San Juan,
Cap. X, v. 11-13
De la Catena Áurea
de Santo Tomás de Aquino
“Yo soy el buen pastor. El buen pastor da
su vida por sus ovejas. Mas el asalariado y que no es el pastor, del que no son
propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo
arrebata y esparce las ovejas. Y el asalariado huye, porque es asalariado y
porque no tiene parte en las ovejas”. (vs. 11-13.).
El Buen Pastor . Mausoleo Gala Placidia.
(San Agustín.) El
Señor nos descubre dos cosas, que nos había propuesto en cierto modo
encubiertas. Nosotros sabemos desde un principio que Él mismo es la puerta;
ahora nos enseña que es pastor, por estas palabras: “Yo soy el buen pastor”.
Más arriba nos había dicho que el pastor entraba por la puerta: si, pues, Él
mismo es la puerta, ¿Cómo entra por sí mismo? Así como Él por sí mismo conoce
al Padre y nosotros le conocemos por Él, de la misma manera Él entra en el
redil por sí mismo y nosotros entramos allí por Él: nosotros, porque
predicamos a Cristo entramos por la puerta; mas Cristo se predica a sí mismo;
porque su predicación le muestra a Él mismo, muestra la luz y otras muchas
cosas. Si aquellos que presiden la Iglesia, que son sus hijos, son pastores,
¿cómo es que no hay más que un solo
pastor sino porque todos aquellos
son miembros de un solo pastor? Y a la verdad el ser pastor lo concedió
a los miembros suyos; pues Pedro
es pastor, y los demás apóstoles son pastores, y todos los buenos
obispos pastores son; pero la prerrogativa de ser puerta no la concedió a ninguno
de nosotros: la reservó para sí solo. No habría añadido a la palabra pastor la
cualidad de bueno, si no
hubiera pastores malos: ellos son ladrones
y salteadores, o por lo menos mercenarios.
(San Gregorio) Él añade
la manera de ser del pastor bueno, para que
nosotros lo imitemos. EI buen pastor da su vida por sus
ovejas”. Hizo lo que aconsejó; manifestó lo que mandó; dio su vida por
sus ovejas, para hacer de su cuerpo y de su sangre un sacramento por nosotros y
poder saciar con el alimento de su carne las ovejas que había rescatado. Se nos
puso delante el camino del desprecio de la muerte, que debemos seguir, y la
forma divina a que debemos adaptarnos. Lo primero que debemos hacer es repartir
generosamente nuestros bienes entre sus ovejas, y lo último dar, si necesario
fuera, hasta nuestra misma vida por estas ovejas. Pero el que no da sus bienes
por las ovejas, ¿cómo ha de dar por ellas su propia alma?
(SAN Agustín.) Mas esto no lo hizo sólo Cristo; y
sin embargo, sí aquellos que lo hicieron son sus miembros. El fue el único que hizo estas cosas, porque
Él lo pudo hacer sin ellos, pero ellos no pudieron hacerlo sin Él. (San
Agustín.) Sin embargo, todos los pastores fueron buenos, no solamente porque
derramaron su sangre, sino porque la derramaron por las ovejas; pues no la
derramaron por orgullo, sino por caridad. Entre los mismos herejes que por sus
iniquidades y sus errores sufrieran algunos trabajos, se jactan con el nombre
del martirio, cubriéndose con esta capa para robar más fácilmente, porque son
lobos. No de todos aquellos que entregaron
sus cuerpos al martirio
debe decirse que derramaron su sangre por las ovejas, sino más bien contra las ovejas,
pues, dice el Apóstol: "Si
entregare mi cuerpo para ser quemado y no tuviere caridad, nada me
aprovecha” (I ad Cor. 13, v. 3). ¿Cómo ha de tener siquiera sea una centella de
caridad, aquel que formando parte de la comunión cristiana no ama la unidad? Encomendando
el Señor esta unidad, no quiso nombrar muchos pastores, sino uno solo,
diciendo: “Yo soy el buen Pastor”.
(Crisóstomo.) Hablaba;
además, el Señor de su pasión, enseñando que había venido al mundo por la
salvación del hombre y no contra su voluntad. Después vuelve a indicar las
señales que distinguen al pastor del mercenario: “Mas el asalariado y que no
es el pastor, del que no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las
ovejas y huye”. (San Gregorio.) Hay
muchos que con razón no merecen el nombre de pastor, porque prefieren la
recompensa terrestre a las ovejas. No puede llamarse pastor, sino mercenario,
aquel que apacienta las ovejas del Señor por una recompensa pasajera y no por
un amor íntimo: es mercenario el que ocupa el lugar del pastor, poro no busca
el bien de las almas, desea con ansia las comodidades de la tierra, y se alegra
con los honores de la prelacía. (San Agustín.) Busca
otra cosa en la Iglesia, no busca a Dios: pues si buscase a Dios sería casto,
porque el esposo legítimo del alma es Dios. El que busca en Dios otra cosa
fuera de Dios, no busca a Dios castamente.
