jueves, 16 de enero de 2014

ECÔNE FRENTE A LA PERSECUCIÓN


Seminario de Ecône, Suiza



V

A todos los que se interrogan sobre nuestra obra, sobre el seminario de Ecône, sobre nuestra actitud en la persecución que sopor­tamos por parte de los obispos, y ahora de Roma, les pedimos responder a estas cuestio­nes tan sencillas para unos fieles de la Igle­sia Católica: ¿Por qué la Iglesia? ¿Por qué el sacerdocio, el Santo Sacrificio de la Misa, los Sacramentos?
Si su respuesta es conforme a la doctrina de la Iglesia tal como siempre ha sido ense­ñada, tendrán la respuesta al porqué de Ecône.
Ésta es la primera respuesta esencial y fun­damental.
Un segundo problema se nos ocurre de in­mediato: ¿cómo es concebible que la jerar­quía actual pueda contradecir esta doctrina?
La primera respuesta es dada por nuestra Fe católica, la segunda es dada por la historia religiosa de los últimos siglos que han sufrido la influencia del protestantismo.
El protestantismo, por sus teorías liberales, suscitó en todos los campos una revolución total contra la cristiandad, concebida según los principios de la sana filosofía y de la Fe católica.
Las teorías resumidas en las tres palabras: "Libertad, Igualdad, Fraternidad", concebidas contra la autoridad de Dios y contra toda autoridad, han traído la ruina de la sociedad civil católica, la ruina de la economía organizada, y poco a poco, la laicización de los Estados con todas las consecuencias inmorales, enemigas de la ley de Dios y de la Iglesia.
Ahora bien, estos mitos sanguinarios del liberalismo han seducido siempre a unos católicos sentimentales y cuya fe era poco ilustrada. Las filosofías liberales, las organizaciones revolucionarias han tenido también un fuerte poder de atracción sobre los medios intelectuales y populares descristianizados.
Esta atmósfera liberal ejerció también una creciente influencia en la Iglesia por medio de las universidades, los falsos teólogos, los organismos católicos, y se difundió en los seminarios, el clero y los obispos y hasta en los medios eclesiásticos romanos. Que se piense simplemente en el "Sillón", luego en Emmanuel Mounier, en Maritain y, finalmente, en Teilhard de Chardin.

