jueves, 21 de enero de 2016

¿Incomprensible Caos?

Comentarios Eleison
por su Excelencia Richard Williamson
Número CDXLIV (444)
16 de enero de 2016

Monseñor Richard Williamson

Si yo corto todos los amarres de mi mente,
¿es el caos que encuentro sorprendente?

          Un lector pensante de estos “Comentarios” en los Estados Unidos hizo hace unos pocos meses atrás algunas sagaces observaciones. He aquí ellas:— La “Libertad Religiosa” está realmente viniendo a casa para apercharse aquí en las colonias. Un juez federal “Católico” ha encarcelado a un oficinista municipal Protestante por rechazar otorgar licencias de “matrimonio” del mismo sexo. Los bien intencionados defensores del oficinista continúan citando “libertad religiosa” sin darse cuenta que la libertad religiosa es precisamente el problema, no la solución. Increíble. Descendemos hacia el caos moral y nadie parece entender por qué. “Descendemos hacia el caos moral y nadie parece entender por qué”. ¡Bien dicho, ciertamente! Pero los “Tradicionalistas” que toman en serio a la Tradición deberían estar capacitados para resolverlo.

          Esto es así porque si yo tomo en serio a la Tradición, comprendo que la DOCTRINA viene primero; en otras palabras, que la religión Católica no es papilla mental, moralidad y la Misa, sino realidades doctrinales que gobiernan a ambas, la moral y la Misa. Estas realidades comienzan con la existencia de Dios Todopoderoso de quien toda la creación depende cada momento para ser mantenida en existencia, considerando que Él puede darle toda de baja a esa existencia sin cambiar Él Mismo en lo más mínimo. Él crea cada alma humana por Él Mismo en el momento de su concepción de manera que ella usará el libre albedrío con el cual Él dotó a esa alma, para elegir vivir y morir de acuerdo a Su inmutable Ley moral de manera que ella pueda pasar su eternidad en el Cielo en beatitud con Él Mismo. Pero el libre albedrío, para ser genuino, significa que las almas pueden elegir romper con Su Ley y, si ellas no se arrepienten, ellas estarán eligiendo pasar la eternidad desafiándolo a Él en el Infierno. Así que ellos mismos estarán rotos, no Su Ley. Esa Ley está resumida en los Diez Mandamientos y no es una ley arbitraria sino que encaja en la naturaleza humana para la cual fue hecha, tanto como el manual de operaciones de un fabricante para una máquina se corresponde con la máquina para la cual fue hecho.

          Ahora bien, el Sexto y Noveno de esos Mandamientos instruyen a los seres humanos a hacer el uso apropiado del mecanismo reproductivo que hace parte de sus cuerpos. Este mecanismo no es un juguete, sino un instrumento sagrado diseñado por Dios para la formación de familias humanas aquí abajo que pueblen el Cielo allá arriba. Ni dos hombres solos ni dos mujeres solas, sino solamente un hombre y una mujer juntos pueden tener niños y formar una familia y, dado que el poblar al Cielo es un asunto sagrado, entonces cualquier rompimiento de esos dos Mandamientos rápidamente deviene suficientemente grave como para merecer condenación eterna. “Dios no se deja burlar” – Gálatas, VI,7. Por consiguiente, la frustración del acto de matrimonio por dos personas del mismo sexo es una de las cuatro ofensas contra Dios que claman al Cielo por venganza, como la Iglesia Católica enseña, y además el “casamiento” del mismo sexo es una burla a la sagrada institución de Dios, por si fuera poco. En toda ella de esta doctrina no hay ni una iota de caos.

          Entonces, ¿de dónde proviene el caos? Del liberalismo. De la falsa religión del liberalismo. De hacer un ídolo de la libertad. Pues en Romanos 1 San Pablo martilla en casa el punto que este pecado particular que clama al Cielo por venganza deriva de la idolatría. Es luego que los hombres rompen el Primer Mandamiento que Dios los deja librados a las desgraciadas prácticas contra el Sexto Mandamiento, sin duda con la esperanza que la inconfundible asquerosidad de ellos al haber roto este último, los despertará a la más grande aún en sí misma, pero menos fácil de reconocer, asquerosidad de romper el Primero. Que nuestra libertad haya devenido de un ideal, un ídolo, es en nuestro propio día más y más difícil de reconocer porque idolatrar a la libertad religiosa ha estado progresando ahora por bien más de 200 años y nada parece más natural. Los hombres han perdido todo sentido del verdadero Dios. Por el contrario, la libertad religiosa es la suprema libertad sin la cual todas las otras libertades parecen pequeñas.

          Y la libertad termina por precisamente lanzar las mentes de las personas fuera de sus quicios. Cualquier verdad o realidad que pretenda imponerse a sí misma en mi mente es una disminución de mi libertad, así que rechazo reconocerla a menos que me venga bien. Ahora bien, muchas reglas morales no me vienen bien. Entonces yo las rechazo en nombre de la libertad. Yo desciendo hacia el caos moral convencido que estoy ejerciendo un sagrado derecho mío propio, así que yo no puedo entender porque yo termino en caos, mental y luego social. Pero, yo mismo he desquiciado a mi mente y he soltado mi sociedad a la deriva. El caos es totalmente comprensible.


          Kyrie eleison.