padece Violencia").
Esa es la verdadera señal, el sello de la auténtica catolicidad,
¡no las certificaciones o reconocimientos de gobiernos
revolucionarios o de prelados herejes!
Os
he dicho estas cosas para que no os escandalicéis,
es decir, no tropecéis y seáis vencidos al ver que la
persecución viene a veces de donde menos podía esperarse: de
los buenos, de los más cercanos, de los amigos, de los superiores,
de los compañeros de combate. Jesús
nos previene para que no incurramos en el escándalo de que habla Mt
13, 21 (Mons.
Straubinger): el
sembrado en pedregales es el que oye la palabra y la recibe con
gozo, pero no tiene raíz en sí mismo sino por un tiempo, y cuando
viene la tribulación o la persecución por la palabra, pronto se
escandaliza.
Os
expulsarán de las sinagogas -o
de la Iglesia mediante excomuniones, como en 1988; o de la
congregación, o de la feligresía, como sucede en la Fraternidad
desde el 2012-,
y viene la hora en que cualquiera que os mate pensará que sirve a
Dios. Y os harán esto porque no conocieron al Padre ni a Mí. Dice
Mons. Straubinger: Rara
vez habrá quien haga el mal por el mal mismo, y de ahí que la
especialidad de Satanás, habilísimo engañador, sea llevarnos al
mal con apariencia de bien. Así Caifás condenó a Jesús, diciendo
piadosamente que estaba escandalizado de oírlo blasfemar, y todos
estuvieron de acuerdo con Caifás. Lo
mismo hizo Ménzingen cuando condenó la consagración de Mons.
Faure.
Todos
los que aspiran a vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán
persecución, dice
San Pablo (2 Tim 3. 12). No
hay duda de que todos los que quieren vivir conforme a la doctrina
de Cristo serán perseguidos por envidia y malicia. Serán
perseguidos por los demonios... por el mundo corrompido... Se les
llenará de injurias, de burlas, de afrentas, de desprecio, siempre
por envidia, ceguedad, injusticia y crueldad. Serán perseguidos en
odio a la verdad, de los buenos ejemplos, del Evangelio, de la
religión, del orden, de la sana doctrina, de la moral (…)...
Serán perseguidos por sí mismos, por la concupiscencia, por el
hombre viejo, que afrentan, que encadenan a pesar suyo, y que
someten al espíritu.
No
es cosa nueva que las almas piadosas sean perseguidas; esto se
verifica desde el principio del mundo. Así Caín persiguió al
piadoso Abel, su hermano, y le mató. (…) Abraham fue perseguido
por los cananeos. Lot por los sodomitas. Isaac por Ismael. Jacob por
Esaú, José por sus hermanos, Moisés por el faraón. Los hebreos
primero por los egipcios y más tarde por los filisteos y otras
naciones. Saúl persiguió a David; Absalón persiguió a su padre
David; Manasés persiguió a Isaías; los judíos persiguieron a
Jeremías, a Amós, a Ezequiel y a los demás profetas.
Nabucodonosor persigue a Daniel (...) Herodes (el
Grande) persigue
a los santos Inocentes y (Herodes
Antipas) hace
decapitar a San Juan Bautista; Jesucristo es perseguido hasta su
muerte... Los apóstoles son perseguidos de mil maneras, y se
les sentencia muerte por ser discípulos de Jesucristo... ¡Cuántos
millares de mártires!... Todos los santos han sido más o menos
perseguidos... (P.
B. Martín Sánchez, ibíd.). Pensemos en los Cristeros
perseguidos por los masones, en México, en el siglo pasado. En los
católicos perseguidos por los comunistas en España, por la misma
época, y en el resto del mundo durante la mayor parte del siglo XX.
Pesemos en la muy sangrienta persecución que se desarrolla
actualmente en el medio oriente. Pensemos en los millones y millones
de niños asesinados en el vientre de sus madres…
Volvamos
a la persecución de los católicos por los mismos católicos, que
no por menos brutal es menos injusta, y que hoy nos toca padecer a
nosotros en la Resistencia: Dice Mons. Lefebvre (“Itinerario
Espiritual”): Así como el Israel del Antiguo Testamento
tuvo una historia muy turbulenta por sus continuas infidelidades con
Dios, muchas veces debidas a sus jefes y a sus levitas, así también
la Iglesia militante (…) conoce sin cesar
períodos de pruebas por causa de la infidelidad de sus clérigos,
por sus compromisos con el mundo. Cuanto de más arriba vienen los
escándalos, tantos más desastres provocan. Cierto es que la
Iglesia en sí misma conserva toda su santidad y sus fuentes de
santificación, pero la ocupación de sus instituciones por papas
infieles y por obispos apóstatas, arruina la fe de los clérigos y
de los fieles, esteriliza los instrumentos de la gracia, favorece
los asaltos de todas las potencias del Infierno, que parecen
triunfar. Esta apostasía convierte a estos miembros en adúlteros,
en cismáticos opuestos a toda tradición y en ruptura con el pasado
de la Iglesia, y, por lo tanto, con la Iglesia de hoy, en la medida
en que ella permanece fiel a la Iglesia de Nuestro Señor. Todo lo
que sigue siendo fiel a la verdadera Iglesia es objeto de
persecuciones salvajes y continuas (…)Pero no somos
los primeros perseguidos por falsos hermanos por haber conservado la
fe y la tradición; el Martirologio nos lo enseña cada día. Cuanto
más ultrajada está la Iglesia, tanto más debemos aferrarnos a
Ella, en cuerpo y alma, y esforzarnos por defenderla y asegurarle su
continuidad, valiéndonos de sus tesoros de santidad para
reconstruir la Cristiandad (…) algunos nos
perseguirán, como persiguieron a Nuestro Señor y a los apóstoles:
“Me odian, os odiarán”. Lo que importa es que (…) por
encima de todo guardemos la fe, ya que por ella murió Nuestro
Señor (…); por ella murieron todos los mártires; por
ella se santificaron todos los elegidos. Huyamos de quienes nos la
hacen perder o la disminuyen.
Estimados
hermanos: somos perseguidos porque queremos mantenernos enteramente
católicos. Tengamos, entonces, siempre presentes las palabras
eternas de Cristo: Mirad que yo os envío como ovejas en
medio de lobos... por mi causa seréis conducidos ante los
gobernadores y los reyes para dar testimonio de mí ante ellos y
ante las naciones (Mt 10 16-18). En el mundo
tendréis grandes tribulaciones, pero tened confianza: yo he vencido
al mundo (Jn 16 33). Sabed que yo estaré siempre
con vosotros, hasta el fin del mundo (Mt 28, 20). Felices
los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el
reino de los cielos (Mt 5, 10). Felices seréis
cuando os insulten y os persigan, y con mentira digan contra
vosotros todo género de mal por mí. Alegraos y regocijaos, porque
grande será en los cielos vuestra recompensa (Mt 10
11). El que pierda su vida por mi amor, la salvará (Lc
9, 24).
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