Paulo VI con Jacques Maritain

El liberalismo persigue con encarnizamiento un maridaje imposible entre la Verdad y el Error, la Virtud y el Vicio, la Luz y las Tinieblas, entre la Iglesia Católica y el mundo con todos sus desenfrenos. Los Papas lo comprendieron bien hasta Juan XXIII y si uno u otro cedieron a veces a las presiones de los liberales como León XIII y Pío XI, lo lamentaron enseguida y sus sucesores procuraron reparar los errores cometidos.
Ahora bien, es evidente que el Concilio Vaticano II permitió a las ideas liberales tener derecho de ciudadanía en la Iglesia. Las ideas de libertad, de primacía de la conciencia, de fraternización con el error por el ecumenismo, la libertad religiosa, la laicización de los Estados, pueden encontrar apoyo en la orientación general del Concilio.
Léase el diario del Concilio de Fesquet y se comprenderá por qué los francmasones, los protestantes y hasta los comunistas aplaudieron las orientaciones de este Concilio.
La aplicación del Concilio es, por otro lado, una prueba evidente de esta influencia liberal —el ecumenismo es el leitmotiv de las reformas.
Ahora bien, lo propio de los liberales es afirmar la tesis y obrar según la hipótesis sin acordarse más de los principios afirmados, de dónde esa doble faz ortodoxa y heterodoxa. Así en la práctica, los liberales no tienen enemigos a la izquierda, pero luchan encarnizada­mente contra los defensores de la ortodoxia, contra los que obran en conformidad con los principios católicos.
Y esto nos explica por qué Ecóne y todos los verdaderos católicos son duramente per­seguidos por la Roma ocupada por los libe­rales.
Puesto que nombramos a Roma, ¿cómo conciliar la difusión y la ejecución de los errores liberales por Roma y la infalibili­dad de la Iglesia y del Papa?
Esto será un tema de tesis para los futuros doctores en teología. Se necesitaría sí hallar una solución y ya algunos han tratado de dar­la, pero yo diría de buena gana que eso nos importa poco cuando se trata de juzgar he­chos o escritos. La malicia de los actos o de las afirmaciones contrarias a la Fe no se juz­gan con relación a la infalibilidad. Cuando alguien escribe que "la libertad religiosa pide que los grupos religiosos no sean impedidos de manifestar libremente la eficacia singular de su doctrina para organizar la sociedad y vivificar toda la actividad humana", me veo obligado a concluir que esta persona profesa el indiferentismo religioso condenado por la doctrina y el magisterio de la Iglesia. Ahora bien, esto es un ejemplo y de los menores de lo que profesa el Vaticano II. Se podrían citar página enteras de textos imbuidos de los errores liberales.
Ante esta difusión de los errores libera­les por los organismos oficiales de la San­ta Sede y, lo que está en la lógica del libe­ralismo incluso católico, ante la persecu­ción violenta contra los fieles ortodoxos ¿qué hacer?
Mantener la Fe católica y las instituciones divinas o tradicionales para la conservación y la propagación de la Fe católica y de la vida divina en las almas: familias católicas, escue­las católicas, parroquias católicas, seminarios católicos, facultades católicas, esperando que Roma sea liberada de los liberales que la ocupan.
Vivir de la Fe sobrenatural en la oración, en el Santo Sacrificio de la Misa, los Sacra­mentos, la oración constante, una confianza indefectible  en Nuestro  Señor y  la Virgen María.
Predicar la Fe, es decir, a Nuestro Señor Je­sucristo, en todas las ocasiones, especialmen­te por ejercicios espirituales.
¿Que hará el Seminario de Ecône y su Fraternidad?
Ellos continuarán y continúan, porque la Iglesia liberal y modernista que ocupa la ver­dadera Iglesia amordazada no tiene ningún derecho a ser obedecida, más aún, se debe desobedecerla al no ser sus órdenes y sus orientaciones las de la Iglesia Católica. Ellos destruyen a la Iglesia. No podemos colaborar en la destrucción de la Iglesia, no queremos volvernos protestantes.
¿Qué harán más tarde los sacerdotes de, Ecône?
Multiplicarán los seminarios para la conser­vación y la multiplicación del sacerdocio cató­lico, porque éste es el fin principal de la Fra­ternidad Sacerdotal San Pío X.
Luego, se harán misioneros en los priora­tos, donde agrupados de a tres o cuatro, re­zarán juntos, irradiarán sobre una región para predicar a Nuestro Señor Jesucristo y llevar los Sacramentos, especialmente el Santo Sa­crificio de la Misa.
Sostendrán espiritualmente las escuelas ver­daderamente católicas.
En el priorato, una casa de ejercicios espi­rituales les permitirá, santificar a los fieles de toda edad y de toda categoría. Las religiosas y los hermanos los ayudarán en este apos­tolado.
De esta manera, reconstruirán la cristian­dad, establecida sobre una Fe viva y actuante.
Éste es un programa entusiasmante para todo sacerdote digno de ese nombre: recrear la cristiandad en torno y por medio del altar del Sacrificio. De este modo se resuelven to­dos los problemas familiares, sociales y po­líticos.
Para la gloria de Dios, de Nuestro Señor Je sucristo y del Espíritu Santo, para el honor de la Iglesia Católica, para el honor del Sucesor de Pedro, para la salvación de Las almas, suplicamos a los sacerdotes que tienen conciencia de la gravedad de la crisis que pa­dece la Iglesia, se unan a nosotros para salvar el sacerdocio católico, la Fe católica y para la salvación de las almas.
Mantener la Fe y las instituciones que du­rante dos mil años han santificado a la Igle­sia y a las almas no puede ser en ningún caso una causa para romper la comunión con la Iglesia, al contrario, éste es el criterio de la unión con la Iglesia y con el Sucesor de Pe­dro. Es, por otra parte, este mismo criterio el que juzga de la legitimidad de la sucesión sobre la sede de Pedro y las sedes episcopales.



En la fiesta de San Vicente de Paul, 19 de julio de 1975