viernes, 15 de noviembre de 2013

LA SOBERBIA DE LA TRANSGRESIÓN FUE PEOR QUE LA TRANSGRESIÓN

Adán y Eva. Catacumba de Vía Latina. Roma.

“La soberbia es peor y más condenable, porque busca el recurso de la excusa  aun para los pecados más evidentes. Así hicieron los primeros hombres. Ella dijo: La serpiente me engañó y comí, y él a su vez: la mujer que me diste por compañera me dio el fruto y comí. Nunca suena la petición del perdón, nunca impetración del remedio. Aunque, como Caín, no nieguen que lo han cometido, con todo, la soberbia busca descargar sobre otro la responsabilidad de sus malas obras. La soberbia de la mujer culpa a la serpiente, y la del varón, a la mujer. Más cuando se da una transgresión formal del mandato divino, hay una auténtica acusación más bien que una excusación. Y no se vieron libres de pecado, porque la mujer lo cometió aconsejada por la serpiente, y el varón a instancias de la mujer, como si hubiera de creerse o de ceder a algo antes que  Dios.” 
San Agustín. La ciudad de Dios, T IIº, Lib. XIV, Cap. XIV. BAC. Madrid, 1965.                                             
Si alguien, poseído por la soberbia, lee este escrito de San  Agustín, lo echará a un lado diciendo: - ¡Esto no es para mí! – y seguirá  tranquila y tozudamente por el camino que él mismo se trazó, y sobre el cual ya ha andado mucho  como para volverse atrás. Sin embargo debería volver atrás para reparar su error, pero, para ello, se requiere de humildad y de valor para tomar esa corajuda decisión. Mas la soberbia también enceguece. Y, si el enceguecido es director o guía, peor. Porque, “Si un ciego  guía a otro ciego, ambos caerán en el pozo”. Como también: “El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.” Pues para ser ensalzado antes se debe “pasar por el horno de la humillación”. Y aquí sí que hace falta, y es necesario de todo punto,  tener verdadero espíritu sobrenatural.

La parábola de los ciegos. Pieter Bruheguel, el viejo, 1568.