martes, 11 de noviembre de 2014

Que las almas sacerdotales entren con coraje


Monseñor Marcel Lefebvre


¡Que las almas sacerdotales entren con coraje en el combate espiritual para sanar sus almas de estas heridas y aprendan también a ser médicos de las almas, por la predicación, por la oración de la Santa Misa y de la Eucaristía, por el sacramento de la penitencia! Los ejercicios espirituales son un medio poderoso para disminuir la ceguera de las almas y curar también las otras heridas.

            Sin la inteligencia de estas verdades elementales, no se puede comprender la espiritualidad católica de la cruz, del  sacrificio, del desprecio de los bienes temporales para apegarse a los bienes eternos.

            Los demonios se sirven de todo lo que es sensible y deleitable para aumentar nuestras heridas. Lo que pasó a Eva continúa siendo actual. A la palabra del demonio, Eva vio que la fruta era deleitable, “pulchrum visum et delectabile” (Gen. 3,6) Luego dijo a Dios, aunque tarde, “La serpiente me engaño”: “decepit me” (Gen. 3, 13).

            De allí la insistencia de la Iglesia en toda su espiritualidad y sobre todo para las almas sacerdotales o consagradas a Dios, para que se alejen del mundo y de su espíritu y no busquen más que las cosas eternas siguiendo a Jesús y Jesús crucificado.

            Ahora bien, tratar de destruir esta espiritualidad tradicional y católica de la abnegación, de la cruz, del desprecio de las cosas temporales, de llevar la cruz siguiendo a Nuestro Señor, es otra de las consecuencias desastrosas del Concilio. Todo es sustituido por la búsqueda de la justicia social fundada sobre la envidia y el deseo de los bienes de este mundo. Se lanza a los pueblos a luchas fratricidas que multiplican los pobres, cuando es precisamente  la verdadera espiritualidad la que cambiará los corazones y orientará hacia una mejor justicia social.

            Este espíritu  malo del Concilio, espíritu del mundo, invadió el espíritu sacerdotal y religioso y llegó a una destrucción sin precedentes del sacerdocio y de la vida religiosa. Es el gran éxito de Satanás haber logrado por hombres de la Iglesia, la destrucción que ninguna persecución había conseguido.”


Extraído del  libro
de Mons. Marcel Lefebvre: 
“Itinerario espiritual”.