TENTACIONES DE CRISTO. Por Duccio Di Buoninsegna |
De las Tentaciones de Cristo hay
mucho que hablar; pero seamos breves y notemos tres puntos principales: el
Tentador, el Tentado y nosotros.
El espíritu maligno no sabía seguro
si Cristo era el Mesías, ni mucho menos si era Dios o no. Parece increíble, con
el talento que tiene el diablo, y conociendo las profecías mesiánicas mejor
que cualquier rabino, que no sacara la conclusión que tantos hombres sacaron.
Pero es así, basta leer los Evangelios; además San Pablo dice expresamente que
el diablo no hubiera crucificado (por medio de los judíos) a Cristo, si hubiese
sabido que era el Hijo de Dios (1 Corint. II, 8).
Que un Dios se haga hombre es un
Misterio Absoluto; es
como si dijéramos un Absurdo: no cabe en ninguna cabeza creada. Eso no se puede
conocer y saber sino es mediante un acto de fe sobrenatural, un acto que es
imposible sin la gracia de Dios; la cual el diablo no tiene. La ciencia no
basta para alcanzar la fe; es necesaria también la buena voluntad, de que el diablo
carece.
Por eso el fin del Tentador fue,
como aparece claramente, no sólo hacer pecar a Cristo sino también sacarse él
esa duda; lo cual no consiguió: “Si eres Hijo de Dios, haz que estas piedras
se conviertan en pan”. Pero hay que reconocerle al diablo que su
atrevimiento es infinito: es un sinvergüenza, porque no tiene ya nada que
perder. ¡Sospechando que Cristo era una persona divina, haberlo sin embargo
agarrado y llevado al Campanario! “¡Qué miedo tendría el maldito —dice Santa
Teresa— mientras iba volando”... Pero en realidad no sabemos si fue volando.
El diablo tiene un poder grandísimo
—eso muestra este Evangelio— y por otra parte es un poder vano, porque se
puede vencer “de palabra", con la palabra de Dios.
Gran encomio de la Escritura Sagrada
hay en este Evangelio: Cristo vence las Tres Tentaciones con el arma de la
Escritura. Pero el poder del diablo es tremendo en los que están desarmados.
Cuando le dijo a Cristo: "Todo esto es mío y a quien yo quiera se lo
doy”, mostrándole los Reinos de la Tierra (en la política se puede decir
que el diablo no tiene rival) Cristo no le respondió: “¡Mentiroso! Todo esto es
de Dios, no tuyo”; no se metió a discutir con él, porque en algún sentido todo
eso es, en efecto, del diantre; en el sentido de que hoy día, por nuestros
pecados, él lo mangonea todo. El es el Fuerte Armado, es la Potencia de las
Tinieblas, es el Príncipe de este mundo, como lo designó Cristo en otros
lugares. Es probable que Satán de nacimiento haya sido el Arcángel que estaba
predestinado al manejo y control del mundo material; o por lo menos, de este
planeta; y por haber pecado, no perdió ese poder connatural para con el pobre “planeta
mudo” 1. Pero “todo poder de Dios es”.
Eso que llamaban nuestros mayores
“vender el alma al diablo” es posible: es la operación que se propuso a
Cristo en la Tercera Tentación. Cuando en este mundo a un malvado le va bien
incesantemente, se trata de un demoníaco; a los inicuos comunes, la moral los
castiga a corto plazo. Si Dios no se lo impide, el diablo puede hacer cosas
rarísimas con los hombres; y esto yo lo sé por los libros; pero si yo dijera
que lo sé solamente por los libros, mentiría.
¿Por qué tentó a Cristo con esas
cosas raras? Con la Bobobrígida 2 o
algunas de las otras animalitas de Dios que nos hacen el honor de divertir a la
plebe porteña; con la llave del Banco Central; o con las urnas llenas de votos
en el Congreso, yo lo tiento a cualquiera. Pero ¿con piedras, con vuelos sin
motor, con promesas fantásticas de Imperios Universales?...