(San Gregorio.)
Si es pastor o mercenario, no puede conocerse con verdad si falta
ocasión; porque en tiempo de tranquilidad, lo mismo el verdadero pastor que el
mercenario están solícitos vigilando su rebaño; pero cuando viene el lobo
demuestra cada uno con qué espíritu velaba sobre el rebaño. (San Agustín.) El lobo es el diablo y los que le siguen;
porque dicho está que vestidos de piel de ovejas, son dentro lobos rapaces. He
aquí que el lobo coge a la oveja por la garganta ; el diablo persuade el
adulterio al alma fiel: debe rechazársele, pero rechazado, será enemigo,
pondrá asechanzas, hará mal cuanto pudiere; te callas, no le increpas; has
visto venir al lobo y has huído; permaneciste con el cuerpo, huiste con el
ánimo, porque el alma se mueve por los sentimientos, ensanchándose con la
alegría, constriñéndose por la tristeza, marchando por el deseo y huyendo por
el temor. (San Gregorio.) El lobo
se arroja también sobre las ovejas cuando un hombre injusto y ladrón oprime a
los fieles y humildes: pero el que parecía pastor y no lo era, abandona las
ovejas y huye, no atreviéndose a resistir a la injusticia en el momento en que
ve el peligro, y huye, no mudando de lugar, sino dejando de acudir con el
socorro. El mercenario no presta su auxilio en ninguno de estos peligros, y
mientras busca sus comodidades exteriores deja que por abandono el rebaño
sufra pérdidas interiores. “Pero el mercenario huye”, etc. Una sola razón hay
para que el asalariado huya, porque es asalariado; como si dijera: no puede
mantenerse firme cuando están en peligro las ovejas el que gobierna, no por
amor a ellas, sino por una ganancia terrenal, y por tanto, tiembla si se expone
al peligro de perder lo único que ama.
(San Agustín.) Si los Apóstoles fueron pastores y no
mercenarios, ¿cómo es que huían cuando se veían perseguidos? Siguiendo el
consejo del Señor: “Si os persiguieren, huid". Llamemos, que no faltará
quien abra. (San Agustín.) Huyan,
pues, de ciudad en ciudad, todos los siervos de Cristo, los ministros de su
palabra y de su sacramento, cuando alguno de ellos en particular es buscado por
sus perseguidores, a fin de que la Iglesia no sea abandonada por los que no
son perseguidos del mismo modo. Pero cuando el peligro es común a todos, a
obispos, a clérigos y seglares, los que están necesitados del auxilio de otros
no sean abandonados por aquellos cuyos auxilios necesitan, o que todos pasen
a sitios seguros, o que aquellos que tienen el deber de permanecer, no sean
abandonados por los que tienen el sagrado ministerio de la Iglesia. Entonces
es cuando los ministros de Cristo, a la vista de la persecución, deben huir de
los lugares en donde no han dejado un pueblo que tenga necesidad de un
ministerio, o cuando ese mismo ministerio, tan necesario, puede ser desempeñado
por otros que no tienen el mismo motivo para huir. Pero cuando el pueblo
permanece y los ministros huyen, ¿no es ésta una huida inexcusable de pastores
mercenarios que no tienen cuidado alguno de las ovejas?
(San Agustín.) Los pastores buenos se
llaman puerta, portero, pastor y ovejas: y los malos, ladrones y salteadores,
asalariados, lobo. (San Agustín.) Debemos
amar al pastor, precavernos del ladrón y tolerar al mercenario. El
mercenario, en tanto es útil en cuanto no ve al lobo, al ladrón o al salteador,
pues apenas le ve, huye. (San Agustín.) Ni se
llamaría mercenario si no recibiese la paga de aquel a quien sirve. Los hijos
esperan con paciencia la herencia del padre: el mercenario desea con ansia y
con presteza la retribución temporal de su trabajo. Y sin embargo, unos y
otros difunden la divina gloria de Cristo: el daño proviene del mal que hace,
no del bien que dice: coged el racimo, huid de las espinas; porque a veces el
racimo que nace de la vid está pendiente de las espinas. Así, muchos buscando
en la Iglesia bienes temporales, predican a Cristo y por ellos es oída la voz
de Cristo, y la siguen las ovejas, pero no el mercenario, sino a la voz, del pastor
por medio del mercenario.
El mal pastor |