sábado, 10 de mayo de 2014

En tanto que se acerca el fin del mundo

“Y como se hiciese tarde, descendieron los discípulos al mar. Y habiendo entrado en un barco, pasaron de la otra parte del mar, hacia Cafarnaúm: y era ya oscuro, y no había venido Jesús a ellos. Y se levantaba el mar con el viento recio que soplaba. Y cuando hubieron remado unos veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús andando sobre el mar, y que se acercaba al barco, y tuvieron miedo. Mas Él les dice: Yo soy, no temáis. Y ellos quisieron recibirle en el barco. Y el barco llegó luego a tierra a donde iban.” (Jn. VI, 15-21).

Mas Él les dice: Yo soy, no temáis. 

            … (San Agustín)…”Aquella nave representaba la Iglesia: ya habían aparecido las tinieblas, y con razón, porque no existía luz, y no había venido Jesús a ellos. En tanto que se acerca el fin del mundo, crece la maldad y aumentan los errores. Mas la luz es la caridad, según aquellas palabras de San Juan: “el que aborrece a su hermano vive en tinieblas”. Las mismas olas que turban la nave, las tempestades y los vientos,  representan los clamores de los réprobos. Por esto la caridad se enfría, y se aumentan las agitaciones y la nave peligra: y sin embargo, ellos, a pesar del viento, de la tempestad y de las olas, procuraban que la nave no zozobrase ni se sumergiese, porque el que perseverare hasta el fin se salvará.

            …Y para aquellos que cumplen la Ley, vino Jesucristo pisando las olas, esto es, poniendo bajo sus pies a todas las vanidades del mundo, rebajando todas las elevaciones del siglo, y sin embargo quedan tantas tribulaciones, que aún los mismos que creen en Jesucristo temen perecer.”

            (Teófilo) “Cuando los hombres o los demonios se esfuerzan en abatirnos por temor, oigamos lo que dice Jesucristo: “Yo soy, no temáis”. Esto es: yo sin cesar os defiendo, y, como Dios, subsisto siempre, y nunca falto; no perdáis la fe en mí, asustados por falsos temores. Véase como el Señor no acudió en los primeros momentos del peligro, sino en los últimos. Porque permite que nos encontremos en medio de los peligros, y así, peleando en las tribulaciones, nos volvamos mejores, y recurramos únicamente a Él solo, que es quien puede librarnos cuando menos se espera. No pudiendo la inteligencia humana acudir con el oportuno remedio en las grandes tribulaciones, viene entonces a auxiliarnos la gracia divina. Y si queremos que Jesucristo pase a nuestra nave (Esto es, habite en nuestros corazones) inmediatamente nos encontraremos en la tierra a donde queremos ir (esto es, en el cielo”).

            (Beda) “Y como esta navecilla no conduce a los perezosos, sino a los que reman con firmeza, se da a entender que en la Iglesia, no los desidiosos ni los afeminados, sino los fuertes y perseverantes en la buenas obras, son los que llegan al puerto de la salvación eterna”.



Fragmentos tomados de: 

Santo Tomás de Aquino, Catena Áurea, Tomo V, San Juan
págs. 161-163 y 164. Ed. Cursos de Cultura Católica, 
Buenos Aires, 1946.