El diablo sabía que Cristo era un
varón religioso —lo había visto prepararse para su misión religiosa con el
ayuno de Moisés, lo había visto arder como una gran fogata en oración continua—;
y lo tentó como a un hombre religioso: en el plano religioso, no en el plano
carnal. Una nota del Evangelio de Straubinger dice: "la primera fue una
tentación de sensualidad..."
Es un error. Las tres fueron
tentaciones de soberbia. El diablo tienta de soberbia, no de sensualidad, a los
que hacen Cuaresmas tan rigurosas como Cristo.
El diablo es la mona de Dios, puesto
que querer "ser como Dios” fue su caída y es su constante manía. El diablo
tienta prometiendo o dando las cosas de Dios: lo mismo que Dios nos ha de dar
si tenemos espero y fidelidad: Cristo podía procurarse pan con esperar un poco
("y los ángeles se lo sirvieron”) sin necesidad de un milagro. El diablo
nos empuja, nos precipita, es la espuela del mundo: nos invita a anticipar, a
desflorar, a llegar antes. A los primeros hombres les dijo: “Seréis como
dioses” que es efectivamente lo que Dios se propuso hacer y hace, por
medio de la adopción divina (la gracia elevante) y la visión beatífica, con el
hombre. “Entonces seremos como El, porque le veremos como El es” — dice
San Juan. Eva pecó porque codició una anticipación de la visión divina. No
podemos ser tentados sino de acuerdo a nuestro natural.
Así pues a Jesús lo tentó de acuerdo
a su natural con lo mismo que El había de lograr un día: Cristo había de
convertir las piedras de la gentilidad en el pan de su Cuerpo Místico, conforme
a aquello: — “¿Creéis vosotros que de estas piedras no puedo yo sacar hijos
de Abraham?” Cristo había de volar visiblemente a los cielos delante de sus
apóstoles y unos quinientos discípulos. Finalmente, Cristo algún día ha de ser
Rey Universal del mundo entero, como lo es desde ya en derecho y esperanza.
El diablo está hoy día tentando a la
Humanidad con un Reino Universal obtenido sin Cristo con las solas
fuerzas del hombre. Todo ese gran movimiento del mundo de hoy — la Onu,
la Unesco, la Unión de las Iglesias Protestantes, los Grandes
Imperialismos, las promesas de "mil años de paz” por parte de los
Conductores — representa esa aspiración irrestrañable de la Humanidad al
Milenio, a su unidad natural y pacífica, a su integración como Género Humano.
Es inútil oponerse a esa aspiración
actualísima (se equivocan los ultra-nacionalistas) porque es un anhelo que está
en las entrañas de la evolución histórica del mundo: como que es una promesa
divina. Pero el diablo quiere llegar antes. Los cristianos sabemos que
esto vendrá, pero que sólo puede venir con y por Cristo; y que esta manera
cómo se está haciendo ahora, no podemos aceptarla, porque es la vasta
preparación del Anticristo. "Si esto es servir a la patria — a mí no me
gusta el cómo”. De manera que aparecemos como impotentes por un lado; como
atrasados y reaccionarios por otro. Paciencia.
La Iglesia hoy día aparece en plena
crisis; no puede conseguir la paz de los pueblos, la necesidad más urgente del
mundo, está confusionada dentro de sí misma; no hace más que tomar medidas y
actitudes aparentemente negativas: “Syllabus”, “Juramento anti-modernístico",
prohíbo esto, prohíbo lo otro. No está a la cabeza de la "civilización”
como en otros tiempos, no hace más que tirar hacia atrás: es que la
"civilización” ha entrado por un mal camino; por el de la Torre de Babel.
Camino satánico.
“Todo esto es mío y lo doy a quien
yo quiero; todo esto te daré si cayendo a mis pies me adorares”.
