lunes, 7 de julio de 2014

“EL PEZ SE PUDRE POR LA CABEZA”

Detalle de "La tentación de San Antonio. Por Jerónimo, el Bosco. 1500.

                “El pez se pudre por la cabeza”. Este conocido refrán, producto de la observación de las gentes de todas las épocas y de todos los espacios,  expresión también del sentido común – el sentido común que prácticamente ha desaparecido ya de la tierra,  síntoma claro de la destrucción de la inteligencia - es hoy, desgraciadamente al parecer,  de una realidad manifiesta. Un ejemplo: Cuando algunos pseudo historiadores nos cuentan que la revolución Francesa fue originada en y por el pueblo llano, están, no solo falseando la historia, sino tergiversando el modo y las causas con que se producen los cambios históricos. Los cambios históricos siempre comienzan en algunas mentes pensantes, (bien o mal pensantes).  La revolución francesa tiene su origen real en la misma nobleza corrompida ya en las costumbres y habiendo abandonado, no solo una vida recta y noble, sino la sana razón que siempre le acompañara. “El que no vive como piensa, termina pensando cómo vive”. Otro refrán popular que apoya esta misma idea. Cuando hablamos de popular aquí no nos referimos al pueblo llano especialmente, aunque tampoco hacemos exclusión de él. Entendemos “pueblo” considerando a toda la sociedad en su conjunto, como un organismo vivo cuyas funciones se hallan repartidas en todos los órganos que la componen, en todos sus niveles jerárquicos, desde los más elevados y nobles hasta los más bajos o menos nobles, pero nunca, ninguno, privado de su función más específica. Todos los órganos son necesarios al organismo para su subsistencia: como decía san Pablo: “No puede el ojo decirle a la mano: no te necesito; ni tampoco la cabeza a los pies: no tengo necesidad de vosotros.”
(I Cor.XII, 20-21).

                Por eso las cabezas, los superiores, son siempre el principio de la salvación, o de la perdición, de todo el cuerpo de una sociedad o de una institución.
               
                Históricamente ha corrido ya mucha agua debajo del puente. El agua viene desde arriba, desde lo alto de la montaña y arrastra todo a su paso. Las ideas y los pensamientos de los hombres son como la corriente que viene descendiendo por su cauce y desemboca en un mar de consecuencias. Aquellas ideas que parecían  fútiles en un tiempo, para la gran mayoría, no le parecieron así a aquellos (pocos siempre) que poseían una vista más penetrante. Los que calificaron de discusiones ociosas o “bizantinas” en otros tiempos sobre ciertas ideas, pueden ver hoy cómo, ubicados en  la desembocadura de los acontecimientos históricos, la realidad, ya concretada en los hechos, de aquellas advertencias de los más avisados, como una cruda realidad. Pero “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.  Y, aún peor, de los que no eran ciegos había algunos que, a sabiendas, empujaban más aún la corriente de las cosas. Ya sea porque de algún modo eran sus propios gestores, o porque algún interés oculto, a veces hasta para ellos mismos, u oscuramente anidados dentro de sí, los aceptaban complacientes por favorecer sus intereses propios, fueran esos intereses de la especie que fueran: económicos, políticos, religiosos, morales, etc.
               
                Con todo esto queremos decir que, quienes comenzaron con la destrucción actual de toda la sociedad alentando desde un principio la misma, luego de haber comenzado a pudrir el cuerpo desde la cabeza, ahora dirigen sus venenos hacia los pies. Hacia las bases en donde se apoya la sociedad, hacia lo que queda en sus fundamentos. Como dijimos: las ideas que comienzan por la cabeza pueden elevar o rebajar las cosas hasta su destrucción. Ahora los cañones están dirigidos a su nuevo objetivo: el pueblo llano, los pequeños. Aquellos que conservan más fuertemente el legado recibido, en sus costumbres, en su lenguaje, en sus dichos, etc. “Aquellos pequeños que creen en mí:”

                Enseguida algunos me dirán que esto hace ya mucho que sucede. Que el pueblo llano ha perdido ya hace mucho tiempo aquello de lo que fue antiguamente, por decir así, custodio. No voy a negar esa verdad tan evidente. Pero es que las cosas pasan tan rápidamente en estos días (especialmente debido a los medios de comunicación, y de los poderosos amos que los gobiernan, como que son los creadores de un nuevo mundo, de un nuevo orden mundial, ya desembozadamente expuesto, que no deja uno de tener presente y fresca todavía en la memoria, como “una cosa de ayer nomás” lo que se vivía hasta “hace poco”). Apuntan hacia el pueblo llano, tradicional conservador de lo recibido de sus padres. “Pero, al que escandalizare a uno  de estos pequeños que creen en mí, mas le valdría que le suspendiesen al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que fuese sumergido en el abismo del mar".Y, también: “¡Ay del hombre por quién el escándalo viene!"