Un hombre algún día aceptará este
trato. No sé qué día. Un amigo mío que se las echa de profeta dice que ese
hombre nacerá en 1963 y será Emperador en 1996. Yo creo que ni él ni yo lo
sabemos. Yo al menos no lo sé.
No es necesario saber mucho griego
ni latín para predecir que la Iglesia será tentada, si Cristo fue tentado; y
lo será con las mismas tentaciones de Cristo.
Podríamos decir quizá que en la Edad
Media fue la primera, en el Renacimiento la segunda y ahora la tercera
tentación. Así para entendernos; aunque las tres funcionan juntas, mirándolo
bien.
La primera tentación es ésta: por
medio de lo religioso procurarse cosas materiales (como si dijéramos cambiar
milagros por pan) la cual puede llegar a un extremo que se llama “simonía”, o
venta de lo sagrado. Pero los curas también tienen que comer y la Iglesia
necesita bienes. Yo no niego que la Iglesia necesita bienes, lo que yo sé es
que hay una rayita finita, pasada la cual los "bienes” se convierten en
"males”. De modo que el efecto más bien viene a ser tomar el pan y conertirlo
en piedra; milagro al revés; como por ejemplo hacer grandes templos de piedra
donde falta el pan de la palabra divina —“de la cual, como del pan, vive el
hombre”, contestó Cristo a Satán.
La segunda tentación es, por medio
de la religión procurarse prestigio, poder, pomposidades y “la gloria que
dan los hombres". Y también es verdad que la Iglesia necesita buen
nombre, porque una de las notas distintivas de la verdadera religión es que sea
"santa”. Y así uno de los principales argumentos de San Agustín contra
los herejes y paganos eran las admirables "costumbres” de la Iglesia
primitiva contrapuestas a las malas costumbres de ellos. Véanse sus libros: “De
Civitate Dei”, “De Móribus Ecclesiae”, “De Móribus Manichoeorum”...
Pero una cosa es que los demás lo
prediquen a uno santo; y otra, predicarse a sí mismo. Días pasados oí a un
predicador que se mandó una alabanza de la Orden a que él pertenecía, que
tembló el Campanario de la Iglesia —o sea el Pináculo del Templo—; y no pude
menos que pensar: "Esto sería mejor que lo dijese el pueblo".
La tercera tentación es
desembozadamente satánica; postrarse ante el diablo a fin de dominar al mundo.
¿Puede la Iglesia ser tentada así?
La Iglesia no es más que Cristo. La crueldad, por ejemplo, es demoníaca. Lo santo y lo demoníaco son
contrarios y por tanto están en el mismo plano; y la corrupción de lo mejor es
lo peor. Hablando de Savonarola, el Cardenal Newman dijo: “La Iglesia no puede
ser reformada por la desobediencia…” ---“Mucho menos por la crueldad mi caro
Cardenal…” ---Le contestó su interlocutor. El asceta puede ser tentado de
dureza de corazón, de inhumanidad, de crueldad. “Mi hija se ha vuelto cruel como el avestruz” ---Dice Dios por el
Profeta.
Esta es la última
tentación, de la cual Dios me libre y guarde; y sobre todo, que Dios libre y
guarde a los otros. Como dijo el jachalero Ramón Ibarra cuando se peleó a
cuchillo con Dionisio Mendoza y lo querían sujetar: “¡Asujételón! ¡Asujetelón! ¡Asujetelón al otro! ¡Que yo, mal que
bien, me asujeto solo!”
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1. Alude a la novela teológica de C. S. Lewis “Out of the silenl Planet".
2.”Bobobrígida”, deformación humorística de
Lollobrígida, famosa actriz italiana en la época en que fueron escritas esas
palabras. Cómo dirían hoy: era un “símbolo
sexual” de de aquellos días. (Nota
de Cova).
Del libro de Leonardo Castellani "EL EVANGELIO DE JESUCRISTO", 1957. Ediciones Theoría 1963.