                Ahora la destrucción viene, como un golpe de gracia, a hacer lo que faltaba para concluir la obra alquímica de la destrucción: con un lenguaje vulgar y chabacano, fácil y "popular", viene a destruir lo sagrado, terminar de desolar la tierra, discutir hasta aún aquello que ni siquiera puede ser discutido, de aquello que nos ha sido dado de una vez para siempre. Y que nos fue dado desde el eterno presente de Dios. En quien no hay ayer o mañana. Lo que está por encima de todos los cambios posibles o inimaginables (para nosotros) de la historia y de de todos sus cambios. Dan a entender a las gentes que ellos van a "mejorar" el Evangelio de Cristo. Pretenden ponerlo a la altura de un siglo que lo rechaza y, sin siquiera pretender que lo haga. Eso sería "hacer proselitismo". ¿Proselitismo de la Verdad?¿Estaría mal el: "Id y enseñad a las gentes todas las cosas que os he mandado"? ¿Estamos ya en aquella desolación anunciada por el profeta Daniel?: “La gran desolación en el lugar Santo, en donde no debe estar”. La cabeza más alta de la Religión haciéndose profeta del anticristo: la religión del nuevo dios: el hombre. El pueblo, abandonado ya  de los buenos pastores, es apacentado por lobos vestidos de ovejas; mercenarios del ejército invasor que ha ocupado a la Iglesia Católica, la única elegida por Dios para ser la depositaria de la Verdad y de la Revelación de las cosas ocultas desde antes de los siglos. Y todo esto, sin falsearlo ni cambiarlo un ápice. La Religión ha venido a ser ahora - para el mundo - el instrumento usado para destruir  a  la misma Religión. La Religión que ha cimentado y edificado lo mejor de la humanidad. 
           Pero “la corrupción de lo mejor viene a dar en lo peor”. Esta es una ley de las cosas de éste mundo. Si la higuera no da sus frutos vendrá a secarse por un imperioso mandato de Jesucristo, Señor y Dios nuestro. La Iglesia fundada por Él no perecerá ciertamente. Aunque parezca desaparecer del mundo, se mantendrá incólume y pura en sus hijos fieles hasta el fin de éste mundo.

                Ahora el mal se expande más rápidamente por el mundo al modo de un humo infecto. El mal se ha hecho “popular”. Impera sobre la ignorancia de las gentes. Ignorancia religiosa fomentada desde el Concilio Vaticano II después de más de cincuenta años de esconder la Verdad, de renegar abierta o solapadamente de Jesucristo (en realidad resultado de varios siglos de preparación): El Evangelio   de Jesucristo, con sus mismas palabras, pero tergiversando sutilmente su verdadero sentido. La Iglesia Católica, la Iglesia fundada por Jesucristo: Éste es el Katejón, el obstáculo que se opone al surgimiento  del anticristo, el impío, el hombre de pecado. La religión corrompida y falseada, la herejía, le prepara el camino. Pero cuando aparezca el anticristo, el hombre de perdición se alzará luego contra toda religión, contra todo lo que se “llame Dios” y él mismo se sentará en el trono del Templo para hacerse adorar.

                Se lleva a cabo ahora, ante nuestros ojos, otra etapa más para su aparición (del anticristo). Tal vez la última. Pero la Virgen Santísima ha prometido a sus hijos su intervención “cuando ya todo parezca perdido:” Será, tal vez un breve triunfo del  verdadero Evangelio de Jesucristo. Tal vez para terminar de reunir a sus escogidos y, también,  para testimonio ante todas las naciones. Y entonces vendrá el fin: el breve y feroz reinado del anticristo, "a quien el Señor Jesucristo destruirá con el soplo de su boca y el esplendor de su Venida".


                Dios tenga misericordia de nosotros y nos haga firmes hasta el fin. Amén.